Matrícula que supera la capacidad del programa, la competencia "por un cupo", problemas de democracia y direcciones.
Martes 1ro de mayo de 2018
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En Bachillerato existe una matrícula que todos los años supera la capacidad del programa de hacer continuar estos estudios en las carreras a las que sus estudiantes desean entrar, teniendo como consecuencia la constante presión hacia el estudiantado para competir por un “cupo” a las carreras y promoviendo una serie de actitudes individualistas. Esto se expresa en que, por ejemplo, aun habiendo paro estudiantil decidido democráticamente persista el temor a no poder continuar sus estudios y, con ello, a que se opaquen los sueños y aspiraciones de cientos de estudiantes.
Además se presentan problemas más constantes, como clases y laboratorios que se ponen en horarios protegidos (una conquista mínima para tener un espacio común dentro del horario exclusivo para la organización estudiantil), una dotación de académicos y académicas casi en su totalidad bajo el contrato precario de los honorarios, laboratorios que, en palabras de las autoridades, “no pueden correrse” incluso aunque existan paros decididos democráticamente, construcciones estancadas por lo menos desde el 2010 y que recién se están reanudando (aunque se supone que una parte de la construcción debía estar lista en marzo de este año por acuerdos posteriores a la movilización del 2017) y que cada año reciben miles de millones de pesos para su construcción y así podríamos seguir enumerando, tal vez interminablemente dentro de los marcos de la educación de mercado.
Así, año tras año Bachillerato se moviliza tanto por demandas externas como por demandas internas del programa y se ha hecho patente que muchos de los problemas estructurales que evidenciamos pueden ser resueltos directamente por rectoría y que su responsable es, en última instancia, el Estado, que debe hacerse cargo del financiamiento de la educación, salud, pensiones, etc.
Si luchamos y obtenemos a cambio conquistas necesarias pero alejadas de la dimensión estructural (por ejemplo la construcción de edificios o el eterno tópico del papel en los baños) nos quedaremos con victorias efímeras que serán aplastadas por la fuerza de los hechos tarde o temprano o que serán concedidas a condición de que no toque siquiera los problemas estructurales y que sean un anzuelo para disminuir el descontento estudiantil y las luchas más abiertas.
Un ejemplo más macro: Cuando Bachelet anunció la gratuidad y que con ella avanzamos a la educación gratuita lo que logró fue entregar una beca para la cual debemos acreditar con decenas de papeleos nuestro derecho a recibir educación gratuita antes que el resto, es decir, perpetúa la lógica de que la educación no es un derecho social, sino que de algunos pocos, en este caso como un parche para quienes lograron sortear los papeleos y acreditar su situación de pobreza a la vez que quienes tienen los medios se costean su educación inaccesible para nosotros y nosotras. ¿Pero es que acaso con esta beca tenemos gratuidad en la educación? ¿Es ahora la educación un derecho social en los hechos? De ninguna manera, es una conquista bastante precaria cuya contracara es el financiamiento por beca a instituciones privadas, perpetuación de la segmentación socioeconómica y de la educación de mercado, dejando la puerta abierta a posteriores ataques hacia esta conquista como lo fue el permitir aún más el lucro con el fallo del TC a inicios de este año académico. Análogo es el caso del aborto en tres causales que responden al 3% de los casos de abortos en Chile y que ya viene siendo atacado por medio de “la objeción de conciencia” para ser aún más moderado.
En estos términos es que se hace más patente la necesidad de conquistar nuestras demandas estructurales, cuya importancia va de la mano con demandas más mínimas que éstas, las cuales si bien serán más fáciles de conseguir tanto será más fácil que nos las arranquen cuando bajemos movilizaciones para volver a las aulas a formarnos, para nuestras ambiciones personales sí, pero también para forjar, ya desde nuestros títulos universitarios, herramientas útiles a los cambios que la sociedad necesita, discurso del que se jacta hipócritamente la Universidad de Chile en la actualidad y que lleva como emblema desde el discurso inaugural de Andrés Bello.
A la U se va solo a estudiar, saca la carrera por ti adelante y ese tipo de cosas
Cuando se nos dice que “a la U se va solo a estudiar” se hace generalmente concibiendo a estudiantes como receptores pasivos de un montón de conocimiento. Tal sentencia se cae a pedazos por contraste con la realidad universitaria: Entran y salen estudiantes de las aulas, se producen discusiones políticas tanto dentro como fuera de ellas, se desarrollan manifestaciones culturales y artísticas, se practica deporte, etc. Sin embargo, ésta aseveración a veces de sentido común tiene algo de cierto.
La segregación socioeconómica en la educación, la existencia de una educación para ricos y otra para pobres, el filtro que en este mismo sentido hace la PSU para acceder a la educación superior -por nombrar algunos- son problemas estructurales que instalan lógicas individualistas y competitivas a lo largo de todo el proceso educativo, promueve el rechazo a la idea de que las y los estudiantes somos sujetos políticos e intenta relegarnos al rol de objetos pasivos que aportan capitales enormes a las arcas de los empresarios de la educación y a los bancos que lucran con los créditos, impulsa una separación corporativa entre estudiantes, funcionarios/as y académicos/as intentando que cada estamento vele por sí mismo y no se vean como una comunidad, impulsando a su vez con esto en diversas ocasiones oposiciones entre los estamentos.
El Estado quiere instalar la figura de estudiantes pasivos cuyo rol se limita a entrar al aula y recibir el contenido ¡Pero aún así no han logrado abatirnos! No han conseguido cerrar los cuestionamientos estructurales a la herencia de la dictadura, no han logrado sacar completamente de las calles a estudiantes, mujeres y trabajadoras/es y ahora Varela nos dice que el tiempo de las marchas ya pasó. ¿Con qué seguridad sale afirmando aquello?
Nuevamente el rol de las direcciones
La historia nos ha demostrado que los cambios estructurales no se obtienen por medio de mesas de trabajo como el que las direcciones de la CUT de la Nueva Mayoría levantan con los empresarios de la CPC o entregando pasas a la ministra de educación para que “recupere su memoria”. ¿Es que alguna vez el Estado nos ha regalado un cambio estructural? La respuesta es un no rotundo, siempre ha tenido que haber de por medio masivas movilizaciones, revueltas, revoluciones, sangre, torturas y desapariciones.
La estrategia que ha utilizado el movimiento estudiantil estos últimos años es la denominada estrategia de las “movilizaciones por hitos”, por lo general marchas o jornadas de protesta de un día para ejercer presión parlamentaria. Las consecuencias de esta estrategia no se habían hecho patentes desde el 2011 tan fuertemente como este año en la Universidad de Chile: Para el primer pleno FECh las asambleas de las facultades tomaron casi unánimemente la posición de que las direcciones del movimiento estudiantil nos estaban llevando al desgaste y que la clave pasaba por la unidad del movimiento estudiantil (universitario, IP, CFT, secundario) con otros sectores, particularmente trabajadoras y trabajadores, el movimiento NO+AFP y el movimiento de mujeres internacional de NiUnaMenos. ¿Resultado? al menos desde el pleno FECh ninguno visible, la Nueva Mayoría y el Frente Amplio en el pleno son mayoría, y son justamente quienes nos han llevado a esta estrategia. Lo único visible a mi parecer es que esto aún no es visible para las direcciones.
Estas direcciones las podemos englobar en el concepto de “burocracia estudiantil”, sectores del movimiento estudiantil que llevan adelante sus políticas en nombre del conjunto de algún grupo de estudiantes. Esto lo logran más por la realización de una serie de maniobras que por convencimiento (por ejemplo cuando el 2016 tuvimos que discutir una y otra vez si íbamos a incidir en la reforma o si pediríamos el retiro hasta que ganó la posición de incidencia) y que toma decisiones a espaldas de las bases, el grueso del movimiento estudiantil, llegando a transar con autoridades, el gobierno de turno o incluso con el aparato represivo del estado (por ejemplo el caso de Astudillo, militante de la UNE quien tuvo una reunión con un coronel y un teniente de carabineros y el rector de la UMCE para coordinar la represión policial frente a manifestaciones, de este acuerdo nada se supo hasta que lo encontraron en la sección de transparencia de Carabineros).
Considerando que estas direcciones están actualmente también a la cabeza del movimiento estudiantil es de esperar que Varela afirme que el tiempo de las marchas ya pasó, pero de su ecuación nos escapamos las y los estudiantes que queremos ir por todo, que no queremos ponerle paños fríos uno tras otro a un mercado educativo que hace que aquí y allá establecimientos educativos se caigan a pedazos, que cada cierto tiempo uno y otro se vayan a la quiebra y deje a miles de estudiantes, funcionarios/as y académicos/as en la calle.
Más de 20 años de Bachillerato: un mismo director
Por último, un fenómeno particular de bachillerato es la presencia del mismo director desde la fundación del programa. Ni estudiantes, ni funcionarios/as ni académicos/as tenemos siquiera incidencia en la elección de nuestro director, de las mallas, de los contenidos del programa hasta el final, etc. Este si bien es un fenómeno particular de Bachillerato, se enmarca en el problema de la elección de autoridades unipersonales en toda la universidad y que a su vez tiene raíces en la legalidad del Estado sobre la actual educación de mercado. Nuevamente los problemas locales aparecen, tras escarbar un poco, en la institución de la Universidad de Chile y en la educación de mercado.
Entonces, si la estructura de la educación de mercado y las direcciones burocráticas ponen límites para poder ver que es posible cambiar esta educación e incluso derrumbar las bases de la sociedad capitalista en la que vivimos podemos mostrar que en cada problema particular que se nos presenta existe uno o varios problemas de raíz: que tras la competencia por los cupos en Bachillerato existe una educación de mercado que además de promover la competencia en prácticamente todos sus niveles nos entrega mallas orientadas al servicio de las empresas y limita también nuestra capacidad de desempeño social. La educación como un derecho social es consecuencia lógica de que la educación forma a la sociedad de conjunto, por otra parte es lógico también que la educación de mercado forme a miles de individuos en función de individuos y sus empresas en lugar de tener un enfoque hacia la sociedad.
Dos tareas para vencer a la educación de mercado:
1) superar a las direcciones burocráticas, tomar las riendas de la organización política con independencia de autoridades y el Estado de los empresarios.
2) conquistar las bases materiales para cambiar la estructura de la educación mercantil y hacerlo, esto es principalmente conseguir un financiamiento que permita a estudiantes, funcionarios/as y académicos/as desempeñarse de la manera en que triestamentalmente se decida.
Necesitamos impulsar la autoorganización de las y los estudiantes y en conjunto con funcionarios/as y académicos/as para pasar por encima de las direcciones de cualquier estamento que nos pongan limitaciones para “ir más allá” de lo que quieren y exigir un plan de financiamiento integral para las universidades estatales y colegios municipales. Con ésto y la capacidad de dirigir como comunidades universitarias este financiamiento habremos conquistado la mínima demanda de que se acepte efectivamente la educación como un derecho social.
Si Bachillerato en su fundación se pensaba como la vía de acceso ideal a la Universidad lo cierto es que hoy es visto como la vía alternativa, como el lugar al que se va cuando el sistema de segregación de la PSU y el acceso restringido te quitan la posibilidad de entrar a la carrera a la que se quiere llegar. Es en este marco en el cual nos encontramos, en el que potencia el individualismo y la competencia de compañeros y compañeras que en su mayoría vivieron la misma situación que les llevó a Bachillerato, es por ello que se hace indispensable hacer consciente primero que nuestros problemas individuales no son tan individuales como parecen, que detrás de ello está la educación de mercado y todo el sistema capitalista junto a sus perpetuadores: la burocracia estudiantil, sindical y la política favorable al empresariado.
Si queremos acabar con nuestros problemas aparentemente individuales, no tan solo puede que haya uno que otro que quiera también ir más allá y acabar con la educación de mercado y el sistema capitalista de conjunto, sino que es imprescindible, imperioso ir más allá y acabarlas, debemos ser cada vez más compañeros y compañeras que se sumen a una fuerza organizada para vencer.