El 10 de abril se cumplen 100 años del asesinato de Emiliano Zapata, el dirigente revolucionario del Ejército Libertador del Sur. Por tal motivo, el presidente López Obrador decretó “2019, Año del Caudillo del Sur” un "homenaje" a su memoria, que no busca reivindicar los fines revolucionarios de Zapata, sino utilizar su imagen.
Miércoles 10 de abril de 2019 13:23
A cien años del asesinato del jefe del revolucionario Ejército Libertador del Sur en la Hacienda de Chinameca, Morelos, el presidente López Obrador decretó el año 2019 como el “Centenario del Caudillo del Sur” en la población de Ayala, de la misma entidad. Allí declaró: “Va a haber un programa todo este año para recordarlo. Toda la papelería oficial del gobierno va a llevar el nombre y se va a recordar al Caudillo del Sur. Podríamos hablar mucho sobre la vida ejemplar de Emiliano Zapata. Cada quien tiene su interpretación, porque afortunadamente su pensamiento y su acción caló hondo, y como se repite en una consigna: Zapata vive”(Diario de Morelos, 12 enero, 2019).
Así, la historiografía oficial da un salto al pretender instalar en el imaginario colectivo la figura de Emiliano Zapata como un héroe democrático, de entre el gran número de jefes militares que participaron en la guerra civil contra la dictadura de Porfirio Díaz al grito de “Sufragio efectivo, no reelección!
El gobierno manda el mensaje de que López Obrado también tuvo que luchar contra “el mal gobierno” para cambiar el régimen (a partir de una lucha electoral que ni siquiera acabó con los principales rasgos del neoliberalismo).
Y es que, continuando con la institucionalización de la revolución campesina, AMLO omite hablar del carácter revolucionario de Zapata, con un discurso superficial y demagógico para utilizar a su favor la conmemoración centenaria del asesinato del revolucionario de Morelos.
Pero la interpretación de AMLO sobre la obra de Zapata no es la de los campesinos pobres que se levantaron en armas por demandas radicales que iban más allá de la demanda de tierras.
Aquí, la reivindicación de AMLO sobre Zapata tiene un gran límite: no puede reivindicar lo más esencial de las ideas del “Caudillo del Sur”, como sí lo hace con las figuras de Madero y Juárez. Mucho menos puede explicar por qué admira a Madero -en un país donde Zapata es recordado por millones de campesinos pobres- sabiendo que el terrateniente de Coahuila, mandó arrasar las poblaciones zapatistas por no subordinarse al gobierno que les incumplió la promesa de entrega de tierras.
Madero aprovechó que el de Díaz era un ancien régime que empezaba a podrirse solo y buscó una transición política para que el poder quedara en otra ala burguesa. Pero no pudo evitar –Madero- la fuerza avasallante de sectores sociales aliados que buscaban no solamente una transformación política, sino también profundas transformaciones de carácter social (entre los que destacó notablemente el Partido Liberal Mexicano dirigido por los hermanos Flores Magón). que rebasaron el pacto pacificador de Díaz- Madero. Y donde Zapata levantó el programa más radical de la revolución, alternativo al poder burgués que haya existido nunca en la historia de México.
El verdadero Zapata, traicionado y perseguido por Madero (aunque AMLO declaró, falseando la historia, que en u momento dado el rebelde campesino y el presidente terrateniente tuvieron cierta amistad amistad), demandaba como parte central del Plan de Ayala, la toma inmediata de posesión de tierras por la vía armada como primer paso del proceso agrario.
Contra una demanda de carácter revolucionario como ésta que afectaba la estructura agraria y política del país (y que proponía que el poder armado fuera parte de la soberanía de los pueblos), el terrateniente Madero que AMLO admira, combatir a Zapata, expresaba los intereses de clase de los sectores dominantes, incluidos los porfiristas derrotados.
Utilizando el lenguaje folclórico del tabasqueño, podemos decir que pensando en “primero los pobres”, Zapata combatió al “Fifí” Madero-.
Un Zapata expropiado por la clase política surgida al final de la revolución
El homenaje a Zapata por AMLO no es algo nuevo. Esta ha sido una política de Estado inaugurada en 1924 por Plutarco Elías Calles, quien ese año heredaba la presidencia como sucesor de Álvaro Obregón (enemigo acérrimo del “Caudillo del Sur”), y que en un discurso para la audiencia dijo: “Ese programa revolucionario de Zapata, ese programa agrarista, es mío. El héroe descansa en paz, su obra está concluida”. (El Universal, 11 de abril de 1924).
Esta afirmación en boca de un enemigo de los obreros y los campesinos, fundador de la etapa inicial del PRI, partido que continuó reprimiendo movimientos campesinos a lo largo del siglo XX, (como el asesinato del dirigente agrarista Rubén Jaramillo, en 1962), ha sido el discurso oficial del régimen nacido una vez que fueron derrotados los ejércitos campesinos en la revolución.
Decir que se había cumplido el programa del ala radical de la revolución, era un llamado a la unidad y pacificación de todas las fuerzas de la revolución para establecer la estabilidad que el país requería en esa etapa de desarrollo capitalista del nuevo estado mexicano.
Así, durante los “gobiernos de la Revolución”, la figura de Zapata fue usada para discursos oficiales y el lucimiento de todos los políticos del régimen para ganar el voto de los campesinos en un país con una vasta población rural. Esto, mientras se terminaba con el reparto agrario y se reprimía a los movimientos campesinos.
Pero aun así, de esta manera la revolución institucionalizada pagaba un tributo al ala campesina derrotada (sin la cual la caída de Porfirio Díaz y el golpista Victoriano Huerta no hubiera sido posible), aunque le imprimiera un carácter distinto a la verdadera historia de la lucha zapatista.
Lejos del Zapata democratista que nos quiere presentar la 4 Transformación, el general suriano fue algo totalmente diferente. Dice Adolfo Gilly:”El zapatismo fue la expresión más concentrada de la erupción nacional de las masas campesinas. Desde la caída de Díaz, los repartos armados de haciendas se produjeron en todo el país.
En muchos lugares las partidas de campesinos se negaron a devolver las armas. En otros, al entregarlas y ser licenciados según los tratados de Ciudad Juárez, luego no eran recibidos en las haciendas como peones y se les perseguía, se alzaban entonces nuevamente os graban para alzarse (“La revolución interrumpida”Ediciones el Caballito, segunda edición, 1972)
La lucha de Zapata levantó la propuesta programática más radical durante el periodo más álgido de la revolución entre 1914 y 1915. El Plan de Ayala firmado el 28 de noviembre de 1911 en Morelos, demandaba la reconstitución de los poderes políticos para el autogobierno de los pueblos, y la recuperación de las tierras (expropiando los latifundios sin indemnización) que los pueblos habían recibido en propiedad colectiva durante la época colonial.
El zapatismo, lejos de ser un movimiento simplemente agrarista, realizó una de las experiencias más importantes de autogobierno y auto organización, como lo fue la “Comuna de Morelos”.
Fue bajo este poder político y social basado en la fuerza de las armas, que Zapata le ofreció al magonismo (en una entrevista que tuvo con un representante de la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano) todo el papel que necesitara para la elaboración del periódico Regeneración, lo cual lamentablemente, Ricardo Flores Magón rechazó. Incluso, en la visión revolucionaria de Zapata, como él mismo Flores Magón lo comentaba en un artículo de Regeneración: “Emiliano desea con entusiasmo la formación de colonias comunitarias compuestas de miembros del Partido Liberal Mexicano, en el territorio controlado por sus fuerzas […]. La dificultad para las comunicaciones, debida al estado caótico en que se encuentra el país, ha impedido que la colonización sea llevado cabo”.( “La muerte del sistema burgués"Regeneración No.206, Los Ángeles, 2 de octubre de 1915 )
Incluso, el programa radical de zapatismo fue llevado más allá por varios de sus principales dirigentes que buscaban confluir con el movimiento obrero.
El zapatismo propuso en la Convención de Aguascalientes, entre otras medidas, la revocación de mandato del presidente, el derecho de huelga y de boicot de los trabajadores, la disolución del ejército en tiempo de paz, la igualdad jurídica de los hijos naturales como legítimos y la emancipación de la mujer. Además, en los debates sobre la tierra, los zapatistas propusieron nacionalizar las minas y el petróleo.
Antonio Díaz Soto y Gama – representante del ala zapatista de la Casa del Obrero Mundial, en un debate con un sector de derecha de esa organización obrera, contestaba: “Loca quimera es que la sociedad se reforme en virtud de espontáneas concesiones de la clase dominante o evangélicas y generosas tentativas de la clase benemérita de los políticos de oficio. Y añadía: el fundamento natural del moderno sindicalismo en la doctrina marxiana de la lucha de clases.” (Díaz Soto y Gama “la lucha de clases, acontecimiento capitales la vida moderna”. El Sindicalista, 10 de octubre de 1913)
La historiografía oficialista ha ocultado también que el entonces Sindicato de Maestros de Escuela (férreo opositor al “neutralismo” sindical del burócrata oficialista Luis N. Morones), adhirió abiertamente al zapatismo. Y que el radicalismo programático del ala jacobina campesina de la revolución llevó a que: “El 15 de mayo de 1915, para conmemorar la Batalla de Puebla, el Sindicato de Maestros de Escuela formó filas junto con 3000 efectivos de infantería, caballería y artillería del cuerpo Nicolás Bravo del Ejército Libertador, que estaba al mando del general Rafael Cal y Mayor. El sindicato acordó brindar apoyo militar a la revolución del sur. Los profesores partidarios del zapatismo quedaron a las órdenes de la Comandancia Militar de la Ciudad de México que estaba cargo de general Amador Salazar.
Lejos de la visión de Zapata democratista, su movimiento se propuso derrocar al Gobierno Nacional, tomar el poder central, ocupa la capital el país e instalar un gobierno que cumpliera un programa de reformas como las que se plantearon los zapatistas en la Soberana Convención de Aguascalientes.
Bastaría ver los debates de la Convención, donde los distintos bandos hacían referencia a los jefes de la revolución francesa de 1789, para entender el carácter de izquierda del zapatismo y los planteamientos ideológicos avanzados allí plasmados por los supuestamente “ignorantes” indígenas de Morelos. Es innegable la influencia de los intelectuales zapatistas, en el ala jacobina que, en la Convención Constituyente de 1917, pudo imponer los ahora contrarreformados, artículos 3°, 27 y 123 de la Constitución Mexicana.
¿“Zapata Vive”?
Sin renunciar a la tradición retórica priísta (de la cual AMLO abrevó), el presidente hace demagogia con su discurso de “Zapata Vive” (haciendo suya una frase que el movimiento del EZLN ha popularizado) con un programa de actividades sociales y culturales para lucimiento del gobierno.
López Obrador, pese a que se en sus conferencias se conduele de la miseria campesina y los pobres afectados por los “neoliberales” y “conservadores”, piensa igual que Plutarco Elías Calles: “El héroe descansa en paz, su obra está concluida”.
Falso. A diferencia de las revoluciones rusa y china de 1917 y 1949 –respectivamente-, no se logró una profunda reforma agraria que transformara las relaciones de propiedad en el campo, sino una “reforma agraria” que garantizara el desarrollo de la pequeña propiedad (aunque bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas hubo una reforma agraria que amplió el reparto de tierras, a la vez que corporativizaba al movimiento campesino).
La eliminación física de Emiliano Zapata en la Hacienda de Chinameca, significó el empoderamiento de una nueva burguesía terrateniente que hizo repartos agrarios limitados, y sin los recursos necesarios para desarrollar una producción agrícola que permitiera salir de la pobreza a los campesinos. La muerte del dirigente suriano, pesó mucho en la desorganización y desarticulación de movimiento campesino.
Con el inicio de la fase neoliberal que empobreció más a los campesinos, la reivindicación popular de Emiliano Zapata, dio lugar a masivas movilizaciones de las organizaciones campesinas jaqueadas por las políticas anti populares de los gobiernos del PRI en el campo; política que dio un salto con la reforma salinista al artículo 27 en 1992, que pulverizó el ejido como propiedad comunal.
Tan sólo el 10 de abril de 1984 cerca de 100 mil personas marcharon por 18 estados, desde Sinaloa hasta Chiapas, antes llegar al Zócalo de la Ciudad de México. Con frecuencia, las invasiones de tierras, acompañaban estas acciones.
Después, por la cooptación de muchas organizaciones campesinas a través de programas asistenciales por el Estado, el 10 de abril dejó de tener fuerza como conmemoración de los ideales (y programa) de Emiliano Zapata.
Fueron los campesinos indígenas de Chiapas del EZLN quienes rescataron la figura de Zapata de manera diferente al ceremonial oficialista, y tomándolo como referente de lucha.
La lucha de Zapata sigue teniendo vigencia. Pero si lo esencial de de “Zapata Vive” en el imaginario colectivo, esto tendría que expresarse en movilizaciones que levanten un programa y objetivos como los que planteó el general suriano: derrocamiento del gobierno, expropiación de los latifundios, el poder armado como parte de la soberanía de los pueblos, etc.
Es necesario que los campesinos, indígenas y obreros continúen con la obra de Emiliano Zapata
Pero como dice Gilly: “Pero ni el maestro rural y los revolucionarios pequeños burgueses podrían entonces ni pueden hoy sustituir el elemento indispensable para el triunfo de la luchas campesinas: la dirección del programa del proletariado, a través de su partido revolucionario y de sus organizaciones de masas los sindicatos
AMLO ya decretó “el fin del neoliberalismo” y el “Año del Centenario del Caudillo del Sur”. Lo que no pueda decretar es la culminación de la obra iniciada por Zapata. Tarea que corresponde a una segunda revolución mexicana, pero que tendría que ser socialista bajo la alianza revolucionaria de obreros y campesinos y sectores populares.
Mario Caballero
Nació en Veracruz, en 1949. Es fundador del Movimiento de Trabajadores Socialistas de México.