¿A qué llamamos “crimen social”? Federico Engels y la catástrofe de la DANA

La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) así como otras instituciones, incluida la prensa, habían emitido todo tipo de alertas hace días sobre las consecuencias de la DANA. Pero ninguna de estas alertas fue tenida en cuenta, ni por el gobierno autonómico del PP, ni por el gobierno central del PSOE y Sumar, ni por supuesto por los capitalistas. Por ello todos son culpables de las muertes. Al momento de escribir este artículo, más de 100 personas fallecidas y cientos desaparecidas.

La inacción de los gobiernos y el Estado ante catástrofes como está siempre va acompañada por la invocación a desastres “naturales”, eventos imposibles de prever. Pero esto no es así de ninguna manera. Se trata de fenómenos catastróficos pero esperables en un contexto de calentamiento global, tal como advierten especialistas en base a la evidencia científica.

Las muertes y las pérdidas materiales sufridas por la población, sobre todo por las y los trabajadores y habitantes de los barrios más pobres, son consecuencia directa de la desidia y la decisión política consciente de los gobiernos y las empresas. En primer lugar, en haber hecho un llamado al cese de actividades -en lo que las burocracias sindicales tienen su gran cuota de responsabilidad-, pero también en no haber invertido previamente en las obras de infraestructura necesarias para eventos extremos como este, o directamente en haber desmantelado servicios públicos vitales como la disolución de la “Unidad Valenciana de Emergencias”.

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Por ello estas tragedias, como dijo hace 180 años Federico Engels, se transforman en verdaderos “crímenes sociales”. Y podríamos agregar en este caso, también “climáticos”, en tanto los mismos gobiernos y Estados que contribuyen a provocarlas no preparan a la población ni la infraestructura necesaria para enfrentar sus consecuencias.

Engels utilizó la expresión “crímenes sociales” en 1845 en su famosa obra “La situación de la clase obrera en Inglaterra”, de la cual publicamos un fragmento.

“Cuando un individuo hace a otro individuo un perjuicio tal que le causa la muerte, decimos que es un homicidio; si el autor obra premeditadamente, consideramos su acto como un crimen. Pero cuando la sociedad* pone a centenares de proletarios en una situación tal que son necesariamente expuestos a una muerte prematura y anormal (…) cuando ella sabe demasiado bien que esos millares de seres humanos serán víctimas de esas condiciones de existencia, y sin embargo permite que subsistan, entonces lo que se comete es un crimen, muy parecido al cometido por un individuo, salvo que en este caso es más disimulado, más pérfido, un crimen contra el cual nadie puede defenderse, que no parece un crimen porque no se ve al asesino (…) la sociedad en Inglaterra comete cada día y a cada hora lo que los periódicos obreros ingleses tienen toda razón en llamar crimen social; que ella ha colocado a los trabajadores en una situación tal que no pueden conservar la salud ni vivir mucho tiempo (…) La sociedad actual trata a la gran masa de pobres de una manera verdaderamente repugnante. (…) Si la población de la ciudad ya es demasiado densa en general, es a ellos sobre todo a quienes se fuerza a concentrarse en un pequeño espacio. (…) Se les dan viviendas húmedas, sótanos, cuyos pisos rezuman o buhardillas con techos que dejan pasar el agua: se les construye casas de donde no puede escaparse el aire viciado. (…)”

* Cuando hablo de la sociedad, aquí y en otras partes, como colectividad responsable que tiene sus obligaciones y derechos, huelga decir que me refiero al poder de la sociedad, es decir, de la clase que posee actualmente el poder político y social, y por tanto es responsable también de la situación de aquellos que no participan en el poder. Esa clase dominante es, tanto en Inglaterra como en los demás países civilizados, la burguesía.