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Red Internacional
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OPINIÓN. Caso Carrera: una crítica al periodismo de policía(les)

La Corte absolvió a Fernando Carrera, condenado injustamente a 30 años de prisión en una causa armada por policías y jueces. Piñeyro llevó el caso al cine con "Rati Horror Show". Tan lejos de Walsh, tan cerca de la Policía.

Martin Espinoza @martinespi05

Miércoles 2 de noviembre de 2016

“Una jauría de hombres degenerados, un hampa de uniforme, una delincuencia organizada que actúa en nombre de la ley. La secta del gatillo alegre es también la logia de los dedos en la lata”.

La frase pertenece al Rodolfo Walsh en su conocido artículo "La Secta del Gatillo Alegre" publicado en el semanario de la CGT de los Argentinos en 1968. Walsh se refiere allí a la Policía Bonaerense, pero bien le puede caber la definición a cualquier Policía, en este caso la Federal que estuvo implicada en una de los casos más escandalosos de la última década y que el director Enrique Piñeyro tuvo el mérito de denunciar en su película "El Rati Horror Show", donde demuestra que Fernando Carrera fue víctima de una causa armada por la Policía y la Justicia.

Los hechos

En La tarde del 25 de enero de 2005, a las 13.50, dos mujeres y un niño que cruzaban la avenida Sáenz, en el semáforo de Esquiú, en el barrio porteño de Nueva Pompeya, murieron al ser atropellados por el Peugeot 205 que manejaba Fernando Carrera cuando escapaba de una persecución policial. Según contó siempre Carrera, la Policía lo confundió con un ladrón al que estaban buscando, por lo que un grupo de efectivos de la Comisaría 34 vestidos de civil abordo de un Peugeot 504 negro sin ningún tipo de identificación y que era robado, intentó detenerlo realizando varios disparos, ocho de los cuales lo hirieron. Carrera perdió el control del vehículo que manejaba y todo terminó en un desastre con 3 muertos y varios heridos.

Los medios bautirazaron el hecho como "La Masacre de Pompeya".

La Causa

(Foto: DyN)

Como demuestra Piñeyro en su película, la causa estuvo llena de irregularidades. Por ejemplo, el testigo de la policía, Rubén Maugeri, era el presidente de la Cooperativa de la Comisaría 34, mientras los medios los presentaron como un simple comerciante que vio los hechos.

En 2007 el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N° 14, integrado por los jueces Hugo Cataldi, Rosa del Socorro Lescano y Beatriz Bistué de Soler, condenó a Carrera a la pena de 30 años de prisión. En 2012, la Corte Suprema de Justicia revocó el falló y ordenó liberarlo.

Pero en agosto de 2013, la Sala III de la Cámara de Casación cambió la calificación del principal delito que se le atribuía, triple homicidio con dolo eventual, por la de homicidio culposo de las tres personas a las que atropelló cuando lo perseguía la policía en 2005. No obstante, también lo consideró autor del robo que motivó esa persecución. En definitiva, le aplicó una pena de 15 años de cárcel.

Finalmente, la semana pasada la Corte Suprema terminó absolviendo a Carrera, ya que "entendió que tras casi nueve años de procedimiento recursivo todavía no existía certeza, por lo que, aplicando el beneficio de la duda, concluyó que correspondía absolver a Carrera", según publicó el Centro de Información Judicial.

Los medios en la lupa y el rol del periodismo de policía(les)

  •  Eduardo Feinman (EF): Enrique Piñeyro tenía razón, cuando hizo la película ... aquella famosa donde contaba la historia de Fernando Carrera y el invento policial. Le inventaron una causa a Fernando Carrera. La verdad tenía toda la razón del mundo. Enrique, el director de cine, muy buenas tardes, Feinmann te habla (...) Me imagino que no te sorprende, ¿o si, este fallo de la Corte donde dice que es inocente?
  •  Enrique Piñeyro (ER): No, me sorprende más tu introducción. Te soy franco.
  •  EF: ¿Por qué?
  •  EP: ¿Vos te acordas de todas las cosas que dijiste cuando el segundo fallo que lo condenaron?
  •  EF: No, no, no sé. Pasaron muchos años. Seguramente debo haber contado qué había pasado en el fallo.
  •  EP: No, no. Más bien me atacaste muchísimo. Dijiste que yo estaba diciendo que había un complot internacional, que qué me pasaba, cuál era mi interés. ¿Te acordá de todo eso?
  •  EF: No, no. La verdad que no. Pero si es así te pido mil disculpas.
  •  EP: Está bien, pero a mi lo que me preocupa es cómo eso pesó en generar una conciencia de culpabilidad sobre el inocente (...)

    Este diálogo entre el periodista Eduardo Feinman y el cineasta Enrique Piñeyro se desarrolló por Radio el Mundo tras conocerse el fallo de la Corte la semana pasada.

    Nos encanta ver a la defensiva a este comunicador de gorra que se ha ganado el justo odio de trabajadores, estudiantes y luchadores, que en todos estos años han sufrido sus mas variados ataques reaccionarios. Feinman ganó fama desde que el empresario mediático Daniel Hadad lo incorporó como el "ala radical" de su staff derechista o "grupo de tarea" que tuvo a Radio 10 y C5N como sus máximos canales de expresión.

    Cuentan los periodistas Romina Manguel y Javier Romero en su libro "Vale Todo. Biografía no autorizada de Daniel Hadad", que el periodista en cuestión es "capaz de mirar a cámara y soltar ’la guerra la estamos perdiendo’, cuando se anuncia la muerte de un policía". Afirman también que "en julio de 2003, el programa Periodistas (...) lo golpeó en su punto más vulnerable: sus irascibles declaraciones mediáticas estaban subvencionadas por Carlos Ruckauf, el apóstol de la mano dura".

    Pero Feinman no es el único que aparece en esa clásica operación que conduce siempre a exculpar en todo tiempo y lugar a la Policía y a las instituciones represivas del Estado, justificando el discurso de la "inseguridad" que legitima la militarización de las calles y los barrios humildes.

    Sea en la voz de Feinmann, Canaletti o Kablan, el mismo mecanismo mediático se pone en marcha cada vez que se cubren hechos criminales, cuyo engranaje va desde el movilero que llega al lugar y repite la versión policial como única fuente informativa y ante la presión patronal de llenar aire, hasta los columnistas de "policiales" que operan con plena conciencia y lanzan su show de la sangre. Ocupan un lugar estelar en los noticieros o canales informativos, poniendo en escena el relato de un crimen musicalizado, que millones de espectadores siguen como a una ficción. Ocupan varias horas de pantalla y altas mediciones, y construyen todo tipo de estigmatizaciones y prejuicios reaccionarios, donde los pobres siempre llevan la de perder. Y si sos inmigrante peor aún.

    Y la operación no es inocente. ¿Cuántos Carreras más habrá?

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    Nada más alejado de la visión de este oficio que alguna vez enalteció Rodolfo Walsh que, como dijo Ricardo Pigla, lo entendió sobre todo como "un modo de circulación de la verdad". Walsh trabajó con la rigurosidad del investigador obsesivo que buscaba el testimonio directo de victimas y victimarios, estudiaba expedientes, contrastaba argumentos, reconstruía escenas y elaboraba croquis con estricto conocimiento de balística. Esto lo llevó a desnudar la vocación fusiladora de la Libertadora en Operación Masacre, el mundo truculento de los servicios de inteligencia en El Caso Satanovsky o los formas gansteriles de la burocracia sindical peronista-vandorista en ¿Quién mató a Rosendo?.

    Lejos de la rigurosidad periodística de la investigación, nuestros periodistas de policiales del presente opinan con asombrosa superficialidad y hasta se atreven a dictaminar como fiscales de la vida y de la muerte, en base a versiones y pruebas de dudosa procedencia que circulan livianamente por whatsapp o correos electrónicos, viniendo de amigables Fiscalías o comisarios de turno.

    Y no es de extrañar un sobre de por medio, para que la carne podrida, tan podrida como la conciencia de nuestros periodistas de policiales, sea mentira instucionalizada.

    Esta vez, por suerte fue al revés. La verdad parece abrirse camino. Mal que le pese a nuestros periodistas de policía(les).