La crisis sanitaria orilló a que Cinemex cerrara decenas de cines en todo el país. Pero mientras sus trabajadores son despedidos en masa, sus dueños se enriquecen.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Sábado 13 de febrero de 2021
Con la crisis sanitaria del COVID-19, en días recientes se anunció el cierre de más de 140 salas de cine del grupo Cinemex. Sin embargo, aunque la medida afecta al 58% de los complejos, sus dueños se caracterizan por enriquecerse con el sudor y trabajo de decenas de laborantes.
Cinemex pertenece a Grupo México, uno de los complejos capitalistas más grandes de México, propiedad de Germán Larrea, y que posee además de la cadena de cines Cinemex, empresas petroleras, así como las líneas ferroviarias más importantes del país producto de la privatización de la red ferrocarrilera en los años 90; incluso en la sección de comerciales previos a que inicien las películas se transmiten algunos con los ferrocarriles privatizados de Grupo México dando atención sanitaria "caritativa" en trenes que fungen como hospitales.
No sólo eso, sino que Larrea y Grupo México son la tercer empresa productora de cobre en el mundo, generando desastres ambientales como el del Río Sonora, en donde virtió ácido sulfúrico y dejó inservibles miles de campos, afectando la salud de las poblaciones que se abastecían de las fluyentes del Sonora y el Bacanuchi; además Larrea es dueño de la Southern Copper Company en Perú, la cual ha despedido en masa en años anteriores y ha expuesto a trabajadores peruanos al COVID-19, como lo han señalado nuestros compañeros de La Izquierda Diario Perú.
Cinemex es además la quinta franquicia de cines más grande a nivel mundial. Si bien la patronal argumenta tener una deuda de MXN$4,500 millones y otra de MXN$640 millones, el capital bursátil de Grupo México ascendió en 686 mil millones de pesos. De hecho, en los últimos cinco años sus cotizaciones se han visto al alza en la BMV y tan sólo el año anterior, a pesar de la pandemia, registró una histórica recaudación de 10 mil 909 millones de dólares solamente en la rama minera.
Quienes más sufren la medida, desde luego, son los trabajadores. La mayoría son jóvenes, teniendo que soportar largos turnos de atención a clientes ya sea en las taquillas vendiendo boletos o en las tiendas de dulces vendiendo golosinas, botanas, palomitas, refrescos, raspados o cualquier alimento "permitido" para que el espectador pueda disfrutar su película. Todo además por un "cómodo" salario de $23 la hora.
A eso se añaden las horas extra de cortes de caja y limpieza de las salas una vez terminan las funciones, las cuales a veces pueden pasar de la media noche —ya cuando los centros comerciales en los que operan las sucursales de Cinemex van cerrando— debido a las horas en las que inicien las películas, las cuales, si se tratan de estrenos, pueden llegar a proyectarse después de las 10 de la noche, lo cual incrementa la carga si la sala es de las más grandes.
¿Dónde están los 686 mil millones que fácilmente podrían salvar a Cinemex y además contribuir a la limpieza ambiental en Sonora? La respuesta es sencilla: en los bolsillos de Germán Larrea, quien tiene la segunda fortuna más grande de México por detrás solamente de Slim.
Para rescatar Cinemex y que vaya en favor de los trabajadores, es necesaria no sólo la expropiación sin indemnización de la cadena de cines —así como de las industrias mineras contaminantes de Larrea y la renacionalización de la red ferroviaria—, sino la apertura de los libros de contabilidad y que todas las empresas de Grupo México sean gestionadas directamente por sus trabajadores de manera democrática.
De lo contrario, las prácticas obscenas de Larrea y Grupo México seguirán perjudicando a cientos de sus trabajadores e incrementando la fortuna de este grupo empresarial.