Fue en Sonora, en la mina de cobre Cananea Consolidated Copper Company (CCCC), propiedad del estadounidense William C. Greene. Hace 110 años la clase obrera escribió un capítulo de su historia.
Jueves 2 de junio de 2016
En esa lucha, parecida a la de los obreros textiles de Río Blanco y sus familias, de forma elemental la clase trabajadora empezó a entender que el trabajo tenía un mayor valor del que el patrón paga por él, y que las condiciones en las que laboraban debían ser otras, no tan salvajes. Los mineros de entonces comprendieron que debían luchar si querían conseguir un cambio.
También comprendieron que tenían que romper con la ingenuidad de pensar que, sólo ante su reclamo, el patrón comprendería y les otorgaría sus derechos.
Debieron ver con sus propios ojos su desprecio ante la seriedad de sus desesperadas peticiones, para comprender que debían reforzar la organización y tomar medidas más duras como la huelga, e incluso extenderla a las demás minas o textiles, según la lucha en cada empresa.
De las peticiones a la huelga
Aquel 1º de junio de 1906 comenzaron su justa lucha en la mina Cananea Consolidated Copper Company. Los mineros dejaban su vida en extenuantes jornadas de 14 y 16 horas diarias sin días de descanso.
Sus contratos incluían los abusos de autoridad de los empleados de privilegio, jefes y carceleros, con el inhumano maltrato que debían padecer de manos de esos lacayos estadounidenses del también estadounidense patrón.
Ese día los mineros habían decidido ir a pedirle las mejoras al patrón, pero con el correr de las horas y ante la rotunda negativa del Sr. Greene, se fueron sumando cada vez más y más almas con sus cartelones en alto que rezaban: “cinco pesos, ocho horas”. Para las 10 de la mañana era tal la rabia acumulada que la huelga estalló.
Tan pronto se paralizó la mina, el patrón espantado y temeroso llamó al jefe municipal, éste al gobernador de Sonora, y siguieron los llamados hasta el presidente Porfirio Díaz. El empresario y sus sirvientes al mando del país, estados y municipios, entendieron bien claro el mensaje, y con prisa comenzaron a prepararse, pero no para dar a los trabajadores lo que pedían. Decidieron ahogar la protesta.
Entre los mineros, algunos de sus líderes fueron militantes del Partido Liberal Mexicano, fundado entre otros por Ricardo Flores Magón, que desde hacía tiempo tenían claro su fin de acabar con el régimen dictatorial y asesino de Díaz, y entendían que debía despertar la clase obrera para librar la insurrección armada que los podría llevar a conquistar tal fin.
Eran los tiempos del porfiriato, cuando los empresarios extranjeros gozaban de grandes privilegios (como ahora). Porfirio Díaz venía persiguiendo hacía tiempo a los magonistas. Y las compañías de capital extranjero contaban con todo el apoyo armado dictatorial para salvaguardar a sangre y fuego sus intereses.
Se extiende la lucha
Desde la mina de cobre más importante de la región, se había comenzado a hacer circular un volante con nuestras peticiones en el resto de las minas. Los trabajadores de Cananea ya no estarían solos porque todas las minas del mismo patrón entraron esa mañana en huelga. Como reguero de pólvora se habían extendido nuestras demandas despertando en otros la misma conciencia.
Ya eran miles de mineros en lucha. Y aunque el estar unidos sin dudas los fortalecía y era una condición elemental para la lucha, veremos que no fue suficiente.
Unos 2,000 mineros decidieron marchar por las calles del pueblo expresando su reclamo y el repudio a la negativa del patrón. Sus esposas corrieron a las escuelas y sacaron a sus hijos a la calle formando un cortejo al paso de los mineros, al que se sumaban los demás pobladores en apoyo. Sus reclamos eran justos y ése era el reconocimiento.
La represión
En el recorrido de la pacífica protesta, al pasar a un costado de la tienda de raya, los hermanos Metcalfe, gerentes del odiado lugar –símbolo de la miseria con la que los sometían a alimentar a sus familias–, primero se burlaron arrojándoles agua para luego empuñar sus fusiles junto a los trabajadores estadounidenses, y desatar la balacera sobre los mineros que estaban desarmados.
Mataron a dos e hiriendo a muchos. El odio acumulado por los trabajadores en lucha respondió y los estadounidenses también tuvieron sus bajas.
La reaccionaria hueste que defendía al patrón persiguió a los mineros en lucha expulsándolos hacia la serranía. En el camino de la huida quemaron cinco depósitos de madera, un depósito de semillas, otro de forrajes y el edificio de la maderería donde aquellos laboraban.
Los empresarios de la región no podían permitir una sublevación, no podían dejar que sus intereses se vieran cuestionados, y entonces se unieron para acabar rápidamente con la amenaza, aleccionar al pueblo y a los obreros de las otras minas.
El entonces presidente de Estados Unidos, Theodor Roosevelt, estuvo al tanto. Desde el estado de Arizona enviaron a sus rangers a controlar la situación pisoteando la soberanía del país pues para los capitalistas no hay fronteras que detengan sus ganancias. El 2 de junio entraron armados a México para custodiar la tienda de raya y las instalaciones del capital estadounidense. Entonces los mineros en lucha fueron perseguidos, asesinados los que se resistieron, todo con el apoyo de la policía rural porfirista. El 3 se declaró ley marcial en Cananea y así terminaron por controlar la huelga encarcelando a los líderes mineros en la prisión política de San Juan de Ulúa, Veracruz.
El 6 de junio un silencio gris, con olor a rojo recorría las minas y la actividad volvió a la normalidad.
Ellos parecían haber triunfado, pero las contradicciones del régimen dictatorial porfirista ya eran profundas, expresaba la combinación entre formas capitalistas y pre-capitalistas en momentos de un inicial desarrollo industrial en América. Un movimiento obrero super explotado, un territorio expoliado por capitales extranjeros, un movimiento campesino en condiciones semiesclavas y enormes sectores esclavizados; condiciones que la burguesía terrateniente de la época y sus políticos mantenían bajo férreo control. Esta huelga minera fue así, uno de los antecedentes de la Revolución Mexicana.
Lecciones de ayer para las luchas de hoy
Con el paso del tiempo esos explotadores han cambiado de nombre, dando continuidad a la explotación para los mineros y trabajadores en el país. Sin embargo, los obreros cuentan con esta tradición de lucha y pueden demostrar su fuerza traducida en organización frente al azote de la patronal.
La historia de la huelga de Cananea se actualiza con los últimos acontecimientos de este año, después de la muerte de tres obreros que murieron aplastados en la zona de descarga de materiales, a inicios del pasado mes de mayo en la mina Buenavista del Cobre.
Los obreros de la mina denunciaron los salarios de hambre, así como las extenuantes jornadas laborales que mantiene la patronal con más de 12 horas. Pero esa tradición de lucha ha sido un valioso patrimonio para su clase, y después de una asamblea demostraron que con la organización pueden imponer sus demandas dejando abierta la posibilidad de poder avanzar aún más, en la tarea de ganar el conjunto de demandas y conquistas.
Así, la clase trabajadora puede echar mano de estas importantes lecciones históricas, para prepararse y estar en mejores condiciones frente al enemigo; los partidos que gobiernan al servicio de los empresarios, todos ellos viviendo del trabajo ajeno y el conjunto del sistema capitalistas que sólo ofrece hambre, barbarie y explotación.