Para varios medios, la doctora Meg Autry dijo que la idea es tener una clínica en un barco lejos de las leyes estatales donde pueda ofrecer abortos quirúrgicos en el primer trimestre, anticonceptivos y otros cuidados.
Emilia Macías @EmiliaMacas1
Martes 12 de julio de 2022
En Estados Unidos nunca ha sido igualitario el acceso al aborto, así como en ningún lugar del mundo, sin embargo, tras la decisión en el caso Dobbs vs. Jackson Women’s este 24 de junio por la Corte Suprema, se anuló el fallo histórico Roe vs Wade que despenalizó el aborto desde 1973.
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Esto se suma a un aumento de la violencia y ataques a clínicas donde se pueden realizar abortos, como atentados de bombas, disparos a médicos y también a pacientes. Desde el 2021 según un informe de la Federación Nacional del Aborto registró el mayor aumento de ataques.
Meg Autry, obstetra, ginecóloga y profesora de la Universidad de California en San Francisco, que pertenece a la organización PRROWES declaró a The Associeated Press que, a partir del “asalto a los derechos reproductivos en nuestro país… tenemos que crear opciones y ser reflexivos y creativos para ayudar a las personas en estados restrictivos a obtener la atención sanitaria que merecen”.
Tal organización, que por sus siglas en inglés significa “Proteger los derechos reproductivos de las mujeres en peligro por los estatutos del Estado”, será quien eche a andar el proyecto; anunciaron que, además de la interrupción del embarazo, arreglarán el transporte para las pacientes, ofrecerán sus servicios ginecológicos y tratarán las enfermedades de transmisión sexual.
La doctora mencionó que "el proyecto se financia con filantropía y la atención de los pacientes se basa en las necesidades, por lo que la mayoría de las personas pagarán poco o nada por los servicios".
Sin duda es una iniciativa que ayudará a miles de mujeres y personas gestantes y que desafía las leyes impuestas por el gobierno, pero no es suficiente. No basta con ser “reflexivos y creativos”, pues no resuelve el problema de inicio: se está negando el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos.
Quienes más lo recienten son las mujeres pobres y trabajadoras, pues no tienen las condiciones económicas para gastar en promedio 500 dólares (según el Instituto Guttmacher) o sea 10 mil pesos.
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Meg Autry dijo que "parte de la razón por la que estamos trabajando tan duro en este proyecto es porque las personas ricas en nuestro país siempre van a tener acceso [a abortos], así que una vez más es un momento en el que los pobres, las personas de color, los individuos marginados, son quienes van a sufrir, y por sufrimiento me refiero a vidas perdidas".
Pero no será una organización la que cambiará el problema estructural construyendo una clínica flotante, tendría que ser el sistema de salud que se encargue de manera gratuita y segura de practicarlos sin ningún tipo de discriminación en cualquier parte del país.
Así como se muestra en el aumento de las demandas para abortar en los estados donde no está prohibido, sabemos que las mujeres y personas gestantes no vamos a dejar de abortar y que la penalización y prohibición sólo implica que habrá más abortos clandestinos, lo que implica mayor riesgo para quienes no pueden pagar un aborto seguro.
Es inaceptable, que un bonche de personas -a quienes además nadie votó pues son elegidos por el mismo presidente- puedan decidir sobre nuestros derechos y nuestras vidas.
Aunque el presidente Joe Biden se pinte de progresista y llame a votar a su partido en noviembre para defender el aborto, no hay cabida para confiar en que él y su gobierno mejoren las condiciones de vida. En 1973, cuando se despenalizó el aborto, no fue el gobierno por voluntad propia, fue porque había una ebullición feminista, acompañada de una movimiento mucho más amplio de trabajadoras y trabajadores, movimientos por los derechos civiles, por la liberación sexual y contra la guerra de Vietnam.
Ahora, en México el movimiento de mujeres ha arrancado la despenalización del aborto en varios estados, pero así como en Estados Unidos, que no se pueden conformar con clínicas flotantes, es necesario luchar por más. La despenalización solo es el primer paso para conquistar el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos de manera legal, segura y gratuita en cada rincón del mundo.
Retomemos la oleada verde en Argentina, en Colombia y construyamos un movimiento de mujeres y de la comunidad sexodiversa a nivel internacional que no sólo luche por el acceso al aborto, también por plenos derechos sexuales y reproductivos; una educación sexual integral en todos los niveles educativos que no esté basada en la moral de la iglesia y un sistema de salud que esté al servicio de las grandes mayorías.