Una vez más el rumbo de la economía del país está atado a la resolución del acuerdo con el FMI. “Devaluar y ajustar implica crecer menos, y que no se revierta el deterioro de los ingresos y el aumento de la pobreza de este último tiempo”, sostiene el economista y periodista.
Miércoles 24 de noviembre de 2021 22:19
En los primeros días de diciembre llegará al Congreso el plan plurianual anunciado por Alberto Fernández, en un discurso grabado el pasado 14 de noviembre, mientras se conocían los resultados de las elecciones legislativas.
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En medio de una creciente tensión cambiaria, la aceleración de la inflación que sigue castigando los salarios, las jubilaciones y las prestaciones sociales; el rumbo de la economía está atado a las negociaciones con el FMI. El Gobierno busca un acuerdo para pagar una deuda fraudulenta que financió la fuga y la campaña macrista.
¿Cuáles son las recetas del Fondo? ¿Qué consecuencias traerá sobre las mayorías populares? ¿Qué salidas hay en debate? Sobre estos temas conversamos con el economista, conductor de Brotes Verdes (C5N) y Pasaron Cosas (Radio con Vos), Alejandro Bercovich.
Guzmán enviará en diciembre un plan plurianual al Congreso buscando la aprobación de la oposición de derecha ¿Cuáles son las medidas que se discuten alrededor del acuerdo?
Lo que se discute en torno al acuerdo es básicamente el sendero de ajuste fiscal para llegar al superávit que el Fondo pretende para empezar a recobrar su deuda. El plazo del acuerdo ya se discutió, y la posición que llevó Argentina no fue escuchada. La idea de hacer un acuerdo por más tiempo que permitiera un programa de mayor longitud que el del Fondo que es el EFF (Extended Fund Facility) de 10 años, ya fue desechada. Y también fue descartado -extraoficialmente- rebajar los sobrecargos por haberse endeudado muy por encima de la cuota permitida.
Lo que discuten ahora son las variables y objetivos del acuerdo de refinanciación, y ahí lo más problemático es el sendero de ajuste fiscal. Y también la tasa de cambio que permitiría que el superávit fiscal y la acumulación de reservas hagan viable un superávit de balanza de pagos que le permita a Argentina acumular esas divisas para pagarle al Fondo.
Obviamente, devaluar y ajustar implica crecer menos, y que no se revierta el deterioro de los ingresos y el aumento de la pobreza de este último tiempo. Me parece que por eso el Gobierno hasta ahora estuvo reacio a aceptarlo, pero en este momento parece inclinarse por un acuerdo que fije estas metas y que eventualmente no se cumplan. En vez de un "no acuerdo" que implique un default y una incertidumbre mayor sobre la economía. No parece haber sobre la mesa terceras, cuartas y quintas alternativas -que para mí sí existen- y si se exploraron lo hicieron de manera muy secreta y para nada pública en una negociación que debería ser lo más transparente posible. Porque está en juego la recuperación o no después de una crisis muy severa, que no sólo tiene que ver con la pandemia –que ya está recuperándose parcialmente- sino con el desastroso plan económico de Macri y el estallido de ese plan con sus consecuencias.
El ministro de Economía afirma que se puede alcanzar un acuerdo sustentable. Considerando los vencimientos que se vienen en los próximos años con los fondos privados, más los que resulten con el FMI luego del período de gracia ¿creés que es compatible sostener esos pagos, bajar el déficit fiscal con una economía en crecimiento y sin ajuste?
No, por todo lo que dije antes. Agrego que es absolutamente inviable con el límite de 10 años del acuerdo, que la Argentina genere en el plazo de cinco años y medio –que sería el excedente de los cuatro años y medio de gracia- los dólares para afrontar esa deuda de 45 mil millones de dólares más los intereses que se acumulen en los años de gracia. A lo que se suman todos los vencimientos que hay de la deuda privada que refinanció Guzmán y que empiezan a pagarse precisamente por esos años.
En 2019 dirigiste el documental “Fondo” que repasa sus viejas recetas: como ajuste fiscal, ordenamiento del tipo de cambio. Pero ¿qué otras condicionalidades puede incluir un acuerdo con el FMI?
Lo peligroso de entrar en una dinámica de cogobierno con el Fondo es lo que le pasó a Argentina todas las veces que lo hizo, y lo que le pasó a Grecia muy nítidamente y a otros países europeos que acudieron al FMI y a la Troika (grupo de acreedores conformado por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI) para financiarse, después de la crisis internacional de 2008.
El Fondo empieza a intervenir cada vez más en cada decisión de política económica y no solamente a las que atañen a las variables macro que busca estabilizar o monitorear según su estatuto. Estas son las relativas al balance de pagos, a lo macroeconómico pero específicamente al sector externo.
Cuando el FMI empieza a tutelar una economía, empieza a opinar sobre cada decisión que toma el gobierno y a condicionar muy fuertemente a los gobiernos que acudieron a él, o que se vieron atrapados en su programa. Porque justamente siempre son gobiernos de países en crisis y las opiniones del Fondo exacerban esa situación, en el sentido que una vez cada tres meses analizan absolutamente todo lo que se hace en el país y extienden su diagnóstico y su opinión respecto de todo.
En Argentina esto se vio muy claramente en la crisis de 2001-2002 cuando el FMI opinaba sobre la ley de quiebras, la ley de bienes culturales; todas las leyes que estuvieran, aunque sea tangencialmente, vinculadas a empresas o con el Estado o con la relación entre el capital y trabajo, eran objetadas y enmendadas por el Fondo.
Lo mismo pasó en Europa, hubo un país en el Este europeo que tuvo que reformular lo que en su país se consideraba “leche fresca” porque el FMI presionaba para que se considerara así también a la ordeñada hasta 3 días antes. Decían que de esa manera iban a generar más competitividad en la economía, iban a bajar la inflación porque les iban a poder proveer leche desde Francia. Esto era claramente un interés de Francia como uno de los países potencia con peso en el Directorio del Fondo, y por ese motivo se convirtió en una exigencia sobre este otro país. Lo que sucedió es que terminó pagando la leche a una multinacional francesa en vez de a sus empresas locales que no podían competir con la espalda que tenía Danone, por ejemplo.
Esto revela hasta qué punto el Fondo Monetario es un brazo financiero y tecnocrático de las grandes potencias del G7 que dominan su Directorio. Y como se extralimita en sus condicionalidades para refinanciar cuando muy claramente su rol estaba mucho más circunscripto a lo macroeconómico que a esta clase de intervención.
En Grecia llegó al paroxismo de que cada ministerio, no sólo el de Economía y Finanzas, sino que cada ministerio tenía delegados del FMI instalados en Atenas para que se racionalizara hasta el último euro del gasto de cada una de esas reparticiones. Se había instalado un cogobierno literal, con delegados que además tenían su inmunidad diplomática, que no eran votados por nadie y que llevaban a la economía hacia el rumbo que terminó generando: la peor crisis económica que haya tenido ningún país, salvo los asolados por una guerra.
Mientras el Gobierno negocia con el FMI sigue pagando vencimientos al organismo, que para fin de año van a llegar a unos U$S 6.500 millones desde su asunción ¿Cómo ves esta estrategia, en el contexto de agotamiento de reservas del Central, que los obliga a cerrar el acuerdo antes de marzo, y de las presiones devaluatorias?
Claramente los pagos con reservas se hicieron con la expectativa de que el FMI refinanciara la deuda que dejó como herencia Macri, a un costo menor del que ahora se insinúa que va a tener el acuerdo. Obviamente esos pagos con reservas generaron la inestabilidad cambiaria que sufrimos ahora e indirectamente la inflación que horadó el ingreso de los trabajadores y trabajadoras. Pero es muy difícil calcular o comparar qué hubiera pasado si no se hubieran hecho esos pagos, porque la verdad es que la fragilidad financiera en que dejó Macri al Estado es mayúscula.
Y en todo caso lo que sí puede cuestionarse es no haber encarado integralmente toda la deuda de entrada, cuando el 11 de diciembre de 2019, y luego de ganar en primera vuelta- tenía a todo el pueblo de su lado. O después con la pandemia cuando la oposición de derecha le decía al presidente que era el comandante. Habría tenido una espalda política más robusta para decir que no podía pagar, y para convertir eso en una responsabilidad del gobierno anterior, que lo fue. Ahora esa responsabilidad parece mucho más diluida, y es más complicado hacer esto, por eso esa decisión de pagar con reservas cuando se negociaba la deuda privada, se está empezando a probar como algo que quizás no fue lo más adecuado.
De vuelta, con la cautela de toda ucronía, no sabemos qué habría pasado con los ingresos y con la presión devaluatoria en caso que eso se hubiera dicho desde el Gobierno en diciembre de 2019. Lo seguro en términos políticos es que la posición negociadora del Gobierno hoy es de muchísima más debilidad y eso tranquilamente lo podrían haber previsto.
Al mismo tiempo, con 40 % de pobreza, salarios reales en caída por cuarto año consecutivo y una juventud con altos niveles de precariedad laboral ¿Qué consecuencias tiene priorizar el pago de la deuda sobre la crisis social?
Obviamente pagar la deuda implica disponer de menos recursos para atender la crisis social que es alarmante, muy contundente; y que no solamente afecta a los que están por debajo de la línea de pobreza sino también a los que están muy al borde. El deterioro de los ingresos fue brutal en los dos últimos años de Macri y durante la pandemia. Y la crisis social es galopante, solamente es comparable con la de 2002.
Pero no quiero soslayar que el margen de decisión que tiene este gobierno es muy estrecho y es muy importante que quede claro en términos históricos, que este endeudamiento fabuloso fue denunciado por muy pocos mientras ocurría. Entre ellos obviamente la izquierda, algunos sectores del kirchnerismo, algunos gremios o algunos movimientos sociales que ahora integran el Frente de Todos. Me parece que la decisión de qué hacer ahora, tiene que tomarse de una manera más democrática, sin ocultarle la negociación a nadie y sin ocultarle los costos de la decisión tampoco a nadie. No voy a adjudicarle toda la responsabilidad a Guzmán, no quiero caer en consignismos fáciles de pancarta, no es una decisión fácil la del Gobierno en este momento. Pero claramente hay una subestimación de lo que pasa por debajo, de lo que pasa entre “los últimos” a los que decía que iba a priorizar Alberto Fernández. Y su sufrimiento emerge cada tanto, pero no está siendo debidamente registrado por el Gobierno que festejó en las elecciones un repunte respecto de las PASO, pero que no parece tomar nota de que está en el piso histórico de adhesiones del peronismo unido desde su creación. Y que además flota una bronca y un desdén por la dirigencia y por las elecciones mismas que también remite a la crisis de 2001-2002.
El FIT convoca a una gran movilización este 11 de diciembre para enfrentar el acuerdo con el FMI que solo traerá más ajuste y pobreza, y llama a todas las organizaciones que estén de acuerdo con este contenido a preparar esa acción. ¿Hay que pagar la deuda o hay que organizarse para echar al Fondo?
Creo que la organización para enfrentar al Fondo Monetario y para denunciar su carácter imperialista, para denunciar hasta qué punto es un ariete de los intereses de países extranjeros, que además nos afectan directamente en nuestra vida cotidiana, tiene que ser lo más amplia posible, tiene que partir de cada gremio, de cada centro de estudiantes, de cada escuela, de cada sindicato y club de barrio. Tiene que ser carne de la sociedad argentina porque si va haber consecuencias por enfrentar al FMI, tenemos que estar todos dispuestos a afrontarlas.
Y si hay una manera en que Argentina pueda ser un país desarrollado, y salir de la trampa de la inflación, la deuda y las devaluaciones persistentes en la que estamos no es de la mano de las recetas del FMI, sino de la mano de un plan autónomo independiente de esos poderes, y necesariamente confrontativo con una elite que se enriqueció mientras el 99,9 % de la población en el país se empobrecía.
Es un camino de unidad donde las Pymes tienen que entender, como lo hicieron en 2001, que sin mercado interno se funden. La clase media tiene que entender, cómo en 2001, que su destino está atado al de los trabajadores y el pueblo. Y donde también -con todo respeto- creo que la izquierda tiene que confluir con otros sectores para participar como una fuerza robusta pero minoritaria, que lo es, de esa resistencia que tiene que tener todo el pueblo argentino.
Así como no me parece que haya sido una demostración de fuerzas ante el Fondo Monetario la convocatoria que hizo el peronismo el 17 de noviembre, para el día de la militancia. Tampoco creo que sirvan convocatorias que excluyan al peronismo. Lo que me gustaría es que pudiéramos confluir todos, sé que es difícil, pero está pasando en otros países. Y nuestra tradición de división del campo popular, o de los de abajo o de la resistencia, no tiene por qué ser para siempre.
Me resisto a pensar que no podemos confluir los que confluimos siempre en las luchas, en los sindicatos, en las fracciones de base; en una acción coordinada para que nuestro país tenga una posición firme ante el imperialismo, ante el Fondo Monetario. Pero para que también sea más justo el reparto del ingreso y de la riqueza de acá, de la mano de medidas muy radicales de redistribución del ingreso. Que tienen que escalar en radicalidad a medida que también escala la potencia regresiva de las nuevas tecnologías, y del andamiaje internacional como son las empresas offshore o las guaridas fiscales.
El gran problema de estos dos años radica en que este gobierno prometió mucho y cumplió poco. Me parece que está muy claro que lo que se presenta como alternativa es muy regresivo y violento, que va a generar inestabilidad y crisis social por muchos años. Eso lo tienen que entender también los dueños de la Argentina, porque si están dispuestos a ceder un poco es más probable que se encamine su propio negocio, que si se cuelgan de posiciones maximalistas por lo regresivo. Como son los millonarios macristas que se fueron a vivir a Uruguay porque no les gustó que asumiera Alberto. Ese es el camino de la disolución nacional y es a donde creo que vamos si vuelve Macri, pero ese es el camino también que tenemos que evitar, incluso aunque no estemos de acuerdo sobre qué sistema social tiene que regir o qué sistema económico tiene que organizar la producción. Hay un gran desafío para la izquierda y para el peronismo que no cree que el camino sea someterse a los intereses de Estados Unidos -hay una parte importante del peronismo que sí cree eso- y el desafío necesita que los dirigentes estén a la altura de las circunstancias.
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Guadalupe Bravo
Nacida en Trenque Lauquen, Provincia de Buenos Aires en 1985. Es economista, recibida en la UBA. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2004. Coedita la sección de Economía de La Izquierda Diario.