La debacle del “progresismo” -en particular la de Unidas Podemos- tras las elecciones autonómicas y municipales del 28-M y la posibilidad de un gobierno del PP y VOX después de las generales del 23-J, han abierto un debate acerca de por qué crecen la derecha y la extrema derecha y qué izquierda necesitamos para hacerle frente.
Viernes 21 de julio de 2023
Desde la CRT consideramos que el crecimiento de la extrema derecha es el resultado de la experiencia de cuatro años de gobierno “progresista” del PSOE y UP, en el que se han mantenido lo esencial de las políticas neoliberales, la preservación del régimen del 78 y la Europa imperialista. Esto no es una excepción española, en todo el mundo formaciones del populismo de derechas nacionalista y xenófobo crecen sobre la crisis de los regímenes capitalistas, sus partidos tradicionales y el retroceso en las condiciones de vida de amplios sectores de la clase trabajadora.
Los partidos neorreformistas, aquellos que emergieron del ciclo que abrió la crisis económica de 2008 (Podemos, Syriza, Francia Insumisa, Bloco de Esquerda…), lejos de suponer un dique de contención al avance de esa derecha lo han favorecido. Allí donde han tenido responsabilidad de gobierno, la derecha ha recuperado el terreno y se profundizan las tendencias reaccionarias. Este es el único resultado al que podían llegar estas organizaciones y su hipótesis reformista de gestionar el Estado capitalista tal y como muchos ya advertimos en su día y ha demostrado la historia del siglo XX.
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No podemos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados diferentes. La solución no pasa por el enésimo experimento neorreformista de Sumar, aún más a la derecha e integrado al régimen que sus predecesores. A la extrema derecha la vamos a parar con la lucha de la clase trabajadora, las mujeres, el movimiento LGTBI y la juventud, levantando una alternativa socialista y revolucionaria. Una alternativa que solo puede emerger de la independencia política de la izquierda institucional del régimen, rompiendo con la lógica permanente del mal menor. En estas elecciones, no habiendo una alternativa política de este tipo, esta posición supone dar la pelea por el voto nulo o la abstención.
Lamentablemente uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de esta alternativa es la ubicación de una buena parte de las organizaciones que se consideran anticapitalistas y revolucionarias, las cuales siguen subordinadas a la izquierda reformista y han asumido el papel de ser sus eternos recolectores de votos. Entre estas organizaciones tenemos el caso paradigmático de Izquierda Revolucionaria, más conocidos por su colateral estudiantil, el Sindicato de Estudiantes.
Desde su nacimiento, en cada proceso electoral este grupo ha pedido el voto por la nueva y vieja izquierda reformista y nacionalista -y hasta por el PSOE socioliberal- siempre con el argumento de que no gane la derecha. Plantear cualquier otra posición, como el voto nulo o la abstención, es prácticamente un problema de principios para ellos.
Así, en su última declaración sobre las elecciones del 23J llaman abiertamente al voto a formaciones de la izquierda nacionalista allí donde se pueda, y en el resto del Estado dejan correr el voto a los “progresistas”, con el manido argumento malmenorista de parar a la derecha, sin siquiera explicitar si tendría que hacerse con la papeleta de Sumar o con la del PSOE.
Esto después de reconocer muy correctamente la responsabilidad de la izquierda neorreformista y de la coalición del PSOE-UP en el crecimiento de la extrema derecha. Una responsabilidad que podemos extender a las formaciones de la izquierda nacionalista que han sido el sostén de este gobierno y allí donde han tenido responsabilidad de gestión lo han hecho con la misma lógica capitalista que los “progresistas” españoles. En la editorial de IR incluso discuten contra la burda campaña de los palmeros progres que culpan a los abstencionistas de izquierda y obvian los últimos cuatro años de crecimiento de la desigualdad, empobrecimiento de la clase trabajadora, matanza de migrantes, represión de las movilizaciones, etc.
A pesar de ello, vuelven a caer en la trampa del mal menor por la cual para parar a la derecha no queda otra que volver a votar por aquellos que le han abierto el camino. Una posición que justifican en tanto y en cuanto no existe “una fuerza revolucionaria, comunista, con un programa de clase y con una influencia de masas suficiente a la que votar”. La pregunta aquí es si esa fuerza puede construirse sin romper con este esquema malmenorista.
Como ya plantean mis compañeros en otro artículo en debate con Anticapitalistas y el Movimiento Socialista, el problema del mal menor no se limita al momento electoral. Es la misma lógica detrás de considerar al PSOE neoliberal e imperialista un interlocutor político válido contra la derecha. La misma que ha relegitimado la legislación laboral neoliberal de la mano de Yolanda Díaz, el militarismo español imperialista, la ofensiva represiva contra el movimiento independentista catalán y el represtigio de la monarquía borbónica. El mismo malmenorismo que ha impuesto la pasivización social desde los sindicatos y movimientos sociales, porque protestar demasiado contra el gobierno progresista “le hacía el juego a la derecha”.
Sin terminar con esa lógica del mal menor que, como decía Antonio Gramsci, no es sino la adaptación a un movimiento regresivo que lleva a la capitulación constante y progresiva, jamás podrá emerger una izquierda socialista y revolucionaria con influencia que se proponga romper con lo establecido.
Por eso desde la CRT estamos haciendo una campaña activa por el voto nulo o la abstención. Porque, aunque los tiempos y las trabas de la antidemocrática legislación electoral nos han impedido presentar una candidatura propia, no queremos renunciar a que se exprese en el terreno electoral una posición de independencia de clase ante los grandes partidos del régimen que defienden los intereses capitalistas. Como puede verse esto no tiene nada que ver con hacer de la abstención un “fetiche” como plantean desde Izquierda Revolucionaria.
Declaración de la CRT: 23J Contra el avance de la derecha, no caigamos en la trampa del mal menor: necesitamos una izquierda obrera y socialista
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Fetichismo es conferirle a algo funciones y valores que por su naturaleza intrínseca no le corresponden, que es exactamente lo que desde Izquierda Revolucionaria hacen con la izquierda parlamentaria del régimen en la cual siguen depositando y generando esperanzas en que sirvan realmente como un freno a la derecha, en que adopten el método marxista, promuevan la movilización, hagan políticas sociales y para la clase trabajadora… En definitiva, que dejen de ser lo que son: los rescatadores “progresistas” de un régimen antidemocrático heredero del franquismo hecho a la medida de los grandes intereses capitalistas e imperialistas españoles. Eso sí, con muchas sonrisas y purpurina.
Es por este fetichismo que en las elecciones autonómicas de Madrid de 2021 hicieron campaña electoral entusiasta por Podemos, destacando por ser más pablistas que el propio Iglesias para que al final este terminara huyendo a la Complutense. Por eso se preguntan en su declaración si Yolanda Díaz y Pedro Sánchez se dan cuenta de los problemas de haber desactivado la movilización social o de haber renunciado al derecho de autodeterminación, como si fuera un problema de falta de perspectiva política del presidente y la vicepresidenta del Estado imperialista español y no el papel consciente que están determinados a jugar. El mismo fetichismo que les llevaba a pedirle una política de clase y socialista al gobierno de Rodríguez Zapatero.
Incluso en Francia reivindican y se reúnen con la izquierda reformista, imperialista y patriotera de la Francia Insumisa y su líder Mélenchon. Una izquierda que ha apoyado leyes de excepción y policiales para reprimir a la población trabajadora, migrante y racializada francesa y que ha derivado en asesinatos como el de Nahel a manos de la policía. Y es que el fetichismo hacia los reformistas es un mal endémico de esta corriente, adquirido durante décadas de entrismo permanente en Izquierda Unida y hasta en el PSOE.
Construir una fuerza revolucionaria, comunista, con un programa de clase y con influencia exige en primer lugar dar la pelea para que esta pueda expresarse independientemente de la izquierda socialdemócrata reformista y conciliadora de clases. La política subordinada a los reformistas de Izquierda Revolucionaria es la mejor garantía para que esta nunca surja. En sus más de cuarenta años de existencia esta corriente no ha logrado aportar nunca nada en este sentido.
Lo que sí es un aporte de enorme valor es la experiencia de nuestros compañeros y compañeras del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad (FITU) en Argentina. Un frente electoral de independencia de clase formado por la extrema izquierda trotskista con un programa transicional anticapitalista y con el objetivo de desarrollar la lucha de clases y la autoorganización. En las elecciones legislativas de 2021 el FIT-U obtuvo más de un millón doscientos mil votos siendo la tercera fuerza, y se ha consolidado como una alternativa socialista y revolucionaria a la derecha y la extrema derecha libertaria ante la crisis del gobierno “progresista” argentino que hoy pelea por dar una salida de independencia de clase a la crisis en ese país.
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Desde la CRT hemos defendido la necesidad de un agrupamiento similar planteando diferentes iniciativas al respecto. Creemos que de haber logrado conquistar durante el auge de Podemos un polo de independencia de clase con un programa anticapitalista, aunque fuera en aquel momento una política muy a contracorriente, hoy estaríamos en mucha mejor situación desde la izquierda revolucionaria para hacer frente a la debacle del “progresismo”.
Por desgracia organizaciones como Izquierda Revolucionaria, entre otras, se negaron incluso a discutir esa posibilidad y actuaron como apéndices del neorreformismo. Su ubicación en estas elecciones no parece anticipar un cambio en ese sentido, al menos en el corto plazo. A pesar de ello esperamos que las reflexiones que abre el fin de ciclo neorreformista sirvan para que la izquierda anticapitalista rompa con toda subordinación a la izquierda institucional y nos permita dar pasos en la construcción de la alternativa socialista y revolucionaria que necesitamos.