El Partido “Die Linke” está más a la derecha que nunca. ¿Qué consecuencias sacan las corrientes internas de izquierda dentro de Die Linke? Un debate con la corriente internacional del movimiento trotskista conocida como Grantismo (por su fundador, Ted Grant).
Domingo 26 de septiembre de 2021 10:24
Poco antes de las elecciones al Bundestag (parlamento federal), es más tangible que nunca una coalición de gobierno formada por el Partido Socialdemócrata (SPD), Grünen (partido verde) y Die Linke (Literalmente, “La Izquierda”, partido formado gracias a una fusión de ex-estalinistas de Alemania Oriental y una ruptura de la socialdemocracia). En este contexto, se plantea la pregunta sobre qué relación deben tener los revolucionarios con Die Linke. ¿Pueden y deben los revolucionarios formar parte de este partido o apoyarlo en las elecciones? Hasta ahora, algunas corrientes que se proclaman revolucionarias, como la Organización Socialista Solidaridad (Sol), Alternativa Socialista (SAV) o Der Funke, responden a estas preguntas con un sí, aunque Die Linke pretenda en estas elecciones llegar al gobierno de un país imperialista. Queremos abordar cuál es la encrucijada a la que se enfrentan las fuerzas revolucionarias en relación con el partido Die Linke, y por qué Sol, SAV y Der Funke rehúyen sacar las conclusiones necesarias ante esta situación.
Die Linke ante las elecciones
El fin de la era Merkel ha llegado por fin y el panorama político es el más incierto en mucho tiempo, poco antes de las elecciones al parlamento alemán (Más sobre esto en el artículo “Alemania: el final de la era Merkel”). Pero en una campaña electoral notablemente carente de contenido, se perdió casi por completo de vista la situación de crisis en la que se desarrollan las elecciones. La cuarta ola de la pandemia ya ha comenzado, mientras que la tasa de vacunación aumenta a paso de tortuga, el gobierno recurre a medidas represivas en lugar de crear ofertas de vacunación de fácil acceso. La catástrofe de las inundaciones en el noroeste de Renania-Palatinado se produjo hace sólo unas semanas y le ha costado a Armin Laschet (el gobernador de esa región y actual candidato a suceder a Merkel por su mismo partido, la democracia cristiana) una considerable popularidad. Sin embargo, los promotores de la campaña electoral ignoran la inequívoca señal de que la catástrofe climática producida por el capitalismo ya está aquí. Mientras la barbarie imperialista en Afganistán se hacía visible ante los ojos del mundo, el candidato a canciller de la CDU, Armin Laschet, advertía la posibilidad de un "nuevo 2015" (es decir, la gran crisis de los refugiados de ese año luego de la intervención alemana en Medio Oriente) y agitaba la demagogia racista.
Mientras tanto, Die Linke se prepara para una perspectiva de gobierno en una alianza formada por el SPD, los Verdes y Die Linke, mucho más desde que el inesperado ascenso del SPD matemáticamente da la oportunidad de una coalición así luego de mucho tiempo. El programa inmediato presentado recientemente por la dirección de Die Linke no es más que otra prueba clara de hasta qué punto la dirección del partido está dispuesta a subordinarse al SPD y a los Verdes para conseguir puestos de gobierno como un pequeño socio fiable bajo el signo de un "cambio de política". Lo mismo ocurre con las declaraciones de su principal candidato, Dietmar Bartsch, el cual afirmó que el gobierno federal debe impedir las huelgas de los maquinistas ferroviarios y opinó que la formación de un gobierno no fracasaría por la actitud hacia la OTAN. Esto es más hipócrita, ya que Die Linke se codea con los partidos que iniciaron la guerra de Afganistán hace 20 años y que desde entonces la han prolongado y avalado en el Parlamento.
Sin embargo, aunque los dirigentes del partido han dado un paso hacia la subordinación al SPD y del Partido Verde con el "programa inmediato", la perspectiva gubernamental cuenta ahora también con el apoyo de todas las fuerzas relevantes del partido a nivel federal. Cualquier debate sobre las condiciones y los principios centrales, los “límites rojos” (como los llaman en la jerga partidaria) que el partido no debe sacrificar, en el mejor de los casos, para salvar la cara ante las propias bases del partido. El lema: "Queremos gobernar para cambiar (las cosas)". La nueva dirección del partido con la derechista Hennig-Wellsow y Janine Wissler, quien en el pasado formaba parte de la izquierda del partido, ha desplazado hacia la derecha incluso los “límites rojos”, como por ejemplo dejar de oponerse a las misiones de las Fuerzas Armadas alemanas en el extranjero. Pero, estando en el gobierno a nivel estatal, hace tiempo que ha traspasado esas "líneas de contención" de todos modos.
Es cierto que el programa del partido para estas elecciones no es fundamentalmente diferente de los años anteriores. Pero la gran avanzada del partido en el abandono de supuestos principios se ha mostrado con especial claridad en la votación parlamentaria sobre la misión de evacuación en Afganistán de las Fuerzas Armadas. La dirección del partido había anunciado su abstención en dicha votación, pero algunos diputados del ala derecha del mismo votaron a favor de un despliegue de las fuerzas armadas en el extranjero, lo que supone un desprecio al supuesto programa de Die Linke como "partido de la paz". Pero no se trata tanto de un cambio en el programa de estas alas del partido. Sobre todo, el sector más de izquierda del partido ha sido silenciado casi por completo y las políticas de derecha de la dirección del partido, por tanto, no han sido casi cuestionadas. Situaciones como los dramáticos hechos en el aeropuerto de Kabul son aceptadas para fortalecer el giro de larga trayectoria hacia la derecha.
Un comentario de Sebastian Weiermann en el diario Neues Deutschland, que sigue siendo el periódico ligado a Die Linke a pesar de los planes de reestructuración hacia la derecha, lo resume bastante bien: considera el despliegue del ejército un "internacionalismo en acción": los votos a favor del despliegue de las fuerzas armadas alemanas habrían demostrado "que la gente reconoce la necesidad de la política exterior". Y además: "Eso también habría sido correcto en vista de las aspiraciones de muchos en la izquierda de una alianza rojo-rojo-verde (haciendo referencia al partido verde y al SPD)." Porque al final se trata de eso: demostrar que el imperialismo alemán puede contar con Die Linke.
Por lo tanto, el fortalecimiento dentro del partido de la corriente del llamado “movimiento de izquierda’’ (Bewegungslinke, la corriente que tradicionalmente era crítica de la participación en el gobierno que se considera a sí misma como la contracara de la derecha partidaria), especialmente después del último congreso del partido en febrero de este año, no es en absoluto un giro a la izquierda. Por el contrario, fue el último paso necesario en el disciplinamiento y la integración de las fuerzas de la "izquierda" de Die Linke en la perspectiva gubernamental. Los que ahora, al menos nominalmente, siguen estando en contra de la participación del gobierno, especialmente la corriente de Izquierda Anticapitalista (AKL), han sido completamente marginados.
¿Qué imagen muestran las fuerzas de izquierda del partido?
No queremos hablar aquí de todas las corrientes de izquierda del partido; después de todo, a pesar de todas las similitudes entre ellas, hay ciertamente algunas diferencias. En cambio, queremos concentrarnos en una tradición política que ejerce algún tipo de influencia en el ala izquierda del partido y que muchos consideran la parte más izquierdista del mismo: la tradición del trotskista sudafricano-británico Ted Grant, que hoy en día en Alemania incluye a la Organización Socialista Solidaridad (Sol), Alternativa Socialista (SAV), Der Funke, así como otras escisiones más pequeñas de estos grupos.
Las raíces de esta tradición común se encuentran en Inglaterra, donde formaron parte hasta 1965 de la Cuarta Internacional. Allí eran conocidos como la tendencia "Militant" dentro del Partido Laborista, por el nombre de su periódico, hasta que fueron expulsados en la década de 1980. La ruptura con el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional se produjo cuando éste comenzó a abandonar el trabajo dentro de los partidos socialdemócratas. Grant y la tradición del Militant no aceptaron esta medida y continuaron en el Partido Laborista.
Básicamente, todas las fuerzas más izquierdistas de Die Linke están hoy probablemente de acuerdo en que la difícil situación del partido se debe a que apenas se le percibe como oposición, sino como apoyo al Estado, como parte del "establishment político". Sin embargo, contraponen este reproche ciertamente correcto a la dirección del partido con una idea completamente ilusoria del programa del partido.
El SAV, por ejemplo, quiere hacernos creer que se adoptó "un programa con pretensiones socialistas" para las elecciones, que incluso es "incompatible con el capitalismo". Mientras el partido en su conjunto se mueve hacia la derecha, ellos blanquean el programa de Die Linke. Están alimentando la ilusión de que sólo la dirección del partido es progubernamental. A medida que el partido se desplaza cada vez más hacia la derecha, repiten la noción errónea de "dos partidos en uno", la división entre la dirección y la base. Dicen que la dirección del partido, está "constantemente (sin haberse decidido democráticamente en el partido) complaciendo al SPD y a los Verdes, dejando en segundo plano el programa votado". Sin embargo, esta oposición entre la supuesta voluntad de la mayoría del partido y la dirección no existe. Al fin y al cabo, una mayoría muy clara de los delegados rechazó una moción contra una eventual participación gubernamental, bendiciendo así el rumbo hacia el SPD y los Verdes. El hecho de que no se puedan poner en práctica los puntos del programa en una coalición de este tipo no es un obstáculo en la realidad, como no lo ha sido durante años al nivel de las regiones (los Länder), donde Die Linke ha participado en gobiernos locales. No sólo el SAV no sacó ninguna conclusión real del fracaso de la moción, que fue apoyada por una cuarta parte de los delegados. Su continuidad en el partido parece casi indiscutible.
Sol también formuló antes de las elecciones las mismas perspectivas que tiene desde hace tiempo: "La organización socialista Solidaridad hace campaña por la reincorporación de Die Linke al Bundestag (parlamento) porque necesitamos una oposición de izquierda". Y además: "Estamos comprometidos con una orientación clasista y socialista en Die Linke. Sólo podremos alcanzar este objetivo si nos involucramos en el partido y reforzamos y organizamos el ala izquierda". Pero el “Partido de la Izquierda” siguió consolidando su rumbo derechista desde las últimas elecciones, asumió la responsabilidad de gobierno en varias regiones -¡no en cualquier lugar, sino en un país imperialista central! - y no ha hecho ningún balance crítico al respecto. El hecho de que la izquierda ya casi no es perceptible, y mucho menos un verdadero polo de atracción para los sectores en lucha, parece ser ignorado por Sol, al menos hacia afuera, y pretende que todo siga como siempre. En una situación así, ignorar la derechización del partido, y por lo tanto cubrir el curso del mismo, sólo puede significar una cosa al final del día: hacer un giro uno mismo hacia la derecha.
Que este posicionamiento no tiene por qué ser inevitable lo demuestra un pequeño pero posiblemente innovador contraejemplo: la agrupación local de AKL en la ciudad de Bünde (en la región de Renania del Norte - Westfalia), se niega a hacer campaña por el partido porque no quiere apoyar ni el rumbo chovinista del ala de Wagenknecht (ex diputada de Die Linke) ni la perspectiva de gobierno decidida en la conferencia del partido.
¿Por qué la tradición de Grant acompaña (o se convence a sí misma) de cada paso que da el partido hacia la derecha?
¿Cómo puede ser que organizaciones con las que compartimos muchos fundamentos teóricos lleguen a conclusiones tan diferentes?
La tradición del Comité por una Internacional de los Trabajadores (CWI) -la fracción liderada por Peter Taafe de la corriente internacional de Ted Grant, de la que proceden el SAV y Sol- alinea su política con un premisa histórica fundamental: Ya no se trata sólo de una crisis de dirección de la clase obrera, como dice el Programa de Transición de León Trotsky de los años 30, sino de una crisis de organización y de conciencia de clase en su conjunto. Estamos de acuerdo en esto. Sin embargo, tenemos una diferencia fundamental en la idea de cómo superar estas crisis.
Su hipótesis histórica es "que la lucha de clases se precipitaría dentro de la socialdemocracia y conduciría a la formación de alas reformistas de izquierda de masas" [1]. Asumen "que las masas de la clase obrera tienen que hacer su experiencia con el reformismo, el reformismo de izquierda y eventualmente también el centrismo en los partidos obreros tradicionales para llegar a conclusiones revolucionarias" [2]. Consideran que la " creación de reformismos y reformismos de izquierda de masas" es "un paso inevitable en la reconstrucción del movimiento obrero" [3].
Consideramos que esta premisa esquemática es fundamentalmente errónea. No solo ignora el papel que juegan los partidos reformistas fusionados con las burocracias estatales imperialistas de hoy y toda la experiencia histórica de la época imperialista de crisis, guerras y revoluciones. También ignora las lecciones de los nuevos fenómenos de reformismo que han surgido en los últimos años desde la crisis económica mundial de 2007/8, como Syriza en Grecia, Podemos en España o La France Insoumise (LFI) en Francia. Estas organizaciones, especialmente Syriza y Podemos, han desviado hacia los parlamentos las protestas masivas contra los efectos de la crisis del euro que en su momento habían puesto a millones de personas en las calles al grito de "no nos representan". Lo que hicieron fue cooptar la cúpula del movimiento para quebrarlo. El camino de Syriza en el gobierno griego terminó con la aplicación de un paquete de recortes aún más duro que aquel contra el que se habían dirigido las protestas en un principio. Podemos había asumido la causa de la derogación de la monarquía española y ahora forma parte del gobierno de la España imperialista -con monarca-. En definitiva, Syriza, Podemos y compañía no han sido expresiones de la lucha de clases (como "paso inevitable en la reconstrucción del movimiento obrero"), sino por el contrario expresiones de desvío de la lucha de clases. Y desde otra perspectiva, el ejemplo de La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon también muestra que las masas no acuden necesariamente a las organizaciones reformistas en el momento del auge de la lucha de clases: el gran movimiento de los chalecos amarillos, que determinó la lucha de clases en Francia durante más de un año a partir de 2018, no se vio representado en LFI en absoluto -por el contrario, el partido de Mélenchon, por ejemplo, logró sólo el 6 por ciento en las elecciones europeas de 2019. La lucha de clases en Francia no ha dejado huella en LFI. Y hoy, en Francia, ha surgido una nueva generación de jóvenes trabajadores clasistas, a menudo migrantes, que han liderado las huelgas de los últimos años -como la huelga ferroviaria contra la reforma de las pensiones 2019/2020- y a los que no se dirige Jean-Luc Mélenchon, pero que son receptivos a las ideas revolucionarias. Por esta razón, nuestros compañeros franceses de Révolution Permanente luchan para que el obrero ferroviario revolucionario Anasse Kazib se presente a las elecciones presidenciales del próximo año, para dar voz a esta nueva generación, en lugar de seguir persiguiendo el reformismo populista de la LFI.
El desarrollo de los ejemplos de Syriza, Podemos y compañía mencionados anteriormente no son casuales. Porque hay un obstáculo material a este desarrollo supuestamente lineal de la conciencia de la clase obrera en etapas predeterminadas, que los camaradas de SAV, Sol y Der Funke pasan por alto con demasiada frecuencia: la burocracia de los partidos reformistas y los sindicatos. El papel mediador de las burocracias hace que ellas mismas promuevan paso a paso el vínculo con el Estado; incluso la resistencia sólo se piensa en términos de negociación con el Estado o mediante un gobierno reformista propio. Por lo tanto, es necesario superar las burocracias y echarlas de las organizaciones obreras, es decir, de los sindicatos. Para ello, necesitamos construir una fuerza material que pueda luchar por la dirección de los sindicatos, una corriente sindical clasista antiburocrática. Esto no debe limitarse a conseguir puestos individuales en los órganos sindicales de dirección, como los comités ejecutivos departamentales, sin haber librado una lucha de base contra la burocracia, como si se pudiera cambiar el aparato "desde dentro". Sino que se debe construir una democracia obrera en los sindicatos lo más amplia posible en cada momento para enfrentarse a la dirección políticamente y en la lucha. Esto incluye ver los estrechos vínculos entre las direcciones sindicales y políticas. Por ejemplo, mientras Sol trabaja con nosotros y otras organizaciones dentro de la Red de Sindicatos Militantes (VKG), donde criticamos conjuntamente a las direcciones sindicales burocráticas, sigue llamando dentro del movimiento de los trabajadores de los hospitales de Berlín a construir el partido Die Linke -aunque esté de la vereda de en frente de la huelga de hospitales como parte del gobierno de la ciudad junto al SPD y los Verdes.
El SAV y Sol, que se separaron en 2019, como conclusión del declive de las grandes organizaciones socialdemócratas desde principios de los 90 no solo plantean la necesidad de trabajar dentro de las organizaciones reformistas, sino que ahora también han encomendado a los propios revolucionarios la tarea de construir amplios partidos obreros. Sin embargo, al hacerlo, dejan deliberadamente abierto cuál sería el contenido político de estas formaciones, si deberían ser reformistas o revolucionarias. En Die Linke defienden un programa de transición "socialista" pero no revolucionario. Llaman a esto una "doble tarea: reconstruir el movimiento obrero en sentido amplio y, al mismo tiempo, construir un partido revolucionario" [4]. Incluso crean una nueva definición para esto: "Un partido amplio con un programa de acción para las reformas, en el que al mismo tiempo tenga lugar una discusión democrática sobre el significado de estas reformas, no sería un partido reformista" [5] . Hay en esto la ilusión (similar a la de la revista Jacobin, por ejemplo) de que podría haber algo así como un renacimiento de una socialdemocracia no contaminada por las muchas traiciones del siglo pasado.
El papel del esperado nuevo partido obrero dentro de Alemania para ellos es, en cierto modo, el partido Die Linke. Durante mucho tiempo,el SAV asumió que Die Linke era dos partidos en uno, con un ala a favor y otra en contra de la participación del gobierno. Ahora han abandonado en gran medida esta perspectiva verbalmente, ya que se ha hecho cada vez más evidente que todas las fuerzas relevantes del partido también quieren gobernar a nivel nacional y sólo difieren en los medios para lograr la participación en el gobierno. Pero de facto siguen alimentando esta ilusión transmitiendo el cuento de hadas de que el partido puede convertirse en un partido de oposición socialista.
Sin embargo, en su concepción, la organización revolucionaria no sirve, como podría pensarse, para desprender de un partido como Die Linke un ala para un programa y una estrategia revolucionarios. Más bien, en el partido obrero socialista no reformista que avizoran, quieren "luchar para que estos partidos eviten en lo posible errores oportunistas" [6].
Subrayan repetidamente que trabajar en formaciones amplias no debe significar abandonar sus propias posiciones marxistas. Sin embargo, de hecho, las organizaciones de la tradición de Grant han dejado atrás los fundamentos marxistas en muchos lugares para no entrar en conflicto abierto con las direcciones reformistas: Es el caso, por ejemplo, de su apoyo a los gobiernos burgueses de Venezuela o México, de su apoyo desde hace tiempo a Bernie Sanders en EEUU, o de que en lugar de fronteras abiertas hayan pedido controles fronterizos y deportaciones bajo control sindical. Esta adaptación también se muestra de forma impresionante en la actitud hacia la policía: todas las organizaciones mencionadas hasta ahora en la tradición de Ted Grant comparten la posición de que al menos parte de la policía pertenecería a la clase obrera y, por tanto, apoyan el derecho de los policías a organizarse, por ejemplo, en la DGB (la federación de sindicatos alemanes). En Inglaterra, el CWI llegó a organizar al secretario general del sindicato de penitenciarios. Por supuesto, los teóricos de esta corriente también conocen las definiciones marxistas clásicas de la policía e incluso citan la formulación de Engels del Estado como una "banda de hombres armados". Cuando amplios sectores de la población en Estados Unidos perdieron su confianza en la policía en el curso de las protestas de Black Lives Matter, la organización Socialist Alternative (corriente grantista de EEUU) también cambió gradualmente su posición allí, pero no en Alemania.
Sin embargo, su política de "doble tarea" no significa en absoluto que estén luchando simultáneamente contra la crisis de dirección (construyendo organizaciones revolucionarias) y la crisis de conciencia (según su visión, construyendo organizaciones reformistas). De hecho, ellos mismos crean a cada paso ilusiones en la posibilidad de reformar partidos reformistas como Die Linke y, por tanto, fomentan expectativas en las direcciones existentes, sin poder señalar ninguna forma de ruptura con la conciencia reformista. De hecho, están esperando un gran estallido de la lucha de clases que permita a las masas llegar a conclusiones revolucionarias sin más intervención de los revolucionarios, pero hoy no crean las condiciones organizativas para poder intervenir decisivamente en ese momento.
El trabajo en partidos reformistas es obligatorio para todas las organizaciones de esta tradición, el desacuerdo es entre las diferentes vertientes de la tradición de Grant en la evaluación de, por ejemplo, la socialdemocracia o el Partido Laborista (si se trata de un partido obrero burgués en el que se puede militar, o si es un partido totalmente burgués del que hay que desvincularse).
La rígida idea de que toda radicalización de masas pasará por dentro de la formación reformista más a la izquierda en cada caso conduce a aferrarse al reformismo, fuera del cual la tradición de Grant básicamente ni puede imaginarse existir.
Por la unidad de la izquierda revolucionaria en lugar de la unidad con el reformismo
La crisis de la subjetividad de la clase obrera no puede superarse esperando pasivamente un despertar revolucionario que arrastre automáticamente a las masas en dirección a un partido revolucionario. Rosa Luxemburg ya tuvo que hacer esta experiencia. Por el contrario, hoy debemos dar pasos en la dirección de construir una organización revolucionaria independiente del reformismo, que pueda vincularse a los fenómenos más avanzados de la lucha de clases.
Que esto no es una utopía ni siquiera en situaciones no revolucionarias lo demuestra no sólo a pequeña escala el ejemplo ya mencionado de nuestro compañero Anasse Kazib, que quiere llegar a cientos de miles con una candidatura revolucionaria independiente para las elecciones presidenciales, sino también a gran escala el ejemplo del Frente de Izquierda y de los Trabajadores- Unidad (FIT-U) en Argentina. El FIT-U es un frente electoral de cuatro partidos trotskistas que, a pesar de muchas diferencias, han forjado una alianza común basada en un programa claro de independencia política de la clase obrera y la lucha por un gobierno obrero socialista en ruptura con el capital. Hace poco se celebraron en Argentina las elecciones primarias previas a las generales de noviembre. En estas primarias, el FIT-U obtuvo más de un millón de votos. Se convirtió así en la tercera fuerza política, sin adaptarse a las ilusiones reformistas y, en cambio, con fuertes raíces en la lucha de clases.
Alemania no es Argentina. Sin embargo, creemos que la izquierda de este país no puede seguir ignorando que Die Linke no es un partido de la luchas sociales, sino de desvío de las mismas. Para que no tengamos que elegir para siempre el "mal menor", debemos empezar hoy a crear una fuerza revolucionaria independiente. Proponemos, junto con todos los que quieran luchar por esa perspectiva, dar pasos hacia una unidad de la izquierda revolucionaria que rompa con la izquierda reformista, que sólo se subordina a las instituciones estatales y a las burocracias.
Sabemos que esa unidad de la izquierda revolucionaria no puede proclamarse sin más. Por eso, como escribimos en nuestro llamado a las elecciones al Bundestag (parlamento), queremos construir juntos en las luchas actuales una perspectiva de autoorganización contra el capital, contra el gobierno y contra las burocracias de los sindicatos y los movimientos sociales. Empecemos hoy a construir esta alternativa política de los trabajadores y la juventud! ¡Por la unidad de la izquierda revolucionaria en lugar de ilusiones en un gobierno rojo-rojo-verde (SPD, Die Linke y el partido verde)! Iniciemos una gran campaña para vincular las luchas y al mismo tiempo discutir cómo avanzar en la construcción de una alternativa revolucionaria. Queremos abrir nuestra página web Klasse gegen Klasse para este debate e invitar a todos los interesados a participar.
Traducción por Agustina Lopez Castro
[1] Sascha Staničić: Welcher Weg zum Sozialismus? Berlin 2019, S. 41f.
[2] Idem
[3] Idem, pag 49
[4] Idem, pag48
[5] Wolfram Klein: Geschichte des Trotzkismus, in: Trotzki, Trotzkismus, Vierte Internationale, S. 104. // Wolfram Klein: Historia del Trotskismo: Trotsky, Trotskismo y la cuarta internacional. Página 104
[6] Idem, pag 105