Hoy se conmemora 68 años del natalicio de Alejandra Pizarnik. Nuestra intención en esta nota es defender la obra y las tesis fundamentales de su vida, contra una interpretación reduccionista que apela solo a la dimensión personal de su vida para explicar su poesía. Alejandra, como queremos demostrar a continuación, es mucho más que eso, y su obra apela esencialmente a una idea de poesía que estaría inscrita en una tradición, y así poder interpretarla como una artista profesional.
Viernes 29 de abril de 2022
¿Qué es la poesía? Hoy esta pregunta, parafraseando a Heidegger, ha caído en el olvido. Nuestra época se arroga, en estas materias, una faceta superficial que afirma la superioridad de la forma sobre el contenido,[1] y una profunda y preocupante, donde rige la anti-poesía en detrimento de la otrora poesía clásica.[2] La pregunta ¿Qué es la poesía?, al igual que la pregunta por el ser, son tareas que, tanto en el arte contemporáneo como en la ciencia moderna, se dan por perimidas y obsoletas. Por estas razones nosotros los contemporáneos, cuando preguntamos ¿Qué es la poesía?, nos hallamos sin respuesta. Esto último es prueba de que hemos perdido algo esencial, incluso en un sentido histórico. Para colmar nuestra pregunta, arriesgaré en este párrafo una hipótesis de definición de poesía y argumentaré mostrando evidencia textual de poetas de primera línea[3] que apoyan esta tesis, cuestión que debiera ser criterio suficiente para lograr una interpretación exitosa. El primer autor al que me acojo, de muchos que iré citando, es Arthur Rimbaud.[4] En una carta dirigida a Paul Demeny, el 15 de mayo de 1871, Rimbaud confecciona una historia sui generis de la poesía, evaluándola bajo su propio supuesto de que el poeta debe ser un vidente. Este enfoque rimbaldiano de la historia de la poesía goza en particular de no ser un estudio abstracto sobre el tema, sino de ser un testimonio vivo de la poesía y el método de Rimbaud. Esta carta consigna el recorrido histórico de la poesía, desde la poesía clásica griega hasta el romanticismo. A los últimos los reconoce como videntes, y a los primeros los pone, nuevamente, al comienzo de la poesía del futuro. Hölderlin, otro eximio vidente, consigna el mismo destino para la poesía: “vuelve a ser al final lo que era al principio – maestra de la humanidad, pues ya no hay filosofía, ya no hay historia, solo la poesía sobrevivirá a todas las demás ciencias y arte”. De este modo, podemos identificar la necesidad de una idea de poesía que recorre la historia, desde Píndaro a Rimbaud. Esta idea que recorre la historia de la poesía, fundamentándola, y que Mistral califica de “feroz tentación”, no es nada más ni nada menos que la idea de la belleza. Vuelvo de inmediato a Rimbaud. Basta con analizar su única obra, “La temporada en el infierno”. En esta, comienza por reconocer un sabor “amargo” justamente de la belleza. Quizá como el néctar de Tántalo para Hölderlin o como veremos más adelante, como el “silencio” para Pizarnik.[5] Pero a pesar de esta dimensión lacerante de la belleza, Rimbaud finaliza su “alquimia del verbo” aprendiendo a “saludar” a la belleza. La amargura y el saludo son dos modos del mismo destino inevitable del poeta, producto de la fascinación que ejerce la belleza sobre él. Por lo tanto, la belleza se constituye, de esta forma, como la respuesta a la pregunta ¿de qué hablan los poetas?, y es la clave definitiva para comprender toda poesía del pasado. En conclusión, mi hipótesis de definición, de acuerdo a la pregunta ¿Qué es poesía?, y siguiendo a estos autores, desde Heidegger, Hölderlin y Rimbaud (todos material de los extensos planes de lectura de Alejandra)[6], es que la poesía puede definirse como “el mágico estudio”[7] de la belleza, en su más alto sentido ontológico y vital.
Valga entonces, una pequeña recensión sobre qué es la belleza. La belleza se puede definir, entre otras interpretaciones, desde un punto de vista epistemológico y metafísico. Desde el primer enfoque, la poesía nace como producto artístico en tanto mediación de un complejo proceso cognitivo. La experiencia intuitiva que tiene el poeta con la nuda realidad es de tal intensidad, que los conceptos del entendimiento de los que dispone no dan abasto para sintetizar en una unidad racional la potente impresión intuitiva que experimenta. De ese modo, solo la imaginación, a la cual Baudelaire[8] le asigna una función más alta que la razón, es el único medio cognitivo capaz de representar la intuición estética en su verdad. El enfoque metafísico comienza justo ahora, con la pregunta, ¿Qué causa tal impresión al poeta, al punto de no poder contener aquellas intuiciones en un concepto? El objeto de la poesía, la belleza, se reconoce como objeto para el poeta cuando este logra ver, en el sentido de videncia rimbaldiano,[9] las cosas comunes y corrientes, las más obvias, como siendo las más extrañas y deshabitúales. Este asombro que tenemos con la realidad de las cosas, en el sentido castellano del término, es una sombra para la inteligencia, pero una luz para la intuición (una luz que por lo general ciega). Las cosas son bellas no en su realidad particular, sino en el hecho, habitualmente desapercibido, de que ante todo son reales, es decir, que existen. Lo posible de las cosas es al mismo tiempo lo imposible de su existencia. Comienza con esto, el largo recorrido de las artes en general; por ejemplo, la intuición del pintor al caer en cuenta de que la realidad se presenta coloreada, del músico en tanto la realidad es sonora y notifica; del escultor, en cuanto la realidad tiene formas, etc. Reconocer el sentido de la belleza nos sume en una profunda ignorancia respecto de la más mínima cosa que nos rodea, nos vuelve cosmonautas de lo inmediato, nos hace reconocer que nuestra condición ontológica fundamental es estar sin fundamento y perdidos entre las cosas, pero sin embargo, iluminados estéticamente por la belleza de la existencia de las cosas. Por este motivo Rimbaud puede anunciar su gran hallazgo: “Yo es otro”, somos la existencia; cual imagen física estoica: ¡estamos de pie sobre un animal enorme! La existencia es así un continente oscuro que el poeta se encarga de explorar, y la puerta de acceso a estas experiencias, es quizá una que la poesía contemporánea no es capaz de reconocer, pero que Artaud[10] comprende plenamente: “una puerta abierta que los lleve a un lugar que nadie hubiera consentido en ir, una puerta simplemente ligada con la realidad”.[11]
El sentido de los supuestos fundamentales de la poesía anteriormente expuestos tiene directa relación con el objetivo principal de nuestra tarea conmemorativa: defender la vida y obra de la poetisa Alejandra Pizarnik, liberarla de la imagen romántica (mejor que romántica, decadente) que ha entorpecido su interpretación como poetisa, y que ha oscurecido su obra con un psicologismo incomprobable. La pregunta entonces es ¿por qué Alejandra es una poetisa?, y accesoriamente, como veremos más adelante, ¿por qué no es una anti-poetisa? Sin embargo, ahora me encargaré de responder solo la primera pregunta. La consecuencia de esto último se podrá deducir, luego, por sí mismo. El proyecto poético de Alejandra se enmarca dentro del mismo programa poético que Rimbaud lleva adelante. Esto quiere decir lo siguiente: Alejandra al igual que Rimbaud, al menos sus “diarios” dan cuenta de ello, es una historiadora de la poesía. Nuestra autora quiere inscribir su obra en el curso natural que va de la fuente de la poesía hasta su propia voz. En su gran anhelo realizado de escribir en prosa, me refiero a la “extracción de la piedra de la locura”, introduce este único verso; Pizarnik dixit:
mi cuerpo se abría al conocimiento de mi estar / y de mi ser confusos y difusos / mi cuerpo vibraba y respiraba / según un canto ahora olvidado / yo no era aún la fugitiva de la música / yo no sabía el lugar del tiempo / y el tiempo del lugar / en el amor yo me abría / y ritmaba los viejos gestos de la amante / heredera de la visión / de un jardín prohibido.
Podemos reconocer estos versos como el corazón de la intuición pizarnikiana: una visión del ser[12] que es la vivencia perfecta en el cuerpo de la belleza, por la cual se experimenta, Alejandra, como arrobada más allá del tiempo y del espacio, hacia lo atemporal y la nada. Perdiendo definitivamente la posibilidad de regresar “al jardín”, y pudiendo recobrar, parcial y angustiosamente, aquella visión en la memoria, y finalmente en el poema. Hasta acá, se puede afirmar que su proyecto se funda en las mismas intuiciones de la belleza en las que se fundan la de los grandes poetas y poetisas, de todos los tiempos; ¿Cuál otro iba ser sino el deseo de nuestra poetisa? Ella era meticulosa, estudiosa de su trabajo, una perfeccionista contra todo diagnóstico: una experta. No hacemos justicia a su persona cuando la evaluamos como un ser atormentado por causas meramente psicológicas. Alejandra, como otros grandes artistas, abre un mundo completamente nuevo con su apuesta de vida y es, como dice Aristóteles, “un dios y un monstruo”, es decir, una solitaria (igual que Kafka, según pedía ella) que olvido como salir de la soledad. En su vida personal Alejandra no paso más allá de tener relaciones matizadas de inseguridad y confusión con otras personas; y como con Van Gogh,[13] se les acusa rápidamente de “locura” cuando no se comprende su obra. La causa principal del declive de su vida se debe a razones estrictamente poéticas. En primer lugar, la imposibilidad de que la belleza cumpla su promesa. Piénsese que, para el poeta, y en especial para Alejandra, es de tal intensidad la intuición de la realidad a través de la belleza como objeto de la poesía, que despierta en ellos la seguridad de estar en posesión del fundamento último de la realidad, como quien ha visto la verdad, o al menos algo inevitable. “Poseo el sistema”, decía Rimbaud; y al igual que él, Alejandra se dio cuenta a su turno de la imposibilidad de la promesa de la belleza, y que ella por sí solo fascina, pero no cambia la realidad. La segunda causa, es la progresiva incapacidad del lenguaje para representar la realidad, cuestión que aumenta en razón de los avances y progresos que Pizarnik opera en la poesía. Alejandra dice: “Me embriaga la luz. No nombro más que la luz. Quiero verla. Quiero ver en vez de nombrar. / No sé dónde detenerme y morar. El lenguaje es vacuo y ningún objeto parece haber sido tocado por manos humanas.”[14] Por este motivo, el gran ideal de su poesía, el modo en que ella representa la belleza más allá del lenguaje es el silencio. Con el arribo al silencio, la poesía de Pizarnik entonces completa su tarea, al mismo tiempo que agota toda posibilidad de continuar escribiendo. Por esto, entre otras razones, ella prefirió la muerte, y de ese modo abandonar definitivamente la poesía, que era idéntica a su vida. Mientras tanto la grandeza de su obra aún está por ser evaluada. Lo mejor que podemos hacer nosotros es leerla seriamente y estudiarla. Sería mejor, aunque lejano, si pudiéramos imitarla.
¿Crisis en la poesía?
Sin duda el aporte de Alejandra a la poesía y a la cultura es invaluable, pero nos queda la pregunta, ¿por qué no hay más Alejandras hoy en día? Todas las clases dominantes han creado su propia cultura, las cuales terminan siendo hegemónicas en el tiempo. La esclavista de la Antigüedad clásica y del Oriente, la cultura feudal de la Europa medieval y la actual cultura burguesa. Se instalan y desplazan muchas veces, sin mantener lo esencial de quienes lo precedieron y reduciendo todo muchas veces a meros cambios formales. Responden muchas veces a otras directrices: El cine comercial es una expresión de aquello, películas prácticamente montadas según el marketing, dejando atrás décadas de desarrollo en el cine y una ruptura con los grandes diálogos y reflexiones que llevaron adelante diversos directores. Pero llevar adelante una profunda revolución del arte y la poesía en particular es un terreno difícil, lejos de una visión simplista entre una época y otra, podemos ver cómo la cultura burguesa, aunque tenga como primeros pasos el renacimiento, no ha alcanzado su máxima cima. Es así como la historia muestra que el desarrollo cultural y el arte exigen un tiempo considerable para su realización, que suele coincidir con la agonía política de la clase hegemónica que la precede. El capitalismo transformó al ser humano en un engranaje más dentro de su maquinaria de producción. La enajenación del ser humano en este sistema tuvo al estado como principal figura que busco separar al arte y la cultura de todos los espacios que les fuera posible: escuelas, universidades, etc. Hoy es fácil ver esto con claridad, no solo en el presupuesto que se destina al arte y la cultura desde los distintos gobiernos, sino que se traduce incluso en la reducción horaria del arte o la música dentro de las escuelas. Si no genera riqueza, no interesa. Y si genera riqueza, no importa ni su contenido ni su función, solo se reduce a un simple espectáculo.
Si Rimbaud clamó por una “mano amiga”, el “siglo de manos” que elevarían la poesía como tal, aún no acontece. “Ya vendrán otros (…) que comenzarán por los horizontes donde el otro se ha derrumbado”, Alejandra es una de las manos tendidas a Rimbaud, a la esencia de la poesía. Esta mano no puede ser cortada como sucedió en Argentina, gran parte de Latinoamérica y el mundo. Las dictaduras fueron una ruptura a los procesos artísticos que comenzaban a desarrollarse a nivel internacional en la década de los 30´ a los 60´. Trotsky comenzará este debate en la URSS con la imposición que instaló el estalinismo en el arte, quien pretendía hacer un “arte proletario”, ya no de la dictadura del capital, sino de la dictadura del proletariado, reduciéndolo muchas veces una concepción obrerista en el arte. Dice Trotsky, “la edificación cultural no tendrá precedente en la historia cuando el puño de hierro de la dictadura no sea ya necesario, cuando no tenga carácter de clase. De ahí hay que concluir por regla general que no sólo no hay cultura proletaria, sino que no la habrá; y a decir verdad no hay motivo para lamentarlo: el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana. Parece que olvidamos esto con demasiada frecuencia.”
La lucha contra todo obstáculo para el desarrollo de la cultura y el arte viene de la mano de la lucha contra el sistema que se opone a su desarrollo. Desde estas líneas buscamos conquistar “no sólo el derecho al pan, sino también el derecho a la poesía”.
[1] Binns, Niall. ¿Por qué leer a Nicanor Parra?, en: Parra, Nicanor. Obras Completas I. Galaxia Gutenberg, Colombia, 2006.
[2] Entiéndase la generación del 50 en Chile, que toma impulso en la antí-poesía. v. gr. La obra de Enrique Linh.
[3] Tomo la distinción entre “grandes y pequeños poetas” de Félix de Azúa. Cfr. De Azúa, Félix. ¿De qué hablan los poetas?, en: Hölderlin, Friedrich. Poemas. Lumen, España, 2012.
[4] Así como con Heidegger anteriormente, ahora con Rimbaud, y en general poetas y pensadores que la propia Alejandra leía y estudiaba. Cfr. Pizarnik, Alejandra. Diarios. Lumen, Bercelona, 2010.
[5] Vale la pena mencionar que estos poetas y poetizas comparten una evaluación de la belleza como yugo y sino, producto de la inevitable fascinación que supone reconocer la belleza en la realidad.
[6] Cfr. Pizarnik, Alejandra. Diarios. Lumen, Bercelona, 2010.
[7] Cfr. Rimbaud, Arthur. Prosa completa. Catedra, España, 2008.
[8] En la historia de la poesía que Rimbaud confecciona califica a Baudelaire como el “rey de los poetas”.
[9] Por razón de lo esencial que es el significado de ver en poesía, es que, por otro lado, Fernando Possoa puede exigir a la poesía constituirse como una “ciencia de ver”. Véase: Pessoa, Fernando. Poesía II. Los poemas de Alberto de Caeiro 2. Abada, Madrid, 2014.
[10] La figura de Antonin Artaud será decisiva para Pizarnik, como mediador de Francia y el surrealismo.
[11] Artaud, Antonin. El pesa nervios. Visor, España, 2014. La negrita es mía.
[12] Alejandra además usa el verbo estar, que tiene una profusa línea de pensamiento como defensa del castellano en tanto aporte al pensamiento y la poesía: ser y estar, en definitiva, no son lo mismo.
[13] Antonin, Artaud. Van Gogh, el suicidado por la sociedad. Argonauta, Buenos aires, 2013.
[14] Pizarnik, Alejandra. Prosa completa. Lumen, Barcelona, 2015.