Con Nicolás Zamorano, más conocido como Zabo, autor de la película “Yo, adolescente”, hicimos un recorrido por su adolescencia en los 90s y como aquellos años dialogan con el presente.
Lunes 28 de diciembre de 2020 17:23
La reseña sobre la película “Yo, adolescente” publicada a través de este medio, cuyo autor es Nicolás Zamorano, ha abierto varios interrogantes con respecto a cómo era ser adolescente en los años 90s, o al menos, que significó para él y sus amigas y amigos ese momento de su vida. Quisimos saber qué lo llevó a escribir sobre el tema, una película basada en hechos reales, pero también mezclada con ficciones.
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La música, es más, la música alternativa ocupa un lugar central en la película. Hay una máxima que muchos repiten: “El rock me salvó la vida”. Lo que nos cuenta Nicolás que una de las “exigencias” que tuvo apenas salió el proyecto fue que la música tenía que ser de la época, no “Tango Feroz”, es muy importante la música que se elige para que el público escuche, porque para el protagonista es su forma de expresarse, entonces cada tema que suena es un complemento de lo que pasa en ese momento de la película.
Árbol fue la banda de sonido de su adolescencia y el puntapié para todo lo que vino después. Es con esa banda que comenzó a escribir mientras se vivía el crimen social de Cromañón, el 30 de diciembre de 2004. Nicolás nos cuenta: “No es el rock, no es la música, no sé si es el arte, esa expresión puntualmente, en ese momento, vino a tapar un problema que yo tenía que era el de la comunicación” El protagonista (Nicolás, interpretado por Renato Quattordio), se comunicaba a través de las canciones y de esta manera podía expresar cómo se sentía, qué necesitaba y también dar a conocer su humor.
La música fue una herramienta para él, por eso el dicho “La música me salvó la vida”. Los artistas que Nicolás admiraba en esa época fueron “formadores de mi personalidad”, le mostraron una manera de ver el mundo y de hacer las cosas. Dice: “Me había pegado tanto Cromañón porque fue como la destrucción de todo ese escenario”.
En la película se ve al protagonista atravesar una situación de intensa soledad que busca mitigar escribiendo en un blog. Nicolás opina que hoy, en tiempos de redes sociales las herramientas se multiplicaron, pero, a la vez, hay un problema de sobreinformación y que es necesario que las y los adultos se hagan responsables de esta situación y guíen a esas y esos adolescentes para pedir ayuda, que es lo que intenta hacer el protagonista de la historia escribiendo en su blog, la cual él describe como “una situación de catarsis”. “Las y los adultos deben conducir a las y los chicos para que aprendan a pedir ayuda, más allá de las muchas herramientas que existan hoy en día”.
Continuando con el tema agregó que las y los adolescentes tienen más recursos para hacerle frente a la angustia y al vacío existencial, pero también, con estas herramientas, al mismo tiempo, se exponen más a esa angustia y vacío existencial, dado los parámetros de éxitos que se manejan en estos días, entonces “es muy difícil conformar tu personalidad, en una edad donde es clave la aprobación, la valoración del otre, reconocerte, entender cuál es tu grupo de gente. Es muy tóxico el efecto de las redes sociales en las juventudes que están formando su personalidad”.
Muchos opinan que un suicida va enviando señales que si las percibimos nos pueden alertar para poder evitar esa pérdida, con respecto a esto Nicolás piensa que esta creencia es una necesidad que se tiene sobre definir a un suicida. Es difícil afirma, porque si deja señales habría que resignificarlas y capaz no tienen nada que ver y tampoco se puede confirmar. Continúa diciendo que, para el mundo, el suicida tiene que cumplir cierto estereotipo, en realidad, tiene que ver con una construcción social. Hace un paralelismo con el estereotipo de un violador: “Nunca te dicen que puede ser un familiar”. Con el perfil de lo que debería ser un suicida pasa lo mismo y el hecho que sea un tema tabú, hace que, “esa persona se cierre y no lo hable con nadie por miedo a que corran a ponerle un chaleco de fuerza”.
Cuando ven la película, dicen: “Pero si no tenía el perfil de un suicida”, esa es la incomodidad que transmite la película, esto de pensar que un día “cualquier persona puede decidir: hasta acá” Es una incomodidad con la que no se quiere vivir, entonces un suicida tiene que tener un perfil que lo identifique como tal, “y listo, chau, no me preocupo por nadie más”.
En la trama, se perciben los temas, que una década después, emergerán como centrales para la juventud: la identidad de género, el derecho al aborto, la educación sexual (o la ausencia de ella). ¿Hoy, Zabo, el protagonista, estaría más politizado, militaría por el derecho al aborto legal, seguro y gratuito? A lo que Nicolás respondió que sí, que militaría por el derecho al aborto, que en su adolescencia no lo veía como algo político, sino que se informaba sobre estos temas a través de las bandas de música que escuchaba.
“Con respecto al aborto, siempre tengo este recuerdo de hacer rifas con mis amigos para pagar los abortos de nuestras amigas, que nunca había adultes involucrades hasta que era un problema gigante y había que caer en ellos, entonces me parece que hay muchos cambios que están buenísimos, de cómo se involucran las juventudes en las luchas. Todo lo que hay que cambiar, el mundo es una mierda y yo no quiero ser parte de toda esta farsa y tenés la energía y todo. Me parece una edad muy rica para acompañar causas, que desde la adolescencia ya estén informados y ocupados por el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos, ya sea tema aborto, identidad de género. Los adolescentes todo el tiempo están mejorando. Me hubiera gustado vivir este clima siendo adolescente, me hubiera gustado estar más politizado”.