Recuerdos sutiles del tutelaje sobre las mujeres. Idealización, elección y economía de la maternidad. La agenda olvidada en la campaña. Las olas, las palabras y la vida salvaje.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Sábado 5 de agosto de 2023 08:57
En una entrevista, la escritora argentina Mariana Enríquez comentó por qué decidió no tener hijos. Recibió respuestas más o menos esperables: las conservadoras, las que dicen que significa perderse una experiencia única y las que se limitan a juzgar su decisión como banal o superficial. Personalmente, todo motivo me parece válido y diría que lo mejor sería no tener que dar explicaciones. Pero todavía es una pregunta habilitada en casi cualquier ámbito.
Muchas cosas cambiaron, la maternidad ya no es la razón de existir de las mujeres, sin embargo sigue siendo un lugar de realización y reconocimiento. También es un recordatorio sutil de que las mujeres somos personas que hay que tutelar de alguna forma. No funciona siempre igual, puede expresarse en prohibiciones (patriarcado institucionalizado) o en prejuicios y estereotipos. Un ejemplo es que la capacidad biológica de reproducir la vida confiere al género femenino determinado rol social. Al ser social, se aplica a todas las personas de ese género y es lo que habilita desde la pregunta en la entrevista laboral hasta el comentario incómodo en la mesa familiar “¿Y vos para cuándo?”. Todas las ideas asociadas al deseo y la decisión de ser madres están asociadas al feminismo, con sus propios debates (pero eso es tema para otra entrega).
Idealización, decisión y condiciones materiales
La preocupación pública sobre el trabajo de cuidados es inversamente proporcional (acá también, los debates se inician por impulso del movimiento feminista). Como dije más arriba, cambiaron muchas cosas pero el cuidado infantil sigue siendo un trabajo femenino. Al tiempo se suma el factor plata: criar implica horas y dinero. Esa carga económica es particularmente pesada en los hogares monomarentales (hijos e hijas a cargo y un solo ingreso, el de mamá).
Según el Informe sobre endeudamientos, géneros y cuidados en la Argentina de la Cepal, el 73 % de los hogares a cargo de una mujer están endeudados para comprar alimentos y medicamentos, y el 46 % destina la totalidad de sus ingresos a pagar deudas o sus ingresos no alcanzan para pagarlas. La situación económica es crítica para la mayoría de la población, pero cuando ves que de 3 de cada 5 hogares monomarentales “no reciben la obligación alimentaria en tiempo y forma” (Unicef 2022), la dimensión de género de esa desigualdad es evidente (como lo es que los hijos son responsabilidad de la madre si una pareja se separa).
La maternidad no se trata solo de tiempo y dinero, pero esas dos cosas son las que le dan forma a la relación (son las condiciones materiales); una relación humana como cualquier otra y no un reino mítico (parafraseando a la socióloga Orna Donath). Lo complejo es que ese combo de prejuicios, mitos y economía afecta a quienes eligen ser madres, a las que no y a las toman las decisiones que pueden cuando pueden.
La psicóloga feminista Juliet Mitchell aborda la ambivalencia que encierra la maternidad en las sociedades capitalistas. “El capitalismo idealiza la maternidad, por un lado, y la hace imposible, por el otro (...) es cada vez más difícil para más y más mujeres convertirse en madres”. También del recorrido de lo colectivo a lo individual: “desde el siglo XX [la maternidad] se fue aislando, centrada en algo individual, y a eso se suma, otra vez, que no existen condiciones para una maternidad aislada, es un ideal inalcanzable, que en realidad no es un ideal. Insisto mucho en la colectivización de la crianza, es parte de mi visión marxista. El gran problema de las mujeres siempre ha sido el aislamiento”.
Volviendo al tutelaje, creo que Mitchell resume muy bien la dinámica entre idealización y decisión. “Debajo de la idealización, como la que el capitalismo construye alrededor de las mujeres y la maternidad, hay un ataque tanto a la maternidad como al derecho al aborto, porque lo que está bajo ataque es el derecho de las mujeres a decidir”.
Un paréntesis. La agenda de las mujeres parece borrada de la campaña electoral argentina porque no es redituable hoy para las coaliciones mayoritarias. Pero los problemas no se borran: ante la ausencia de políticas públicas y la imposibilidad de acceder al mercado, el trabajo de cuidados y, en particular, el cuidado infantil aumenta las horas de trabajo no remunerado de las mujeres (en consecuencia recorta su participación en el mercado laboral y empeora las condiciones de trabajo y de vida -el tiempo libre está fuera de esta ecuación). Cuando se apagan las cámaras, la única coalición en la que la agenda feminista no está condicionada por el rédito electoral es la del Frente de Izquierda. Acá podés leer algunas ideas y propuestas de las listas que encabezan Myriam Bregman y Nicolás del Caño.
Las olas, las palabras y la vida salvaje
Hace un tiempo leí que Taiwán vivía su propia ola Me Too. Según los portales, la provocó la serie Wave Makers de Netflix (acá Las olas del poder), que cuenta el día a día del equipo de prensa de uno de los grandes partidos de Taiwán. Puse play por curiosidad y me quedé. La historia principal habla de acoso sexual y abuso de poder, muestran cómo actúan los partidos, los medios de comunicación y las personas. Aunque tenga varias simplificaciones (como otras series), explica cómo las relaciones asimétricas son el oxígeno que esas formas de violencia necesitan para sobrevivir. Bonus track: tiene varias subtramas interesantes sobre los estereotipos femeninos con respecto a la sexualidad, la familia, el trabajo y la ambición.
Hablando de Me Too, la semana pasada conté en El Círculo Rojo algo de la historia de esas dos palabras que se hicieron virales con la ola de denuncias en Hollywood, pero en realidad ya existían. Una de las cosas que más me gusta es que Tarana Burke mantiene una postura crítica con respecto al movimiento que lleva su idea como nombre. En una entrevista dice “que las celebridades vayan o no a la cárcel no hace sustentable a un movimiento” y que para luchar contra la violencia patriarcal es necesario “hablar de los sistemas que todavía siguen intactos y permiten que suceda”.
Esta semana empezó la Feria de Editores en Buenos Aires. Entre varios invitados e invitadas internacionales, están Isabel Zapata y Peter Rock. En Una ballena es un país (Rosa Iceberg), Isabel Zapata explora nuestra relación con los animales y la naturaleza y en esa exploración creo que hay algo de propuesta de cómo ver el mundo de otra forma. Mis textos favoritos son dos relacionados con la muerte. Uno es “Para Laika”, una carta escrita con la voz de su entrenador donde le cuenta que el éxito de su misión fue “enorme y absurdo”; el otro es “Lecciones de lenguaje”, que reporta el aprendizaje de la gorila Koko, a quien le preguntan qué pasará cuando muera y ella responde: “agujero cómodo adiós”.
Klickitat (Ediciones Godot) es el segundo libro de Peter Rock que continúa algunas de las ideas de Mi abandono (aunque podés leerlo de forma independiente). Creo que en las búsquedas y los miedos de las hermanas Audra y Vivian pueden encontrarse algunas ideas sobre la vida contemporánea y aquello que se nos presenta como lo normal. Como en Mi abandono, el bosque aparece como la posibilidad de la vida salvaje, no domesticada por la “civilización”, más o menos en los términos del “pensamiento salvaje” del filósofo y escritor naturalista estadounidense Henry Thoreau. Algo interesante es que las dos novelas están escritas desde el punto de vista de una adolescente, con todo el poder de alguien que está inventándose a sí misma, recién empieza a mirar de cerca la vida adulta y naturalmente lo hace con desconfianza.
Una versión similar de este texto fue publicado en el newsletter No somos una hermandad. Podés suscribirte a este y otros newsletters de La Izquierda Diario y El Círculo Rojo.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.