Hoy se cumple un nuevo aniversario de las apariciones de los cuerpos de Luciano Arruga y Santiago Maldonado. Seis y tres años, respectivamente. Por eso es que escribo estas palabras, porque la exigencia de verdad y justicia nos brota de la garganta más fuerte que nunca.
Sábado 17 de octubre de 2020
La miseria de este mundo me carcome los sentidos.
La tarde se puso oscura, así, como la ultima respiración.
Como un barrio sin luz en verano.
Hay voces que hacen ruido entre la lluvia y la lluvia salpica hasta el alma de cualquiera y las voces de los pibitos que no supieron escaparse de la fuerza armada del Estado que se ahogan en la nada, que lo es todo,
llegan hasta acá, entonces escribo.
Allá afuera hay algunos se rasgan las vestiduras hablando hoy de la Lealtad, olvidándose de la cantidad de pibes que mató la Policía en el gobierno de los Derechos Humanos,
somos muchos otros los que no olvidamos ni perdonamos.
El recuerdo de la desaparición seguida de muerte de Luciano por parte de la Bonaerense,
la aparición del cuerpo.
El recuerdo del hallazgo del cuerpo de Santiago,
todos los nudos del mundo en la garganta.
Afuera un nene llora, un pibe le grita a otro que no se la aguanta,
todo está tan vivo.
Cada vez que dicen que hay que matar a todos los villeros,
se me viene a la mente la cara de Luciano,
cada vez que alguien me dice que no me meta dónde no me corresponde pienso en Santiago
y todos los años que les robaron,
las cosas horribles que les habrán hecho sentir en el cuerpo antes de encontrarlos.
El día apareció el cuerpo de Luciano lloré en los brazos de mi vieja con la sangre hirviente de rabia.
Hoy pensé en la mamá de Facundo, y en la de Luciano, en la de Kiki Lezcano.
Hoy pensé en la mamá de Santiago Maldonado.
Pensé también en las otras madres, y pensé desde una fuerza que no conozco. Me puse en ese lugar, un lugar que no ocupo, el lugar de madre, porque no soy madre, pero pensé la concha de la gorra, que tristeza.
Y que fuerza.
Cuando a tu hijo te lo arranca la Policía y de repente nadie dice nada, nadie pone nombre y apellido, nadie da la cara, es como si se te viniera un camión encima.
Que fuerza, pensé.
Y así estuve, toda la mañana.
Tuve un recuerdo de hace 3 años subiendo por Balcarce, no llegaba más a Plaza de Mayo y se me cruzó un nene agarrado de la mano de la madre. La miró y le preguntó quién era Santiago y por qué había tanta gente.
La madre y el hijo caminaban a la par mío, y ella le explicaba, con otras palabras, que no podemos permitir que las Fuerzas de Seguridad del Estado desaparezcan al hijo de nadie.