El gobierno de Javier Milei ha motivado diferentes comparaciones con los años de Carlos Menem como presidente (1989-1999), en gran parte por las similitudes del plan económico. El ataque a las universidades por parte de Milei, que derivó en una movilización de un millón de personas, también es otro punto para las comparaciones. Camino a la reelección de 1995, el peronismo presentó una nueva Ley de Educación Superior (LES), que marcó el camino para una mercantilización parcial que persiste hasta nuestros días. Esta fuerte avanzada contra la universidad despertó una extendida movilización estudiantil, junto a docentes y no docentes, que revisitamos en este artículo.
Privatizar la educación, anhelo del menemismo
Como parte de la ofensiva neoliberal, el gobierno de Menem tomó la iniciativa en avanzar en la mercantilización y privatización de la educación, no solo a través de los recortes sino también modificando la legislación. Estas modificaciones estaban enmarcadas en las directrices del “Consenso de Washington”, el FMI y el Banco Mundial. El primer gran paso lo dio con la Ley de Transferencia Educativa de 1992, donde el gobierno se desligó de los presupuestos nacionales a la educación, transfiriéndolos a las provincias. En 1993 se sancionó la Ley Federal de Educación, que originalmente incluía el arancel de la educación no obligatoria, establecida como tal a partir de los 15 años de edad. Este aspecto privatista no prosperó pero sí se consolidó el desfinanciamiento, el congelamiento del salario docente y el deterioro de las escuelas. Ahora quedaba apuntar a la universidad.
“¿Seguirá siendo gratuita la universidad pública?”, tituló Clarín el 12 de marzo de 1995. La incógnita reflejaba el tono del proyecto de Ley de Educación Superior (LES) menemista y concluía que “a pesar de los históricos reclamos de los estudiantes, el arancelamiento es casi una realidad”. La LES partía de considerar a la educación como un “servicio” por lo tanto cuestionaba la gratuidad (no contemplada en ningún artículo), abriendo las puertas para el arancelamiento y mayores restricciones al ingreso. Además establecía la creación de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU) encargada de aprobar (“acreditar”) o no las carreras universitarias. Esta acreditación no se basaba en un debate pedagógico de docentes y estudiantes sino que toma estándares de “calidad” en función de la “competencia en el mercado laboral”. A través de este organismo –donde solo 3 de los 12 integrantes pertenecen a la universidad pública, y también hay un “comité de pares” integrado por externos– los intereses empresarios tienen injerencia en los planes de estudios de las carreras ya existentes y en las que se crean.
Ante el inminente tratamiento de la LES en el Congreso, desde abril, en la mayoría de las universidades del país irrumpió la acción del movimiento estudiantil con asambleas, tomas de Facultades, movilizaciones masivas e incluso el bloqueo del Congreso para que no sesione. La protesta estudiantil también se desarrolló en medio del camino de Menem a su reelección presidencial, habilitada tras la reforma de la constitución pactada con la UCR. A su vez, en los primeros años del menemismo tuvieron lugar conflictos en la resistencia a las privatizaciones, el inicio de rebeliones con el Santiagueñazo en 1993 y durante el debate de la LES la protesta contra el plan de ajuste de Cavallo tenía como epicentro a Córdoba.
El inicio de la lucha estudiantil y dos perspectivas contrapuestas
Si bien se registran antecedentes de protestas en 1994 [1], las acciones contra la LES comenzaron en abril de 1995 con algunos hechos en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Ante un recorte del 2% del presupuesto a todos los organismos estatales, que las autoridades universitarias trasladaban a cada unidad académica, 400 estudiantes de Ciencias Exactas de la UBA realizaron una toma de la Facultad. También el paro docente durante el 6 y 7 de abril fue otra instancia de confluencia. Entre el 17 y 20 de abril se tomaron la mayoría de las Facultades de la UNLP. Estas primeras tomas se caracterizaron por ser efectivas y no meramente simbólicas, como planteaba Franja Morada. Por lo tanto, resultaron un primer desafío al brazo universitario de la UCR que dirigía la Federación Universitaria Argentina (FUA), la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), la Federación Universitaria de La Plata (FULP) y otras federaciones y centros de estudiantes.
Desde este primer momento comenzaron a perfilarse dos perspectivas. La primera era encarnada por la Franja Morada, quienes planteaban que el rumbo a seguir tenía que ser definido por las conducciones de las federaciones y centros de estudiantes, es decir las burocracias que sostenían desde los 80 un modelo de centros de estudiantes reducidos a brindar servicios (los “centros shopping”) y no como una herramienta de la organización estudiantil. A su vez, esta perspectiva estaba ligada a sembrar ilusiones en una salida negociada en el Congreso, “apoyándose” en la UCR y el Frente Grande-FREPASO [2], que había emergido como oposición. La segunda, impulsada por activistas independientes y agrupaciones de izquierda, apostaba a la articulación democrática a través de asambleas (por Facultad o Interfacultades), comisiones y cuerpos de delegados, coordinando también con docentes y no docentes. Las tomas, las clases públicas y las movilizaciones eran decididas en función de ampliar las fuerzas hasta que el gobierno retire el proyecto del Congreso.
Con un menor peso comparado al de la Franja Morada, el peronismo universitario tomó una posición complaciente con la iniciativa menemista, aunque sin defenderla abiertamente en los claustros. [3] Esta ubicación hace que no se pueda hablar de ningún papel en el desarrollo de la movilización estudiantil, lo que por ejemplo llevó a que la Juventud Universitaria Peronista (JUP) sea desplazada de la secretaría general de la FUA en 1996. Retrospectivamente, es ilustrativo cómo la LES menemista es un capítulo incómodo para el peronismo universitario. [4]
Mientras crecía entre los estudiantes la concientización sobre lo qué significaba la LES, contrarrestando también el discurso gubernamental de que las universidades no eran “eficientes”, abril cerró con una jornada nacional de protestas simultáneas en 20 universidades el 27 de abril, convocada por la FUA. Se anunciaba un mayo movido.
Desde abajo, se extiende la organización estudiantil
En las semanas de mayo, las acciones del movimiento estudiantil contra la LES pegarán un salto, avanzando a un alcance nacional. El día 4 inició una toma de dos semanas en la Universidad del Comahue, tomando también reclamos relativos a los docentes. En una crónica de Rebelión de los Trabajadores, periódico del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), se informa que los estudiantes se organizaron en asambleas de un promedio de 600 participantes, comisiones y también realizaron tres movilizaciones importantes en ese lapso. Pese a este grado de movilización, primó la confianza en las autoridades universitarias, alimentada por la dirección morada de la FUC para levantar las tomas. [5] En esos primeros días de mayo, en la Universidad de Tucumán comienzan las asambleas, clases públicas alternadas con tomas, en torno al Centro Prebisch (Filosofía y Letras junto a Psicología), extendiéndose a otras Facultades. [6]
En la UBA también la protesta se canalizaba a través de clases públicas junto a docentes, sentadas, cortes de calles simultáneos en varias avenidas o en cada Facultad, junto con el desarrollo de las asambleas. La agrupación En Clave Roja (PTS e independientes) también planteaba la coordinación con los trabajadores no docentes, por ejemplo con el “Comité de Lucha de los No docentes” de Exactas. [7] En la UNLP también continuó el desarrollo de la autoorganización junto con una dinámica de tomas activas de uno o dos días, junto con días de clases y asambleas para ampliar la participación. Continuando el desarrollo de nuestro planteo sobre las dos perspectivas contrapuestas, citamos siguiente definición sobre el caso platense:
Durante abril y mayo se vivieron numerosas experiencias, donde muchos estudiantes comenzaron a participar en las agrupaciones y también en las Comisiones de Lucha, Comisiones en Defensa de la Educación, Comisiones por Carrera o Cuerpos de Delegados. Principalmente en las facultades conducidas por Franja Morada estas comisiones se erigieron como virtuales centros paralelos, donde participaban estudiantes independientes y agrupados que coordinaban las actividades durante las tomas y efectivizaban las propuestas de las asambleas. [8]
Este fenómeno tuvo expresiones en varias facultades aunque con diferentes grados, como por ejemplo con la Asamblea Interfacultades en la UBA o con la Coordinadora de Lucha Estudiantil en Tucumán (que incluso fue reconocida por la FUA como estructura representativa, en detrimento de la FUT morada). La tensión entre las asambleas estudiantiles con los centros y federaciones bajo el dominio de la Franja Morada también tuvieron expresiones contradictorias. Por ejemplo, en el mismo día, el 18 de mayo, en la que Federación Universitaria del Comahue lograba levantar una toma de dos semanas, en Córdoba más más de 800 estudiantes en una asamblea de Filosofía y Humanidades resuelven la toma de la Escuela de Filosofía y convoca a otros centros de estudiantes a seguir el ejemplo, denunciando la parálisis de la FUC morada. [9] En las semanas posteriores, los estudiantes cordobeses también realizaron actividades conjuntas con los gremios provinciales (Luz y Fuerza, UEPC, SEP y SIPOS), quienes se movilizaban contra el plan de ajuste de Angeloz y enfrentaban la represión policial. [10]
En medio de este desarrollo, se realizaron las elecciones presidenciales el 14 de mayo. Menem se impuso en la primera vuelta con el 49% de los votos, mientras el Frepaso emergió como segunda fuerza con el 28% y la UCR realizaba su peor elección hasta entonces con el 16%. Fortalecido con la reelección, el gobierno apuró la aprobación de la LES. Esto llevó al movimiento estudiantil a redoblar sus acciones.
“La FUA chamuya, los estudiantes luchan”
El tratamiento de la Ley en la Cámara de Diputados estaba previsto para el 31 de mayo, con un gobierno confiado en su aprobación con los votos propios y de aliados como los liberales de la UCD o partidos provinciales. La FUA impulsó la toma de Facultades para la noche del 30 de mayo, medida que fue contundente y alcanzó a 25 de las 33 universidades nacionales. En casos como en la UBA, las tomas se realizaron en todas las unidades académicas.
Para el 31, la FUA había convocado a un “abrazo educativo” al Congreso y durante esa jornada central también se mostró la diferencia entre la perspectiva entre los órganos dirigidos por la Franja Morada y las instancias de autoorganización. Las asambleas de la UNLP reunieron entre cinco y siete mil estudiantes que viajaron temprano hacia el Congreso y comenzaron a concentrarse junto a otras asambleas de la UBA, mientras llegaba el grueso de estudiantes, y finalmente convirtieron el “abrazo simbólico” en un bloqueo efectivo del Congreso, frente a un fuerte operativo policial. Recién a las 18 llegó la dirección morada de la FUA y la FUBA, opuestas al bloqueo, realizaron una clase pública. Una crónica de La Nación describe:
Como si hubieran sido entrenados en el más sofisticado centro de seguridad del mundo, desde temprano los universitarios fueron bloqueando los ocho accesos posibles al Congreso, incluidos puertas, entradas de automóviles, casas particulares y hasta un túnel, circunvalando el vallado policial. [11]
Ante el bloque estudiantil, y entre diferentes versiones, la sesión cayó por falta de quórum. Los estudiantes autoorganizados lograron una primera victoria, exasperando al oficialismo y la oposición. Menem intervino abiertamente en la discusión y rotuló a la protesta de “sediciosa y netamente fascista”, señalando que se buscaba “crear algún tipo de mártir”. El ataque a los estudiantes también vino de parte de Chacho Álvarez, diputado del Frepaso, calificándolos de “antidemocráticos. También la UCR con Raúl Alfonsín y sus rectores como Oscar Shuberoff de la UBA hablaron de “autoritarios”. Como apuntó una nota de Rebelión de los Trabajadores, la campaña contra los estudiantes obedecía a los intentos opositores de negociar con el gobierno:
El FREPASO y la UCR -a pesar de que la mayoría de los estudiantes que hoy resisten el ataque de Menem los hayan votado-, se han alineado contra los estudiantes movilizados. (...) Para el centroizquierdista Chacho Alvarez y el radical Shuberoff los "antidemocráticos" y "autoritarios" son los estudiantes que toman facultades, los obreros que ocupan fábricas como en Ushuaia y no el gobierno que reprimen con la policía y la gendarmería, que asesina obreros como Víctor Choque, que ataca a las conquistas de los trabajadores y los estudiantes. Una vez más la política de los centroizquierdistas y la UCR es una ley consensuada con el menemismo. Quieren repetir la maniobra que tan buenos resultados les dió con la Ley Federal de Educación. [12]
Por esa razón, la Franja Morada también aprovechó la campaña contra los estudiantes para su fin de contener a la movilización sólo como un factor de presión mientras sus diputados negociaban con el menemismo. Así, Fernando Moroni, presidente de la FUBA, envió una “Carta Abierta al Presidente” donde decía que “no se justifica” el bloqueo al Congreso mientras que Daniel Nieto, presidente de la FUA, señalaba que ante la próxima sesión se harían “clases públicas, actividades artísticas, y una sentada que no perturbará el ingreso de los legisladores al recinto”.
Las tomas y movilizaciones continuaron en las provincias mientras se discutía la posibilidad de reeditar el bloqueo ante la sesión convocada para el 7 de junio. El 5 de junio en la UBA se realizó una Asamblea Interfacultades con centenares de estudiantes de Filosofía y Letras, Sociales, Psicología y los CBC, recibiendo también delegaciones de La Plata y Lomas de Zamora. El objetivo era "una coordinación de los que venimos realizando las tomas y movilizaciones que enfrente la política del consenso de la dirección burocrática de la FUA y la FUBA". Entre las principales resoluciones se votó convocar al Congreso a las 10 (cuando la FUBA convocaba recién para las 17), planteando también el “aumento del presupuesto educativo en base al no pago de la deuda externa, impuestos progresivos a las grandes fortunas y quite de subsidios a la educación privada”. [13]
Finalmente el 7 de junio el gobierno blindó al Congreso con 500 policías en un vasto operativo para evitar un nuevo bloqueo, hostigando a los estudiantes y logrando que el efecto del “abrazo” no sea el mismo. Una integrante de En Clave Roja resaltó el rol de la Franja Morada contra el bloqueo: “Ese día se encargaron muy bien de que La Plata llegase recién después del mediodía y tuviese menor presencia en los piquetes y luego tratando de desbaratar los piquetes, ubicándose como colaboradores de la policía y los diputados”. [14] Con la llegada de las columnas de la UNLP y otras universidades después del mediodía, fueron reuniéndose entre 15.000 y 20.000 estudiantes.
Hacia las 18 h, unos 30.000 estudiantes rodeaban al Congreso, mientras otras decenas de miles se movilizaban en el país. Aquí la Franja Morada mostró nuevamente su rol traidor al llevar la masiva movilización hacia el Palacio Pizzurno, sede del Ministerio de Educación, mientras dentro del Congreso el gobierno avanzaba hacia la media sanción. Además de los referentes morados de la FUA, la FUBA y la FULP, el desvío de la movilización lo encabezaron diputados radicales como Leopoldo Moreau y de la centroizquierda como Pino Solanas. Un sector importante de estudiantes, ligados a las asambleas y a las corrientes de izquierda, decidió permanecer en el Congreso mientras se extendía el cantito «La FUA chamuya, los estudiantes luchan». Ante la media sanción de la LES, centenares de estudiantes descargaron su bronca e indignación arrojando piedras contra el Congreso y la policía, que desató la represión y la posterior cacería de detenidos. Al día siguiente, Nieto, el presidente de la FUA, habló de “infiltrados” y se puso a disposición de la policía para identificar a los estudiantes “que causaron los disturbios”. [15]
Dos semanas después, el 21 de junio, tuvo lugar la “Marcha Federal Educativa” convocada por la FUA, CTA, CONADU y CTERA, desde Congreso a Plaza de Mayo, para reclamar que los senadores no traten la media sanción de diputados. Pese al boicot de las federaciones, que ponían colectivos solo para que viajen militantes de la Franja Morada, pudieron participar estudiantes de las asambleas y tomas de diferentes provincias, muchas con mandatos de marchar en un bloque diferenciado junto a los sectores combativos. El presidente de la FUA iba a ser el orador principal por lo que el radicalismo y la CTA hicieron un cordón para que no avance sobre Plaza de Mayo las columnas de estudiantes combativos. Finalmente, tras rodear la Plaza lograron ubicarse detrás del palco, y cuando el dirigente de Franja Morada tomó la palabra lo silbaron y arrojaron huevos al grito de «Nieto botón» y «Che Daniel Nieto, a ver si mirás, los infiltrados cada vez somos más». Sobre el final, unos 4000 estudiantes realizaron una asamblea donde se votó por unanimidad convocar a un Encuentro de centros combativos, cuerpos de delegados y estudiantes combativos, el 8 de julio en Córdoba. La ciudad de la Reforma Universitaria, del Cordobazo y que en ese momento era foco de resistencia al ajuste del menemismo ahora iba a ser “el escenario donde está planeado dar un gran paso en la construcción de un nuevo movimiento estudiantil sin burócratas ni botones”. [16]
El Encuentro de Estudiantes Combativos
Desde aquí en adelante, la FUA ensayó iniciativas para correr del centro a las movilizaciones y también deslegitimar las asambleas y la referencia en el Encuentro de Estudiantes Combativos. Esto iba desde impulsar “plebiscitos”, donde se expresó el sector más pasivo, sobre si estaban de acuerdos con las tomas hasta su política central, lanzada a fines de julio, de una campaña nacional para juntar 800.000 firmas para llamar a una consulta popular por el sí o el no a la LES.
Como parte de esta orientación, la Franja Morada apostó a sopesar el control que tenía en las federaciones, consejeros y centros de estudiantes. Una instancia de ese tipo fue la Asamblea Universitaria Nacional, citada el 23 y 24 de junio en Mar del Plata. En esta instancia participaron los consejeros superiores y rectores de 20 universidades. Desde allí llamó “traidores” a los estudiantes que cuestionaban su conducción y también desplegaron un sistema de seguridad propio ante el temor que el “trotskaje aparezca y pudra todo”. [17] Como resolución, la FUA también convocó a un Congreso de Centros de Estudiantes en Santa Fe, para el 19 de julio, donde participarían la primera y segunda fuerza de cada centro.
Mientras las asambleas y agrupaciones de izquierda sostenían el llamado al Encuentro de Estudiantes Combativos en Córdoba, En Clave Roja planteó un primer balance de la autoorganización estudiantil en lo que se llamó “el primer round” contra la LES:
Comenzó a surgir una tendencia a la organización de cuerpos de delegados, comités de lucha, asambleas interfacultades y otros organismos independientes de la burocracia radical. En respuesta a los “planes de lucha” desmovilizadores decididos en el comité de la UCR, para “presionar” la negociación parlamentaria, estos nuevos organismos lograron expresarse en la columna opositora a la dirección de la Federación durante la Marcha Federal del 21/6. [18]
Finalmente, el 8 de julio se realizó el Encuentro de Estudiantes Combativos en Córdoba, con la participación de unos 1000 estudiantes. Para En Clave Roja este encuentro tenía la potencialidad de ser un primer paso en constituir una organización nacional capaz de “arrebatarle la dirección del movimiento estudiantil a la burocracia de la FUA o de, al menos, constituirse como un polo alternativo organizado y coordinado nacionalmente”.
En las semanas previas En Clave Roja venía discutiendo que esta instancia tenía que servir para “reorganizar al movimiento estudiantil de abajo hacia arriba, para impulsar la necesidad de un congreso nacional extraordinario con delegados de base mandatados por curso”. Para que el Encuentro no sea “un mero hecho anecdótico” adelantó la propuesta de votar “la conformación de una Mesa Coordinadora Nacional que pueda darle un carácter permanente, coordinando y organizando a quienes venimos siendo parte de esa oposición nacional a la Franja Morada, en la perspectiva de impulsar una dirección alternativa”. [19] Además de plantear darle “una clara perspectiva democrática, combativa y pro obrera a la lucha de los estudiantes”, también se llamaba a la “defensa de las conquistas que aún se mantienen de esta Universidad pública, laica y gratuita, en la perspectiva de una Universidad al servicio de los trabajadores y el Pueblo”. [20]
En Córdoba la proyección que tendría este primer encuentro fue crucial. Venceremos-Patria Libre (corriente antecesora de Libres del Sur) junto al MST plantearon en bloque una política subsidiaria a la Franja Morada, sosteniendo que no había que “romper con la FUA”, llamando a la juntada de firmas para peticionar al Congreso por una consulta popular, y proponiendo un Encuentro en Santa Fe, bastión morado. En Clave Roja sostuvo que esto explicaba las “aparateadas” (tratar de impedir que se voten resoluciones en comisiones, dejar sin sonido el plenario de cierre, cordón de seguridad) que desconcertaron a los participantes independientes, y que marcaron el tono del balance para muchos, por lo tanto:
en el plenario de cierre (cuando lo más probable era que el Encuentro terminase en la nada por la orientación burocrática del MST y la Venceremos), nos propusimos lograr que, al menos, surgiera una convocatoria a un nuevo Encuentro basado esta vez en mandatos de asambleas y cuerpos de delegados. [21]
La cuestión sobre desarrollar los cuerpos de delegados también atravesaban los debates con otras corrientes de izquierda. El PO señaló que el Encuentro fue “igual que la FUA en Mar del Plata”, subestimando el papel de las instancias de autoorganización mientras asistía a los encuentros morados en Mar del Plata y luego en Santa Fe. Yendo aún más lejos, el MAS que sostenía que con esa política los estudiantes independientes sólo pueden darle una orientación política de derecha a tales organismos. En otro arco, ya abiertamente subordinados a la Franja Morada, se encontraban corrientes como la CEPA (PCR-CCC) y agrupaciones de la centroizquierda que no planteaban un camino alternativo al trazado por el radicalismo y por ende le dieron la espalda al Encuentro. [22]
El 5 de julio se realizó la última movilización al Congreso, con menos concurrencia que las Luego de una sesión que cayó por falta de quórum, finalmente el Senado volvió a reunirse el 20 de julio y aprobó la Ley con los votos positivos del Partido Justicialista, el Movimiento Popular Neuquino y el Movimiento Popular Fueguino.
Tras la aprobación de la LES se reunió en Santa Fe el Congreso de Centros convocado por la FUA y la Franja Morada, donde participaron también el Frente Grande, MNR, CEPA, FICSO, Quebracho y el PO. De antemano, las resoluciones estaban amañadas por el radicalismo, que buscaba recuperar terreno luego del fracaso de su política de negociar en el Congreso y no ser desbordado por los cuestionamientos de los sectores movilizados. La centroizquierda aportaba su cobertura al plantear que los “cuerpos delegados subordinados a los centros de estudiantes”. Como se esperaba, la FUA reafirmó su campaña de firmas por una consulta popular junto a un camino de judicializar para evitar la aplicación de la LES. Frente a esto, En Clave Roja resaltó la necesidad de extender los cuerpos de delegados e impulsar encuentros regionales, previo al encuentro en La Plata. Esta orientación también planteaba que el movimiento estudiantil no debía limitarse a pelear aisladamente sino buscar una alianza con los trabajadores que peleaban contra el plan de Cavallo y el FMI. [23] Aún a contracorriente, la reivindicación de la alianza obrera-estudiantil fue central recuperarla como perspectiva en combinación con la defensa de las ideas del marxismo para enfrentar el clima de reacción ideológica del “fin de la historia” y el “adiós al proletariado”. [24]
Algunas conclusiones para la actualidad
Rápidamente las autoridades universitarias buscaron aplicar la LES, comenzando por la modificación de los estatutos y otras medidas como limitar los ingresos. Los rectores nucleados en el CIN vieron con buenos ojos puntos como una mayor autarquía económica-financiera o la mayor injerencia de las universidades en la fijación de la política salarial. [25] Esto derivó en diferentes conflictos, donde nuevamente se pusieron en pie las instancias de autoorganización y movilización, aunque limitadas a universidades o facultades, según cada caso. Uno de estos fue la movilización contra la reforma del estatuto de la UNLP, en febrero de 1996, que fue respondida con una brutal represión. Desde ya que el camino propuesto por la Franja Morada y la FUA no aportó nada a la resistencia de la aplicación de la LES, al contrario, actuaron como garantes de estos procesos en contraposición a la movilización estudiantil que impulsaba la izquierda y los sectores combativos. La llegada al poder de De la Rúa con la Alianza en 1999 puso abiertamente a la agrupación radical en contra de la protesta estudiantil y el resurgimiento de instancias como las Asambleas Interfacultades, que implicó una nueva lucha política por potenciar la organización democrática de los estudiantes y donde la experiencia de 1995 fue una referencia cercana para los sectores combativos. [26]
De conjunto, si bien el menemismo logró aprobar la LES, su saldo tuvo resultados contradictorios. La arancelización y privatización –objetivos de máxima– no pudieron imponerse pero sí se avanzó con la mercantilización, abriendo las puertas para convenios con empresas, laboratorios y hasta siendo parte del extractivismo con la minería. Además de poner los planes de estudios en función de intereses empresarios, también se recortaron contenidos para multiplicar los posgrados arancelados. La mayor autarquía económica-financiera negociada con el CIN llevó a que los rectores radicales y peronistas tengan más poder mientras aplican un autoajuste, con mayor precarización y salarios bajos para la docencia y los trabajadores de las universidades. Con presupuestos de ajuste, la idea de generar los "recursos propios" fue otra vía para que las empresas tengan injerencia.
En otra arista, la lucha de 1995 también arroja luz sobre el callejón sin salida que implica el camino de la negociación y el lobby en la arena parlamentaria, orientación propuesta por la UCR y el Frente Grande-FREPASO. El radicalismo estaba golpeado por su rol en el Pacto de Olivos mientras que la centroizquierda del Frente Grande-FREPASO generaba ilusiones en muchos estudiantes. Estas dos fuerzas políticas buscaron aprovechar las movilizaciones estudiantiles para ganar influencia sobre los sectores medios, por eso actuaban conscientemente para bloquear la organización estudiantil y que no sobrepase a las negociaciones con el menemismo. Con el gobierno de la Alianza, la UCR y el FREPASO serán los ajustadores de la universidad entre 1999 hasta su caída en el 2001.
Como conclusión general, frente a las burocracias que actúan para contener o directamente enfrentar la movilización estudiantil, es central impulsar las instancias de organización democrática como las asambleas, comisiones, cuerpos de delegados, encuentros. Y también, sobre la base de estas tendencias combativas, pelear por recuperar los centros de estudiantes y federaciones para la organización. El desarrollo del movimiento estudiantil también implica pelear contra la idea de que las luchas de la universidad están separadas por un muro infranqueable del resto de las luchas, un corporativismo que buscan sembrar las burocracias estudiantiles y las autoridades. A su vez, defender conquistas de la universidad pública y gratuita no implica que no deba cuestionarse sus contradicciones como la orientación del conocimiento y al servicio de quién están. Sobre esta perspectiva, retomar la unidad obrera-estudiantil, que encierra la potencia de una fuerza social capaz de no solo transformar la universidad sino también la sociedad entera.
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