Facundo Aguirre @facuaguirre1917
Viernes 5 de septiembre de 2014
El PSUV ha hecho una versión chavista del Padre Nuestro, cuyo nombre es Chávez Nuestro. La Iglesia Católica rechazó la utilización de su rezó fundamental en una versión pagana y “socialista” (aunque nunca reaccionó, y más bien los bendecían, frente a los genocidios que se hacían en nombre de la sociedad “occidental y cristiana”). Hay un fuerte tufo a stalinismo. El chavismo apela a los recursos del oscurantismo cristiano para validar su política, a la utilización de la religiosidad popular, buscando despertar el afecto de las masas que se identifican en el mito.
La oración chavista reza lo siguiente:
“Chávez nuestro que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá”
“Danos hoy tu luz para que nos guíe cada día, no nos dejes caer en la tentación del capitalismo, mas líbranos de la maldad de la oligarquía, del delito del contrabando porque de nosotros y nosotras es la patria, la paz y la vida. Por los siglos de los siglos amén. Viva Chávez”
La apropiación del Padre Nuestro cuyo contenido esencial es el sometimiento de las personas a la ley de Dios, es reemplazado por el llamado a hacer del legado chavista “mandato divino”. Es decir que un partido que se reivindica “socialista” transforma en ley divina su programa. No se trata de la voluntad colectiva y autodeterminada de las masas, de la construcción consciente del socialismo y de las herramientas de lucha contra el capitalismo por obreros y campesinos, sino que llama a la obediencia a un mandato celestial. Así los dirigentes ya no son más los que elaboran u organizan la actividad política convenciendo a las bases de la necesidad de las mismas, sino que son intérpretes de la voluntad divina. No hace falta ya una critica teórica del capitalismo o política de las fuerzas del enemigo. Son soldados de Dios.
La necesidad de asentarse sobre un mito que de valores al liderazgo carismático, que vaya más allá de la acción de las masas, es característico del bonapartismo burocrático. El stalinismo supo utilizar un recurso similar haciendo de Stalin un mito incuestionable y para asegurarse de ello contaba con un monstruoso aparato de propaganda y falsificación donde el líder aparecía hasta en la sopa y como no alcanzaba contaba además con las bandas de asesinos de la GPU.
Padrecito Stalin, como otrora se hablara del Zar. Ciertamente el chavismo no es el stalinismo aunque las viudas de Stalin se hayan integrado casi incondicionalmente al movimiento bolivariano en América Latina. El stalinismo se basaba en una burocracia nacida de una revolución que expropió a la burguesía arrebatando el poder político a las masas, ejerciendo su dominio con una dictadura de hierro de partido único.
El chavismo es un movimiento nacionalista burqués más bien garante de la continuidad del régimen capitalista venezolano, la expresión política de la boli-burguesía, el ejército y la burocracia estatizada de los movimientos sociales. Y legitima su poder mediante los métodos de la democracia burguesa. Pero más allá de las diferencias, usa sus mismos recursos. Piensa que así, apelando a un sentimiento profundo que se apoya en el atraso cultural de las masas, resignificando formas cristianas, crea una masa critica que los defenderá frente a los escuálidos y la derecha revanchista. Craso error, las revoluciones del siglo XX mostraron que frente a la reacción hay que armar al pueblo trabajador, destruir las FF.AA. de la burguesía y arrebatarles la propiedad, es decir destruir las bases políticas y económicas de la “tentación del capitalismo”.
Más que bizarro, bonapartismo sui generis tropical, oscurantista y stalinista. Lejos del “Ni Cesar, ni burgués, ni Dios”, de La Internacional y cerca, muy cerca, del Santa Evita del bonapartismo peronista.