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Política Chile. A 3 años de la "Huelga general" del 12 de noviembre: Cuando el gobierno de Piñera temió su caída

Esta semana se cumplen tres años del paro nacional del 12 de noviembre, el más importante en los últimos 35 años a lo menos, y el punto más alto de la rebelión popular de 2019. Luego de casi un mes de rebelión, se mostraba la potencialidad de la alianza de la clase trabajadora con el pueblo. Ese día el gobierno de Sebastián Piñera se tambaleó y temió por su derrocamiento. ¿Qué sucedió? ¿Qué lecciones podemos tomar de esos días para el presente?

Sábado 12 de noviembre de 2022 08:43

Los meses de octubre y noviembre de 2019 fueron ricos en formas y métodos de lucha, y se transformaron en un laboratorio de estrategia política. La clase trabajadora jugó un rol contradictorio. Por un lado, no estuvo, con sus métodos y organizaciones, al centro de la rebelión y más bien actuó diluida en el pueblo. Esta debilidad del proceso, sin embargo no significa que no jugó ningún rol ni que no actuó en las calles. La huelga general del 12 de noviembre fue sin duda el punto más alto de la rebelión. Este tipo de participación no fue mera casualidad, pues junto a la fuerza de la rebelión popular, la nueva clase trabajadora chilena venía recomponiendo sus nervios y músculos en los últimos años, a pesar de la debilidad de sus organizaciones tras décadas de ataques neoliberales. No obstante, los balances predominantes disminuyen la importancia o directamente omiten el rol de la clase trabajadora, como si esta no existiera. La clase capitalista buscó imponer una ideología del fin de la clase obrera, pero la realidad demuestra lo contrario. La nueva clase trabajadora tiene un potencial que ningún otro sujeto tiene: golpear realmente donde duele a los dueños del país, y liderar las transformaciones sociales y revolucionarias en alianza con los oprimidos.

Puerto Aysén, 12 de noviembre de 2019.

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El martes 12 de noviembre del 2019 se llevó a cabo el paro nacional más importante desde el fin de la dictadura

Se llegaba a esta fecha luego de casi un mes de rebelión popular, donde el gobierno había respondido con una brutal represión, sacando a los militares a las calles, instalando el toque de queda, pero las fuerzas de la movilización parecían no decaer.

Muy por el contrario, se avecinaba la que sería una fecha histórica. Ese día, cuestión inédita, la Mesa de Unidad Social y la CUT, que en ese momento aglutinaban a alrededor de 70 organizaciones sociales y sindicales, convocaron a un paro nacional, presionados por la enorme fuerza de las calles, que les obligaba a ir más allá de lo que realmente querían.

La jornada partió con cortes de carreteras y de ingresos a algunas ciudades principales como Santiago y Valparaíso protagonizadas por trabajadores, transportistas y también por sectores populares organizados. Fueron cientos de barricadas y cortes de calles protagonizados por pobladores, trabajadores y jóvenes en prácticamente todo el país las que dieron continuidad a la jornada. A su vez, los enfrentamientos en las periferias marcaron todo el desarrollo de ese día y el Congreso suspendía su funcionamiento.

Centro de Iquique, 12 de noviembre de 2019.

A las 11 de la mañana se desarrollaron marchas y movilizaciones en prácticamente todas las ciudades del país, congregándose 300 mil personas en Santiago, 40 mil en Valparaíso, 30 mil en Temuco, y se habló de 200 mil en Concepción, mientras 25 de los 27 principales puertos paralizaban, así como el 90% de los docentes y un 80% del sector público.

Y si bien la burocracia sindical se jugó por evitar que se desplegara toda la fuerza real de la clase trabajadora paralizando sectores estratégicos como la aeronáutica, forestales y otros, los cortes de calle, enfrentamientos y choques entre manifestantes y la represión impidieron que se desarrollara el día con normalidad en dichos sectores también.

Plaza de la Dignidad (ex Italia) Santiago 12 de noviembre de 2019

El miedo del gobierno y los partidos de los 30 años

Ese mismo día en la noche Mario Desbordes, en ese momento presidente de Renovación Nacional, señalaba con preocupación que “no quedaba mucho margen para una salida institucional”. Por su parte Sebastián Piñera salió a declarar en cadena nacional que llamaba a un acuerdo por “la paz, la justicia y la nueva Constitución”, buscando abrir el camino para el proceso constitucional que luego sería acordado entre 4 paredes desde la UDI hasta por sectores del Frente Amplio, que además ha garantizado la impunidad para los represores.

Plaza de la revolución en Antofagasta, 12 de noviembre de 2019.

Mientras tanto las negociaciones entre la ex Concertación y el oficialismo se aceleraban, “espantados” por el desarrollo de la movilización, como lo han retratado en crónicas algunos medios tradicionales como La Tercera que dio cuenta de las negociaciones entre Gonzalo Blumel (en ese entonces Ministro del Interior) y Jaime Quintana (PPD, Presidente del Senado).

Es que fue la jornada de terror para el gran empresariado, sus partidos y para el gobierno. Muchos lo decían, si seguía la movilización tal cual el 12, Piñera no podía seguir en el gobierno. Incluso Tomás Mosciatti, reconocido periodista “del status quo” y de la radio Bio Bio, titulaba esa semana su columna audiovisual “Piñera al borde del precipicio”.

Trabajadores del cobre, 12 de noviembre de 2019.

Por su parte Lucía Santa Cruz, historiadora de las clases dominantes y parte de Libertad y Desarrollo escribía para El Mercurio a inicios de este año una columna titulada “12 de noviembre del 2019”, donde sostiene que “Para mí, sin embargo, el evento más importante, más radical y sustantivo de la crisis, aunque indebidamente, ha pasado desapercibido y ocurrió el 12 de noviembre, el día más violento hasta hoy, cuando estuvimos al borde del abismo.”

El rol de la burocracia sindical en el desvío

¿Qué pasó entonces? ¿Por qué 3 días después se firmaba el acuerdo por la paz y la nueva Constitución, y no volveríamos a ver una jornada con la potencia que tuvo ese 12 de noviembre? No se puede responder esa pregunta sin explicar el papel de la burocracia sindical, de los dirigentes que encabezaban la Mesa de Unidad Social y la CUT, militantes muchos de ellos del Partido Comunista y el Frente Amplio.

Es que los dirigentes de ambos organismos se encargaron de no convocar a ninguna instancia de similares características. Evitaron llamar a una movilización ascendente, para que no se produjera una jornada de igual o mayor envergadura. Es que su política no era sacar a Piñera y conquistar una Asamblea Constituyente como lo planteaban las calles. Ellos buscaban un “diálogo sin exclusiones” con el gobierno, ser incorporados a las negociaciones y frente al anuncio del gobierno de un proceso constitucional, apostaron por “hacerlo más democrático”, validando un acuerdo y un proceso totalmente amañado, controlado por las instituciones del régimen heredado de la dictadura militar.

Es que su política no era muy disímil de la del Partido Comunista y el Frente Amplio que en ese momento buscaban una salida institucional a la crisis, firmando junto a los partidos de la ex Nueva Mayoría, administradores y profundizadores de los 30 años, un comunicado común donde planteaban una “Asamblea Constituyente” que se iniciara por un plebiscito vinculante convocado por la propia institucionalidad, esa que buscó firmar el Acuerdo porque sabía que si caía Piñera, caía luego de él toda la casta política de los 30 años.

Marcha por la Alameda, Santiago 12 de noviembre de 2019.

De esa forma los dirigentes de la CUT como Bárbara Figueroa y de la Mesa de Unidad Social cumplieron un papel para descomprimir, sin volver a organizar nada que pudiese abrir las puertas a un nuevo 12 de noviembre. Por algo sacaron del petitorio el “Fuera Piñera”.

Vamos por la coordinación de las huelgas y luchas: pongamos nuestras demandas al centro

Hoy, a tres años de este episodio histórico, cuando quedó demostrado que el proceso constitucional fue una real farsa y cuando la inflación está destruyendo los salarios de los trabajadores, es necesario apostar por el camino de la movilización del pueblo trabajador, a través de la coordinación de las distintas luchas obreras, de la alianza con las luchas del pueblo mapuche como la toma del fundo Huite en Valdivia protagonizada por comunidades y sindicatos de la producción alimenticia. También levantando un programa de emergencia contra la crisis económica que parta de la base de que la crisis la paguen quienes la generaron: los capitalistas.

La burocracia sindical del PC, FA y ex Concertación comprometida con este gobierno que aplica todas las recetas de la derecha y los partidos empresariales de los 30 años, ha dejado pasar muchos ataques. Es hora de que los trabajadores exijamos que se convoquen a asambleas para discutir como unir las luchas dispersas y cómo enfrentar el encarecimiento de la vida y el aumento de la represión del Estado. El ejemplo del 12 de noviembre, a pesar de sus limitaciones, muestra un ejemplo de como los trabajadores podemos golpear en la agenda política exigiendo nuestras demandas contra los gobiernos que representan a los empresarios y su explotación y opresión.

Enfrentar la crisis económica para que ésta no recaiga sobre los hombros de las y los trabajadores no puede estar separada de denunciar la cocina parlamentaria de los meses post plebiscito. Este es un proceso a espaldas del pueblo y contra éste, para mantener el saqueo de nuestras vidas y los recursos naturales y el viejo régimen que lo hace posible. Por eso es necesario construir una fuerza política de los trabajadores que enfrente a la extrema derecha y los nuevos populismos de derecha y que pelee por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana en forma independiente al gobierno de Boric.


Gabriel Muñoz

Licenciado en Historia

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