Hace 89 años se fundaba en Bolivia la Escuela Ayllu de Warisata. Hoy como ayer el magisterio, la educación es atacada por los sectores concentrados del poder empresarial, terrateniente y eclesiástico. En el mismo día que se recuerda esta experiencia el gobierno golpista de Añez lanza un ataque brutal a la educación del país y clausura el año escolar.
Virginia Pescarmona @virpes
Lunes 3 de agosto de 2020 01:50
Este 2 de agosto un decreto del gobierno golpista da por cerrado el año escolar. Un reconocimiento del fracaso de una educación virtual que no fue, particularmente en las zonas rurales. Otra vez el ataque puesto en la organización sindical de la docencia, acusándoles de saboteadores y radicalizados. En el aniversario de una de las experiencias pedagógicas y políticas más importantes de la historia, así como de las más invisibilizadas, el golpismo ataca por decreto el derecho a la educación de niñes, jóvenes, adultos, de la ciudad y el campo.
Un 2 de agosto, pero de 1931 se funda la escuela de Warisata, a cargo del maestro, de orientación libertaria, Elizardo Pérez y el amauta Avellino Siñani. Junto a ellos luchó, entre otros, el trotskista Carlos Salazar Mostajo (autor del libro Warisata mía). Este modelo educativo y proyecto basado en la idea de la necesidad de una transformación social tuvo como sujeto político principal a las comunidades aymara/ quechuas.
El Gobierno de Evo Morales Ayma, en marco del Estado Plurinacional y 68 años después de la destrucción sistemática de los núcleos escolares de Warisata, en el año 2010 impulsa la Ley de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez (Ley N° 070). Con el fundamento de la necesidad de una educación descolonizadora, intra-intercultural-plurilingüe, comunitaria y productiva, la ley que lleva los nombres de los ideólogos e impulsores de la Escuela Warisata y establece que “toda persona tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal, productiva, gratuita, integral e intercultural, sin discriminación; que la educación constituye una función suprema y primera responsabilidad financiera del Estado; y garantiza la participación social y comunitaria de madres y padres de familia en el sistema educativo”. La Ley olvida una parte de la historia, borra a Carlos Salazar Mostajo, un comunista, trotskista y pilar de la experiencia.
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El legado de la Escuela Warisata reside en haberse planteado el resolver “el problema del indio” (tal como lo denominaría José Carlos Mariátegui) no solo desde el plano de la educación, sino en lo cultural, lo económico y social, en un contexto signado por el predominio de las élites mineras y terratenientes en pleno conflicto de la Guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay.
En la década del 30 la Escuela Ayllu de Warisata, en plena persecusión al “peligro comunista” proclamó la necesidad de una “educación liberadora”, construida por los propios pobladores de las comunidades. Warisata enseñó a luchar y por eso fue perseguida, asediada y finalmente liquidada, diez años antes del inicio de la Revolución en Bolivia de 1952.
Pero la experiencia está en la memoria activa. No casualmente en la actualidad podemos encontrar una Escuela Popular de Adultos que retoma su nombre, en la localidad de Lomas de Zamora, Gran Buenos Aires, a la cual asisten en su mayoría, migrantes del país hermano de Bolivia.
Para Carlos Salazar Mostajo, entre los aportes más significativos podemos encontrar el legado de la Educación Vertical y la realización de la Escuela Única, tan fundamentales en el presente a la hora de pensar desde la actualidad los debates pedagógicos, apuntando a una coherencia, continuidad, mediante un programa de coordinación sistematizada de las diferentes etapas del proceso educativo, desde el nivel inicial, pasando por la primaria, secundaria y superior, que en el contexto de Warisata de traducía en los niveles del jardín infantil, la sección elemental, vocacional, profesional y normal.
Por otro lado el concepto de la Escuela Horizontal vislumbra la educación como un derecho pero no solo en el plano educativo, sino de integración en las múltiples facetas de la comunidad, integrando la escuela en el marco del Ayllu y la comunidad, interactuando la escuela, con la familia, la campiña, el hogar, el huerto familiar, el sembrío colectivo, el mercado, la pequeña industria, la higiene, la sanidad, la cultura: todo que hace a la experiencia educativa en “experiencia significativa de transformación social y política”, dirán.
La interacción Escuela-Comunidad es el principal elemento que transforma a Warisata en una experiencia combativa, de transformación social en la cual no puede pensarse el proceso educativo escindido de la realidad en la cual se insertan los sujetos políticos.
“El indio era considerado un ser primitivo, cuyo retraso era un lastre para el país. La educación (oficial, NdeR) debía eliminar esos rasgos de barbarie, debía domesticar al indio, convertirlo en un servidor sumiso y eficaz” “Warisata adoptó una actitud completamente contraria al asumir la defensa del indio frente a la explotación”. Así lo describe Carlos Salazar Mostajo, en “La Taika, teoría y práctica de la escuela Ayllu”. Para esto se tuvo que plantar contra explotadores y latifundistas y denunciar fuertemente el rol de las fuerzas armadas.
Según Salazar Mostajo “La concepción de “escuela única” la tomó Elizardo Pérez de la experiencia rusa, llegada a Bolivia a través de Mariátegui en su libro “La Escena Contemporánea”, en el cual se refiere a lo que Anatolio Lunatcharsky, entonces Comisario de Educación de la Unión Soviética, entendía por dicho tipo de escuela, y que “el maestro boliviano adoptó como la más apropiada para nuestra realidad, inclusive por la reducción del tiempo de escolaridad a solamente nueve años”.
Más allá de las diferencias entre las experiencias educativas en Rusia con las que tuvieron desarrollo en Bolivia, claro está el vínculo ideológico y la capacidad de síntesis histórica/política que nos deja Warisata en la historia de las ideas educativas.
Más allá de los debates que se puedan abrir, que son muchos y diversos y de las derivas de sus integrantes y los fundamentos más filosóficos, opinamos que se debe valorar, con perspectiva histórica y pensamiento crítico, la voluntad y esfuerzo de poner en pie “la casa de los desheredados, de los pobres, de los explotados, símbolo vivo de la lucha por la justicia y la libertad, emblema de las antiguas rebeldías del indio, jamás extinguidas (…) en Warisata el indio era un ser humano, y aunque no se hubiera resuelto aún el problema de la servidumbre, ellos era hombres liberados (…)Por eso no se trataba de crear en el agro boliviano escuelas alfabetizadoras, con la meta del silabario y del vano intelectualismo. No. Se trataba de imponer escuelas activas, dotadas de talleres, campos de cultivo, semillas, ganado, riego, internados, atención sanitaria, higiene (…) La escuela era una institución productiva, motor de la comunidad”. (Warisata Mía, Salazar Mostajo). Programas sistemáticos e integrales, que incluían a niños, jóvenes, adultos y ancianos. Nada de lo humano era ajeno.
Frente a los ataques sistemáticos al magisterio en Bolivia y en todo el mundo, incluso durante esta pandemia, frente a los “olvidos” de las historias oficiales, los programas únicos y enlatados, la falta de pensamiento social alrededor de la educación, recuperar esta historia, episodio de la historia impresionante de la lucha de clases del país andino, y esta experiencia pedagógica y política, necesariamente obliga a pensar y repensar las prácticas también en nuestro tiempo. Millones de niños, niñas, jóvenes, necesitan de una lucha enérgica por la educación pública, laica, gratuita, pero también de que seamos parte de un proyecto de transformación radical de la sociedad.
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Virginia Pescarmona
Docente, Corriente 9 de abril/Lista Bordó, Mendoza