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Red Internacional
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Teatro. Antón Chéjov: su teatro en la primera revolución del siglo XX

El dramaturgo ruso escribió dos años antes de la Revolución de 1905 “El jardín de los cerezos”, con ironía refleja vestigios de la decadencia zarista y el ascenso de una nueva clase en el poder.

Viernes 28 de abril de 2017

A comienzos del siglo XX Rusia era una nación atrasada, coronada por una monarquía en decadencia. La figura del Zar agonizaba ante la miseria que azotaba al pueblo.

La Rusia zarista fue parte de un viejo imperio que oprimía diversas nacionalidades, en su inmenso territorio parecían convivir diferentes siglos. Una aplastante mayoría de campesinos sin tierra, pobres y analfabetos, oprimidos por la nobleza y los terratenientes, sobrevivían con una agricultura que se mantenía en el mismo nivel del siglo XVII. La monotonía del campo contrataba en la animada agitación de las ciudades. La gran industria establecida en Petrogrado y Moscú, concentraba a una clase obrera a un nivel comparable con el de EEUU, Inglaterra o Alemania.

Desde finales del siglo XIX Rusia fue escenario del despertar de una joven clase obrera que comenzaba a aflorar tras sucesivos movimientos huelguísticos. Ante una pobreza extrema, agobiados por las condiciones de trabajo, que superaban su propia fuerza sumado a un despotismo y un gobierno arbitrario que los irá asfixiando.

En este contexto Antón Pávlovich Chéjov, uno de los dramaturgos más reconocidos de la literatura rusa, escribe una de sus últimas piezas teatrales, “El jardín de las cerezos” que cuenta el declive de una familia de la aristocracia rusa, debido a sus deudas se ve obligada a vender su finca.

La obra fue escrita en 1903 y estrenada al año siguiente en el Teatro de Arte de Moscú bajo dirección de Konstantín Stanislavski, contó con la interpretación de Olga Knipper, esposa del autor.

Un año después a su estreno se desarrolla la primera revolución del siglo. Rusia ya estaba inmersa en numerosos acontecimientos, los cambios eran inminentes: caída de un régimen opresor y parasitario como lo fue el zarismo, un fuerte ascenso campesino y el surgimiento de una débil burguesía.

“El jardín de los cerezos” debe leerse entre líneas ya que se caracteriza por estar cargada de simbolismos. Podría pensarse que el protagonista de la obra es el propio Jardín de los cerezos como metáfora de la nobleza rusa, ya en decadencia.

Chéjov es testigo directo de los cambios que estaban afectando a Rusia y supo con lucidez e ironía expresarlo en su obra. Su teatro, encarnado en un naturalismo que lo caracteriza, busca reflejar lo cotidiano mediante conversaciones banales. Esto encubre el conflicto interior de los personajes en el que están envueltos. Sus parlamentos provistos de superficialidad, parecerían no tener importancia alguna, como un ejercicio de una aristocracia ociosa, víctima del aburrimiento y la monotonía en la cual sus aspiraciones están heridas de muerte.

Esto contrasta con una burguesía en ascenso encarnada en el personaje de Lopajín, hijo de un campesino, a quien muestran como exitoso y con pocas aspiraciones. Y es justamente él quien sobre el final termina comprando el propio Jardín de cerezos en una subasta.

La dramaturgia de Chéjov se caracteriza por la utilización de una técnica dramática conocida como “acción indirecta”. Consiste en poner el énfasis en los detalles de la propia caracterización e interacción entre los personajes más que en el argumento. Muchos de los eventos de mayor carga dramática ocurren fuera de escena. De esta forma, lo que no se dice cobra más peso que lo que sí expresa cada personaje. Aparece de manera reiterada en las obras de este autor mostrar en sus personajes con una carga de fuertes deseos, pero con una inercia, una inacción frustrante.
Este drama ilustra el conflicto interior de los personajes, que reflejan su incapacidad de adaptarse a un nuevo orden de vida. Ellos parecieran no querer desprenderse de un pasado apreciado, enceguecidos, si querer ver el enorme cambio que está gestándose en la sociedad rusa.

La revolución de 1905 significó un salto de la vida estática del campo a la vida convulsionada de las ciudades. Súbitamente los campesinos fueron llamados a tomar parte en la vida pública así también como miembros del ejército.

La lucha contra la opresión zarista permitió que obreros hicieran suyas conclusiones más avanzadas del pensamiento revolucionario europeo, de esta forma esta revolución es considerada un primer ensayo de la revolución triunfante de 1917.