El cantito de Enzo Fernández cayó como una bomba de efecto retardado. Día tras día provocó todo tipo de reacciones, la mayoría bastante absurdas y oportunistas.
Martes 30 de julio 19:14
“Escuchen, corran la bola…
Juegan en Francia, pero son todos de Angola…
Qué lindo eeees…
Van a correr…
Son cometravas como el puto de Mbappé…
Su vieja es nigeriana…
Su viejo, camerunés…
Peeero en el documento… Nacionalidad: Francés”
Disponible en Spotify para quien guste, así dice el cantito de cancha que nació en Qatar y casi cantó Enzo Fernández en el bondi victorioso de la selección nacional. El cantito cayó como una bomba de efecto retardado. Día tras día provocó todo tipo de reacciones, la mayoría bastante absurdas y oportunistas. Desde el pecho glorioso de los campeones hasta la Casa Rosada y la embajada de Francia, los versos de este himno popular están pidiendo una lectura detenida y crítica; son más que racistas.
Para empezar, las disculpas del jugador. “La canción incluye un lenguaje sumamente ofensivo y no hay excusa alguna para esas palabras. Me opongo a la discriminación en todas sus formas y me disculpo por haberme dejado llevar por la euforia de nuestras celebraciones de la Copa América. Ese video, ese momento, esas palabras, no reflejan mis creencias ni mi carácter. Lo siento de verdad”.
Dejarse llevar
La disculpa es una confesión: me dejé llevar. ¿Estaba tan contento que le salió cantar algo tan horrible? No es atributo sólo de este joven atleta el dejarse llevar. El precipicio ético donde se derrumba lo dicho frente a lo hecho por el Jefe del Estado Pedófilo bastaría para eximir de cargos a Enzo Fernández y sus alegres compañeros. Existe además la tradición futbolera -y no sólo futbolera- de humillar al adversario con la peor violencia verbal, cuando no material. La frase dejarse llevar no admite matices. Es un impulso sin control, una ráfaga traicionera que nos deja con el culo al aire frente a todos. (Lo del culo no es arbitrario, ya verán). Enloquecidos de un júbilo que nos trastorna, ofender a alguien está fuera de nuestra voluntad, de modo que se presume un acto no deliberado. Bañado de inocencia quizá.
Sin embargo en la letra de esa canción es fácil reconocer una amenaza espantosa muy al uso de los grupos reaccionarios que reptan en las redes: “Van a correr”. La frase a veces va recargada por otros circunstanciales vejatorios y, claramente, supone una cacería. Correr. ¿Por qué habría que correr? ¿quién, quiénes, adónde, corridos por quiénes? En la disculpa, que es personal, Enzo Fernández diluye un poco su responsabilidad porque admite que la euforia es colectiva y folklore –“nuestras celebraciones”, dice-, pero también que la letra del cantito no representa sus creencias ni su carácter. ¿Por qué no creerle? Como él, los que entonan cantitos de este género lo hacen porque se dejan llevar, porque no atienden a lo que está diciendo el cantito o bien porque lo atienden y lo entienden y lo aceptan con naturalidad. Hay un clima de época, una atmósfera viciada, humo tóxico que emana desde lo más alto. Y por eso mismo cae en lo más bajo.
Todos de Angola
El racismo hiede y bulle en la superficie de lo que no alcanzó a cantar Enzo Fernández. Es un rasgo tan presente que levanta la mano, dice hola, acá estoy, soy el racismo, vengo a denigrarte. Dos veces aparece el “pero”, ambas para negar que los jugadores franceses sean franceses. O dicho de otro modo: para decir que juegan en equipos de Francia “pero son todos de Angola”, lo que supone un fraude, una simulación de jugadores africanos haciéndose pasar por franceses. En ese supuesto artilugio de los africanos está implícita primero la superioridad de un país y una cultura, contra la inferioridad de otro/a. Y luego, la correspondiente treta del sometido.
Pero lo que reluce con brillo propio, después de generalizar “son todos de Angola”, es la dedicatoria a un jugador francés en particular. Kylian Mbappé, una estrella del fútbol europeo, multimillonario como sus colegas Messi y Ronaldo. Dejó el club francés para jugar en España, donde pudo comprar una mansión con ocho dormitorios, once baños, dos piscinas, situada sobre un parque de 3.000 metros cuadrados. ¿Impresiona? Sí, pero podría decirse que fue una ganga. De trece millones de euros Mbappé terminó pagando sólo once. ¿No debería escandalizar que los jugadores de fútbol ganen y gasten tanto dinero? ¿que el fútbol maneje tanto dinero? ¿que haya tanta paciencia y tanta comprensión sobre estos temas? No. No hay malestar en proporción a propósito de gente tan pero tan rica, futbolistas o no, en un mundo cada vez más poblado de pobres. En el caso de los jugadores de fútbol, suele suceder que con la bonanza económica sobreviene un shock amnésico y muchos se olvidan del potrero. De pronto se autoperciben casta.
No es el caso de Mbappé, nacido no sólo en Francia, sino en París, en un barrio junto al Sena, millonario como queda dicho, pero consciente de que su lugar en la sociedad es bastante más que patear bien la pelota. Hace un par de años se lo vinculó en una relación sentimental con una persona trans, que él no negó, y en las recientes elecciones nacionales se manifestó sin retaceos para que pierda la ultraderecha. Lo que finalmente sucedió. “Más que nunca, hay que ir a votar. Es realmente urgente. No podemos dejar el país en las manos de esa gente, es realmente urgente. Vimos los resultados, es catastrófico”. Lo dijo como ciudadano francés, afrodescendiente, en efecto, pero también como capitán de la selección francesa. El Messi de Francia, se diría, aunque con las debidas y colosales diferencias. Porque nuestros muchachos son muy capaces de callar en circunstancias similares. Lo hemos visto. Con pena lo hemos visto.
El problema del culo
Finalmente: la homosexualidad masculina como defecto insanable. El tema constituye ya un asunto de Estado. Voceros oficiosos del Presidente sostienen que es “insano” ser homosexual y el discurso público presidencial refiere con insistencia llamativa al sexo anal y al culo. Este fin de semana dijo que a los operadores de mercado que quieren llevar el dólar a 1.800 pesos “les dejamos el culo como un mandril”. Antes había advertido “que nadie le toque el culo a Caputo” y en Brasil recibió de los Bolsonaro una medalla de alusiones repugnantes. Contiene tres íes: una por inmortal, otra por “imbrochável”, traducido como siempre erecto “en la cama con una mujer” e “incomible”: “que ningún hombre te va a comer”. Las explicaciones las dio Bolsonaro hijo, con gestos burdos y entre risotadas. En un reciente foro internacional de economistas Milei se hizo el gracioso con esta comparación: «No necesitamos un burócrata metiendo el dedo en ningún lado, porque ya saben dónde termina el dedo, y más que el dedo termina siendo el brazo». Era candidato cuando dijo en televisión: “Vos no podés hacer caridad con mi bolsillo, porque con el culo ajeno somos todos putos”.
Enzo Fernández, estás disculpado.
(*) Canten, putos! Historia incompleta de los cantitos de cancha, de Manuel Soriano.
(**) Artículo publicado originalmente por La Revuelta
Mónica Reynoso
Periodista y profesora de Letras