Con la bochornosa derrota en Diputados, el gobierno cierra una semana para el olvido. Del reformismo al empantanamiento permanente. Una vez más, la hegemonía.
Fernando Rosso @RossoFer
Jueves 14 de diciembre de 2017 19:21
«Se hace campaña en poesía y se gobierna en prosa», sentenció alguna vez el exgobernador de Nueva York, Mario Cuomo. Lo que no dijo es que la fórmula garantice una gobernanza exitosa.
Mauricio Macri y Cambiemos realizaron campaña con la poesía de siempre, combinada con el discurso del miedo, usufructuando al rechazo a la administración anterior y una importante dosis de gasto estatal en obra pública y “populismo financiero”. Como parte de la hipoteca del Estado argentino con nueva deuda, empujaron al endeudamiento a todos y todas con un festival de créditos grandes, medianos y chicos.
Pero la verdadera prosa de la administración comenzó después del 22 de octubre y fue titulada “reformismo permanente”. Anunciada con bombos platillos por Macri ante el establishment político y empresarial.
El escandaloso fracaso de la sesión que pretendía aprobar la reforma previsional en la Cámara de Diputados se llevó puesta, por ahora, dos de las patas del tridente “reformista”: el saqueo a los jubilados (reforma previsional) y atado a ella, el pacto fiscal acordado con los gobernadores para una reforma tributaria. Más allá de la rosca que rodeó a la sesión, de las acusaciones de diputruchos y de las maniobras para intentar imponer el quórum, el fracaso y lo ajustado de los números expresó, a su manera, el amplio rechazo social que generó el primer intento de ajuste serio y generalizado del programa Cambiemos. Según un trabajo de la consultora Analogías, el 82 % de las personas consultadas rechazaba el robo a los jubilados y a quienes reciben las Asignación Universal por Hijo (AUH) que implicaba la modificación de la fórmula para el cálculo de haberes para un “ahorro” fiscal de 100 mil millones de pesos. También el aparatoso y espectacular operativo de seguridad mostraba el miedo a la reacción popular y hasta Elisa Carrió, la encargada de levantar la sesión, se lo facturó a la ministra Patricia Bullrich: "No eran necesarios tantos gendarmes. La ministra de Seguridad tiene que parar”, afirmó lapidaria la diputada oficialista. Hasta la anestesiada CGT tuvo que convocar a un paro que levantó una vez derrumbada la sesión.
En su improvisada conferencia de prensa posterior a los acontecimientos, un nervioso Marcos Peña, no especificó si habrá nueva fecha para el tratamiento del proyecto, aunque reafirmó que lo sostienen y que están abiertos a propuestas complementarias. El Jefe de Gabinete tuvo que salir a explicar durante dos días seguidos en el país en el cual el que explica pierde. Avanzada la tarde se conoció que la reforma podría salir por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), alternativa que finalmente se descartó.
Semanas antes se había empantanado la propuesta de contrarreforma laboral. Primero y sin medida alguna por parte de la CGT, el Gobierno tuvo que retirar puntos nodales de la propuesta original de 145 artículos que se proponían liquidar los derechos laborales básicos, en una negociación con el triunvirato de la central. Pero tampoco pudo imponer el tratamiento del proyecto acordado porque un sector de la central (el moyanismo) se vio obligado a salir a la calle. El peligro de quiebre de la CGT era una expresión deformada de la conmoción que se extendía en el movimiento obrero. El peronismo de Miguel Pichetto exigió la “unidad” de la CGT para respaldar la reforma y el proyecto pasó al año que viene.
Finalmente, un día antes, el presidente Macri se había convertido en el flamante anfitrión de un estrepitoso fracaso. El Gobierno encargó a su ministra, Patricia Bullrich, que blindara Buenos Aires con un exagerado operativo de seguridad para la cumbre de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Mientras las autoridades argentinas se preocupaban por la eventual manifestación de algún activista noruego y las denuncias picantes de una periodista inglesa, la cumbre era dinamitada desde adentro por la crisis y división que existe en el seno del neoliberalismo cuya máxima expresión es Donald Trump. Ninguno de los acuerdos en los que pretendían avanzar los integrantes de la OMC pudo ver la luz. Roberto Azevêdo, el director general del organismo, fue lapidario: "No hemos podido obtener resultados. No podemos ocultar nuestra decepción. No pudimos avanzar en varios programas, la decepción es amarga sobre todo para los autores". "No hemos estado a la altura", admitió Susana Malcorra. No, evidentemente.
Macri pretendía, por lo menos, utilizar la cumbre para anunciar las bases el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea (UE), pero pese a importantes concesiones que hicieron tanto la Argentina como los países del Mercosur tampoco hubo allí fumata blanca. La cuestión volverá a tratarse en Bruselas en 2018. Para Cambiemos es un siglo.
Hegemonía
Cuando tuvo lugar el famoso debate sobre la “hegemonía” cambiemita, planteamos básicamente tres elementos:
El reformismo permanente se transformó en empantanamiento permanente y Cambiemos paga un alto costo político sin haber logrado aprobar una propuesta que -por default de las otras-, terminó convertida en la madre de todas las reformas.
Algo dicen todas estas contradicciones de la realidad de la coalición oficial, de su difícil coyuntura y de su hegemonía que, por ahora, no es.
Fernando Rosso
Periodista. Editor y columnista político en La Izquierda Diario. Colabora en revistas y publicaciones nacionales con artículos sobre la realidad política y social. Conduce el programa radial “El Círculo Rojo” que se emite todos los jueves de 22 a 24 hs. por Radio Con Vos 89.9.