Hoy la selección belga se enfrenta a Brasil por cuartos de final. Mientras crece el racismo en ese país, el goleador congoleño Lukaku y diez jugadores de ascendencia migrante lograron llevarlo hasta esta etapa.
Viernes 6 de julio de 2018
El Mundial de fútbol de Rusia entra en sus cuartos de final. Entre los equipos que se disputan continuar hacia la gloria de ser campeones esta Bélgica, una “sorpresa” -aunque en el Mundial 2014 llegó hasta cuartos siendo derrotado por Argentina- pero que tuvo continuidad y un excelente rendimiento en la Eurocopa y en los partidos de Rusia 2018 demostró tener juego, llegada y gol (y hasta un poquito de suerte). De los 23 jugadores que conforman su plantel, 11 son de ascendencia o de origen migrante: los Diablos Rojos dejaron de ser todos rubios desde hace un buen tiempo para convertirse en un seleccionado con sus máximas figuras como Romelu Lukaku y Michy Batshuayi que son de origen congoleño; Marouane Fellaini y Nacer Chadli, de origen marroquí; Yannick Carrasco, martiniqués, Adnan Januzaj, kosovar, y Moussa Dembélé, maliense.
El delantero Romelu Lukaku en el 2017 fue transferido por el Manchester United por 84 millones de euros. Debutó teniendo 16 años en la selección; hoy tiene 24 años y es el máximo goleador de la historia de la selección belga. A pesar de este logro, en 9 años nunca lo aplaudieron en el país al que representa: como si no fuera un “belga de verdad”, cuentan desde allá. “Cuando las cosas iban bien, los diarios me llamaban ‘el goleador belga’. Cuando iban mal, ‘el delantero belga de ascendencia congoleña’”, recuerda Lukaku. Hoy es la esperanza que une tras la pelota a los habitantes de ese país históricamente dividido.
Y eso que es jugador que tiene hazañas y que logró la nacionalidad por eso; en peores condiciones se encuentran los trabajadores migrantes en la construcción, en los bares y las mujeres que son empleadas domésticas, así como también en los campos de refugiados. Igualmente también hay un movimiento de solidaridad que se extiende a “los sin papeles” contra las leyes xenófobas que intentan imponer.
El Congo fue una colonia de Bélgica hasta 1960. Muchos congoleños y también marroquíes eran llevados a trabajar en las minas como esclavos; y lo más aberrante: a los niños y mujeres los tenían en los zoológicos encerrados como “atracción”, como animales encerrados en jaulas o para hacerlos desfilar para el entretenimiento de gente perversa. Después de muchos años de lucha independentista, incluso el Che Guevara fue a apoyarlos y, liderados por Patrice Lumumba, se establecen como República.
¿Qué sería el mundial para los equipos europeos sin migrantes? Marruecos, Nigeria, Senegal, el Congo, tienen importantes figuras en las principales ligas europeas y sin embargo el racismo también en el fútbol se descarga contra los mismos jugadores como Lukaku que se “salvaron” de morir en el mar mediterráneo.
Ironías de la vida o del capitalismo salvaje, mientras las derechas promueven leyes severas en contra de la migración africana, mientras esas imágenes desgarradoras que llegan día a día de cientos de niños muertos, de seres humanos que intentan cruzar el mar Mediterráneo y terminan ahogados o hacinados en centros de refugiados, la esperanza europea -también hablando por Francia- tiene sus raíces en esos países.
El fútbol es un deporte hermoso, la alienación y las fronteras son impuestas por el capitalismo. Si no fuera por las penurias y el saqueo de los capitalistas a las fuerzas de trabajo, lo desarrollaríamos plenamente como un arte y no sólo como una distracción o una “industria”.