El 27 de mayo, se realizó un nuevo programa de “Abriendo Brechas”, a través del FacebookLive de La Izquierda Diario Bolivia, que bajo la conducción de Ernesto Peñaranda y con el equipo permanente del programa, conformado por Lorgio Orellana, Vladimir Mendoza y quien escribe estas líneas, conversamos sobre las lecciones estratégicas legadas por esa gran experiencia de autoorganización de masas que fue la Asamblea Popular iniciada en mayo de 1971.
Lunes 30 de mayo de 2022
Foto: Imágenes de archivo histórico en redes sociales
El 27 de mayo, se realizó un nuevo programa de “Abriendo Brechas”, a través del FacebookLive de La Izquierda Diario Bolivia, que bajo la conducción de Ernesto Peñaranda y con el equipo permanente del programa, conformado por Lorgio Orellana, Vladimir Mendoza y quien escribe estas líneas, conversamos sobre las lecciones estratégicas legadas por esa gran experiencia de autoorganización de masas que fue la Asamblea Popular iniciada en mayo de 1971.
La malísima conexión que tuve el día viernes, me invitó a escribir estas líneas para complementar lo que la red me había silenciado o lo que habría quedado incompleto o confuso. A propósito, aquí dejamos el link del programa, para quienes quieran verlo, también transmitido en nuestra canal de Youtube:
En primer lugar, hay que señalar que la importancia de la Asamblea Popular (AP) radica en que fue uno de las formas de autoorganización de masas [1] más avanzada que desarrollaron las y los trabajadores y el pueblo luego de la revolución del 52. En ese sentido, la reflexión sobre la AP tiene una enorme actualidad a la hora de pensar cómo impulsar diversas formas de autoorganización de masas para la lucha, tendencia que surge casi naturalmente en cada gran enfrentamiento de clases. Lo vimos en octubre del 2003 en las juntas vecinales alteñas o más recientemente, en agosto de 2020, cuando se empezaban a formar y desarrollar comités de autodefensa y diversas formas de autoorganización en la lucha contra el golpismo que buscaba prorrogarse.
En el caso de la AP, y como señaló Ernesto al inicio del programa ya mencionado, se trataba de un organismo que había nacido el 1 de mayo a partir de la movilización convocada por la COB (Central Obrera Boliviana), y adquirió una composición social obrera absolutamente mayoritaria a partir del hecho de estar constituida por las organizaciones sindicales, aunque la representación campesina estaba casi ausente debido a la existencia, cada vez más devaluada, del Pacto Militar-Campesino. Que la AP estuviera constituida por las representaciones sindicales, era desde un punto de vista la fuente de su fortaleza y legitimidad con el movimiento de masas, pero al mismo tiempo, el respeto a los mecanismos de representatividad sindical, era uno de sus aspectos débiles que dificultaba el carácter revocable de los dirigentes que permitía que Lechín, el estalinismo y más en general toda la burocracia sindical pudieran contener la movilización depositando confianza en el gobierno de Torres y en las alas “democráticas” del ejército.
Hay un interesante debate entre René Zavaleta y Guillermo Lora alrededor de la caracterización de lo que fue la AP. Por un lado para Lora, la AP era la expresión no solo de un soviet “real y viviente” como afirmó sino expresión del doble poder. Zavaleta en su libro el “Poder Dual” hace una interesante reflexión sobre la distinción entre lo que era un “soviet” y un “doble poder” en estricto sentido del término, recurriendo para explicitar esta distinción a la experiencia rusa. Lo hace mostrando las diferencias entre los soviets rusos de 1905, que no llegaron a constituirse en expresión de un doble poder estatal al no haber logrado establecer una relación hegemónica sobre el mundo campesino, y los soviets de 1917 que emergen luego de la revolución de febrero como expresión de un doble poder primero y, luego de la revolución de octubre, como único poder que dio forma al Estado Obrero emergente.
Me parece interesante esta reflexión de Zavaleta más allá de las diferencias que tengo ya que permite clarificar algunos elementos para pensar esta experiencia. No para tomarlo como recetas fijas, una especia de calco y copia, sino porque hay distinciones que no se las puedes soslayar. En este sentido, desde mi punto de vista, aunque fue la forma más avanzada de autoorganización que surgió en esos breves meses antes del golpe de Banzer, no llegó a ser un soviet al no contar con la revocabilidad de sus delegados, ya que los representantes estaban constituidos sobre la base de la representación sindical, que si bien estrechamente ligada a sus bases, le otorgaba un importante margen de maniobra al lechinismo y la burocracia para orientar el proceso político hacia la convivencia con Torres. Aunque el ascenso obrero empujaba en esa dirección, es decir, a una participación cada vez mayor de las bases movilizadas, el mismo fue interrumpido por el golpe de Estado de Banzer. Por esta razón Zavaleta califica a la AP como una variedad de “sindicalismo ampliado”.
Con respecto a la afirmación que diversos grupos sostuvieron que la AP por sus rasgos sovietistas era ya expresión de un doble poder, es necesario establecer una comparación con el proceso de la revolución del 52, donde los trabajadores y sus milicias se erigen como el único y verdadero poder armado existente en el país, mientras que ese fenómeno no se produce en el periodo político de la AP, pese a profundas divisiones al interior del ejército, la fragmentación nunca llegaría a los niveles que se dieron durante las jornadas de abril de 1952. La AP podía haberse desarrollado a condición de que el POR (Partido Obrero Revolucionaria) fundamentalmente desplegara una política que aspirara a romper con la pasividad que le imprimía la confianza en Torres y los generales y adoptando una política independiente del gobierno no solo en términos organizativos sino fundamentalmente en términos políticos, donde el aspecto militar y la autodefensa obrera eran claves como se puso en evidencia durante el golpe de agosto del 71.
Comando Político de la COB ¿antecedente inmediato de la AP?
Para enfrentar el golpe de Miranda se había constituido el Comando Político de la COB, en el que estaban prácticamente todas las fuerzas políticas auto definidas como democráticas e incluso el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario). Este comando político fue considerado a lo largo de la historia como un precursor de la AP, tanto para Lora como para Zavaleta. Sin embargo en mi opinión, son dos organismos completamente diferentes. El primero resultado de un acuerdo político sindical para enfrentar al golpismo de derecha, de los partidos políticos y de la COB. El segundo, la AP, es el resultado de la acción espontanea del movimiento obrero que aprovecha la concentración del 1° de mayo para ocupar las instalaciones del parlamento, lo hace en nombre de la COB, pero la rebasa en sus objetivos y métodos. Son los sindicatos de base que imponen este nuevo organismo en la política boliviana. En ese sentido, la AP se constituyó en la negación del comando político y no su continuidad como se pretendió afirmar, de la misma manera que el posterior frente “para tomar el poder” que se constituyó en el exilio, el FRA (Frente Revolucionario Antiimperialista), con todos los partidos existentes al interior de la AP y al que se sumó el depuesto general Torres y otros militares, fueron la expresión antagónica de la AP, y no su continuidad como pretendió Guillermo Lora. El papel de Torres y la cobardía política expresada en su comportamiento frente al golpismo quedaba ahora sí, embellecida tras una copiosa fraseología revolucionaria que el FRA le ofrecía generosamente.
Para Lora hay una continuidad entre el comando político, la Asamblea Popular y el posterior FRA, continuidad que contribuye a justificar la pérdida de independencia política de las organizaciones socialistas de aquel entonces con respecto al gobierno de Torres y más en general frente al nacionalismo burgués de “izquierda”.
¿Qué lecciones estratégicas debemos extraer de aquella experiencia histórica?
La Asamblea Popular, fue derrotada el 21 de agosto de 1971 a manos del Ejército Nacional. La demanda de armas para el pueblo que se le exigía a Torres, solo empezó a efectivizarse cuando el golpe ya se había consolidado en prácticamente todo el país. Torres, temeroso de provocar un quiebre del ejército, se había resistido hasta los últimos minutos a efectivizar la entrega de armas, lo que se tradujo en una importante ventaja para Banzer, el MNR y la FSB (Falange Socialista Boliviana) que conducían las operaciones militares contra obreros y estudiantes.
Se podría pensar que hoy, debido a las grandes transformaciones en la estructura y en la composición de la clase obrera, luego del ciclo neoliberal, muy difícilmente pueda repetirse el surgimiento de un organismo de estas características, basado esencialmente en sindicatos que eran fortísimos comparados a los actuales, y que por lo mismo difícilmente puedan extraerse lecciones para el presente. Todo lo contrario, creemos que las lecciones que las y los trabajadores y el pueblo podemos extraer de esa gran experiencia de lucha y organización obrera independiente son de enorme actualidad y por lo mismo pasamos a examinarlas:
1. La necesidad de la lucha por la construcción de una hegemonía obrera sobre el conjunto del pueblo y la alianza obrero-campesina.
2. La lucha por la autodefensa armada de la asamblea necesitaba de una política independiente del gobierno de Torres. No la hubo.
3. La necesidad de adoptar formas cada vez más medidas democráticas, al interior de la AP, que expresen el pulso de la lucha de clases y los cambios en la subjetividad obrera.
La necesidad de la lucha por la construcción de una hegemonía obrera sobre el conjunto del pueblo y la alianza obrero-campesina
En momentos en que se desarrolla la Asamblea Popular, la clase obrera está revirtiendo la relación de fuerzas entre las clases establecida por el golpe de Barrientos el 4 de noviembre de 1964. El ascenso de la lucha obrera contra los intentos golpistas de derecha permitió la emergencia de la AP como avanzada forma de autoorganización obrera independiente. Sin embargo, el contrarrevolucionario Pacto Militar-Campesino, aun se encontraba vigente, y recién empezaría a quebrarse en 1974 cuando el gobierno de Banzer llevó adelante las masacres de Tolata y Epizama en Cochabamba y finalmente con las movilizaciones campesinas de 1978 y el retorno de la CSUTCB (Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia) y del campesinado al seno de la COB.
El Pacto militar campesino y el despliegue de un régimen profundamente contrarrevolucionario alentó en el seno de la clase obrera fuertes tendencias anti campesinas y anti indígenas que apenas eran disimuladas con una fraseología tomada del obrerismo revolucionario, pero que por las características del país y la estructura de clases racializadas, es decir la existencia de clases-etnias como particularidad de la formación social boliviana, la izquierda terminaba adaptándose a los presupuestos políticos y culturales de las clases-etnias dominantes, blanco mestizas, como bien señalaron tanto Lorgio como Vladimir durante el desarrollo del programa. Esa adaptación de la izquierda a esos presupuestos dificultó la lucha contra el golpismo así como debilitó la necesidad de una alianza obrero – campesina y la construcción de una hegemonía obrera sobre los demás sectores sociales oprimidos.
La lucha por la autodefensa armada de la asamblea necesitaba de una política independiente del gobierno de Torres
Uno de los principales problemas que la AP empezó a discutir fue el tema del armamento para enfrentar al golpismo de derecha, que desde el fracasado intento de golpe de Miranda no había detenido los intentos de conspiración de sectores del ejército. La AP debatió en sus breves meses de existencia la necesidad de dotarse de armas, sin embargo, depositó confianza para la resolución de esta primordial tarea en la buena voluntad del gobierno de Torres, lo que significó un error que se pagaría muy caro en agosto del 71. Torres solo entregó un par de miles de fusiles cuando el golpe ya se había consumado en prácticamente todo el país. La AP pagaría muy caro el haber abandonado la independencia política con respecto al gobierno y las fuerzas nacionalistas burguesas de “izquierda”, encontrándose completamente desnuda cuando el ruido de sables volvió a sonar.
El problema militar y el armamento obrero solo podía resolverse alentando una política que separara a la AP del gobierno de Torres buscando resolver este problema desde el momento mismo de la inauguración de la AP el 1 de mayo, y no suspendiendo sus sesiones mientras el golpismo trabajaba sin pausa en la conspiración. La política que se impuso al interior de la AP, como relatan tanto Lora como Zavaleta, se concentró en la exigencia de la “cogestión obrera mayoritaria de COMIBOL”, es decir una demanda que no cuestionaba al conjunto del Estado capitalista semicolonial y que se reducía al regateo de mayor participación obrera en la administración de la economía. Se hacía necesario una política que dialogando con las ilusiones que su gobierno estaba despertando pudiera desenmascarar sus limitados objetivos de un retorno al nacionalismo revolucionario de los primeros años 50. Los volúmenes de fuerza para derrotar al golpe solo podían obtenerse desplegando una política que pusiera a la AP como genuina alternativa no solo a la derecha sino al tibio carácter “progresista” del gobierno de Torres.
La necesidad de adoptar formas cada vez más democráticas, al interior de la AP, que expresen el pulso de la lucha de clases y los cambios en la subjetividad obrera: Avanzar en la sovietización de la AP.
Finalmente, una cuestión estratégica y que ya se había expresado como debilidad en el proceso revolucionario de 1952 hasta 1954, fue la inexistencia por parte de las organizaciones socialistas y revolucionarias de una estrategia que alentara la adopción de medidas que permitieran avanzar y desarrollar las tendencias ya existentes dentro de la AP al desarrollo de la democracia directa y por lo tanto a la cada vez mayor sovietización de la AP.
Esta democratización cada vez mayor del funcionamiento al interior de la AP, lejos de ser un prurito democrático, era en realidad una cuestión clave para derrotar a la Lechín y el conjunto de fuerzas reformistas y burocráticas que eran hegemónicas al interior de la AP, y que imprimían una política de colaboración de clases con el gobierno de Torres. El desarrollo de una cada vez mayor democracia obrera al interior de la AP, hubiera permitido alentar las tendencias a la autoorganización y a la auto actividad del movimiento obrero y más en general del movimiento de masas, facilitando la labor de desenmascarar los cortos objetivos políticos del lechinismo y las diversas formas de etapismo burgués nacionalista que desde grupos guerrilleros y del estalinismo local se alentaba.
La única organización que podría haber desplegado una política semejante era el POR, sin embargo su adaptación al nacionalismo burgués de izquierda impidió este desarrollo como quedó confirmado posteriormente con la formación del Frente Revolucionario Antimperialista con los mismos personajes que habían hecho todo lo posible para evitar el triunfo de la AP.
Estas lecciones, consideramos que son vitales para las luchas del presente y las y los trabajadores avanzados deben asimilarlas para forjar las herramientas que nos permitan vencer en los próximos combates de clases por venir.
[1] Le Monde Diplomatique tituló en su portada de mayo de 1971: “Surge el primer soviet de América Latina”, estableciendo una similitud entre la Asamblea Popular y los Consejos de diputados obreros y populares surgidos durante la revolución rusa de 1917 y que se caracterizaban por un funcionamiento tan democrático -casi de democracia directa- que permitía la renovación de sus cuerpos dirigentes en la medida que las y los “representados” lo disponían.
Javo Ferreira
Javo Ferreira nació en La Paz en 1967, es fundador de la LOR-CI en Bolivia. Autor del libro Comunidad, indigenismo y marxismo y parte del consejo editorial de La Izquierda Diario Bolivia. Fue docente de la Universidad Obrera de Siglo XX en Potosí e impulsor del PT de la COB el 2013.