Este artículo fue publicado originalmente en Ideias de Esquerda, semanario de teoría y política del Movimento Revolucionário de Trabalhadores (MTR) de Brasil, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario, en debate con las posiciones de la Liga Internacional de Trabajadores (LIT) en torno a la caída de Assad en Siria.
Lunes 6 de enero 09:25
El 8 de diciembre, el gobierno dictatorial reaccionario de Bashar Al-Assad cayó en Siria después de casi 25 años en el poder. En este nuevo capítulo de la tensa y dinámica situación política y militar en Oriente Medio, marcada por las crisis de hegemonía en la región, la LIT-CI (organización internacional a la que pertenece el PSTU brasileño) demuestra una vez más la bancarrota de su tesis morenista semi-etapista de la "revolución democrática". Califica de "revolución democrática y popular" el derrocamiento de Al-Assad por facciones islamistas, adaptándose así una vez más al campo burgués anti-Assad y nada menos que a potencias como Israel, Turquía y el propio imperialismo norteamericano, que buscan capitalizar la caída de este gobierno en su propio beneficio. La situación siria demuestra que sólo la clase obrera en alianza con todos los pueblos y minorías oprimidas de la región puede liderar una salida revolucionaria.
El gobierno reaccionario de Al-Assad era una dictadura cuyos mecanismos bonapartistas estaban anclados en la represión y opresión sistemáticas de grupos religiosos y nacionales. Enemigo claro de la causa palestina, fue responsable de la masacre de Yarmouk (campo de refugiados palestinos en Siria) y de los acuerdos de pacificación fronteriza con el Estado sionista de Israel. Sin embargo, los cimientos de su gobierno se desmoronaban, con una grave crisis económica, síntomas de desintegración del Estado y un profundo odio popular. Al-Assad dependía fundamentalmente del apoyo de Rusia e Irán, que se vieron impactados por la escalada militarista en Oriente Medio y Ucrania. La caída de Assad se produjo en medio de una ofensiva para remodelar Oriente Próximo, tras más de un año de genocidio sionista en la Franja de Gaza. Netanyahu ve en la caída de Assad una expresión de la debilidad de Hezbolá e Irán, y está aprovechando la situación para extender su dominio regional. Al tiempo que bombardea diversas regiones, ha entrado en territorio sirio con tropas terrestres, desplazando tanques desde los Altos del Golán. Además, Netanyahu tiene un nuevo aliado en la victoria de Trump en Estados Unidos.
Este es el trasfondo del rápido avance de las milicias islamistas HTS (Hayat Tahrir al-Sham) en Siria. Estas milicias controlaban la provincia de Idlib con el apoyo del Ejército Nacional Sirio, financiado por Turquía y Estados Unidos. En sólo 10 días acabaron en Damasco, sin enfrentarse a ninguna resistencia del ejército gubernamental, ya debilitado material y moralmente y tras años de los efectos de las sanciones económicas, la hambruna y la destrucción del país por la guerra civil y la intervención extranjera.
Como dijimos en la declaración del FT sobre Siria, la caída de al-Assad no puede entenderse fuera de un escenario global turbulento, en el contexto de la crisis del orden mundial bajo la hegemonía estadounidense. La guerra en Ucrania ha exacerbado el militarismo y los enfrentamientos entre las grandes potencias. Por lo tanto, es esencial observar el juego de rivalidad entre estas potencias y el impacto que esto tiene en las fuerzas en conflicto, que actúan para disciplinar el movimiento de masas independiente a través de la coerción y la represión, tras la derrota de la Primavera Árabe en 2011 y 2012.
Sin embargo, en palabras de la LIT, "la dictadura de Al-Assad fue derrocada por una revolución democrática y popular", que combinó la acción militar de las milicias formadas por el HTS (Hayat Tahrir al-Sham) con un "levantamiento popular en el sur del país y en el gran Damasco que retomaron experiencias de autoorganización desde el inicio de la revolución". Así llama la LIT al heterogéneo grupo de facciones y milicias islamistas, apoyadas por Turquía y dirigidas tanto por el HTS (una rama disidente de la rama siria de Al-Qaeda) como por el Ejército Nacional Sirio, que derrocó a Al-Assad sin ninguna participación de la clase obrera ni del pueblo pobre.
Mientras la LIT celebra la "revolución en Siria" y ensalza "el compromiso de la revolución con las libertades democráticas", la realidad es que las fuerzas que derrocaron a Al-Assad son también profundamente reaccionarias. En palabras del intelectual libanés Gilbert Achcar, que comprensiblemente celebra la liberación de los presos políticos en ese país, la caída de Al-Assad "no es una revolución. Esto es el colapso de un régimen que no ha sido sustituido por ninguna forma de organización democrática popular. Y, por lo tanto, desde una perspectiva de izquierdas, también deberíamos estar preocupados por el futuro". De hecho, HTS lleva administrando la región siria de Idlib desde 2017, llevando a cabo ejecuciones extrajudiciales, arrestos arbitrarios y detenciones ilegales de civiles. Su proyecto estratégico es el de un Estado capitalista teocrático en Siria. La propia declaración de la LIT se ve obligada a reconocer que el HTS "comenzó a administrar la provincia de Idlib sobre una base capitalista, cooptando y/o reprimiendo otras fuerzas, sin elecciones libres". Pero no explica: ¿cómo, entonces, puede ser este el objeto de la "revolución democrática y popular" en Siria que la LIT celebra?
Es más, Al-Joulani, líder del HTS, ha dicho que respetará los acuerdos históricos de Siria firmados por Hafez el-Assad en 1974, para el alto el fuego en los Altos del Golán, ocupados en la Guerra de los Seis Días contra Israel y posteriormente anexionados. En la "revolución democrática" de la LIT/PSTU, continúa la sumisión del país al imperialismo y de la población al brutal régimen capitalista sirio. Como si fuera poco, en medio del genocidio, Al-Joulani también declaró que no permitiría que Siria se convirtiera en una plataforma de confrontación contra Israel, a cuyo gobierno genocida le ha pedido que lo apoye. En otras palabras, HTS ha dado una importante señal a Israel mientras aprovecha la caída de Al-Assad para tratar de ampliar su dominio en la región.
Ante esto, ¿cuál es la conclusión de la LIT? Exigir a esta dirección reaccionaria y de base burguesa que se pronuncie en solidaridad con el pueblo palestino. De esta forma, la LIT-CI asume la posición de asesor principal de la HTS para que ésta pueda tomar medidas progresistas (o, según su punto de vista, directamente revolucionarias). Esto no hace más que demostrar que, aunque la LIT afirme en su declaración “no tener confianza en el HTS”, en la práctica, todo su análisis de la dinámica supuestamente “revolucionaria” del proceso, así como la política que ahora propone, está precisamente al servicio de alimentar enormes ilusiones en este grupo reaccionario, para que pueda llevar adelante las tareas democráticas de la “revolución”.
Otro episodio más que confirma el legado de capitulación de la LIT en Oriente Medio y Siria
Sin embargo, esta posición no es nada nuevo para esta corriente. En la Primavera Árabe, la mayor lucha de clases del siglo XXI, marcada por procesos revolucionarios, desvíos, guerras y contrarrevoluciones, la bancarrota estratégica y teórica de las concepciones de la LIT quedaron en evidencia y llevaron a gigantescas capitulaciones históricas en Medio Oriente.
Como hemos discutido en otras oportunidades, en Egipto pregonaron una "revolución democrática triunfante", en la que la caída de Morsi habría sido producto de la acción revolucionaria de las masas, ignorando el golpe del ejército y sus socios civiles. La LIT calificó entonces el golpe militar que llevó al poder a Al-Sisi como "una inmensa victoria democrática de las masas, que abrió el camino a un nuevo capítulo de la revolución egipcia". Es más, llegó a asesorar al ejército sobre cómo reprimir a los Hermanos Musulmanes, aliándose en el proceso con las fuerzas “liberales”. Debería ser elemental: una cosa es que las masas derroten a Morsi y otra muy distinta es que el golpe de Estado apoyado por el imperialismo sea celebrado por la LIT. Entonces, una vez más, ¿qué tiene para decir la LIT hoy, después de una década de gobierno autoritario de Al-Sisi en Egipto, con alrededor de 65.000 presos políticos y el uso de la tortura generalizada? ¿En qué capítulo de la revolución egipcia nos encontramos después de esta gran victoria democrática de las masas? En Libia, mientras tanto, celebraron el derrocamiento de Gadafi, diluido en el campo de la OTAN y de la intervención imperialista en la región.
En Siria, lo que estamos viendo ahora es una continuación de su trágica posición de entonces. La LIT-CI ha tratado la guerra civil reaccionaria en Siria como si fuera una mera continuación de la "revolución" y ha llamado a apoyar "incondicionalmente" a las fuerzas rebeldes que se oponen a Al-Assad, además de pedir armas al imperialismo. Para el marxismo revolucionario, la cuestión fundamental cuando se trata de guerras es cómo definir qué guerra se está librando, lo que concierne a la dinámica entre las clases en juego y, vinculado a esto, qué política se continúa a través de la guerra. Retomando a Clausewitz, los marxistas revolucionarios como Lenin y Trotsky ven la guerra como una continuación de la política por otros medios.
En la dinámica de la lucha de clases en Siria, hasta finales de 2011 prevaleció el carácter de levantamiento popular, pero con la derrota de los llamamientos a la huelga general y las movilizaciones a principios de 2012, ahogadas en sangre por Al-Assad, el carácter del conflicto cambió definitivamente, algo que la LIT fue incapaz de caracterizar. El levantamiento sirio estaba siendo secuestrado, dando el poder a los movimientos reaccionarios y a sus patrocinadores extranjeros. En la guerra civil, en el campo que se oponía al régimen dictatorial de Al-Assad, frente a una diluida intervención de las masas y más aún de la clase obrera, que menguaba, se impusieron las facciones burguesas e islamistas, marcadas también por disputas religiosas y nacionales. Ya allí, Turquía y el imperialismo norteamericano, en abierta oposición al régimen apoyado por Irán, mostraron su apoyo (directo e indirecto) a los rebeldes, con financiación de Estados Unidos. Se trataba, pues, de una guerra reaccionaria, producto de una desviación del proceso.
Sin embargo, para la LIT, las masas fueron las grandes protagonistas del campo opositor en la guerra civil, forzando esta corriente, al igual que hoy, la caracterización y correlación de fuerzas de la situación a la izquierda, para justificar su política de apoyo entusiasta a cualquier campo que se oponga al gobierno de turno -aunque sea burgués y, peor aún, apoyado por el principal imperialismo del mundo. En esta guerra reaccionaria contra la dictadura sanguinaria de Al Assad, que buscó sofocar el levantamiento de 2011, ha tomado protagonismo el Ejército Sirio Libre, ligado a sectores del Consejo Nacional Sirio y los Comités Locales de Coordinación, dirigidos en su mayoría por sectores burgueses y pequeñoburgueses, así como milicias ligadas a organizaciones islamistas. Son estos comités los que la LIT-CI vuelve a ensalzar como “experiencias de autoorganización en la revolución siria”. Estas experiencias no tienen nada que ver con “acciones históricamente independientes de las masas” o elementos del “doble poder” de los trabajadores y el pueblo, entre otras cosas porque estas direcciones nunca han planteado ninguna medida vinculada a las aspiraciones de la población siria que vaya más allá de la caída de Al-Assad.
Estas experiencias no tienen paralelo, por ejemplo, con los shoras (consejos) obreros surgidos de la revolución iraní de 1979, en la que, a pesar de la dirección reaccionaria de los ayatolás, la clase obrera entró en escena con sus posiciones estratégicas, sus huelgas generales y su papel decisivo en la derrota del Sha. Por otro lado, los Comités Locales en Siria siempre han estado subordinados a los aparatos rebeldes burgueses y pequeñoburgueses. Se trata, pues, de sectores ligados al imperialismo, a Turquía y a las petromonarquías de la región. Esta fue la política sostenida por la LIT en la guerra civil, y fue en este marco que la LIT agitó centralmente en Siria para que los rebeldes pidieran armas al imperialismo, algo que en cierta medida ya le interesaba hacer a Estados Unidos... Fue una guerra civil de “aparatos” en la que los sectores populares que participaron lo hicieron sin ninguna política independiente de estas direcciones burguesas y del imperialismo. Pero claro, el carácter de las direcciones no le importa a la LIT.
El campismo de la LIT-CI
La lógica de la política de la LIT es adaptarse al bloque que pinta como “democrático”, aunque “adorne” su política con frases de delimitación con las direcciones burguesas. Internacionalmente, se subordina a diferentes intereses capitalistas e incluso imperialistas en favor de una visión que borra la centralidad de la lucha de clases y la intervención independiente de la clase obrera. Hemos visto cómo esto juega en relación con su adaptación al HTS en Siria en este momento. Pero no es sólo esta dirección a la que se ha adaptado la LIT con la caída de Al-Assad.
Para la LIT, después de todo, la “revolución siria” sirve de ejemplo a otros pueblos del mundo árabe y refuerza la resistencia palestina. Sin embargo, esta cuestión es más contradictoria. Durante años, la dirección de Hamás tuvo su base en Damasco, rompiendo con el régimen en la Primavera Árabe debido a su asociación con los Hermanos Musulmanes en Egipto. Sin embargo, en el último período, desempeñó el papel de enlace con Hezbolá en Irán y Gaza. El desarrollo de esta relación depende de los intereses del régimen. Aun así, si el régimen de Al Assad supuso una intensa persecución de los refugiados palestinos, ahora, en realidad, el Estado de Israel busca avanzar en su "cuarto frente" de guerra, en Siria. Cuando Netanyahu ve en la caída de Al-Assad una posible oportunidad para su proyecto colonialista, estamos hablando también de los intereses de Estados Unidos y los imperialismos europeos en la región. Turquía es también uno de los principales beneficiarios, que busca influir en la reorganización regional y, con Erdogan, en sus intereses internos. Incluso se ha intensificado el ataque a los kurdos, con saqueos en las ciudades y casas incendiadas, lo que demuestra que la alianza entre la dirección kurda y Estados Unidos no ha fortalecido estratégicamente la lucha por la autodeterminación.
Con esto, la posición de la LIT-CI sobre Siria, saludando su supuesta revolución democrática con la caída de Al-Assad, se subordina a una política que favorece, en cierta medida, la orientación de estados como Israel, Turquía y el propio imperialismo norteamericano, que buscan capitalizar esta situación. Además, cabe destacar que, para la LIT-CI, la caída de Al-Assad “alienta la resistencia ucraniana en la lucha contra la agresión rusa”, ya que Rusia pierde un aliado. Este es un ejemplo más del campismo de esta corriente que, en el caso de la guerra reaccionaria en Ucrania, se ha alineado con el campo de la OTAN y el ejército de Zelensky, celebrando todo lo que debilite a Rusia. En este conflicto, el imperialismo estadounidense y europeo actúan por delegación, defendiendo sus intereses en la región, obviamente a años luz de cualquier aspiración "antiimperialista" en Ucrania. Y es con esta política con la que se alinea la LIT.
Una vez más: ¿la "etapa" democrática de la revolución?
¿Qué lleva a la LIT a semejante capitulación? La LIT concluye su declaración sobre Siria llamando a “una nueva ola de revoluciones” en el mundo árabe, porque, según esta corriente, “la situación en Medio Oriente exige que a cada avance le siga otro”. En una nota firmada por Fábio Bosco, el PSTU brasileño sostiene: "Una posición revolucionaria comienza por el reconocimiento de la victoria de las masas, que está representada por la caída de la dictadura. Pero sólo puede completarse con una política de independencia de clase y con la lucha por el poder obrero y por el socialismo." Queda claro, una vez más, que para la LIT la caída de Al-Assad, como revolución democrática triunfante, expresa una “primera etapa” de la revolución, en la que no tiene importancia una política de independencia de clase.
La clave interpretativa de este proceso está en las tesis de Nahuel Moreno. Para Moreno, las transiciones democráticas coordinadas y apoyadas por el imperialismo a partir de los años 80 en América Latina fueron “revoluciones democráticas” (a nivel “gubernamental”). Así llama esta corriente a los desvíos de enormes procesos de masas que la burguesía y sus agentes en el seno de la clase obrera han logrado canalizar en varios países latinoamericanos, en favor de la construcción de nuevos regímenes políticos burgueses, abortando la posibilidad de revoluciones obreras. Este es el origen de la escisión entre el momento “democrático” y el momento “socialista” de las revoluciones, que recupera una tesis semi-estapista, similar a la de los mencheviques en Rusia, y que el PSTU busca radicalizar para casi cualquier proceso que derroque gobiernos y regímenes, como si fueran revoluciones de febrero “inconscientemente socialistas” -recordemos el golpe institucional en Brasil, en el cual la Operación Lava Jato, apoyada por el imperialismo, sería un agente de la aspiración progresista de derrocar a Dilma, para el PSTU...
Así, el papel de los revolucionarios, en una primera etapa, no sería otro que apoyar a las direcciones burguesas de todo tipo, independientemente de quien salga fortalecido de estos procesos, y con un “programa mínimo”. Por su parte, la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky no tiene nada que ver con la idea de que, una vez cumplidas las tareas democráticas (sic), “tienen que venir nuevas revoluciones”, como expresa el PSTU en Oriente Medio. Por el contrario, su visión básica es que, en la época imperialista, sólo la clase obrera, en alianza con el campo y los pueblos oprimidos, puede llevar adelante las tareas democráticas, empujándolas hacia un desenlace socialista.
Esta conclusión no es un detalle, porque toda la situación actual en Medio Oriente refuerza negativamente estas lecciones. Una supuesta “segunda etapa de la revolución”, para la LIT, tendría la tarea de expulsar a las fuerzas extranjeras de la región, como el imperialismo norteamericano, según sus propias palabras. Sin embargo, en la era imperialista, la cuestión nacional es sin duda una de las cuestiones democráticas más elementales. ¿Cómo es posible que se haya producido una revolución democrática triunfante sin completar esta tarea? Al contrario, podría fortalecer a las potencias extranjeras y al imperialismo, que trabaja constantemente para reforzar su saqueo de las riquezas de la región. ¿Cómo es posible que quienes llevan más de un siglo provocando hambre, guerras y alimentando divisiones étnico-religiosas, como en el caso del pueblo kurdo, en Oriente Medio se beneficien de una supuesta revolución democrática en Siria? ¿O que su fortalecimiento es un “gran avance” para la LIT? Son los mismos que en sus propios países persiguen a los inmigrantes y refugiados árabes, así como a cualquier sector que luche por la causa palestina. ¿Cómo es posible que quienes llevan más de un año financiando el mayor genocidio de nuestro siglo sean aliados en la lucha contra una dictadura?
Una vez más, el semi-etapismo de su teoría va en contra de cualquier estrategia revolucionaria. La experiencia viva de la lucha de clases, los procesos revolucionarios, los desvíos, la guerra civil, las contrarrevoluciones y el genocidio en Oriente Medio confirman la necesidad de que la clase obrera entre en escena con su programa, con sus organismos de autoorganización y que su independencia política no es un detalle “para más adelante”, sino una necesidad sin la cual sus intereses quedarán subordinados a las burguesías reaccionarias y a las distintas potencias extranjeras. Sin esto, la realidad presagia nuevas guerras reaccionarias, más genocidio y más hambre y sufrimiento para las masas árabes.
Como escribimos en nuestra declaración, como Fracción Trotskista - Cuarta Internacional hemos mantenido una posición internacionalista, antiimperialista y de independencia de clase sobre los principales acontecimientos de la situación mundial. Repudiamos todas las agresiones imperialistas en la región, como las sanciones o los ataques llevados a cabo por Israel (con el respaldo de EEUU) contra Irán, Líbano y ahora Siria, alegando un supuesto “derecho a la defensa”. Luchamos contra el enclave sionista del Estado de Israel y por la expulsión del imperialismo de Oriente Medio. Pero lo hacemos sin dar el más mínimo apoyo político a las burguesías de la región ni a los regímenes reaccionarios aliados de Irán, como hacen las corrientes reformistas y estalinistas.
A medida que crecen las tendencias a la guerra y las crisis de los regímenes, sólo la lucha de la clase obrera, junto con el campesinado, las mujeres y la juventud, puede abrir un camino progresivo en Oriente Medio. Hoy, más que nunca, defendemos el derecho de los refugiados sirios a decidir si quieren volver a Siria o quedarse en Europa, con plenos derechos laborales y sociales. ¡No a las deportaciones! Reafirmamos la necesidad de seguir desarrollando el movimiento de solidaridad y la lucha por el fin del genocidio en Palestina, por el desmantelamiento del Estado de Israel y por una Palestina obrera y socialista. Y declaramos: ¡Fuera las manos del imperialismo, Israel y Turquía de Siria, así como Rusia! Por el derecho a la autodeterminación del pueblo kurdo. La lucha por el pan, la libertad y el fin de la guerra está ligada a la lucha contra el imperialismo y las burguesías locales reaccionarias. Por lo tanto, es una lucha por gobiernos obreros, basados en la democracia de la clase obrera y el pueblo pobre, y por una Federación de Repúblicas Socialistas en la región.
Estas son las tareas que concretan la relevancia del marxismo revolucionario y, por tanto, del trotskismo y su Teoría de la Revolución Permanente para nuestro tiempo.