Sindicalista experimentado, militante de Révolution Permanente y objeto de un documental, este empleado del grupo InVivo consiguió que su empleador fuera condenado a pagarle medio millón de euros. En una región del Mosela dominada por la extrema derecha, intenta repolitizar la relación entre los trabajadores.
Lunes 30 de diciembre de 2024 21:31
Publicamos a continuación el artículo de Léo Le Calvez publicado en el sitio Mediapart de Francia, que puede ser de interés para nuestras y nuestros lectores.
Una victoria aplastante sobre un gigante de la agroindustria, una película sobre su lucha que acaba de terminar una gira por una treintena de localidades de toda Francia y un nombre que circula cada vez más en los círculos militantes. Christian Porta va camino de convertirse en una figura destacada del movimiento sindical del país.
Trabajador de la industria alimenticia, este mosellés de 33 años es delegado sindical de la CGT en la fábrica Neuhauser, que emplea a unos 250 trabajadores en Folschviller (Mosela). La planta produce pan y bollería para supermercados, en particular Lidl, y es propiedad de InVivo, un gigante agrícola europeo que posee el grupo agroalimentario Soufflet, así como las tiendas de jardinería Gamm vert y Jardiland, y declara unas ventas de 12.400 millones de euros en una treintena de países.
Inicialmente trabajador temporal, Christian Porta fue contratado por Neuhauser en 2015. Poco después de su llegada, creó una sección de CGT con uno de sus compañeros. Gracias a su facilidad de palabra y su capacidad para unir a la gente, se convirtió rápidamente en el interlocutor preferido de un gran número de trabajadores. Detrás de sus gafas bien puestas y su porte bonachón, esconde un extraordinario «espíritu de lucha» - palabra que le gusta mucho - y su voz ronca y arengadora sabe movilizar.
Un proyecto sigue a otro. "Al principio, sólo pensábamos en mejorar nuestras condiciones de trabajo, gestionar las obras sociales, nuestros horarios, etc.", explica. Pero la empresa Neuhauser anunció dos expedientes de regulación de empleo (una forma encubierta de despedir trabajadores), en 2017 y 2018. "A diferencia del resto de sindicatos, hicimos huelga y conseguimos el pago de treinta y dos horas a treinta y cinco. En 2017, solo conseguimos veinte despidos, en lugar de los doscientos anunciados", añade el sindicalista.
"En 2018, no pudimos evitar 185 despidos, pero conseguimos que la planta se reabriera en 2022 y que se volviera a contratar a antiguos trabajadores despedidos", prosigue, haciendo hincapié en que en Neuhauser, "los salarios han pasado de 1.300 a 2.000 euros netos".
Para Christian Porta, la lucha no se detiene a las puertas de la fábrica de Moselle. Su lucha por la CGT le llevó al terreno político: "Me di cuenta de que los problemas de explotación estaban ligados a la sociedad en la que vivimos. Fue entonces cuando empecé a interesarme por la política, porque hay que transformar radicalmente la sociedad".
Tras un breve paso por Lutte Ouvrière, en 2020 se unió a Révolution Permanente, una rama del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) que acabó escindiéndose y convirtiéndose en partido. La organización intentó presentar al ferroviario Anasse Kazib a las elecciones presidenciales de 2022.
"Era la organización más coherente porque estaba implicada en la lucha de clases. Ahí es donde me encontré", dice Christian Porta. Rápidamente se convirtió en una de las figuras políticas de la organización, junto a Adrien Cornet, delegado de la CGT en la refinería de Grandpuits, Anasse Kazib, la estudiante Ariane Anemoyannis y Elsa Marcel, que también es abogada del activista de Moselle.
La prueba de fuego de su compromiso activista llegará en el invierno de 2019-2020, con la primera reforma de las pensiones. "Me gustó que hubiera una estrategia diferente a la de todos los sindicatos y organizaciones políticas: ir a la huelga en sectores clave fue una buena táctica", dice Christian Porta a día de hoy, refiriéndose a la coordinación de los huelguistas de ferroviarios de RATP y la SNCF.
Un caso "de manual" de discriminación sindical
Cinco años después, sigue luchando. Desde la primavera, se enfrenta a la determinación de su empleador de despedirle a toda costa, a pesar de las posiciones adoptadas por la inspección de trabajo y los tribunales. En mayo, una primera sentencia judicial impidió a InVivo despedir a su empleado insumiso, al que previamente se había opuesto la inspección de trabajo. Pero el mismo día en que fue readmitido, la empresa volvió a despedirlo, con la clara intención de despedirlo por segunda vez.
Esta persecución se ha convertido en un símbolo de la represión que sufren los sindicalistas en muchas empresas. No fue hasta Agosto cuando su empleador accedió finalmente a readmitirle, después de haberse visto obligado a pagarle la escalofriante suma de 525.000 euros: el tribunal de Sarreguemines impuso a la empresa Neuhauser una multa de 125.000 euros por haberle impedido ejercer sus mandatos sindicales a causa de su despido, y el tribunal industrial de Forbach decidió pagarle 400.000 euros en concepto de multas coercitivas por no haber aplicado la primera decisión judicial. La empresa ha recurrido ambas decisiones.
El tribunal también ha remitido el caso al fiscal de Sarreguemines, Olivier Glady, para que examine este caso de manual de violación de los derechos sindicales. El fiscal ha declarado a Mediapart que ha abierto una investigación, que se ha confiado a la inspección de trabajo.
Aunque esta historia no tiene precedentes desde el punto de vista jurídico, Christian Porta desea que la opinión pública tome nota de su dimensión colectiva, puesta de relieve en el documental "S’ils touchent à l’un d’entre nous" (Si tocan a uno de nosotros), dirigido por la cineasta y activista Carol Sibony, que se proyecta en casi todas partes desde el otoño.
"No es sólo una victoria legal, es más de un mes de huelga de mis compañeros, un fondo de huelga que les compensó por los salarios perdidos, un comité de huelga que dirigió la movilización y coordinó a nuestros afiliados sindicales y no sindicales", explica Christian Porta.
Pero esta película está lejos de terminar. Otros cuatro empleados de la empresa han sido despedidos. Tres de ellos se habían declarado en huelga para apoyarle. El 20 de diciembre se celebró una vista sobre este asunto en el tribunal laboral de Forbach para uno de los empleados, ya que los otros dos se habían retirado, y el caso fue defendido por Elsa Marcel. Según el comunicado de prensa de la CGT Neuhauser, la empresa ofreció a dos de ellos una importante suma de dinero para que abandonaran el procedimiento.
Sébastien Graff, Director de Recursos Humanos de InVivo, lo ha confirmado a Mediapart: "Sí hubo negociaciones", pero no ha querido dar cifras. Refiriéndose a un artículo publicado en Le Républicain lorrain, el Director de Recursos Humanos declaró que InVivo "siempre busca soluciones pacíficas y amistosas".
La CGT y sus partidarios denuncian también un intento de suprimir los órganos de representación del personal en algunos establecimientos de la empresa Neuhauser, el reparto de primas a los no huelguistas y un aumento del recurso a trabajadores temporales, considerado como una voluntad de contrarrestar futuras huelgas de los asalariados.
Contra la extrema derecha
Por otra parte, dentro de unos meses se celebrará otro juicio en París, a raíz de una querella por difamación interpuesta por el sindicalista de Moselle contra Sébastien Graff. Graff no ha ocultado su deseo de deshacerse de este alborotador, al que acusa de poner en peligro el futuro de la planta de Folschviller y de acosar a los directivos de la fábrica.
Christian Porta fue citado por la gendarmería de Folschviller a raíz de una denuncia de los responsables de Neuhauser. Al final, no fue detenido, contrariamente a lo que se le había dicho en un principio.
Sus compañeros están llenos de admiración por estos enfrentamientos. La abogada Elsa Marcel se deshace en elogios hacia el compromiso de este "trabajador que conoce al dedillo el Código del Trabajo y que ha conseguido repolitizar la relación entre los asalariados y el trabajo, en un departamento en el que la (extrema derecha) de Agrupación Nacional acumula fuerza".
En el documental dedicado al joven, le vemos movilizarse con sus colegas para que se levante la orden de desahucio contra un empleado, al tiempo que admite que algunas personas de la empresa "votan Agrupación Nacional", el partido de extrema derecha liderado por Marine Le Pen. El sindicalista cree ser una fuerza de convicción frente a las ideas de extrema derecha. Para él, la solución es "discutir".
"No es eficaz echar a la gente de un sindicato por ideas de extrema derecha", afirma. Por ejemplo, una gran mayoría estaba a favor de la ley de inmigración. "Pero cuando les enseñas que mañana podrían deportar a un compañero indocumentado, entonces algo hace clic". Christian Porta todavía tiene mucho trabajo por delante para luchar contra la extrema derecha.