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Red Internacional
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Este miércoles, 11h. Ahora es cuando: a las calles para derrotar los vetos y el ajuste del “rey” Milei

Con Milei no se come, no se cura, ni se educa. Usando los mecanismos totalmente antidemocráticos del veto y la represión, el presidente quiere consolidar el ajuste a los jubilados y al presupuesto universitario, mientras congelan salarios y llegan tarifazos y despidos. Pero crecen el malestar social y la resistencia. El gobierno está atravesado por muchas crisis y se puede salir a enfrentarlo. Organizarnos ya con los jubilados y desde las asambleas barriales, los lugares de trabajo y estudio para marchar unificando todos los reclamos el miércoles 11 cuando se trata el veto al aumento a los jubilados en Diputados, exigiendo paro nacional activo -en primer lugar a los gremios convocantes- como parte de un plan de lucha con continuidad.

Fernando Scolnik

Fernando Scolnik @FernandoScolnik

Jueves 5 de septiembre 21:02

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Cruzaron un límite. Miles lo vivieron en persona. Adultos mayores, jubilados y jubiladas que con mucho esfuerzo fueron hasta el Congreso Nacional para reclamar, para decir que paren un poco porque ya era mucho. La jubilación mínima es de $295.000 y encima Javier Milei les vetó un aumento de apenas $17.000, lo que equivale a una medialuna por día, como denunció Nicolás del Caño en el Congreso. Les sacan el pan de la boca, y no es una forma de decir.

Otros millones lo vieron por televisión. Las imágenes eran indignantes. Patricia Bullrich mandó a la Policía Federal, a la Gendarmería y a la Prefectura a reprimir a los jubilados. No hay palabras: dijeron que venían a ajustar a la casta y les dan con saña a los que trabajaron toda la vida y hoy son pobres. No les alcanza para comer, para pagar los remedios, para sostener un alquiler. Pero los palos son para ellos. Y las fortunas son para los mismos de siempre.

Pero se pasaron de rosca. Creían que tenían la vaca atada, pero no. Los jubilados mostraron que tienen mucho más aguante que los burócratas de la CGT y la CTA que miran todo desde sus sillones. Se la bancaron. También ganaron la simpatía de millones. Y están convocando nuevas marchas. Esta historia recién empieza y tendrá otro día importante el miércoles 11, cuando se trate el tema jubilados en la Cámara de Diputados, donde se necesitan dos tercios para rechazar el veto de Milei y pasar al Senado. Pero no hay que confiar en “poroteos” ni en la rosca de los partidos que mayoritariamente vienen siendo cómplices del ajuste. Nuestra única “garantía” es la lucha y la movilización multitudinaria. Ese día -como llaman los jubilados y múltiples sindicatos y organizaciones sociales- tenemos que marchar todos y todas y unificar con los reclamos por salarios, contra los despidos, contra los tarifazos y también por la educación con los docentes que vienen protagonizando una gran lucha en Neuquén y quienes pelean por el financiamiento universitario que se tratará el jueves en el Senado y Milei ya anticipó que también lo quiere vetar. Algunos sindicatos de la CGT y las CTA están convocando para el 11. Tenemos que exigir que sea con paro nacional para que la jornada sea contundente. Volveremos sobre esto más abajo.

Todo lo sólido se desvanece en el aire

Hagamos una pausa, sin embargo, y recapitulemos esta historia desde antes. Pasaron nada más que 69 días desde que se aprobó la Ley Bases en el Congreso Nacional. Desde aquella madrugada, como siempre, el Gobierno vendió humo. Que la economía iba a “crecer como pedo de buzo”, que los ingresos populares iban a mejorar a medida que bajaba la inflación, que con las nuevas inversiones que iban a llegar estábamos condenados al éxito. Cuando lograron cierta estabilidad cambiaria -vendiendo reservas del Banco Central- y lograron que por un tiempo no volviera a haber marchas grandes, represión mediante, quizás hasta se la creyeron ellos mismos.

En el medio, algo es cierto y no se puede negar. El Gobierno y los grandes empresarios están aprovechando y quieren trasladar el triunfo que tuvieron con la Ley Bases para endurecerse en los lugares de trabajo, efectuar despidos o congelar salarios como en el Estado. Cuentan con el apoyo de las burocracias de la CGT y la CTA que dejaron de convocar a medidas de fuerza y se dedicaron a negociar la implementación de la reforma laboral.

Pero no es cierto que tengan un camino allanado, sino que, por el contrario, las contradicciones se van acumulando. Contra cualquier mirada superficial, los mecanismos que utilizan hoy del veto y la represión no son expresión de fortaleza del gobierno. Muestran puntos de debilidad, porque no es sostenible en el tiempo gobernar así con una gran parte de la población en contra. Eso es importante analizarlo para demostrar que se los puede enfrentar. La Libertad Avanza es minoría en ambas cámaras del Congreso Nacional y no viene mal recordar que la Ley Bases la habían conseguido con los típicos métodos de la casta, esto es, repartiendo cargos, prebendas y recursos presupuestarios para distintos sectores del peronismo, el PRO, la UCR o partidos provinciales (y la complicidad de la burocracia sindical para debilitar la lucha callejera). Aún con todo eso, en el Senado sólo habían ganado agónicamente con el voto de desempate de Victoria Villarruel.

Ese esquema, estaba claro, no se iba a sostener como algo firme en el tiempo. Y así fue. El oficialismo viene de encadenar tres derrotas legislativas consecutivas (autoridades de la Comisión Bicameral que controla organismos de inteligencia, fondos de la SIDE y jubilados, con la posibilidad de que se sume una cuarta por el financiamiento universitario) y tiene grandes problemas para conseguir la votación de los pliegos de los jueces que propone para la Corte Suprema de Justicia. Se vuelve a expresar así una gran debilidad de origen de su Gobierno que, aunque por momentos la quieran disimular, siempre está latente y se expresa más agudamente, aunque de forma distorsionada, según la evolución del humor social y de la cercanía del año electoral 2025: son una gestión de minoría parlamentaria y no tienen ningún gobernador ni intendente propio. Más aún: son una fuerza nueva, con poca estructura y atravesadísima por internas propias. La más sobresaliente es aquella que se muestra a plena luz del día entre Javier Milei y quien le sigue en la línea de sucesión, Victoria Villarruel. Pero también sus bloques legislativos son un caldo de acusaciones, intrigas y rupturas, como se vio en los escándalos originados en la visita de un grupo de diputados y diputadas a genocidas en el penal de Ezeiza que ni Milei ni Villarruel condenaron.

No son el único partido con problemas, sino que el régimen político argentino atraviesa una crisis generalizada. El PRO no solo está partido entre quienes son funcionarios (Bullrich) y quienes negocian desde afuera con el Gobierno (Macri), sino que también tiene el problema estratégico de que La Libertad Avanza no se quede con todo el espacio de la derecha. Las idas y vueltas con milanesas de por medio en la Quinta de Olivos entre el presidente y el ex presidente tienen mucho que ver con esto. Las negociaciones sobre las listas electorales para el 2025 y los fondos de coparticipación para la CABA, atraviesan todo. Por su parte, otros partidos colaboracionistas como la UCR también están divididos y ya han votado con diferencias entre ellos en el Congreso Nacional.

Capítulo aparte merece, por supuesto, el peronismo, que ya venía en una profundísima crisis por el fracaso del Frente de Todos que le abrió paso a la ultraderecha, a lo cual se sumó en las últimas semanas el escándalo por las graves denuncias por violencia de género contra Alberto Fernández por parte de Fabiola Yáñez. De fondo hay un problema profundo: al no cuestionar ni los acuerdos con el FMI, ni el peso de la deuda ilegítima, ni la orientación extractivista de la economía, ni la creciente precarización del trabajo, ni los armados con gente rancia y de derecha de sus propias filas como “mal menor”, la conducción del peronismo -en todas sus alas- no tiene nada para ofrecer. Y en eso no se diferencian tampoco ni los Grabois, ni los Kicillof. La crisis argentina es tan profunda que sin tocar los problemas estructurales no hay salida, y el peronismo, ligado por múltiples lazos a todos los factores del poder económico, no está dispuesto a hacerlo. Solo esperan que Milei fracase para volver de forma electoral dentro de mucho tiempo, a administrar las ruinas que queden. Son cómplices.

Esta crisis de todos los partidos y coaliciones del régimen tiene, por supuesto, un denominador común como trasfondo, que es la larguísima crisis argentina. La pobreza se duplicó desde que regresó el FMI al país en 2018 y hoy afecta a más de la mitad de la población. Los jubilados perdieron el 50 % de su poder adquisitivo durante los últimos 9 años. Y así podríamos seguir.

Javier Milei se propuso como un intento de demagogia derechista para dar salida al fracaso y al hartazgo con todo lo anterior. Hoy ese rechazo de gran parte de la población a todos los gobiernos recientes -junto con el apoyo del poder económico y la “gobernabilidad” que le ofrecen todos los partidos del régimen y la burocracia sindical peronista- sigue siendo su principal punto de apoyo, bajo la promesa del “sacrificio final” para después estar mejor. Pero eso empieza a erosionarse y comienzan a acrecentarse los signos de interrogación. De acuerdo a un estudio de la consultora Tendencias se está profundizando la polarización política -son más intensos los apoyos y los rechazos, con menos peso de un centro moderado-, aunque respecto de algunas medidas es mayoritario el rechazo, como por ejemplo respecto de los aumentos en las tarifas y el transporte. El veto a los jubilados -aunque el estudio fue previo- entra dentro de ese esquema. Los ataques sistemáticos de estos días de medios como los del Grupo Clarín contra la izquierda por apoyar a los jubilados, buscando torpemente una forma de deslegitimar sus marchas, son sintomáticos de los problemas que tienen, y de la polarización. A la vez, un reconocimiento “involuntario” a Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Christian Castillo, Alejandro Vilca y otros compañeros y compañeras que son los que están siempre apoyando los reclamos adentro y afuera del Congreso. El mismo estudio de Tendencias muestra el gran crecimiento de imagen positiva de dirigentes como Bregman.

Las causas pueden comprenderse. Si bien un sector grande de la población aún “banca” las medidas, tanto por arriba como por abajo son crecientes las dudas. Los sectores dominantes del gran capital financiero internacional y del gran empresariado comparten los objetivos esenciales del gobierno de Milei, pero no por eso dejan de expresar sus preocupaciones respecto de los problemas estructurales de la economía. Algunos de estos son la existencia de reservas negativas en el Banco Central en el marco de un horizonte abultado de pagos de deuda, el riesgo país elevado, o la exigencia desde sectores como el FMI o las patronales del campo de una nueva devaluación y levantamiento del cepo cambiario. La escasez de dólares compromete no sólo los pagos de deuda sino también la posibilidad de retomar el crecimiento económico, en el marco de una recesión muy profunda. Peor aún: si la crisis económica y la lucha de clases dieran un salto, la debilidad institucional del Gobierno y de todos los partidos acentúan en el plano estratégico las dudas que hay sobre el “volumen político” para conducir una situación compleja.

Por abajo, la pérdida del poder adquisitivo de salarios, jubilaciones y asistencias sociales se combina con la falta de perspectivas de mejoras que ve gran parte de la población, con los aumentos de tarifas que siguen llegando, con el temor al desempleo que crece y con la represión y el mecanismo antidemocrático de los vetos. Todo suma para acrecentar la bronca y disminuir la paciencia.

En ese marco emergen luchas importantes como las de los jubilados pero también las de docentes como los de Neuquén que llevan ocho semanas en conflicto a pesar de la traición de la burocracia sindical peronista, la de la comunidad universitaria en todo el país por presupuesto, la de sectores de la salud como el Hospital Garrahan que viene de un gran paro por salario, las de los aeronáuticos, los aceiteros o el neumático, la de los docentes y estatales contra la reforma previsional de Pullaro en Santa Fe, entre otros. Los burócratas de la CGT y la CTA son los responsables y cómplices absolutos de no apoyar activamente y centralizar todas esas luchas y las demandas contra el ajuste, pegando de forma unificada en un gran paro nacional con movilización y continuidad de un plan de lucha.

Pero hoy la bronca crece y los múltiples problemas que tiene el gobierno son una oportunidad. Para los de abajo está planteado un gran desafío. Para el miércoles 11 a las 13 horas organizaciones de jubilados, la Corriente Federal, el sector de Moyano y ambas CTA, junto a la UTEP, convocan a movilizar. El SUTNA y demás organizaciones del sindicalismo combativo, asambleas barriales, organizaciones de jubilados y piqueteras que estaban organizando una movilización para la semana próxima, se sumarán a esta convocatoria. Lo que está planteado de forma urgente es tomar esa convocatoria en nuestras manos para llenar las calles, unificando todos los reclamos por los jubilados, por los salarios, contra los despidos, contra los tarifazos y unificando con la comunidad universitaria (al día siguiente se discutirá el financiamiento de la educación superior en el Senado). Construir una gran campaña contra el mecanismo antidemocrático del veto con el cual Milei quiere actuar como un rey, y contra la represión, preparándonos desde abajo, con los jubilados, desde las asambleas barriales, desde los lugares de trabajo y de estudio para movilizar ese día con todo. Desde ahora también tenemos que exigir y trabajar para imponerles a los convocantes que llamen a paro ese día al menos en sus propios gremios para que la medida sea contundente. Es mentira lo que dijo Pablo Moyano de que “la pasividad está en la gente”. Cada vez que se llamó a paro nacional o a movilización la respuesta fue masiva. El problema son los burócratas cómplices.

Y si el jueves 12 el Senado vota el financiamiento universitario y Milei lo veta -como ya anunció que hará-, la movilización del 11 tiene que continuarse en la perspectiva de organizarnos desde abajo, coordinar y salir a las calles unificando todas las demandas, para preparar las condiciones para imponerle a los burócratas un paro nacional activo y plan de lucha para ponerle un freno a los planes de Milei y las patronales. Levantando las banderas por las jubilaciones y salarios que tienen que partir de la canasta familiar (y la del jubilado) ajustados por inflación. Presupuesto para salud y educación pública. Impuestos progresivos a las grandes fortunas y cortar la estafa de la deuda externa. Fuera el FMI. Contra los despidos, que se repartan las horas de trabajo reduciendo la jornada laboral a 6 horas (sólo aplicado a las grandes empresas se crearían 1 millón de puestos de trabajo en blanco, con igual salario). El pueblo trabajador tiene una salida. Que la crisis la paguen los grandes empresarios que se vienen enriqueciendo a costa del hambre de millones.


Fernando Scolnik

Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.

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