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Red Internacional
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PRESIDENTE DE BOCA. Boca: Angelici en la mira

Boca da pruebas de su grandeza soportando estoico la peor gestión en la historia del club. Su presidente, empresario y delfín macrista, socava la historia de la institución a cada paso y es el fundamento de los traspiés contemporáneos del xeneize.

Lionel Pasteloff @LionelPasteloff

Martes 11 de agosto de 2015

"Renová el pasaporte, del resto me encargo yo". Así rezaba uno de los slogan de campaña de Daniel Angelici cuando se postulaba humildemente a la presidencia de Boca. Con pasado radical, desde 2005 integraba el PRO, sin dejar de tener a Coti Nosiglia como referente. Se hizo conocido cuando en 2010, representando a el ala macrista, se negó en su rol de tesorero a validar una renovación de contrato por cuatro años para Riquelme. Su posición fue inflexible y finalmente renunció una vez concretada la prolongación del vínculo del 10.

Empresario del juego, con antecedentes de sueldos esclavos y espionaje a empleados, se lanzó a la presidencia para 2011. Invirtió millones y sedujo al neo-socio de Boca, ese que ve en la "eficiencia" macrista un sinónimo de éxito. Llegó repartiendo pasaportes, adornado con geishas, azafatas y dando por sentado que Boca volvería a Japón en instantes.

Pese a que las elecciones se dieron en medio de un Boca campeón invicto, los socios eligieron al novato apadrinado por Macri, en detrimento de Amor Ameal, quien le extendió el vínculo a Román y se colgaba la nueva estrella. Fue 55 % a 45 % y muchos en Boca pensaron que volvían las glorias bianchistas.

El primer semestre ya comenzaron los problemas. Falcioni, quien nunca quiso a Riquelme pese a que le hizo ganar el torneo, se enojó con él al creerlo responsable de una desobediencia táctica en Venezuela. Su ahijado Erviti confesó que había sido él quien dió la indicación a Cvitanich. Ese hecho desnudó una convivencia difícil. El presidente como siempre respaldó al DT y dejó en claro su distancia con el enganche siempre que pudo.

Finalmente Boca perdió la final de una Copa a la que llegó por la influencia del 10. Cansado de los rumores, el desgaste y los boicots internos, Riquelme anunció que se iba del club. Todos recuerdan la cara de Angelici al cruzarlo tras la derrota. Les dejaba el club a ambos. Presidente y entrenador podían disponer del equipo como quisieran. De yapa, los directivos regalaron a Roncaglia (se fue libre) y a Cvitanich (no le renovaron el préstamo aunque quería quedarse).

Ya sin el "polémico" enganche Boca jugó horrible, perdió la Supercopa Argentina, ganó la final de la Copa Argentina (a cuya final llegó con Riquelme) e hizo un torneo mediocre. Cuando se olía la renovación de Falcioni, una Bombonera repleta insultó a Angelici y al técnico. Hubo clamor popular por Riquelme y Bianchi pese a la victoria.

2013 arrancó con la solicitada vuelta del Virrey y, tras algunas idas y vueltas, la de su protegido. El equipo no anduvo, por varias causas. El entrenador falló, sobre todo sobreestimando la capacidad del plantel con el que contaba. Pero desde adentro hubo denodados intentos de generar complicaciones. Se filtró al periodismo el contrato del DT, el de Román, se abrieron polémicas constante respecto a los modos del entrenador, las lesiones de jugadores, peleas, conflictos. La prensa, esa que jamás hizo buenas migas con el Virrey y el 10, ayudaba con gusto al Operativo Desgaste. En el torneo a Boca le fue mal y en la Copa se fue dignamente, tras perder en cuartos por penales contra el Newell’s que ganaría el torneo local.

Para el segundo semestre Bianchi se deshizo de varios soldados falcionistas y empezó a edificar su equipo. O al menos intentó con lo que le iban trayendo. Llegaron Gago, Cata Díaz, Gigliotti como caras principales. El equipo tuvo su punto más alto ganándole a River en el Monumental. Pese a que el torneo entregó miles de chances (el campeón apenas tuvo 34 puntos), Boca no las aprovechó y terminó con 29. El presidente comenzaba a dejar entrever la posibilidad de cesantear a Bianchi, remarcando sutilmente (y no tanto) que "había que ganar algo".

En 2014 el torneo arrancó mal y se maquilló con 6 triunfos al hilo. El equipo terminó segundo por diferencia de gol, aunque sin hacerse fuerte. Fue el que más puntos sumó en la temporada (61, igual que Vélez) pero no había solidez. Nada de esto generaba las críticas de la prensa, las mismas estuvieron incluso en los triunfos y en los momentos de buen juego. Nadie puede decir que los medios hicieron jugar mal al equipo. Si se puede aseverar que los cuestionamientos eran constantes, intencionales y que buscaban generar un desgaste y un malestar en los hinchas y en la imágen de los ídolos. Y eso surtió efecto. Tras meses donde se puso en duda la renovación de Riquelme, le ofrecieron vagamente un contrato cuando el anterior ya estaba vencido. Semejante destrato no fue casual. Fue una invitación a retirarse. El ídolo eligió no rebajarse y se fue a hacer ascender a Argentinos Juniors.

El siguiente torneo comenzó mal y Angelici se cargó a Carlos Bianchi, nada menos. Luego de prometerle continuidad, lo echó. El presidente pretendía sostenerlo, pero llamados del mismísimo Macri a sus hombres en el club generaron la presión suficiente para vencer la resistencia del "Tano". Llegó Arruabarrena, en un claro intento de evitar los insultos. Siendo un hombre joven, del club y de la época dorada, pretendió ser un paraguas. El equipo mejoró y llegó a semifinales de la Sudamericana, donde perdió ante River sin luchar. Se dejó pasar por arriba por un River que lo superó a base de patadas y actitud. No se plantó ni dentro ni fuera de la cancha y vió por TV la consagración millonaria. El presidente, quien no protestó una injusta expulsión de Gago en el Monumental ("los árbitros se pueden equivocar") ni tampoco el juego brusco de los de Gallardo por la Sudamericana, sólo se hizo oir para repudiar un arbitraje favorable a Lanús contra Arsenal, que perjudicaba a River.

El año se cerró sin éxitos. Los hinchas tuvieron que conformarse con ver a Riquelme ganando el ascenso, en medio de las constantes menciones del presidente al ídolo, a quien evidentemente no pudo superar. Se esperaba que en 2015 Arruabarrena pudiera imprimirle su identidad al equipo. O era lo último a lo que quedaba por aferrarse.

Este año arrancó flojo, y el punto cúlmine fue un 1-4 ante Racing, donde un desbordado Boca terminó con 8. Los dirigentes reaccionaron recién ahí y fueron a conseguir refuerzos desesperadamente. Primero perdieron a Forlín, quien podía ser comprado en julio, luego en enero por más dinero y finalmente se les escapó. Luego llegaron Torsiglieri, Pablo Pérez, Rolín, Sara, Lodeiro, Monzón, y finalmente Osvaldo. El equipo comenzó arrasando en el torneo y en la Copa, donde ganó 6 de 6. Pero había baches en el juego, faltaba consistencia, algo disimulado por la debilidad de los rivales y la propia contundencia. El cruce en octavos por la Copa contra River desnudó muchas falencias. Arruabarrena no paró de cambiar y careció de osadía como visitante. De local, no tuvo ideas para quebrar y Boca se fue descalificado con bochorno tras un gas pimienta arrojado por un "hincha". Hubo complicidades internas, inoperancia, saludos a la barra. El único damnificado fue el hincha real, quien no vió varios partidos como local ya que sus dirigentes buscaron no revertir sanciones para no exponerse a insultos.

Para hacerla completa, River acaba de llevarse una Copa Libertadores que Boca tenía potencial para ganar. Viaja a Japón dos veces, para envidia del otrora candidato Angelici, quien podría prestarles a los millonarios sus "pasaportes" de promoción.

Pero no sólo de derrotas deportivas vive el hombre. Permitió que Nike diseñara camisetas sin la menor representatividad con el club. Rosa, violeta y hasta verde fueron colores utilizados. Sumo una cantidad exorbitante de adherentes que jamás serán asociados plenos y pagarán para mendigar un espacio muy de vez en cuando. Le quitó recursos al voley. Cerró el club a los socios en reiteradas ocasiones (por ejemplo, para evitar reclamos ante la desaparición de entradas). Siempre hubo exclusión para los hinchas reales, pero lugar de sobra para turistas. Se le dió a TyC una concesión del Museo por 10 años, en una cifra bajísima y que obviamente excederá a ésta y a dos gestiones más. Se le faltó el respeto infinidad de veces a los ídolos (no sólo Bianchi y Riquelme, Márcico y Giunta contaron que no querían dejarlos entrar a ver un partido). Se vendieron entradas y viajes a precios dólar blue, procurando hacer negocio con los socios. Cualquier famoso o estrella de la farándula tuvo su lugar en el club, pero unos chicos que vinieron de La Pampa a conocer La Bombonera, se quedaron afuera. Cualquier similitud con la gestión PRO en la Ciudad de Buenos Aires, es mera coincidencia. Así como también lo son los funcionarios xeneizes que pertenecen a la legislatura porteña.

Para cerrar, no hay que olvidarse de los reiterados intentos de mudar La Bombonera. Angelici se justifica ante los evidentes y constantes faltantes de entradas señalando que se necesita "una cancha más grande" y propone mudar el mítico estadio, como si jugar en otro lado para Boca fuese simplemente festejar su cumpleaños en un salón distinto. Nunca menciona los inversores de Qatar que pondrían los petrodólares, ya que todas sus alusiones son vagas y apuntan a relativizar cualquier dato duro que se le pida.

Esto es Boca hoy. Una caja de sorpresas permanente. Un hincha de River que lea esto, quizás recuerde el caos generalizado que fue el club de Nuñez en la época de Aguilar (sobre todo desde 2005). Desmanejos, pocos éxitos deportivos, pases irregulares, faltantes de entradas. Señales inequívocas de una gestión que vino a arrasar con la historia y a llevarse puesto todo lo que hubiera en pie. El "Tano" pretende emularlo buscando la reelección en diciembre. Si lo logra, pueden empezar a llamarlo José María Angelici y sentarse a contemplar el desastre.