El programa “Scholas Ocurrentes”, promovido por el papa Francisco, busca sumar a las escuelas públicas porteñas.
Manuel Jerónimo Becerra @CheMendele
Martes 24 de mayo de 2016
Durante la semana pasada, la Dirección General de Educación de Gestión Estatal del Ministerio de Educación de CABA envió una serie de correos electrónicos a algunas escuelas secundarias públicas de la región I –Colegio 2, Comercial 2, Escuela de Danzas, Normal 1, EEM 6, Lenguas Vivas– invitando a sus directivos a participar de una reunión con personal de la organización “Scholas Ocurrentes”. Como es de conocimiento público, esta iniciativa ha sido insistentemente promovida por el papa Francisco.
El objetivo del encuentro, que se desarrolló el lunes 16 de mayo, fue invitar a estas escuelas públicas a participar del programa “Scholas Ciudadanía”, que propone un espacio de encuentro para los adolescentes en torno al arte, el deporte y la tecnología. Con actividades grupales y de expresión, prevén crear un ambiente de integración solidaria. Hasta aquí, todo muy despojado y atrayente. Sin embargo, se les proyectó a los directivos convocados un video de presentación con Francisco explicando cómo deben vivir su vida los jóvenes. Se prevé mostrar ese video en las escuelas públicas como forma de convocar a los estudiantes a participar. Un cura –el más importante de ellos– diciéndole a los jóvenes cómo deben vivir sus vidas, en una escuela, se llama “catequesis”.
Breve repaso
La elección del papa Bergoglio, en 2013, coincide no casualmente con un momento de declive de la influencia de la Iglesia Católica en la región donde más fieles concentra: América Latina. El avance de los grupos evangelistas y protestantes generó una merma en la grey católica de este lado del mundo. Asimismo, la impronta fuertemente conservadora y adusta del papa Ratzinger no parecía ser el mejor antídoto para este proceso. De manera que un cura “del fin del mundo”, de innegable carisma y abundante en gestos simbólicos con los más débiles, le dio un nuevo envión a institución vaticana, especialmente en la crítica región de Latinoamérica.
Significado
A través de Scholas Ocurrentes, según reza su misma página web, se espera realizar una labor con jóvenes para que estos amplíen sus redes solidarias multiplicándose: vale decir, están reclutando cuadros que misionen el Verbo. Pero esta vez no se trata del lejano Oriente o el África subsahariana de principios de siglo XX, en pleno Imperialismo, sino… las villas. Las escuelas públicas antes mencionadas fueron especialmente elegidas por tener su matrícula compuesta, en buena medida, por alumnos de la Villa 31 del barrio de Retiro. En síntesis: el Vaticano le pide a las secundarias públicas que inicien un proceso de scouting de (lo que se espera, se conviertan en) militantes católicos.
Violar la Constitución, esa banalidad
La Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires garantiza explícitamente, en su artículo 24º, la educación pública de gestión estatal laica. La intromisión de organizaciones del Vaticano, públicamente impulsadas por el papa, en las escuelas públicas es una violación frontal a la ley suprema jurisdiccional, además de atentar contra uno de los principios básicos de la educación pública argentina. Domingo Faustino Sarmiento, tan citado por el PRO, fue un acérrimo defensor de la laicidad educativa, impronta volcada en la mítica ley 1.420 que, aunque no expresaba laicidad en su letra, sí restringía la educación religiosa a los horarios fuera de las clases oficiales. De esta manera, la iniciativa del Ministerio de Educación de la Ciudad en convenio con el Vaticano peca no sólo de ilegal, sino irrespetuosa de las tradiciones.
Cabe preguntarnos si como docentes debemos relativizar esta evidente violación a la Constitución de la Ciudad sólo porque “tal vez a los chicos les interesa”. ¿Corresponde que la escuela tome en sus manos la violación de la Constitución, siendo además justamente el artículo que garantiza el derecho de los cultos minoritarios –o de los ateos– a no recibir influencias religiosas en la escuela? ¿Por qué se toma con tanta frivolidad la vulneración de un derecho civil y personalísimo, como es la libertad de cultos que garantiza el artículo 14 de la Constitución Nacional? ¿Acaso congraciarnos con un papa argentino y carismático es razón suficiente para plegarnos a la violación de la ley? ¿Somos conscientes de la gravedad de ese criterio? Por otro lado, crear ámbitos de integración grupal, fomentar el arte, el deporte y los vínculos con organizaciones por fuera de la escuela, ¿no es algo perfectamente realizable desde la escuela misma? ¿Qué ventaja puede ofrecer Scholas Ocurrentes a tareas que pueden realizar los docentes de planta? ¿O acaso esas presuntas ventajas están relacionadas, precisamente, con los designios celestiales que invistieron a Jorge Bergoglio como representante de Dios en la Tierra? ¿No es esto una clarísima violación a la laicidad educativa?
No se trata de impugnar las tareas que la Iglesia –a través, por ejemplo, de los curas villeros– lleva adelante con los sectores populares (lo que sería objeto de otro debate), sino de establecer la responsabilidad de la escuela pública frente al ofrecimiento del Ministerio de Educación de la Ciudad de violar flagrantemente la Constitución local. Los principios del derecho son claros: en caso de que las instancias burocráticas superiores den órdenes que riñen con la norma, es el deber jurídico de los agentes desobedecer esa orden.
El gobierno PRO ya ha venido avanzando fuertemente con la presencia de ONGs en las escuelas (podemos mencionar a “Enseñá por Argentina”, que recibe fondos de bancos, laboratorios, universidades privadas y ex ministros de la dictadura militar y tiene presencia en el Normal 9 entre otros establecimientos), que proveen mano de obra precarizada, voluntarista y sin título que buscan realizar tareas análogas a las de los docentes. Aunque a primera vista estos voluntarios podrían “refrescar” las prácticas escolares, en realidad se abre la puerta a la tercerización de la educación. De manera que la avanzada de “Scholas Ocurrentes”, que combina onegeísmo con influencia eclesiástica, no sorprende.
No obstante, no podemos permitir, desde la escuela pública, que se sigan vulnerando derechos: ya bastante tienen nuestras alumnas y alumnos y tenemos los docentes con las condiciones de vida que una dirigencia política promotora de la precarización laboral les ofrece. Ya bastante tienen nuestras alumnas y alumnos con la violación sistemática de sus derechos a la educación, a la vivienda digna, a la salud y a la igualdad ante la ley, como para que además los adultos que debemos velar por ellos permitamos que también se vulnere su libertad.