Hoy, 28 de mayo es el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujeres y por la reducción de la mortalidad materna en Brasil. ¿Cómo está la salud de las mujeres y la lucha por una vida digna en la pandemia?
Jueves 28 de mayo de 2020 16:07
Este artículo es parte del dossier especial de Esquerda Diario (en portugués) por el Día de Acción por la Salud de las mujeres.
En 1994, durante el IV Encuentro Internacional de la Mujer y la Salud en Amsterdam y Holanda, que discutía los derechos reproductivo un día como hoy 28 de mayo, fue elegido como el Día Internacional de Acción por la Salud de la Mujeres. En Brasil, ese mismo año, la fecha fue elegida como Día Nacional por la Reducción de la Mortalidad Materna.
En la pandemia provocada por el COVID-19, ¿cómo continuar la lucha que marca este día? La respuesta no es sencilla, vivimos en un mundo que combina la crisis económica, sanitaria y social en nuestro país, además de una grave crisis política. Además, y después de años de movilización y antes de la pandemia, la falta de acceso a la salud de las mujeres es alarmante, resultado de la combinación capitalismo, patriarcado y racismo.
En primer lugar, no podemos dejar de destacar que no se puede hablar de la salud de las mujeres hoy sin mencionar la batalla enorme de las trabajadoras de la Salud, que arriesgan sus vidas mientras se enfrentan la indiferencia de los gobiernos y la sed de ganancias de los empresarios.
Las mujeres son el 70 % del sector de SAlud en todo el mundo y el 85 % de las enfermeras y parteras. También son el 85 % de las cuidadoras de adultos mayores, uno de los grupos de riesgo en la pandemia. En Brasil de las 14 profesiones relacionadas con la Salud y los servicios sociales, más del 90 % son mujeres. Según el Consejo Federal de Enfermeras (Cofen), hay 12 mil trabajadores y trabajadoras de la Salud contagiados. El Brasil del gobierno negacionista es el líder de un triste ránking de muertes de enfermeras y enfermeros, superando a Italia, España y Estados Unidos juntos.
En este marco, es todavía más visible y necesario pelear por las condiciones de trabajo (en última instancia de vida) de las y los profesionales que están en la primera línea. Por eso, hablar de la salud de las mujeres hoy es pelear por testas masivos para toda la población y en primer lugar para las trabajadoras y trabajadores de la Salud, equipos de protección de calidad, licencia paga de todos los grupos de riesgo, efectivos, contratados o tercerizados, prohibición de los despidos, contratar personal de la salud sin trabajo para dividir las jornadas de trabajo y apoyar las movilizaciones de estas trabajadoras por sus derechos, como pasó en el Hospital Universitario de la Universidad de San Pablo, en Brasilia, Río de Janeiro, Minas GErais y en Río Grande del Norte como primer paso para una respuesta obrera a la crisis en curso.
La salud de las mujeres tiene varias dimensiones, físicas, psicológicas, sexuales y reproductivas, y todas ellas sufren las consecuencias del sistema económico que combina el machismo y la opresión racial.
Un ejemplo de esto es que entre las principales causas de muerte está la violencia machista, que aumentó durante la pandemia, las hemorragias (que pueden ser consecuencia de abortos clandestinos y/o violencia obstétrica), el aborto inseguro, infecciones relacionadas con el parto y la hipertensión y representan el 95 % en América Latina y el Caribe. Estas muertes son evitables con acceso a la Salud, educación sexual para decidir, anticonceptivos para evitar embarazos no deseados y aborto legal para no morir.
Esas causas de mortalidad pueden agravarse durante la pandemia, que según la Agencia de Salud Sexual y Reproductiva de la ONU, siete millones de mujeres, en 114 países de ingresos bajos y medios, podrían perder el acceso a anticonceptivos más seguros y modernos, y que la suma de embarazos no deseados podría llegar a 7 millones durante los próximos seis meses. Frente a esta situación, es más que urgente que el movimiento de mujeres, las organizaciones feministas, de derechos humanos, sindicatos y organizaciones de izquierda impulsen una campaña por el acceso al aborto en los casos legal en los casos exceptuados, comprometido por el cierre de los hospitales de referencia y también por la legalización del derecho al aborto seguro y gratuito.
Entre las mujeres que decidieron ser madres durante este periodo, a pesar de que hasta la OMS declaró estos servicios como esenciales, se estima que al menos 9.5 millones de mujeres en el mundo se verán afectadas por la reducción de camas de maternidad y servicios de control prenatal y posparto. Es urgente implementar un programa interdisciplinario de orientación, cuidado y acompañamiento de la salud de las mujeres y mantener en funcionamiento con condiciones de trabajo seguras y atención en todos los hospitales de referencia.
Es necesario centralizar el sistema de salud público y privado bajo control de las trabajadoras y trabajadores para que las mujeres no resulten más perjudicadas.
Otro problema de salud entre las mujeres que se agrava en la pandemia son las crisis de ansiedad, ataques de pánico, depresión y estrés causados por el aislamiento social, además del cansancio y la fatiga. El aislamiento social para las mujeres se traduce además en una doble jornada laboral, sin límites claros, porque se les impone el cuidado de la casa, niños y niñas, la educación (en ausencia de la escuela en muchos casos), mientras siguen trabajando durante la pandemia. Esto es así por la presencia femenina en sectores esenciales y también en los trabajos precarios, que no otorgan licencia a sus trabajadoras.
Según los datos de Retrato das Desigualdades de Gênero e Raça, do Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (IBGE), las mujeres dedican 23,3 horas semanales a las tareas domésticas y durante la pandemia tiende a aumentar. Es indispensable, antes y en la pandemia, pelear por la socialización de las tareas domésticas en locales de comida, lavanderías y guarderías públicas. Así uniremos fuerzas contra la sociedad patriarcal, pero también contra el capitalismo que legitima, reproduce y utiliza la opresión de género para continuar bajando los salarios y derechos de la clase trabajadora de conjunto.
Una de las profesiones más afectadas en la pandemia, por el riesgo de contagio y la ausencia de garantía de pago si no se presenta a trabajar, son las empleadas domésticas, un sector compuesto por un 93 % de mujeres y cuya mayoría es negra. Como mujeres negras, además de trabajar en sectores precarios, tienen menor acceso a la salud, la vivienda y alimentación dignas. Según el ministerio de Salud, las personas negras son casi 1 de cada 4 (23,1 %) de las personas hospitalizadas con COVID-19 y llegan a ser 1 de cada 3 personas muertas por el virus. La alianza de machismo, racismo y capitalismo es mortal para el conjunto de la clase trabajadora y debe ser combatida, con las personas negras en la primera línea. Es urgente garantizar un ingreso de 2.000 reales para todas las personas que los soliciten, poner a disposición hoteles para quienes no tengan hogar o medidas de sanidad básicas y la prohibición de los despidos.
Existen también problemas específicos relacionados con la salud de las mujeres y la diversidad sexual. La falta de educación sexual representa mayores riesgos en el contagio de enfermedades transmitidas por relaciones sexuales. Esto, combinado con el menor acceso a métodos de protección por el cierre de centros de salud y la homofobia del gobierno federal y la extrema derecha, tiende a agravar los problemas que ya existían antes de la pandemia.
Las mujeres trans y travestis, cuya expectativa de vida no supera los 35 años en América latina, no pueden realizar cuarentena debido a que la mayoría de ellas están en situación de prostitución, que multiplica los riesgos: violencia macihsta, exposición a enfermerdades de transmisión sexual, contagio de COVID-19, se suman a los tratamientos sin acompañamiento profesional y con materiales como silicona industrial, entre otros.
Estos problemas, que solo se agudizan en la pandemia, evidencia la situación de las mujeres en este sistema social de miseria. Esto pasa no solamente por los cambios en el sistema de Salud, sino también en el sistema económico y político en el que vivimos.
Luchar por la salud de las mujeres no significa solo reducir o evitar enfermedades. Hablar de la salud supone el derecho a una vida digna, con una alimentación de calidad, vivienda, transporte, derecho al ocio y acceso a la cultura, educación y salud gratuitas y de calidad. En el capitalismo, esto no es posible porque los intereses de la clase dominante y la clase trabajadora son antagónicos. Peleamos por que cada medida paliativa, cada derecho conquistado, sea el motor para organizarnos en los lugares de estudio y trabajo y retomar las calles.