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Represión en Congreso. Bullrich miente mucho: los policías que gasearon a una nena no tenían “problemas de visual”

En una burda opereta, la ministra de Seguridad dice que los cascos que usan los represores de la Policía Federal dificultan la visión de quienes lanzan el dañino gas pimienta que el miércoles afectó a una niña de diez años. Las fotos La Izquierda Diario matan el relato oficial. Mirá.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Viernes 13 de septiembre 09:30

Fotos Enfoque Rojo

Fotos Enfoque Rojo

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No sólo la represión (una vez más) fue brutal. Además de gasear, balear y apalear manifestantes, especialmente jubiladas y jubilados, el miércoles el Gobierno de Javier Milei también montó una opereta (llamarle operación es mucho) para recrear otro de sus relatos ficcionales sobre las causas y las consecuencias de la represión que viene descargando sobre la población trabajadora.

La punta del ovillo que ayudó a desmontar la mentira oficial fue la sarta de “explicaciones” del Ministerio de Seguridad sobre el caso de la niña Fabrizia, de diez años, fuertemente dañada por gas pimienta durante la protesta frente al Congreso del último miércoles. Allí miles de personas se concentraron para rechazar el veto de Milei a la ley jubilatoria recientemente votada.

El video de la niña gaseada se viralizó. Causó una fuerte indignación social. Los medios masivos no pudieron desentenderse del tema. Incluso los aliados de Milei y Patricia Bullrich. Y ahí sobrevino la opereta.

Según periodistas oficialistas como Eduardo Feinmann, Esteban Trebucq y Jonatan Viale, fue el jefe de la Policía Federal Luis Rolle quien el mismo miércoles por la tarde envió un video a los medios donde aseguraba que se veía a una manifestante (vestida de naranja) lanzar el “gas” que afectó a la nena. Canales como LN+ y TN lo difundieron, citando la fuente. Y la segunda de Bullrich en el Ministerio, Alejandra Monteoliva, reforzó la versión en entrevistas con esos medios, asegurando que se estaba tratando de identificar a la “culpable”.

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Pero durante el jueves otros videos también se viralizaron. La escena en la que un cordón de Infantería de la Federal arremete contra un grupo de manifestantes pacíficos, entre los que estaban la niña y su madre tiradas en el piso, y comienzan a lanzar gases tras la orden de “avancen” de un comisario, puso en jaque la mentira de Bullrich y sus secuaces.

Entonces desde el Ministerio no tuvieron mejor idea que acusar a los periodistas amigos de difundir un video falso (el que según los medios había entregado el jefe de la Federal). Eso enojó a Feinmann, Viale y compañía, quienes pidieron disculpas públicas por haberse comido la fake news del día anterior y acusaron directamente a los funcionarios de haber vendido “pescado podrido”. Feinmann, desencajado, llegó a pedirle en cámara a Milei que eche a Bullrich, a Monteoliva y a Rolle.

La ministra, acostumbrada a mentir sin medir consecuencias siquiera para su propia credibilidad, pidió salir al aire para contar “toda la verdad”. Así lo hizo por teléfono con LN+ y en el piso de TN el jueves por la noche. Pero, fiel a su estilo, no aclaró nada y oscureció todo un poco más.

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La catarata de falacias lanzadas por Bullrich al aire (con la misma impunidad que sus esbirros tiran gases al rostro de manifestantes) es inagotable. Negó que la Federal haya difundido el video trucho. Dijo que ella lo vio “por los medios” (desautorizando a Monteoliva). Conjeturó que Fabrizia fue gaseada “antes” de la avanzada de la Infantería, aerosoles en mano, registrada por otro video. En LN+ dijo que iba a pedir explicaciones a Rolle, pero después en TN lo negó. Una filosofía muy interesante, le faltó decir.

Entre la sarta de falacias, luego de culpar a la madre de la víctima por haberla llevado a la movilización, Bullrich destacó que, si realmente fueron los policías los que tiraron ese gas, fue sin intención. Y poniendo en duda las evidencias audiovisuales, buscó salvar a sus tropas con una explicación que se cae de burda: “Yo no voy a poner la responsabilidad sobre un policía que está en una fila, que no ve absolutamente nada de lo que está pasando en el piso y le dicen ‘esquiven’ porque había una persona en el piso, ‘esquiven’, había veinte personas rodeando, gente agrediendo, y la línea policial siguió”.

Fotógrafos de Enfoque Rojo y La Izquierda Diario, que cubrieron la represión del miércoles, registraron una serie de imágenes que desnudan el relato de Bullrich y sus secuaces. En el mismo momento en que Fabrizia es dañada por el gas pimienta, los efectivos de la Federal podían ver perfectamente todo lo que pasaba “en el piso”. Es más, uno de los efectivos encargados de lanzar esos gases ni siquiera tiene baja la visera de acrílico, con lo que su visual era plena.

¿Va a pagar alguna vez Patricia Bullrich por todas las mentiras, operetas y falsificaciones documentales de las que viene siendo mentora y propagadora? ¿Hasta dónde es tolerable tener a una ministra que se ríe en la cara de toda la población y trata como imbéciles hasta a los propios votantes de La Libertad Avanza? A esta altura, además de haber renunciado a su puesto, ¿Bullrich no debería estar procesada y juzgada por sus constantes y diversos delitos, que quedan cada vez más en evidencia?

Si de pruebas en su contra se trata, además de esta opereta alrededor del ataque con gas pimienta a Fabrizia, está la causa penal con pruebas truchas que armó junto al fiscal Carlos Stornelli contra 33 manifestantes cazados al voleo el 12 de junio, también en las inmediaciones del Congreso, en el marco de la movilización de repudio a la Ley Bases.

Gracias a la lucha de organizaciones de derechos humanos, sindicales, sociales y la izquierda las 33 víctimas lograron quedar en libertad y la inmensa mayoría fue sobreseída por falta de mérito. Sólo un puñado sigue procesado pero por delitos que no tienen nada que ver con lo que originalmente se les endilgó. Si el Poder Judicial quiere, ahí tiene de sobra para imputar penal y civilmente a Bullrich y los operadores de su ministerio.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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