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A 54 años. Andrés Rivera: Cordobazo, dictadura, montoneros y militancia

En un nuevo aniversario del Cordobazo, publicamos nuevamente este artículo sobre esta gigantesca rebelión popular y la literatura de Andrés Rivera. Guardia blanca es su penúltimo libro publicado en 2009.

Lunes 29 de mayo de 2023 15:40

Foto CEDOC

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“La realidad no alimenta ningún trabajo de ficción. Tomando una expresión de Hemingway, intento ser un escritor honesto: no escribo sobre las vísperas. La mayoría de los que escribieron acerca del incendio del cual fueron testigos o protagonistas dos horas antes pasaron al olvido. Yo también voy a pasar al olvido, pero por lo menos escribo con cierta distancia de los hechos” dijo Andrés Rivera en una entrevista que le realizaron en el 2002, a pocos meses de las Jornadas revolucionarias del 19 y 20 de diciembre, cuando el movimiento de masas irrumpió decisivamente en las calles y en la escena política nacional.

Guardia blanca muestra esa cierta ubicación distante de los hechos con inclusión de lo contemporáneo, lo actual. La explotación y el sometimiento, el dinero y el trabajo, la política, aparecen entre sucesos y escenarios de diversa data e implicancia histórica. Contiene dos textos: abre Despeñaderos, una novela corta, y cierra Guardia blanca, un cuento largo. En el primero, el protagonista mira la televisión e hilvana recuerdos. El segundo conecta la historia de Galimba, un “frío asesino ideológico” –imposible no pensar en Rodolfo Galimberti–, con Emilio Jáuregui, un militante de Vanguardia Comunista asesinado en 1969 por la Policía Federal, durante la dictadura de Onganía.

Podés escuchar mientras leés No pibe versión Hilda Lizarazu

Ese pueblo cordobés

“No es bello ser niño; es bello de ancianos pensar en cuando éramos niños”, con esta cita de Cesare Pavese comienza uno de los capítulos de Despeñaderos, publicada en el año 2009.

Pablo Fontán, alter ego del escritor, vive en un departamento de un piso 12 del barrio de Belgrano en la ciudad de Buenos Aires. Desde su ventana ve el Río de la Plata y eso puede remitirlo a los desaparecidos y también a la evocación de sus viajes mensuales, en los 50, a Marlene Dietrich en la película El ángel azul. O cuando se encuentra con su amigo José Luis Rauch y remonta su historia familiar, la del militar prusiano que llegado a estas pampas en 1819 liquidó, por encargo de “los estancieros bonaerenses”, a centenares de ranqueles. O recuerda al antiguo compañero de colegio que en la adolescencia evocaba a su padre o abuelo nazi que se refugió en un pueblo de Córdoba; aquel pibe es hoy un ingeniero agrónomo que explota, en sus campos de Despeñaderos, a doscientos bolivianos en plantaciones de soja.

En esta novela corta, Rivera, al mejor estilo de Los asesinos de Hemingway, los detalles exactos, relato conciso y directos son el medio privilegiado para meternos en los pensamientos de Fontán. Consecuencia de las acciones imposibles de evitar, en algún momento lo alcanzan, por más que intenta esquivarlas. “Dos años vivió Pablo Fontán en Córdoba. Y fue testigo, como otros, de la única y más formidable rebelión contra el peronismo de Perón que haya registrado la historia política de Argentina del siglo XX”.

Se mete con burgueses, terratenientes, countries, y la impunidad con la que se manejan, no importa cuando lo leas. Líneas precisas juegan a que el Cordobazo tenga papel protagónico, aquella semiinsurrección del 29 de mayo de 1969 que derrotó a las fuerzas policiales e hirió de muerte a la dictadura de Juan Carlos Onganía abrió una etapa revolucionaria en Argentina y con ella un debate estratégico sobre qué lecciones dejaba para enfrentar a la burguesía y el imperialismo.

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"Viste un largo saco de cuero que le llega a los tobillos"

Así describe Rivera al joven que llaman Galimba quienes lo conocen. Joven, tiene el pelo largo negro, liso y brilloso, planchado y peinado hacia atrás, hacia la nuca, como miles de jóvenes lo usaban por esos años.

"Nadie preguntó quién era Galimba. Y de dónde venía. Y por qué se sentaba solo siempre, en una mesa del bar.
Y por qué en una de esas noches húmedas, esas noches de invierno que suelen bajar sobre San Martín, Quilmes, Lanús, Ensenada, Morón, vieron a Segovia sentarse frente a Galimba.

Sucio el piso del bar por el barro que traían las suelas de los zapatos de tipos que buscaban un trago, un sandwich de salama, el arrugado diario de la mañana y que se atenían al código argentino que prescribe "no te metas".

Pero todos los que entraban al bar y salían de él al encuentro de las congojas y desolaciones de la noche, conocían a Cecilia Segovia" ( Cap IV).

Rivera dijo una vez sobre Galimberti: “Lo conocí sólo de verlo. Me impresionaba cuando joven: pálido, como se describe en la novela, sacón hasta los tobillos. Un asesino frío, allá lejos y hace tiempo. Me pregunté qué podía hacer con ese recuerdo que no se diluyó como otros". Rodolfo Galimberti fue responsable técnico del secuestro de los hermanos Born en 1974, se convirtió en la década de los 90’ en un empresario millonario asociado, precisamente, a Jorge Born.

Jáuregui, por su parte, proveniente de una familia patricia, descendiente de Cornelio Saavedra, de Vicente López y Planes y de Federico Pinedo. Militó en el PC, partido con el que rompió años después, y fue asesinado a los 29 años ( 27 de junio de 1969) en el marco de la represión que siguió al Cordobazo, que significó el comienzo del fin de la dictadura autodenominada Revolución Argentina.

Podés ver el documental Marcos Ribak alias Andrés Rivera, documental biográfico dirigido por Eduardo Montes Bradley

Marcos Ribak

Este es su verdadero nombre. Nació en Buenos Aires el 12 de diciembre de 1928, en un hogar obrero. Su padre era socialdemócrata de izquierda en su país natal, Polonia, y vino solo al país. La familia de su madre soportó uno de los pogroms más aterradores que registra la historia mundial y sobrevivió. Y también vino a la Argentina. En su familia había un tío, Felipe, muy culto, trotskista, lo expulsaron dos veces del Partido Comunista. Fue quien lo acercó a Los miserables, de Víctor Hugo. Andrés fue durante 25 años miembro del Partido Comunista, hasta que un día lo expulsaron porque no estaba de acuerdo con la línea del PC. “La excusa fue que escribí un mal cuento, después lo mejoré un poco, “Cita”, que se lo dediqué a Juan Gelman y Juan Carlos Portantiero, ambos expulsados del Partido Comunista. Me llamaron para rendir cuentas. Ahí se desató una discusión que terminó con algo que era típico por lo menos del Partido Comunista de ese tiempo: se me acusaba de “nacionalista burgués” contó Rivera alguna vez.

“Viví en Córdoba de 1970 a 1974: fui un testigo privilegiado de las luchas obreras y de la represión descargada contra ellas. Conocí a muchos dirigentes de Sitrac y salvamos varias veces nuestras vidas por azar. De haber seguido en Córdoba, ninguno de nosotros estaría vivo. Nuestro teléfono estaba en las agendas de todos”, dijo Rivera.

Hay treinta libros e interminables ideas por ahí y por allá de un escritor que nunca titubeó para plantar posición y decir lo que pensaba. Quedan incontables entrevistas en las que habla claro del pasado, del presente.

Escribió por más de cincuenta años y su último libro, Kadish, fue publicado hace 11 años atrás. Leerlo hoy es como charlar con un buen amigo ( de esos que ves poco pero querés mucho) de las noticias vistas en diarios o redes sociales. En un diálogo constante, ameno, de los que van acompañados de una cervecita, vívidos. "Los ricos son diferentes, sí. Pero se aburren, y entonces, matan. Emoción, la de matar, que se proporcionan los miembros de la SS y de la Gestapo, los marinos y soldados fusiladores de Trelew. Emoción que viven hoy, los policías del mundo, no importa el uniforme que carguen, no importa la religión que dicen profesar"(Guardia blanca).

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    Artículo publicado originariamente en diciembre de 2022