El resultado electoral de las municipales y autonómicas del 28M ha abierto una nueva crisis política. El avance de la derecha y el adelanto electoral de las generales al 23J acercan la posibilidad de un gobierno del PP y Vox también en Moncloa. El “progresismo” plantea como salida una reválida de su gobierno de coalición en un marco político aún más conservador. El mismo proyecto que ha dejado sin resolver las demandas sociales y democráticas de la clase trabajadora y los sectores populares e incluso en algunas cuestiones claves ha asumido gran parte de la agenda de la derecha. El 28M constata que la mejor alfombra roja para el ascenso de la derecha siempre es un gobierno que se dice progresista y aplica en esencia sus mismas políticas.
Viernes 2 de junio de 2023
El PP y Vox fortalecen su poder institucional
Si bien los resultados del domingo, traducidos a votos en las generales, dejaría a PP y Vox a más de 20 escaños de la mayoría absoluta, su dinámica es ascendente. Además, en 31 de las 51 capitales de provincia, y en cientos de municipios, gobernará la derecha, en su mayoría con el apoyo de la extrema derecha. Lo mismo sucederá en 8 de las 12 comunidades en las que se celebraron elecciones.
El reforzamiento del poder institucional de la derecha es enorme. Habría que retrotraerse a 2011 para ver un mapa tan teñido de azul, aunque en esta ocasión mezclado también con el verde de los de Abascal. El programa reaccionario de PP y Vox supone una grave amenaza para la clase trabajadora, los sectores más empobrecidos y los derechos de mujeres, personas LGTBI e inmigrantes. Una agenda que pretende avanzar en la precarización del trabajo, los recortes sociales, la reversión de conquistas democráticas y el avance de una línea autoritaria contra todas las disidencias, sean independentistas o luchadores sociales.
El “progresismo” le abre el camino a la derecha
Pero esta amenaza no partiría de cero. El legado que deja el gobierno “progresista” es una buena base para las políticas de PP y Vox. Aunque su discurso habla de “derogar el sanchismo”, esta legislatura concluye con un mercado inmobiliario desatado, con los alquileres y las hipotecas un 50% más caros que en 2019 y con la mayoría de los jóvenes que no se pueden pagar un alquiler. Con una caída del poder adquisitivo de los salarios del 8% desde 2019, según la OCDE, pero que en el bolsillo de la clase trabajadora se siente mucho más, con el aumento del precio de los alimentos y las tarifas eléctricas. Con el mayor trasvase de dinero público a las empresas desde la crisis de 2008, a través de diversos rescates durante la pandemia o los fondos Next Generation. Además, las medidas “estrella” de este gobierno, que presentan como si hubieran sido grandes avances para la clase trabajadora, en realidad, no revirtieron los ataques anteriores, como ocurrió con la reforma laboral de Yolanda Díaz, o la de pensiones, apoyadas ambas por las direcciones burocráticas de CCOO y UGT, y que revalidan las reformas laborales precarizadoras de PP y PSOE y el aumento de la edad de jubilación a los 67 años de Zapatero.
También ha sido la legislatura en que el “progresismo” clausuró, junto a la dirección procesista, el movimiento democrático catalán. Se consolidó la operación restauradora de la Corona con Felipe VI. Se endureció la política de persecución de inmigrantes, con episodios como el despliegue del Ejército en Ceuta o la masacre de Melilla. Vimos como se mantenía la Ley Mordaza, se reprimían huelgas obreras como en la del metal de Cádiz o se aprobaba la Mordaza Digital.
Y a nivel de la política exterior, las políticas del “progresismo” no tienen nada diferente a las de la derecha europea. Este año vimos cómo se iniciaba una escalada militarista del imperialismo español sin precedentes, de la mano de la OTAN y el aumento del 26% del gasto militar. Pedro Sánchez, que ahora asumirá este año la presidencia rotativa del Consejo de la UE ha venido mostrando que es un firme defensor de las políticas guerreristas, buscando fortalecer al imperialismo español en el mundo.
El “progresismo” se lamenta de que las clases populares no hayan ido masivamente a votarles el domingo. Una debacle que ha golpeado de forma especial a las candidaturas ligadas a Sumar y, sobre todo, Podemos, cuya representación ha quedado reducida al mínimo y ha quedado por fuera de parlamentos autonómicos tan importantes como el valenciano o el madrileño.
La abstención ha sido especialmente alta en muchos barrios obreros y en zonas tradicionalmente fuertes del independentismo catalán. Un claro síntoma de desafección y desilusión, aunque todavía no se exprese políticamente por izquierda ni en contestación social.
También sectores, todavía minoritarios pero preocupantes, de las clases populares y la juventud se empiezan a referenciar en opciones reaccionarias. La demagogia de Vox encuentra en este desencanto y en la crisis del progresismo un buen terreno para intentar crecer. La derecha y la extrema derecha capitalizan ese malestar en clave reaccionaria, oponiendo a sectores de la clase obrera entre sí, culpando a los migrantes de la crisis, promoviendo el resentimiento conservador contra los colectivos LGTBI, los movimientos de mujeres y otros sectores oprimidos.
En los medios afines al gobierno se mezclan discursos que culpabilizan a la clase trabajadora con otros que consideran que simplemente no se han comunicado bien los logros de estos años. Pero ni la clase obrera es reaccionaria o “pasota”, ni le falta comprender. El problema es que el “relato” progresista de los “avances históricos” no casa con haber perdido un 10% de salario de media y que la mitad de los inquilinos estén en riesgo de pobreza según el Banco de España. Una realidad que contrasta con los beneficios milmillonarios del IBEX35, la banca, las eléctricas o las grandes cadenas distribuidoras. Lo que ocurre es que, para millones, esta mal-llamada “izquierda” no es ni creíble ni ninguna alternativa en la que confiar.
Ante la desafección y la apatía política que hoy anida a amplios sectores populares, es necesario construir una alternativa política de independencia de clase que ponga en el centro la organización, la movilización y la politización de la clase trabajadora en clave anticapitalista. Porque la clase trabajadora, junto al resto de los sectores oprimidos, la única fuerza social capaz de enfrentar las políticas de derecha, las aplique la caverna de PP y Vox o el “progresismo”.
Una alternativa política que a la agenda reaccionaria de la derecha le oponga un programa para que la crisis la paguen los capitalistas, para reducir la jornada laboral y repartir las horas de trabajo entre ocupados y parados, para expropiar los pisos vacíos en manos de la banca y los fondos buitre, para prohibir los desahucios y pasar a plantilla fija a todos los contratos temporales y externalizados. Y contra los negacionistas de la violencia de género, no caer en medidas punitivistas, sino plantear la necesidad de destinar más presupuesto a planes integrales de educación sexual, refugios para mujeres en situación de violencia, vivienda y trabajo garantizado, separación de la Iglesia del Estado, entre muchas otras medidas urgentes que son necesarias.
Solo así, con un programa que tome las reivindicaciones más sentidas de la clase trabajadora, las mujeres y la juventud, y que busque imponerlo mediante la lucha en las calles, con el método de la huelga general, podremos articular una fuerza social que le pueda poner freno al crecimiento de la extrema derecha. En vez de esto, las burocracias sindicales mayoritarias no llaman una huelga general hace más de una década, se sientan todo el año a negociar con las patronales y cuando llegan las elecciones… agitan el fantasma de que viene el fascismo para llamar a los trabajadores a votar al PSOE.
Un nuevo gobierno del PSOE en coalición no es ningún freno a esta ola reaccionaria
El PSOE avanza las elecciones para tratar de evitar un desgaste innecesario hasta otoño y aprovechar que todavía en votos tiene alguna posibilidad de seguir gobernando con el apoyo de sus socios. De paso deja a sus socios en una posición incómoda, con la imagen de divisionistas y forzados a resolver la crisis entre Podemos y Sumar en tiempo exprés. También busca aprovechar las negociaciones de investidura en las que el acercamiento entre PP y Vox puede darle munición para una campaña en clave malmenorista en la que se presente como el voto útil para enfrentar a la derecha.
Esta por verse si lo consigue. Pero aún en esa circunstancia ¿Sería un nuevo gobierno “progresista” encabezado por el PSOE un freno a la llegada de PP y Vox? En absoluto. A lo sumo sería un breve paréntesis que solo aplazaría este escenario. El avance de las ideas reaccionarias seguiría creciendo y radicalizándose alimentado por el mismo proceso de decepción de estos cuatro años.
Pero, además, en lo más inmediato, un nuevo gobierno de coalición promete ser una versión aún más conservadora de estos 4 años. Con un PSOE más fortalecido y un contexto internacional marcado por la crisis y las tendencias belicistas, el PSOE y sus socios serían los mejores gestores de las exigencias de la UE de nuevos ajustes fiscales, contrarreformas de pensiones – incluía en el acuerdo sobre el tema para la próxima legislatura -, más compromiso atlantista, rearme y subsidios y ayudas para las grandes empresas.
La amenaza de una escalada de medidas contra la clase trabajadora y los sectores populares no se conjura con una victoria electoral del bloque “progresista” el 23J. Esta pata izquierda del régimen será la ejecutora de los ataques como ya lo hiciera en su momento gobiernos como el del también “progresista” Zapatero, que inició la obra de ajustes postcrisis de 2008 que continuó más tarde Rajoy.
Contra la derecha y la trampa del mal menor
El mal menor se convierte así en una auténtica trampa. La supuesta alternativa a la derecha que presenta el “progresismo” y con la que está comprometida la burocracia sindical y gran parte de las burocracias de los movimientos sociales, condena a la clase trabajadora a confiar en un nuevo gobierno que seguirá gobernando para los grandes capitalistas y que pasará, en el nombre de frenar a la derecha, gran parte de su agenda.
Nos desarma para enfrentar los ataques cuando vienen del “progresismo”, pero también nos debilita para enfrentar un posible gobierno de la derecha. Algunos dirigentes de la izquierda reformista, como Pablo Iglesias, hacen declaraciones en estos días diciendo que lamentablemente no hubo “suficiente presión en las calles” durante su paso por el gobierno. Pura hipocresía, cuando fueron ellos mismos los que llamaron a desocupar las calles para gestionar el Estado capitalista desde los ministerios.
Si mañana PP y Vox se proponen avanzar contra los derechos laborales, contarán a su favor con los años de desmovilización absoluta impuestos por CCOO y UGT y los partidos reformistas para no molestar a su gobierno. Si lo hacen contra el catalán o las autonomías, se beneficiarán de la desmovilización lograda con la restauración autonómica de ERC, PSC y Comunes. No se puede enfrentar a la derecha de verdad con una izquierda de mentira.
La clase trabajadora y la juventud tenemos que construir una alternativa política revolucionaria y socialista
La única vía de prepararnos para enfrentar esta ola reaccionaria es desarrollar una alternativa de izquierda y de independencia de clase. Por eso desde la CRT este 28M decidimos llevar adelante una campaña para desenmascarar la trampa del mal menor, difundir un programa para resolver los grandes problemas sociales y democráticos a costa de los capitalistas, y que no brindara apoyo a ninguna de las formaciones que se proponen hacer una gestión “posible” del Estado capitalista. Nuestro llamamiento al voto nulo o la abstención tenía este contenido.
Como en aquellas elecciones, en las próximas elecciones generales, consideramos que la mejor opción sería poder constituir un agrupamiento de la extrema izquierda y sectores de vanguardia bajo esta perspectiva de independencia de clase, un programa anticapitalista y una posición claramente antiimperialista respecto al imperialismo español y su escalada militarista como parte de la OTAN.
En los últimos años hemos hecho diversas propuestas a otras organizaciones de la izquierda anticapitalista para intentar construir una alternativa en el terreno electoral que defendiera una perspectiva de independencia de clase y socialista. Nos hemos dirigido a diferentes grupos que se ubicaban como críticos del neo reformismo de Podemos o la política de conciliación de clases de la CUP en Catalunya.
Lo hemos hecho convencidos de la necesidad de disputar también en el terreno electoral a las distintas fuerzas políticas que defienden los intereses de los grandes capitalistas, combatiendo a la derecha reaccionaria y desenmascarando a los falsos “progresismos”. La experiencia desde el 2011 del Frente de Izquierda y los Trabajadores - Unidad en Argentina, del que forma parte nuestra organización hermana, el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS), junto a otros grupos de la extrema izquierda, es un buen ejemplo de esto. Una izquierda que pelea abiertamente por un programa anticapitalista y emplea sus posiciones parlamentarias para ponerlas al servicio del desarrollo de la lucha y la autoorganización. Lo contrario de entrar a gestionar en cualquiera de sus niveles el Estado capitalista.
Sin embargo, esta posibilidad estaba y sigue estando por ahora bloqueada por la ubicación política de la mayor parte de la extrema izquierda del Estado español, que se divide entre quienes han sostenido un apoyo crítico a formaciones como Mas Madrid, la CUP o incluso Podemos e IU, y algunos de ellos combinándolo con una política otanista en relación a la guerra de Ucrania y otros sectores que adoptan posiciones abstencionistas apolíticas.
Esta situación hace que en las próximas elecciones del 23J no vaya a existir ninguna opción en clave anticapitalista y de clase, por lo que nuestra posición de voto volverá a ser el voto nulo o la abstención.
Al mismo tiempo, seguiremos peleando por construir una alternativa política que pueda disputar también en el terreno electoral. Ante el avance de la derecha y la bancarrota del “progresismo” en el poder, es urgente poner en pie una izquierda que defienda abiertamente un programa transicional anticapitalista, con eje en el desarrollo de la lucha de clases y la perspectiva de pelear por gobiernos de trabajadores y trabajadoras y una sociedad socialista.