La ansiedad y la crisis de salud mental es una pandemia que afecta a buena parte de la población y que se agudiza año tras año. Que nos han querido presentar como una cuestión biológica y médica, pero la realidad es que un síntoma de la degradación de las condiciones de vida impuesta por el capitalismo.
Miércoles 27 de diciembre de 2023
La crisis de salud mental que viene asolando a parte de la humanidad y que se traduce, entre muchos otros síntomas, en niveles nunca antes vistos de ansiedad y desesperanza en el futuro, me obligo a redactar la presente reflexión, no sólo como una forma de descargar el pesar emocional, sino y sobre todo, como apuntes sobre la esperanza, de que la situación puede cambiar para mejorar y que es posible gozar de vidas plenas, a condición de que la clase trabajadora y demás sectores populares se conviertan en agentes activos de organización para luchar por mejores condiciones de vida.
Empecemos por lo básico, ¿qué podemos entender por ansiedad? Digamos por ahora que es un sentimiento de miedo, temor e inquietud en relación con experiencias pasadas dolorosas o por nulas expectativas en el futuro. En la historia de la humanidad es posible rastrear dicha sensación, pero es en el capitalismo y en específico en la época de imperialismo decadente de la post-guerra que se convirtió en un problema social.
Luego de la segunda guerra mundial, gracias al aumento de la tasa de ganancias de las potencias centrales y a la aguda lucha de clases protagonizada por la clase obrera, las condiciones de vida y derechos laborales de algunos sectores del proletariado vieron una ligera mejoría y estabilidad. Esta situación alcanzo, aunque de manera limitada, a países latinoamericanos. No obstante, a partir de finales de la década de 1960 y 1970 el movimiento revolucionario sufre importantes derrotas a manos de las democracias imperialistas (movimientos juveniles en Estados Unidos, Alemania, Italia, etc.), del estalinismo (Primavera de Praga, Hungría, etc.) y en países periféricos (como las dictaduras en el cono sur americano).
Estos descalabros impuestos al movimiento de masas permitieron a los gobiernos y sus empresarios imponer recortes a los derechos laborales y precarizar las condiciones de vida de amplios sectores de la población mundial, lo que disparó la desigualdad social. En este contexto es que las afecciones de salud mental sufrieron un aumento espectacular.
Ahora, ¿cómo podemos trazar una línea de relación entre explotación y salud mental?
Imposición de una nueva moral
El neoliberalismo tuvo en gran éxito en imponer el individualismo y consumismo como nuevos paradigmas a los que debía inspirar la humanidad. Pero, si lo logró fue gracias, entre otros factores, a que la burocracia estalinista promovió, con sus políticas permanentes de liquidación de las conquistas obreras obtenidas en la revolución de 1917, la restauración del capitalismo en la Unión Soviética, lo que pareció darle la razón a los detractores del socialismo, a pesar de que lo que se dio en la URSS bajo su poder, fue un sistema burocratizado y no el socialismo.
En un mundo con una visión única y burguesa, lo que importa es el individuo egoísta que vale en función de lo que pueda comprar, es decir, que si no puede adquirir mercancías carece de valor moral y por tanto su vida pierde sentido. Por ende, los capitalistas prometieron que se podía alcanzar la felicidad a través de un regalo, un viaje, etc. Esta dinámica social no tardó en hacer crisis ya que, por una parte, la mayoría de la población a escala mundial está excluida de solventar sus necesidades más básicas, mientras que los que podían acceder a cierto nivel de consumo se percataron de que el Ser no es la suma de mercancías, y esto generó sentimientos de incompletud.
Asimismo, el neoliberalismo apoyándose en perspectivas positivistas del siglo XIX, ubicaba cualquier problema del ser humano a nivel individual y biológico o, dicho en otras palabras, si las personas estaban tristes, deprimidas, ansiosas, etc. se debía al hecho de que sus cerebros no estaban produciendo las sustancias indicadas o tenían algún problema genético.
Esta explicación, excluida de cualquier dilucidación social, sacaba de la ecuación la explotación laboral en ascenso, la perdida de horas libres, la enajenación, la destrucción de vínculos sociales y comunitarios, sin olvidar que, para las grandes empresas farmacéuticas representó enormes ganancias ya que se dedicaron a producir antidepresivos (que, dicho sea de paso, no se ha podido demostrar la correlación entre la mayoría de trastornos mentales con alguna base biológica).
La crisis económica de gran magnitud que estalló en el 2008 aceleró la degradación de las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población mientras, un puñado de empresarios (el 1% de la población mundial) se volvieron mucho más ricos.
La pérdida de estabilidad en el empleo (ser despedidos o no recontratados en cualquier momento), los bajos salarios que no alcanzan a cubrir la necesidades básicas de una persona y menos aún de una familia, la falta de acceso a la vivienda gracias a los carteles inmobiliarios que construyen sólo para el 10% del sector más adinerado, entre muchas otras cosas, genera una desesperanza hacía el futuro, en resumidas cuentas, la ansiedad no es producida por un desequilibrio químico en el cerebro (por tanto, tampoco puede ser combatida eficientemente con una pastilla) sino, que es el resultado de una problemática social relacionada con la explotación y precarización de la vida, una realidad que se contradice permanentemente con la híper oferta de productos inalcanzables para la mayoría y la ideología del “échale ganas, que si te esfuerzas lo lograrás”.
Pero la realidad es que nada nos sujeta a entregarnos a la resignación ansiosa y abandonarnos al desasosiego.
La historia de la humanidad, que es la historia de la lucha de clases, ha demostrado que es posible cambiar la situación, que la tristeza y el dolor no son eternos, sino que pueden ser modificados cuando la clase trabajadora, junto a sus aliados de la ciudad y del campo, decide tomar el destino en sus manos para darle un rumbo distinto y mejor a sus vidas, no sólo para cada persona en la esfera individual, sino colectivo y para las generaciones venideras.
Cuando se interviene directamente en el rumbo de nuestras vidas la ansiedad desaparece y nace la esperanza pues no estamos sujetos a que los ricos y poderosos decidan por nosotros, sino que somos nosotros los que decidimos qué hacer, por eso, construir un partido revolucionario que preparé el camino para un mundo nuevo es tan importante y da sentido a la vida.