Después de publicar el testimonio de los sobrevivientes de la masacre ocurrida en marzo de 1978 en la cárcel de Devoto, habla la abogada que los representa. Un testimonio tan jurídico como humano.
Daniel Satur @saturnetroc
Alan Gerónimo @Gero_chamorro
Domingo 18 de septiembre de 2016 00:28
Fotografías de María Paula Ávila y archivos de Hugo Cardozo y Claudia Cesaroni
Claudia Cesaroni es abogada. Desde hace algunos años su organización, el Centro de Estudios en Política Criminal y Derechos Humanos (Cepoc), está al frente de la representación de la querella en el caso de la Masacre en el Pabellón Séptimo. Tras reunir pruebas e investigar el expediente junto a un puñado de sobrevivientes de aquel infierno, acontecido el 14 de marzo de 1978 en la cárcel de Villa Devoto, hoy espera el avance de una causa que ya es considerada “delito de lesa humanidad”.
Hace dos semanas este diario reunió en una misma entrevista a Juan Olivero, Hugo Cardozo y Roberto Montiel. Los tres estuvieron aquella mañana dentro del pabellón número 7 del penal federal del barrio de Villa Devoto, en la Ciudad de Buenos Aires.
Los tres sobrevivieron y, tras décadas de lucha, están más decididos que nunca a llevar su causa hasta un juicio en el que todos y cada uno de los culpables de aquella masacre (los que no murieron aún impunes) terminen pagando por ese crimen masivo.
Claudia Cesaroni los representa jurídicamente. Pero sobre todo los acompaña en esta lucha. La Izquierda Diario analizó con ella los hechos ocurridos hace 38 años y la actualidad del proceso judicial.
¿Como llegaste a la historia de la masacre del Pabellón Séptimo y cómo llegaste a participar en la causa?
El relato del libro de Neumann es en primera persona, porque es de un sobreviviente que a los dos días que pasó todo le cuenta a su abogado (Neumann) lo que había pasado y entonces tiene un impacto sobrecogedor.
Eso quedo ahí, pero siempre dándome vueltas. Mucho después, cuando trabajaba en la Secretaría de Derechos Humanos y empezaron los juicios por delitos de lesa humanidad, a mí me parecía que éste era un caso que debía investigarse como un delito de lesa humanidad. Pero todavía en ese momento era como que nadie lo veía, ni siquiera mis propios compañeros abogados. No era que políticamente no se veía pero me decían que era muy complicado.
En 2008, de casualidad, encontré en un diario de La Plata una entrevista a Hugo Cardozo, en el marco de que se cumplían 30 años. Ahí él se decía sobreviviente del hecho y planteaba que se trataba de un delito de lesa humanidad. Guardé esa nota en mi correo electrónico. Entonces traté de convencer a algunos compañeros pero es como que no había mucho espacio político para avanzar en eso. Y quedó también ahí.
¿El argumento para no tomar la causa era que no se trataba de presos políticos sino de presos “comunes”?
Y además se presuponía que el intento no iba a tener éxito. Pero hay que decir que en todo el proceso de Memoria, Verdad y Justicia ha sido una constante avanzar en cuestiones que al principio parecían que no se podía avanzar. Por ejemplo hablar de los delitos sexuales como tortura y como delito autónomo, nadie lo veía hasta que alguien lo vio. Y así es como se fue avanzando.
O la misma incorporación de la figura del genocidio en los juicios
Estábamos en cómo llegaste a la causa
Yo miré esa película y dije “esto es una señal, algo tengo que hacer”. Y le escribí al director, Nacho Garassino, preguntándole si conocía a algún sobreviviente del pabellón séptimo. Me dijo que no pero que si aparecía alguien me avisaba. Un día en su página de Facebook Hugo le escribió y entonces Nacho me pasó el contacto.
Hugo Cardozo es trasladado al Hospital Salaberry (14-03-78)
¿Hasta entonces con Hugo no se conocían?
¿Por dónde empezaron?
Nos presentamos en el juzgado de instrucción. La causa estaba recontra archivada, aunque tiempo después nos enteramos que había tenido algún movimiento reciente. Resulta que el abogado Javier Canosa, hijo del amigo del Indio Solari (Luis María Canosa, muerto en la masacre, NdR), había hecho un reclamo indemnizatorio y se lo concedieron, ya que su padre estaba detenido a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. En ese pabellón sólo había tres presos a disposición del PEN. Pero de todo eso yo en ese momento no sabía nada. Así llegué al caso y así conseguimos recuperar la causa.
Razones de sobra
¿Por qué aseguran, los sobrevivientes y ustedes, que se trata de un delito de lesa humanidad?
Como para no decirnos a todo que no, en su resolución Rafecas le dio una vuelta de tuerca al asunto y dijo que sí se trató de una grave violación de derechos humanos, por lo tanto es imprescriptible y debe ser investigado. Pero quien debe investigarlo es la justicia de instrucción.
Sin embargo muchos desaparecidos no eran militantes políticos
En la audiencia en la que tuvimos que sostener nuestra demanda ante la sala I de la Cámara Federal hicimos un planteo que puede parecer demasiado sencillo, pero yo creo que el derecho debería ser más sencillo de lo que a veces es. El planteo es el siguiente: yo fui estudiante secundaria durante la dictadura; en esa época todas las chicas teníamos que ir a la escuela con pollera por la rodilla y los varones con pelo corto; si hubiéramos encabezado una rebelión porque las chicas queríamos usar minifaldas y los chicos pelo largo y nos hubieran secuestrado y asesinado pero no éramos militantes políticos ni combatíamos la dictadura ¿qué hubiera sucedido? El argumento por ahí parece muy básico, pero sirve para demostrar que no es posible reducir el plan sistemático a la persecución de un sector que tuviera clara su mirada política. Eso deja afuera, por ejemplo, a los presos históricamente transformados en escoria, como los presos comunes o sociales.
¿Hay otros organismos de derechos humanos que los acompañan?
Acá también se dan las diferencias de argumentos. Algunos entienden que ése no era el objeto de persecución de la dictadura y que no podía entenderse dentro del plan sistemático. A mí me cuesta entender ese planteo. Es como que da cosa “abrir demasiado”. No lo entiendo claramente.
Juan, Hugo y Roberto coinciden en la tesis acerca de las razones de la masacre. Ellos dicen que fue planificada, que hubo premeditación y que no se puede obviar el contexto, ya que se venía el Mundial de fútbol…
En Devoto, en el mismo momento de la masacre, había mil presas políticas. Yo quise demostrar, en el libro y en la causa, que no es que había dos servicios penitenciarios, uno para los presos comunes y otro para los presos políticos (o las presas en este caso). Era el mismo Servicio Penitenciario. El jefe de Seguridad que iba y que les decía a las chicas “ustedes salen de acá muertas o locas” era el mismo que ordenaba la represión a los comunes. Entonces desde qué lógica se puede sostener que no es delito de lesa humanidad si es el mismo aparato organizado que realizan las mismas acciones.
Además todo comandado en ese momento por el Ejército
Y hay otro elemento que fue fundamental. Hay un libro del psicólogo Carlos Samojedny, que es uno de los asesinados en la discusión en la Tablada. Él había estado detenido en Rawson y escribió el libro Psicología y dialéctica del represor y el reprimido. Es una descripción muy impresionante de todo el programa de destrucción psicológica y física de los presos políticos en Rawson. Yo leía ese libro y decía “pero esto es lo mismo que para un preso común”. O sea no hay distinción ni la había. Esos regímenes de destrucción del alma humana y del espíritu y el cuerpo no tienen distinción.
La cuestión del Mundial también la decimos. La masacre sucedió un mes y medio antes del Mundial. La dictadura no podía permitirse un relato de una rebelión en la cárcel más importante del país, la más visible, la que funcionaba como la cárcel estrella, la “cárcel vidriera” que la dictadura mostraba, esa a la que iba la Cruz Roja a visitar. Y esa acción brutal, ejemplificadora, les iba a costar muy poco porque eran presos comunes. Eran los “drogadictos”. Nosotros buscamos en los diarios del día siguiente y decían “pabellón de drogadictos”. Era un pabellón donde había mucha gente joven, justamente había mucha gente detenida de razzias.
El mismo Luis María Canosa estaba preso por drogas
En ese sentido la saña contra ellos no tenía mayores “costos”
La masacre
Si bien en la entrevista que ya se publicó ellos cuentan detalladamente los hechos ¿cómo los relatarías sintéticamente vos?
Yo lo que hice fue reconstruir una escena del crimen en base a todos los testimonios, más Hugo, más las expresas políticas, más los sobrevivientes que fueron apareciendo.
Los hechos fueron así: el lunes 13 de marzo de 1978 la gente estaba en el pabellón con un solo televisor. Quien ahí maneja el televisor es un poco el que tiene el manejo de las cosas. En ese caso era un preso de apellido Tolosa. Yo llegué a determinar que estaban viendo una película muy larga por Canal 13, que se llamaba El cañonero Yang-Tsé, que imagino debe haber sido atractiva para los presos porque trata de un motín a bordo de un barco.
La cosa es que la película terminó más tarde que el horario permitido y entonces llegó un penitenciario, al que le decían el “Karateka” o “Kung Fu” y, de mala manera, les dice que apaguen el televisor. Es probable que Tolosa le haya dicho que no jodieran, que no rompieran las pelotas, y que el otro directamente les bajara la electricidad y quedara volando una cosa así como una amenaza. A la madrugada una patota lo quiso ir a sacar a Tolosa, una práctica absolutamente habitual, y no pudo.
¿Hubo resistencia ahí?
En nuestra presentación decimos que ésa era una patota que actuaba como cualquier otra en ese momento, cuando a la madrugada iban a buscar alguien a su casa. Con la diferencia de que como esto era un pabellón con 160 tipos no iban tan “pertrechados” y se fueron.
A eso de las 7 y pico de la mañana volvieron, pero ahora con doble formación de cuerpo de requisa, con la que llaman “la volanta” que es como una especie de cuerpo especial, para momentos especiales.
Entraron con particular brutalidad. Algunos presos, no todos, intentaron una especie de resistencia interponiendo camas para que no avanzaran. Y este es otro momento en el que nosotros nos basamos para hablar de masacre, por que ningún penitenciario estuvo herido, nunca corrió riesgo la vida de ningún penitenciario, no los tomaron de rehenes, sólo los empujaron.
Es decir que no había ningún motín
Ahí los presos ponen los colchones para tratar de que los disparos no pasen. Entonces hay varias versiones de cómo se desató el incendio. Hugo tiene un recuerdo de algo que vuela, como un calentador, y que había bidones de kerosene, por que ellos hacían todo con kerosene. Pueden haber sido las granadas de gas lacrimógeno, las balas, puede haber sido todo junto. Lo cierto es que se produce el incendio y, lo que es evidente y eso nosotros también lo decimos, no importa tanto qué produjo el incendio sino que nadie lo apagó. Y no sólo no lo apagaron sino que a los minutos estaban los bomberos y no los dejaron entrar. Eso también esté dicho por el jefe del cuerpo de bomberos y eso también está anotado.
Los bomberos dijeron que legaron y les dijeron “que por razones de seguridad” no podían entrar. ¿Y quién lo dijo? Todavía no pudimos interrogar a nadie, pero los mismo bomberos dijeron “nos los ordenó el subdirector de la cárcel”. Y sabemos que el subdirector estaba a cargo de todo ya que el director no estaba.
Lo posterior es todo el horror. Ya directamente el relato de los sobrevivientes de cómo pudieron salir de ahí, todo es horrible.
Otro momento que nos basamos para hablar de la alevosía, de lo deliberado, de la intencionalidad, de lesa humanidad, es que no sólo murieron presos adentro, sino que siguieron matando a los que salían, reventándolos a golpes. En el caso de Tolosa tenemos una versión de que los penitenciarios van recorriendo celda por celda hasta que lo encuentran, lo sacan y le pegan un balazo. E incluso hay un testimonio de un preso chileno, que ahora esta en Chile y aún no lo pudimos traer pero creemos que en el momento del juicio va a declarar aunque sea por videoconferencia, que nos dijo que al preso que vio cómo lo mataron a Tolosa también lo mataron, para que no quedaran testigos.
Jueces y fiscales cómplices
Teniendo en cuenta que estábamos en plena dictadura, ¿en ese momento cómo actuó el Poder Judicial?
De todos modos yo creo que todo fue organizado por el Servicio Penitenciario y en todo caso el juez Rivarola lo único que hacía era firmar lo que le pedían. De allí que en el expediente figure, por ejemplo, que al único que ordenan incomunicar, supuestamente por decisión de Rivarola, es a Tolosa.
Es decir que toda la instrucción del caso está armada
Entonces dicen, como siempre pasa, “prendieron fuego los colchones e impidieron que apagáramos el fuego”. No hacen mención al problema con Tolosa ni nada. ¿Pero entonces por qué lo incomunican sólo a él? No tiene lógica. Y no sólo dicen que lo incomunican sino que lo mandan al hospital del quemado. Pero no existe ninguna constancia de que haya vuelto ni vivo ni muerto de allí. Nosotros pensamos es que ya estaba muerto.
¿Cómo siguió su curso la causa?
¿Y una vez terminada la dictadura?
Pero nosotros no aceptamos eso. Porque, además, lo quitaba de la competencia federal y mandaba todo de nuevo a Instrucción, donde la causa estuvo archivada 36 años.
Entonces discutimos esos argumentos. Y el 14 de diciembre de 2014 la Cámara Federal nos dio la razón y dijo que sí es un delito de lesa humanidad, que la competencia es federal y que el juez Rafecas lo tiene que investigar.
En la causa declararon todos los sobrevivientes que nosotros logramos ubicar. Y fueron a declarar todas las presas políticas. Hace poco murió Liliana Chiernajowsky, que dio una declaración muy conmovedora porque planteó que era un delito de lesa humanidad y que muchas de esas prácticas siguen sucediendo.
De hecho algo parecido pasó en 2005 en el penal de Magdalena, donde murieron 33 presos. Algo que denunció la Comisión Provincial por la Memoria
Para mí el mayor logro de esta investigación es que se deje llamar el “motín de los colchones”, que todo el mundo sepa que fue una masacre, que se difunda lo que pasó de verdad. Y que los sobrevivientes sean reconocidos como tales.
El número oficial de muertos es 64. ¿Podría haber más?
¿Y hoy sigue desaparecido?
¿Con cuántos sobrevivientes se contactaron además de Hugo, Roberto y Juan?
¿Y el resto?
Hay que pensar que pasaron 38 años y muchas eran vidas basadas en el delito como trabajo. Entonces hay varios que sabemos que murieron en tiroteos, por ejemplo. Así que por el momento manejamos ese número de 64 muertos. Y aparte el caso de Jorge Hernández Rodríguez.
Vos trabajás en el tema cárceles. Si tenés que hacer una reflexión acerca de la cárcel hoy, ¿cómo lo ves?
¿Y sobre el rol del Estado qué opinás, mas allá de los colores políticos?
En Devoto capaz que de los 1.700 presos que hay todos tienen la boca podrida, todos tienen problemas de estómago. ¿Se entiende? Habría que destinar guita para mejorarles la vida. La mayoría no tiene la primaria terminada, entonces habría que destinar guita para educarlos. Y me parece que se termina diciendo “para qué pongo guita acá si esto no me redunda en nada”.
Para mí, por ejemplo, durante la gestión de Víctor Hortel se intentó “humanizar” la cárcel. Al menos en términos de decir “loco, son presos pero tienen derecho a tocar la guitarra”. Fue la época de “Vatayón militante”, donde con errores, con dificultades, con cosas cuestionables, la posición de Hortel era que las políticas públicas tienen que atravesar las cárceles, ya que esas personas tienen derecho a todas las políticas de inclusión, incluido divertirse y pasarla bien. Bueno, al final lo revolearon a Hotel.
¿Lo que se privilegiaba, en definitiva, era no hacer olas?
Me parece que hay como cierta hipocresía de asombrarnos de la brutalidad de la cárcel, porque en realidad eso es cotidiano. Creo que hay que ir más, hay que estar más. Por suerte los familiares ya empiezan a aparecer más como un colectivo. Pero la sociedad tendría que entrar más a la cárcel y no ver todo como una especie de zoológico. Ahí está el pueblo, una parte del pueblo está presa.
¿Alguna reflexión final sobre la causa?
Nosotros hemos imputado en el escrito de inicio a toda la línea del Servicio Penitenciario Federal, pero no hemos pedido aún indagatorias. Estamos pensando en hacerlo prontamente. Queríamos tener un poco más de documentación. Lo que pasa es que el juzgado ahora está en centro de la tormenta porque le caen todas las causas de investigación sobre el gobierno anterior. En el contexto de otras causas de lesa humanidad, yo pido que no se pierda el norte de que hay también una cuestión biológica y un derecho de los sobrevivientes. Ya pasaron 40 años.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).