Con movilizaciones masivas en todo el país se conmemoró el Día Internacional de las Mujeres. Hubo decenas de miles de mujeres en la concentración frente al Congreso Nacional donde las agrupaciones feministas, los sindicatos, las asambleas barriales y las corrientes políticas se vieron sobrepasadas por quienes se acercaron solas, con sus pancartas artesanales, o acompañadas por sus amigas, sus hijas y madres, compañeras de estudios y trabajo. Importantes manifestaciones se repitieron en Córdoba, La Plata, Mendoza, Neuquén, Jujuy, Río Negro, Salta y muchas más ciudades.
Apenas a tres meses del gobierno de Milei, el movimiento de mujeres y los feminismos se expresaron masivamente, aprovechando la fecha siempre convocante del 8 de marzo. A diferencia de otras grandes demostraciones en las calles, como la de 2015 contra los femicidios y la violencia machista o las que se iniciaron en 2018 por la legalización del aborto, este año no hubo una consigna que, claramente, aglutinara la convocatoria. Todas las demandas se entremezclaban: el sentido de pertenencia a la marea verde, el grito de NiUnaMenos, las denuncias contra la violencia sexual, los reclamos laborales, el rechazo del DNU, las burlas contra fracasado protocolo represivo de Bullrich y muchas más. Incluso no faltaron las banderas Palestinas y la denuncia de que es un genocidio y no una guerra lo que allí ocurre. Pero lo que terminó expresándose mayoritariamente, de manera transversal, fue el repudio a un gobierno reaccionario, extremadamente misógino, que ha tomado a los feminismos como blanco de una "batalla cultural", plagada de provocaciones de funcionarios y hasta del propio presidente.
En las calles, las batucadas, los grupos de danza, las performances, las rondas de debates en el pasto y en el asfalto se mezclaban con los grafitis contra la motosierra, los carteles hechos a mano para denunciar despidos y privatizaciones, los cantos repentinos de que "la patria no se vende", "paro general" y el más popular de "Milei, basura, vos sos la dictadura". A esta altura, la estafa electoral es evidente y, en la plaza del Congreso las mujeres parecía que la tenían clara: la casta, al final, es el pueblo trabajador, jubiladas y jubilados y la clase media empobrecida.
Pan y Rosas ingresó sorteando los embotellamientos que se producían sobre la Avenida Rivadavia. No por el tránsito de vehículos, que tanto le preocupa a la ministra Bullrich, sino por la marea de mujeres que habían dicho que podían ser un tsunami y lo fueron. Con las artistas de Unidxs por la Cultura, vecinas de las asambleas porteñas y también del conurbano bonaerense, trabajadoras de los sindicatos combativos y todas las agrupaciones de izquierda, dimos el presente diciendo NO al plan de Milei y el FMI, exigiendo a la CGT y a las CTA, paro y plan de lucha. Y también, alertando al gobierno que nos amenaza constantemente, que al aborto legal lo defendemos en las calles.
Nuestra compañera, la diputada Myriam Bregman recibía cientos de besos, abrazos y agradecimientos por estar ahí, en la lucha, siempre del mismo lado, coherente. ¿Queda algún candidato presidencial de las últimas elecciones que, en las calles, solo reciba muestras de gratitud de las pibas, de las trabajadoras, de las luchadoras, como ella?
Detrás del escenario, la policía armó un vallado con el que quisieron garantizar el libre tránsito por Avenida Callao. No lo lograron. Las oleadas de manifestantes iban y venían de un lado y del otro de la empalizada. Incluso, muchas presenciaron la lectura del documento desde las alturas, subidas a las vallas convertidas en super pullman. La movilización se vivía como una fiesta, por la alegría de sabernos juntas, nuevamente, tomando las calles a pesar de todo. Karina Milei había elegido ese mismo día para transformar el Salón de las Mujeres de la Casa Rosada en el Salón de los Próceres, con una selección de retratos bastante arbitraria que incluye al expresidente neoliberal Carlos Menem. Con las imágenes aéreas de la zona del Congreso, varias le respondieron en redes sociales; "éste es nuestro salón de las mujeres".
Pero si muchas llegaron por su cuenta hasta la plaza colmada, espontáneamente, porque lo escucharon en la radio, porque les dijo una amiga, también es cierto que las organizaciones del movimiento prepararon esta convocatoria con mucha anticipación. Durante un mes de asambleas feministas, los colectivos NiUnaMenos y Campaña Nacional por el Derecho al Aborto hicieron de anfitrionas para el debate y la toma de decisiones.
Allí se tejieron consensos, que culminaron en un documento que fue leído en la plaza del Congreso. Compartimos muchas de las palabras allí expresadas, pero lamentamos que el documento no señalara las responsabilidades de quienes abonaron el terreno donde Milei creció haciendo su demagogia sobre el desastre que dejó el gobierno anterior. Y que tampoco planteara claramente cuál es la perspectiva de lucha que el movimiento de mujeres y los feminismos tenemos que proponernos para impedir que el macabro gobierno de Milei siga avanzando a su antojo, con la vía libre del DNU, la pasividad de las centrales sindicales y el silencio de la oposición mayoritaria de Unión por la Patria. Porque cerrando empresas, dejando a cientos de familias en la calle, pulverizando los salarios y las jubilaciones, hambreando a las infancias y entregando los territorios y los bienes comunes a las grandes corporaciones nos obliga a acelerar los tiempos de la resistencia, que son ahora.
Ante cada uno de estos planteos, insistentemente durante varias semanas, volvieron las viejas respuestas de que no se puede exigir paro nacional y plan de lucha a los sindicatos, que las mujeres solo tienen que parar su trabajo gratuito de cuidados, que los secretarios generales tienen sus tiempos. Y el más insólito: que pedir que unifiquemos las luchas, nos divide. Dijimos también que había que señalar, claramente, que el plan motosierra es el nuevo nombre del mismo ajuste que ordena el FMI contra el pueblo trabajador, pero que recae con mayor gravedad sobre las mujeres. Pero el FMI impone sus planes hambreadores porque no solo el gobierno de Milei, sino también el de Alberto Fernández y todos los gobiernos provinciales, aceptaron pagar una deuda escandalosa y fraudulenta asumida por Macri, con el recorte a nuestras jubiladas y jubilados. Pero esta denuncia no podía tener nombre y apellido de los responsables, para no incomodar a la oposición que, cuando fue oficialismo, nos dejó con una inflación descontrolada y al 40 % de la población bajo el nivel de pobreza.
Los balances no son un pase de facturas. Son necesarios para sacar conclusiones que nos permitan volver a poner en pie de lucha al poderoso movimiento de mujeres y los feminismos de Argentina, para derrotar la siniestra política de Milei y no solo para episódicas manifestaciones masivas, sin continuidad. Porque las fuerzas y las ganas están, como ayer lo hemos visto. Pero necesitamos prepararnos para una lucha de largo aliento. Y si no construimos, entre todas, un movimiento independiente políticamente del Estado capitalista y los partidos que gobiernan, hoy nos veremos obligadas a callar las demandas "inconvenientes" porque apremia el hambre y mañana dejaremos de denunciar el ajuste que nos hambrea porque tenemos un gobierno que crea ministerios de mujeres, géneros y diversidad sexual.
Pan y Rosas participó de todas las asambleas preparatorias del 8M señalando esto y por eso propusimos que se permitiera la lectura, también, de otro documento alternativo. Lamentablemente, las organizaciones de izquierda –incluso quienes nos acompañaron en estos cuestionamientos hasta la última reunión– terminaron aceptando que solo se leyera una posición. Eso no impidió que centenares de mujeres de Pan y Rosas acudiéramos a la cita de este 8M, con el resto de las compañeras de la izquierda.
Vamos a seguir insistiendo en la independencia política que necesitamos como movimiento de mujeres, respecto del Estado capitalista y sus partidos de gobierno, para derrotar hoy a la motosierra de Milei que asfixia, hunde y destroza a las grandes mayorías populares, y en primer lugar a las mujeres trabajadoras y del pueblo pobre; de la misma manera que denunciamos, anteriormente sin remilgos, las gravosas consecuencias que el ajuste del ministro Sergio Massa tenía para nuestras vidas.
El pasado viernes 8 de marzo, las mujeres y los feminismos volvimos a mostrar que tenemos las fuerzas para pararle la mano a Milei y sus secuaces si nos proponemos unirnos y masificar las asambleas barriales autoconvocadas, organizar democráticamente otras asambleas para planificar la lucha en cada lugar de trabajo y en cada escuela y universidad. Si avanzamos en coordinar todas esas fuerzas (terrenales) detrás de este propósito, seremos invencibles.
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