La apelación a los “servicios esenciales” que, en medio de la crisis del COVID-19, eran indispensables y no debían dejar de funcionar puso al descubierto el rol de los trabajadores en la sociedad. Salió a la luz, nuevamente, quiénes son los que ponen en marcha el sistema económico y aseguran el abastecimiento “esencial” de la población. No solo la elemental producción de alimentos, medicamentos y productos de limpieza, o la generación de combustible y energía, sino también el transporte y la distribución que aseguren la llegada a tiempo de esos productos a manos de quienes los necesitan en una situación crítica.
Una actividad estratégica
La economía mundializada, como pieza de la globalización, tuvo un importante cambio organizativo en las últimas décadas con el desarrollo a gran escala de las cadenas transnacionales de suministro y el sector logístico como área específica. Generaron así una mayor interconexión a nivel internacional. Las empresas se habían orientado a aumentar la competitividad introduciendo el método “justo a tiempo” con el cual avanzaron en una reducción de costos, incluyendo el choque con los trabajadores para modificar sus condiciones laborales. Enfrentándose a la progresiva caída de sus ganancias las corporaciones buscaron destacarse por ser las más rápidas en mover, ubicar y reponer las mercancías a la venta. Así vieron crecer la actividad logística como brazo indispensable de la producción industrial [1].
En Argentina los servicios de transporte, almacenamiento y comunicaciones duplicaron sus empleos en los últimos veinte años llegando a 600 mil trabajadores [2], la mitad ubicados en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), el principal conglomerado social y productivo del país. En esta zona 60 mil personas cumplen específicamente tareas de “manipulación de carga, almacenamiento y depósito” [3], cuyas operaciones parecen el corazón del proceso. Solo en el conurbano hay seis mil empresas de logística, destacándose en cantidad La Matanza con 900 [4], un distrito donde la mitad de sus siete mil industrias totales están cercanas a la Avenida General Paz, arteria que rodea la Capital Federal. Según un informe inmobiliario reciente es en la zona norte del Gran Buenos Aires donde está la superficie logística más importante, con grandes depósitos y almacenes del que hacen uso empresas farmacéuticas, de higiene personal, alimentos y bebidas. Seguido por la zona sur, sobre todo en los distritos cercanos a la Capital. Agreguemos, por último, que en el AMBA hay más de 150 mil empleados de comercios mayoristas y es la zona donde están emplazados el Mercado de Liniers y el Mercado Central (donde interactúan diez mil personas por día), que son polos agroalimentarios de distribución de carnes, frutas y hortalizas.
La Región Metropolitana de Buenos Aires
En un país agroexportador donde casi la totalidad de las cargas internas se transportan por camión (de ahí el poder del sindicato que declara tener 200 mil camioneros afiliados) las autopistas con mayor flujo de movilidad, son el Acceso Oeste (encabezando el tráfico comercial), Acceso Norte, y luego el corredor sur (Richieri, Ezeiza-Cañuelas y Buenos Aires-La Plata) con autopistas que separadas tienen menos movimiento pero tomadas de conjunto equiparan a los dos Accesos. Como en el caso del comercio exterior el 88% se transporta por agua [5] los puertos argentinos están conectados a la cadena de suministro internacional y cercanos a los “nodos” o puntos logísticos descritos anteriormente. Empezando por el puerto de Buenos Aires, así como los de Rosario y Zárate, que también tienen una actividad relevante. Con la generalización del contenedor como unidad que agiliza el uso del espacio, la tarea de los operadores de grúa aparece destacada.
Análisis más amplios incluyen los 16 distritos que rodean el conurbano, considerando el aglomerado como “Región Metropolitana de Buenos Aires”, una extensión geográfica, económica y social con centro en el AMBA cuyos extremos llegarían desde el Gran Rosario hasta el Gran La Plata (también con zona portuaria). Este entramado es una red que tiene múltiples conexiones entre sí, nacionales e internacionales.
Apretando los cuellos de botella
El activista e intelectual estadounidense Kim Moody es uno de los que destacan la importancia de la logística en el capitalismo actual y la extrema tensión de su funcionamiento. Justamente la complejidad operativa y organizativa del sector lo hace más vulnerable que otros [6]. Las cadenas de suministro tienen una larga extensión y están llenas de puntos o “nodos” que pueden ser afectados por alguna contingencia. En un sistema donde la ganancia es tan dependiente de la optimización del tiempo una demora considerable puede hacer perder una oportunidad de venta, la provisión de una pieza clave, la alteración del proceso productivo. Apuntando a esta debilidad Moody destaca que en la red de suministro hay “puntos de estrangulamiento” (concepto de la estrategia militar para referirse a los sitios geográficos donde se estrecha el paso de las fuerzas) específicos donde los trabajadores pueden golpear a los capitalistas. Las huelgas y otras acciones, llevadas adelante en determinado momento y lugar, pueden trastocar el flujo comercial y hacer un daño considerable.
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Contagio y reacción obrera
Retomando la encrucijada de los “servicios esenciales”, digamos que son quienes actualmente están más expuestos a la circulación del coronavirus, incluida la logística con intensa movilidad y múltiples conexiones en grandes centros urbanos. Recientemente en Estados Unidos los repartidores de comida Instacart declararon un paro nacional exigiendo equipos de protección y acceso a licencias pagas. En los almacenes de Nueva York de la empresa Amazon, imperio del comercio online, los operarios reclamaron medidas de prevención cuando se confirmó que algunos de ellos estaban infectados. En Argentina, la primera muerte anunciada en La Matanza fue la de un trabajador de Cruz del Sur, empresa logística de gran alcance ubicada en el Mercado Central, que además de distribuir alimentos y medicamentos, presta servicio para la actividad minera. Los trabajadores están reclamando que se hagan testeos urgentes a todo el personal.
Además de la exposición, los altos niveles de tercerización y precarización existentes en el sector hacen pensar que la juventud empleada en esas empresas puede reaccionar de forma explosiva ante la crisis y tener un impulso hacia la organización. La ola de denuncias que hicieron los precarizados de las multinacionales de comidas rápidas en Argentina parece ir en ese sentido. En Francia los trabajadores de McDonalds ocuparon las instalaciones del local de Marsella para almacenar, refrigerar, empaquetar y desde ahí distribuir en los barrios pobres de la ciudad los alimentos que habían logrado reunir. Este es un ejemplo de “control obrero” sugerente. Imaginemos en perspectiva si los sectores logísticos, siendo una “posición estratégica” clave de la economía, se convierten en un lugar desde donde también desplegar la solidaridad y el liderazgo de los trabajadores. En plena crisis solo ellos pueden replantear el criterio de abastecimiento de la población, priorizando las necesidades sociales por sobre las ganancias empresariales.
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