Los nombres utilizados son falsos para proteger la fuente laboral de los testimonios
En los últimos 52 días, Alberto Fernández cambió a Kulfas por Scioli en el Ministerio de Producción, la viruela del mono llegó al país, el dólar blue pasó de $202 a $247, se realizó el undécimo censo nacional y el hashtag #PaguenElCenso se hizo viral, la CGT amagó con ir contra los formadores de precios sin convocar a ninguna acción, una familia llegó a necesitar $161.624 para cubrir sus necesidades, murió a sus 93 años el genocida Etchecolatz, Guzmán renunció y lo reemplazó Batakis, Boca pasó primero la fase de grupos de la Copa Libertadores y perdió por penales en octavos de final, y Lali Espósito llenó dos Luna Park.
En todo ese tiempo, Miguel se pudo juntar con su familia a cenar, un domingo, una sola vez.
Son las tres de la tarde y él, que hace más de 25 años trabaja en el turno noche de Bridgestone, la fábrica de neumáticos de Lavallol, acaba de llegar en un micro junto a sus compañeros a Avenida de Mayo y Salta. Es la tercera marcha al centro porteño que convoca el Sindicato Único de Trabajadores del Neumático (SUTNA) desde que comenzó la revisión paritaria en el gremio, que también incluye a trabajadores de Fate y Pirelli. Piden un aumento del salario real por encima de la inflación y que se reconozcan al 200% las horas trabajadas del fin de semana.
En minutos, comenzarán a marchar hacia el Ministerio de Trabajo. Allí tendrá lugar una nueva audiencia. Pasaron ya 21 semanas desde la primera, el 14 de marzo. Continúa sin haber un acuerdo. Porque las patronales no ceden. Porque los laburantes no aflojan.
Miguel mira las banderas, a sus compañeros. Los ojos, dos hendiduras que se abren y cierran pausadamente. Los brazos caídos, atajados en los bolsillos. Su cuerpo, el de un gigante recién salido del sopor. No inicia conversación con nadie. Pero si le sacan charla, empieza. “Yo trabajo de noche, 6 días de corrido, sábados, domingos. Y es una porquería. El humor no es el mismo. Hay que vivirlo”, dice, en referencia a un cansancio intransferible.
Por el trabajo nocturno, aclara, le pagan un 30% más. “La gente piensa que ganamos millonadas, pero no. Yo estoy ganando 160 mil pesos de bolsillo”, cuenta. Su voz retumba, como un eco adentro de un árbol viejo. “Pero no te pagan más de onda, no dormir bien trae sus consecuencias. Yo las estoy sufriendo. Me puedo juntar con mi familia a comer un asado cada 52 días”.
Uno adivina el chequeo permanente del calendario, el cálculo constante en búsqueda de coincidencias de francos con días del niño, del padre, de la madre, navidades. La angustia seca de tener que irse antes o llegar después de los turrones, los regalos, los abrazos. “Yo quiero que eso se exprese en mi salario, porque si no, estamos regalando plata”, dice, y agrega: “Y esfuerzo, sobre todo”.
Es que, cada noche, Miguel tiene que levantar 1100 cubiertas de 20 kilos, dos veces, cada una.
El proceso es, a grandes rasgos, el siguiente. Se arma la cubierta cruda por partes, en un sector. En otro, se vulcaniza, o sea, se cocina. En otro, se pone la cubierta en una cinta transportadora para que ingrese a una máquina que la hace lo más redonda posible. Cuando sale, hay que volver a agarrarla para paletizarla. Esto, durante 7 horas y 10 minutos (descontando tiempo de comedor y descanso), 6 días de corrido a la semana.
¿El resultado? Camionetas 4x4 de alta gama, Pick Up, Toyota, Nissan, Renault con el mejor rodado, para las automotrices. Lumbalgia, hernia de disco, manguito rotador y tendinitis, para los trabajadores. El trabajo nocturno, además, genera un 40% más de posibilidades de padecer trastornos neuropsicológicos, digestivos y cardiovasculares. Y quienes trabajan de noche y por turnos, como es el caso de Fate, pierden cinco años de vida por cada quince de trabajo, según estudios de las universidades de Harvard, Boston, Barcelona y Madrid.
Se rompen.
El chequeo permanente del calendario. Los turrones, los regalos, los abrazos. Se rompen.
Sigue girando
Que se paguen el doble las horas trabajadas del fin de semana en el gremio no es un reclamo del último tiempo, imposible, inaplicable. Pasó. Así lo establecía el convenio único de los trabajadores del neumático, firmado el 31 de julio de 1975, cuando el país era un hervidero, a poco menos de un mes del Rodrigazo y del primer paro general contra un gobierno peronista. “Las horas trabajadas los sábados después de las 13 horas hasta las 24 horas del domingo, se abonarán con un recargo del 200%”, decía, para todas las empresas.
Pero con la llegada del neoliberalismo, el convenio 101/75 se pulverizó. Vinieron los anexos por fábrica que eliminaron este derecho. Primero, Pirelli, en 1996, luego de que la dictadura estatizara su deuda privada por 127 millones de dólares. Dos años más tarde, Bridgestone. Fate, también beneficiada por la dictadura con 227 millones de pesos, después.
La historia que siguió la contó Lucho Aguilar en este medio. Como dice el autor, “pasaron los gobiernos kirchneristas, pasó Macri, llegó Alberto, pero los convenios noventistas que cranearon los millonarios de Pirelli, Fate y Bridgestone siguieron igual”.
En pandemia, las fábricas del neumático siguieron girando. Cuando el mundo estaba en stand by, los empresarios se las arreglaron para que el gobierno reconozca que su rol en la producción era esencial. Mientras los trabajadores seguían escupiendo cubiertas, se enfermaron. También murieron por Covid, como Javier Jiménez de Fate, el 29 de mayo del 2021. Ese año, el dueño de la fábrica de San Fernando, se ubicó en el puesto 18 del ranking de los más ricos del país, según la Revista Forbes.
No fue el único que gozó de bolsillos abultados. Las ganancias internacionales de Bridgestone ascendieron, también en 2021, a 3.006 millones de euros. Pero la versión local de la patronal había pedido en 2020 ser beneficiada con el Programa ATP. Y el gobierno se lo otorgó. El dato lo aportaron estudiantes y profesionales de la Facultad de Economía que pusieron a disposición sus conocimientos para apoyar la lucha de los trabajadores. Así, la empresa acumuló más de 4.000 millones de pesos en sus cuentas bancarias.
Ahora, los empresarios del neumático pidieron beneficios al gobierno para adquirir dólares y comprar insumos en el exterior. Un favorcito para calmar a Nissan y Renault, entre otras, que vieron afectada su producción por desabastecimiento de neumáticos justo cuando la exportación de automóviles venía en alza, como consecuencia de los reiterados y contundentes paros realizados por los trabajadores.
Así y todo, la Cámara Industrial del Neumático ofrece, como forma de solucionar el conflicto, un bono solo para los días domingos, atado a condiciones, que los trabajadores rechazan, y un aumento del 66% del salario. “Superadora”, llaman a esta propuesta, por apuntar, supuestamente, a traspasar los índices de la inflación actual. Pero analistas y economistas ya afirman que el aumento de los precios llegará, a fin de año, al menos, al 70%.
Mientras tanto, según informó el SUTNA, un trabajador ingresante en Pirelli gana, sin contar los adicionales, $70.500; $83.108 en FATE, y en Bridgestone, apenas un poco más de $81 mil. El cálculo de mano de obra por cubierta, que en el mercado se venden por no menos de $60.000, denuncian, es de apenas $1.000. Son 7,5 dólares al precio oficial. 2 paquetes de yerba de medio kilo. 10 sachets de leche.
¿La receta? No es nueva. Vender a precios internacionales, pagar mano de obra barata. Miserables.
Disfrutar la vida
“Mientras ellos se llenan de plata, nosotros no llegamos a fin de mes. Sufrimos acoso del departamento laboral, nos enfermamos y los días no son justificados. Hay máquinas defectuosas. Todo lo que implica seguridad e higiene, vamos para atrás. Hoy por hoy, con la tecnología y cómo avanzó, no se puede trabajar en estas condiciones. Pero lo único que les importa a ellos son sus ganancias”, dice Marcos, de Fate, mientras la movilización dobla sobre Callao, escoltada por un fuerte operativo de la Policía de la Ciudad.
No es la primera vez que, con las fuerzas de seguridad, buscan amedrentar la protesta de los trabajadores. Cada vez que en Bridgestone hay paro y concentración en los portones, la policía bonaerense de Kicillof y la local de Lomas de Zamora se aprestan en los alrededores de la planta. Inútilmente. Esto, sin contar las prácticas antisindicales en Lavallol y en Pirelli. Las empresas han llegado a prohibir el ingreso a los delegados del sindicato los días de huelga. Los trabajadores han contestado con asambleas y paros.
Marcos no lo sabe, pero ese día tampoco habrá acuerdo. Una reunión con el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, intentará, sin éxito, calmar las aguas el viernes siguiente y dará cuenta de la envergadura que ha tomado el conflicto, para esta altura, con repercusión nacional, preocupación por parte de las empresas, y atención y empatía, por parte de trabajadores de distintos sectores.
“Buscamos mejorar las condiciones, el salario, que no tengamos que hacer extras para tener un futuro para nuestras familias, y uno de los métodos para conseguirlo es la hora al 200%, la mejora salarial”, dice Marcos, y concluye: “Esperemos que esto sea la punta de lanza para que todos los gremios apunten a lo mismo”.
Es que anotar un triunfo así, de estas características, que cuestionaría los convenios menemistas y reconquistaría un derecho expropiado, le daría un primer golpe a la ambición de los empresarios de que los trabajadores dejen sus días, su salud y hasta sus vidas, en las fábricas. Y abriría, quizás, la perspectiva en otros sectores de pelear por pasar menos horas atados a las máquinas y más tiempo con las familias, los amigos, estudiando, haciendo deporte, arte, o incluso, involucrándose más en política.
Pero quizás sea más simple, o más profundo, que eso.
Hay un poema del escritor francés Jacques Prevert, que ilustra sencillamente el asunto. Dice: “Ante la puerta de la fábrica/ el obrero se detiene de repente/ el buen tiempo ha tironeado de su chaqueta/ y no bien se vuelve/ y mira el sol/ muy rojo, muy redondo/ sonriente en su cielo de plomo/le hace guiños/ familiarmente/ Di camarada sol:/ ¿no te parece/ una reverenda burrada/ regalarle un día como este/ al patrón?”.
La escena parece casi calcada.
Daniel tiene 25 años y una bebé de meses. Es sábado al mediodía y acaba de llegar, casi corriendo. Todavía faltan 10 minutos para que comience su turno. No estaba apurado por eso. Si no porque es el último del grupo en sentarse en el macetero a la vuelta del portón de Bridgestone, a la sombra de unos árboles. Tiene en la mano una lata de Speed. El cielo prendido, el viento ingrávido. Ríe junto a sus compañeros, que comen hamburguesas del quiosco de la vuelta. Serán los últimos rayos de sol que verá ese día.
El chequeo permanente del calendario. Los turrones, los regalos, los abrazos. Se rompen. Sus ganancias. Miserables. 52 días.
“¿Qué harías si tuvieras más tiempo libre?”. Daniel toma un sorbo. Levanta la vista y sonríe. Contesta:
“Disfrutaría la vida”.
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