De un barrio de leyenda, tango y arrabal surgió 2 Minutos. La vida de los laburantes, la insatisfacción juvenil y el odio a la yuta construyen la esencia de esta banda que transitó treinta años de historia argentina.
Miércoles 8 de julio de 2020
1997. Cinco pibes se juntaban en una calle de Valentín Alsina con la idea de formar una banda. El “Mosca”, el “Papa”, Marcelo, el “Indio” y Luis no eran músicos experimentados. Pero sabían lo que era ser jóvenes de un barrio del Conurbano, en esos tiempos en que todo parecía irse al tacho. Noches de disco, picada y porro -cuentan- fueron dándole vida al proyecto, que encontró su nombre inspirado en una canción de Depeche Mode: 2 Minutos de Advertencia (o Two Minute Warning).
“2 Minutos” –abreviatura dictada por el apremio de las pintadas callejeras- comenzó a tocar un par de años después. “Alfonsín dejaba el gobierno, asumía Menem y debutábamos la noche en que la gente salía a saquear mercados para comer”, comentaban en alguna entrevista. Este dato, lejos de ser anecdótico, permanece como la marca de fuego del grupo que, con su estilo, cantó los vaivenes de una historia reciente colmada de crisis, bronca y desesperación.
1994 significó un quiebre para los Dosmi. Fue entonces cuando lanzaron su primer álbum –llamado, casi naturalmente, “Valentín Alsina”. La historia de un kiosquero vecino, que además era policía, inspiró el hitazo “Ya no sos igual”. Y “vos sos buchón de la policía federal” se convirtió en un grito de guerra.
Este disco, que acompañaba los años del neoliberalismo, denunciaba la represión que sufrían los jóvenes, el cierre de fábricas, el desempleo, los sueldos que no alcanzaban para comer y los ataques a los jubilados, a través de canciones como “Novedades” y “Odio laburar”. 50 mil copias vendidas los llevó a telonear a Motörhead en Vélez; y, poco después, a viajar a Nueva York, donde llenaron el mítico CBGB.
Al año siguiente salió “Volvió la alegría, vieja!”. “Laburantes” y “Copetín al paso” constituían las letras más políticas y hacían referencia a la miseria que atravesaban miles de trabajadores. Retrataban, además, cierta desesperanza: “Te levantás temprano, vos vas a laburar/trabajás en una obra, cargando material/tenés una costumbre, después de laburar/ahí en la estación/te ponés a chupar”.
Este juego entre rebeldía y desaliento estuvo presente en todas las canciones de los noventa. Por ejemplo, en “Laburantes”; o “Postal 95”, “Nada que hacer” y “Pequeño gran hombre”, de su disco “Postal 97”. También en “Hambruna” y “Ska de la rutina”, de “2 Minutos de Advertencia”, grabado en 1999. Era el reflejo de una época en que la clase obrera (golpeada por los despidos, las cesantías y las traiciones de las burocracias) sobrevivía en las “fábricas tumba” de la flexibilización laboral.
En 2001, año de las jornadas revolucionarias en Argentina – y con las incorporaciones de Pablo Coll y Marcelo Pedroso-, 2 Minutos lanzaba “Antorchas”. Allí, sus integrantes entonaban aires revueltos, despotricando contra los políticos: “Todos los días puedes ver, más mishiadura y desocupación/todos podemos ver, todos podemos ver más movilización”, “Latinoamérica, va a reventar, como petardo en Navidad” y “Prometés que, vas a cumplir, sólo pensás en robar/Sonrisa en un papel, sonrisa en la TV”, versaban las líricas.
En 2002, Monti entraba como baterista, cambiando la base rítmica. Para el siguiente año, la banda editaba “Vida Monótona”; y, en 2004, “Superocho”, consolidando su formación actual. En adelante vendrían las producciones “Un Mundo de Sensaciones” (2006), “20 años no es nada” (2007), “Vamos a la granja/Directo al infierno” (2010) y “Valentín Alzheimer” (2013).
“Ya dejamos la temática de la esquina, la birrita y la policía, pero no porque pensemos distinto sino porque ya quedó re claro”, declaraba el Mosca en una entrevista. “Yo creo que la banda hace lo mismo de siempre, pero de otra manera (…) Quizás en los primeros discos el perfil antipolicíaco y cervecero estaba más acentuado. Igual la cana nos agrada poco y la cerveza cada vez nos gusta más”, aclaraba seguidamente Pablo.
Efectivamente, las letras de 2 Minutos variaron. Su esencia, no obstante, continúa inamovible. Hace un tiempo, un periodista le preguntaba al Mosca –quien sigue viviendo a diez cuadras del Puente Alsina- si se seguía considerando un “punk”. La respuesta fue precisa: “Cada uno es punk a su manera. Para mí, un chabón que maneja un bondi doce horas con cien personas adentro, que le está por estallar la cabeza... ¡es más punkie que el cantante de Exploited!”.
El mérito de este grupo, es haber ido contra la corriente en aquel momento en que las fábricas cerraban y nos querían hacer creer que la clase trabajadora ya no existía. Fue haber clamado a viva voz que, pese a los ataques, Valentín Alsina era, sin duda, un “barrio obrero”.
Al día de hoy, su música actúa como una herida abierta, que nos recuerda las deudas pendientes eternas de la Argentina. Pinta el paisaje de Valentín Alsina –como espejo de tantos barrios-, ahora con más fábricas en funcionamiento, pero con el fantasma de otras que cerraron sus puertas para siempre; con mayor precarización que nunca; con la persistencia de la persecución y la pobreza.
Tomar el enojo y ese orgullo de clase para romper con el desamparo y cambiar este sistema... esa es la pelea de las nuevas generaciones, con 2 Minutos sonando de fondo.