Recibimos esta carta de un gran exfutbolista, exDT, comentarista y escritor, reconocido en el mundo del deporte. Y que quisimos compartir con nuestros lectores.
Jueves 28 de octubre de 2021 10:03
En un momento como este, cuando José Luis Espert escupe, desde la arrogancia de su clase social, toda la soberbia de quien se siente superior, cuando el histrionismo denigrante y berreta de Milei vocifera sloganes caducos y reaccionarios y ambos ganan adeptos en el contexto oligárquico. Cuando María Eugenia Vidal habla como si no tuviera nada que ver con la reciente agresión macrista a las clases populares y ocupa lugares de preferencia en la derecha rancia. Cuando el gobierno cede una y otra vez ante las amenazas de la clase dominante para la que siempre es insuficiente la explotación de los trabajadores. Cuando Cristina Fernández de Kirchner ahora quiere diferenciarse del Albertismo claudicante y al mismo tiempo se agarra de la mano de Manzur, supremo gorila tucumano aliado del macrismo en la legislatura, es evidente que se viven tiempos de absoluta confusión.
Al fin y al cabo todos ellos nadan cómodos en las aguas del capitalismo. Ninguno cuestiona este sistema económico y de vida. Unos más a la derecha, otros menos, aceptan que, como dijo Alberto Fernández, el capitalismo no se discute.
A tal punto son iguales en lo esencial, a pesar de los discursos que pretenden marcar diferencias, que Cavallo declaró estar de acuerdo con las negociaciones del ministro Guzmán con el FMI. Cavallo, uno de los abanderados históricos del neoliberalismo, nada menos.
Es posible que buena parte del pueblo siga siendo peronista en su nostalgia de tiempos remotos. Pero es evidente que el que no es peronista es el peronismo. El último intento aglutinador, el de los Fernández, resulta desesperanzador. Distanciado definitivamente de las clases oprimidas desde la vuelta de Perón en el 74, está más pendiente de congraciarse con los opresores que de otra cosa. Un fraude hecho y derecho.
Hasta no hace mucho no había en la Argentina un movimiento de izquierda capaz de partir de los problemas cotidianos de las clases populares y no de análisis teóricos eurocentristas alejados de nuestra realidad.
Una izquierda con la intención de ir construyendo una sociedad justa y democrática no para los trabajadores y clases populares, sino con ellos, con su participación permanente. No para representarlos, sino para acompañarlos.
El Frente de Izquierda Unidad responde plenamente a la idea de una izquierda que atienda al mientras tanto y al mismo tiempo ayude a la toma de conciencia social y política, tarea que se me ocurre fundamental para que sea el pueblo trabajador el que poco a poco vaya tomando la dirección del proceso.
El Frente de Izquierda Unidad se nutre, alimenta y crece en la lucha cotidiana con los oprimidos, los marginados, el feminismo, los jubilados y los jóvenes. No solo conoce sus problemas, sino que los vive con ellos.
La presencia de la izquierda en las legislaturas que se votarán es más que necesaria, es imprescindible. Ningún otro partido se ocupará de las necesidades urgentes de las mayorías populares, ni presentará proyectos que ataquen a sus causas y denuncien a sus responsables.
La única razón para votar a los que gobiernan –no hay otra- es que la otra opción liberal o fascista será peor. O sea, repetir lo de siempre: votar lo menos malo, no lo que es mejor. Votar resignado, desde la tristeza.
Yo creo que hay una posibilidad más alentadora: votar al Frente de Izquierda Unidad. Votar con la alegría de tener compañeros en la lucha por recuperar lo que nos roban y nos pertenece.
Por eso yo voto a la izquierda.