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Red Internacional
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Rosario. Clásico y una muerte… ¿anunciada?

Un hombre de 39 años perdió la vida luego de recibir tres disparos de manos de un hincha de Newell’s. El hecho se produjo poco después de finalizado el partido, que terminó con una nueva victoria de Central por 2 - 0, y se suma a otros hechos de violencia registrados en la ciudad.

Martes 21 de octubre de 2014

La sangre tiñó de rojo la alegría del festejo auriazul y la zona oeste de Rosario, en pleno corazón de Barrio Belgrano, fue el escenario gris de un trágico desenlace que marcaría el punto final en la vida de Martín Acosta. Una vez más, la pasión desmesurada cruzó la delgada línea de la razón y el hombre dejó de ser hombre para convertirse en bestia. En medio del tumulto, fue el fútbol la excusa perfecta para justificar las acciones más aberrantes, el reflejo de una sociedad resquebrajada que es hija de un sistema totalmente roto.

El homicidio aconteció sobre calle Brasil a la altura del 1600, en el marco de un festejo eufórico de hinchas canallas que ensordecían la ciudad esbozando canciones de cancha. La víctima de 39 años dejó de existir cerca de las 18.30, azotada por tres disparos que le habrían conferido frente a uno de sus pequeños hijos. Se trataba de un trabajador ambulante que recorría las calles en oferta de frutas y verduras, cara conocida en los alrededores y fanático hasta la muerte de Rosario Central. Literal y tristemente… fanático hasta la muerte.

Acosta llegó al lugar de los hechos tiempo después de terminado el encuentro futbolístico que culminó con las victoria de Central a Newell’s por 2 - 0. Visitaba la puerta de uno de sus amigos leprosos, con el objetivo de regalarle una que otra ‘gastada’: ni más ni menos que el verdadero folkclore futbolero.

La pasión le recorría las venas y cantaba cual si fuese la última vez, en compañía de remeras rayadas en azul y amarillo que se multiplicaban con el paso de los minutos. Su oponente rojinegro soportaría las cargadas con una mirada cómplice, incluso fortaleciendo lo bueno de una sana competencia, sin embargo no se encontraba en casa.

Era una fiesta para todos, menos para el tipo del pasillo. Embravecido y desesperado frente a una derrota que sintió demasiado propia, tomó la decisión de matar y Martín Acosta se transformó de repente en el blanco perfecto. De acuerdo a lo expuesto por vecinos de la zona, el hombre salió de su casa empuñando un arma de fuego y sin dudarlo, acalló la voz cantante del centralista, en ese preciso momento y para siempre.

La noche del sábado anterior, el asesino habría caminado por el barrio como siempre, empilchado con su camiseta de Newell’s y esperando con ansias un clásico que creía ganado. Habría tomado un par de cervezas en el club del barrio con sus “amigotes” y apostado un fernet a cambio de la victoria de su equipo. Suposiciones tan poco descabelladas, como la probabilidad de que algunos gramos de alcohol en sangre lo hubiesen ayudado a apretar el gatillo.

Las malas lenguas dicen que la muerte de Acosta fue inmediata, pero aun así, la ambulancia se lo llevó rápido con el objetivo de que la esperanza de vida aquietara a las fieras que se amontonaban en la vivienda del asesino, con ansias de una masacre. La versión oficial indica que falleció en el Clemente Álvarez, alrededor de las 21.

Cuando conocida la noticia, el homicida ya estaba prófugo de la “justicia” y el enfrentamiento de bandas era inminente. Hinchas de Central, familiares y amigos de Acosta por un lado; rojinegros y defensores del agresor por el otro: Monstescos y Capuletos reviviendo angustiosamente una historia sin fin. O al menos, sin final feliz.
A las 22 el tiroteo volvió a empezar, ahora en el Pasaje Hudson en cercanías con la Colectora Este de Circunvalación y a pocos metros del lecho de muerte. Mientras tanto, la casa del verdugo era desvalijada y la policía persistía en repetir la eterna pantomima de cientos de móviles que no sirven para nada, augurando una seguridad que nunca son capaces de garantizar.

Lunes por la mañana: una moto incendiada en la esquina de Brasil al 1500 – vehículo del asesino – se instala como la frutilla podrida de un postre amargo. El resultado inerte de un enfrentamiento que ya comenzó, pero del cual se desconoce su final. La pregunta para los vecinos es… ¿qué hacer?

¿Realmente es el futbol capaz de empujar al ser humano a perder la razón?
¿Realmente la pasión es el causal? Quizá se trate de algo más. Tal vez el homicida forma parte de un sistema en el que aprendió que su vida no vale nada y por eso interpretó que tampoco vale la de los otros. Quizá le faltaron tantas cosas, que no tiene nada que perder más que un partido de futbol. La vida ya está perdida y la duda queda. Mientras tanto, el temor está a la espera del próximo clásico, a merced de un nuevo ataque de locura, en la cornisa entre la vida y la muerte.

Más violencia

Según informaron voces oficiales, otro deceso se produjo en inmediaciones de Castellanos y Centeno. Lautaro B. de 22 años fue herido con un arma blanca cerca de las 19; fue trasladado por su padre al HECA donde falleció pasadas las 21. Personal de la seccional 18ª y de Gendarmería detuvo al presunto autor en Castellanos al 4000: el hombre fue identificado como José Luis C. (35) y llevaba consigo un cuchillo.

Además de las muertes, 8 personas fueron atendidas en el nosocomio a causa de diversas heridas. Dirigentes de ambos clubes piden “desdramatizar el clásico” y se pondrían en campaña para profundizar medidas en pos de dicho objetivo.