A partir de la pandemia, una mayor cantidad de niñas y adolescentes realizan tareas del hogar y de cuidado. ¿Cómo impacta el trabajo doméstico en su desarrollo? En esta nota reflexionamos acerca de las causas y consecuencias del mismo.
Domingo 12 de junio de 2022 00:33
Durante el 2021, Unicef realizó una encuesta en 2869 hogares de toda la Argentina para medir el impacto que tuvo el covid-19 y las políticas en torno a la pandemia, en la vida de las mujeres, niñes y adolescentes.
De les adolescentes que se entrevistaron, el 43% señaló que esta cargo del cuidado de niños o personas mayores con quienes conviven. Un 70% realiza las compras. Un 86% cocina. Un 23% se encarga de actividades orientadas al mercado, y además un 13% busca trabajo.
¿Qué expresan estos números? Partamos de definir que hablamos de trabajo infantil cuando las responsabilidades de cuidado de otros y tareas de reproducción de los hogares exceden a los niños, niñas adolescentes de sus posibilidades físicas y psicológica para llevarlas adelante. Es cuando estas tareas, además entran en tensión con sus trayectorias educativas, con la recreación y el juego, salud y su desarrollo. En el caso del trabajo doméstico “intenso”, nos referimos a la dedicación de más de 10 horas semanales en el caso de niños y niñas y 15 horas o más en el caso de adolescentes.
El trabajo domestico en infancias y adolescencias impacta sobre todo en niñas y adolescentes. Los datos indican que es la modalidad de trabajo más elevada para las niñas y niños de entre 5 y 15 años, pero es realizado centralmente por las nenas. Se cristaliza de manera temprana una división de los roles de género, en el cual las mujeres son las responsables “naturales” de las tareas cuidado y del hogar. Aún en un contexto, donde millones de mujeres se movilizan en todo el mundo y donde la inserción de las mismas en el mercado laboral es más expansiva que nunca en la historia del capitalismo, desde pequeñas hay una imposición a ser quienes realizan estas tareas.
Pero no es solo esta realidad refleja el impacto de la estructura patriarcal, sino que también deja ver un sistema público de cuidados al que sería injusto decirle insuficiente. No sólo es limitado, sino que intencionalmente libra a su responsabilidad a los hogares trabajadores que se hacen cargo prácticamente de sostener su existencia por sí mismos. ¿Qué quiere decir esto? Que se cierran programas y recortan programas de seguridad social, se ajusta en materia de salud y educación, los servicios esenciales sufren tarifazos, acceder a una vivienda digna es cada vez más difícil. Y en esta tarea de supervivencia, las mujeres no sólo son las más afectadas, sino también son quienes cargan sobre sus hombros lo que no pueden delegar. En este engranaje, niñas y adolescentes son también quienes pagan esta crisis.
Los propios datos, indican que la variable de la clase social es clave en esta situación: el porcentaje de adolescentes hijos de patrones, directores o profesionales que realizan trabajo doméstico intenso es de 5,1% ascendiendo a 12,6% entre los hijos de obreros no calificados u operativos. En adolescentes que residen en zonas rurales este porcentaje aumenta. Estos número, de la Encuesta de Actividades de niños, niñas y adolescentes (EANNA) relevados en el 2016/2017. Con una pandemia donde aumentó la pobreza, y en Argentina cristalizó el fenómeno de “trabajadores pobres” podemos deducir, que se vio profundizada esta tendencia.
De la misma encuesta, se desprende también que el 66,8% de los niños y niñas y el 64,9% de los adolescentes de la República Argentina que realizan trabajo doméstico intenso lo hacen en hogares que no tienen acceso a la red de gas. Es decir que, cocinan con gas en tubo, garrafa, leña o carbón. Además, donde hay al menos un niño que realiza actividad doméstica intensa se visualiza el deterioro habitacional es un denominador frecuente: viviendas con saneamiento inadecuado deficiencia en los materiales de las paredes y pisos. El déficit habitacional se agudiza hasta 9 veces más en los hogares situados en espacios rurales.
Frente a esta situación, resuena fuertemente la idea de que el aumento del trabajo doméstico que realizan niñas y adolescentes es producto de múltiples factores, como un presupuesto de ajuste que arroja a la miseria a millones privilegiando el pago al FMI y obligando a que, si una mujer tiene una larga jornada laboral, precarizada, y está sola o en casa otros adultos hacen changas o trabajan 10 horas por día, seguramente hay una adolescente que debe ocuparse de limpiar, cuidar a sus hermanos, etc.
No existe la opción de concurrir a un comedor comunitario (que no sea hecho por otras mujeres en los barrios), o una lavanderia, o espacios de cuidado donde profesionales puedan atender a quienes tengan necesidades específicas. ¿Por qué esto no sucede? Porque ya lo hacen gratis, miles de niñas y adolescentes. Para que sea posible liberar de estas tareas a ellas y sus familias, es preciso reorganizar de otra manera la sociedad distinta al capitalismo, una sociedad con las prioridades puestas en el desarrollo de les pibes.