Milei y Villarruel ofrecen una agenda de valores reaccionarios, ajuste, rosca y represión. Distintas variantes del peronismo aceptan hacer política en ese terreno.
Sábado 31 de agosto 09:28
“Tendríamos que haber dejado en claro rápidamente lo que sucede en toda guerra; que hay muertos, heridos y desaparecidos”. Habla Jorge Rafael Videla, carnicero en jefe. Transcribe Ceferino Reato, eterno vocero de causas reaccionaria. El libro es Disposición final, publicado en 2012. Un año más tarde, moría el represor. La “guerra contra la subversión” -“terrorista o marxista”- constituyó el nervio discursivo de aquella empresa de secuestros, tortura y muerte que asumió el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. Empujado por la gran burguesía nacional y extranjera, se volcó a aniquilar a una generación obrera y juvenil que empezaba a cuestionar su dominación social y política.
Esta semana, en un repulsivo acto, Victoria Villarruel desempolvó aquel discurso contra “los terroristas”. Lo ató, sin matices, a una organización: Montoneros. Embanderada en la defensa de una presunta “memoria completa”, reiteró su apología del terror genocida. Habló hacia fuera de La Libertad Avanza. Invocó un Rucci asesinado “por no traicionar a su líder político”. Buscó un diálogo -difícil, pero no imposible- con esa fracción del pan-peronismo que siempre sintió escozor ante la agenda de los derechos humanos.
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La derechista vicepresidenta trabaja con una certeza: la caótica crisis del sistema político atraviesa todas las coaliciones. Ella, protagonista indiscutida de la que hiere al oficialismo, busca anudar un vínculo con aquel Justicialismo que, desde siempre, reivindica al Perón que hizo posible la Triple A. Al hablar, seguramente contabiliza a su favor los numerosos elogios que, casi a diario, distribuyen figuras como Guillermo Moreno o Sergio Berni.
El oficialismo habita un mundo de desequilibrios. Su misérrima bancada parlamentaria parece devorarse a sí misma, en un festival de amenazas, críticas y expulsiones. La relación entre presidente y vice se resquebraja a cada instante. De fondo, la crisis social se extiende, despertando malestares y tristezas que, tarde o temprano, pueden mutar al odio. Esa pasión -aconsejaba Maquiavelo- es la que el Príncipe debe evitar si desea mantener gobernabilidad.
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Girando a derecha
El partido de Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Axel Kicillof parece astillarse al infinito. A los cruces entre la ex vicepresidenta y el senador Mayans le siguió, este viernes, un tuit de Wado de Pedro contra Sergio Massa. La crítica es válida: el massismo aportó una ingente cantidad de funcionarios a la actual gestión mileísta. No obstante, repite -como un loop infinito- aquellas otras, años atrás, contra el aporte que entonces hacía el líder del Frente Renovador a la gobernabilidad macrista.
En aquellos tiempos, Massa era parte de los “traidores”. Igual que Alberto Fernández. El tigrense, sin embargo, contaba su propia canción de repudio, entonada por las tropas camporistas con un énfasis que se obligaron a meter al freezer cuando se conformó el Frente de Todos.
La crisis política no ralentiza las roscas; al contrario, las eleva a la potencia enésima. Otrora encarnación del “fascismo en ascenso”, hoy Javier Milei se presenta como secreto interlocutor del kirchnerismo en opacas negociaciones judiciales. Lo admitió públicamente Mariano Recalde, camporista de la primera hora. Nadie lo ha desmentido, aunque se pueble de rumores en sentido contrario.
Las versiones del toma y daca indican amplitud. No se trata solo de los pliegos de los jueces Lijo y García Mansilla. Sobre la mesa está también la eventual ampliación de la Corte Suprema. La lista de cargos no se agota ahí. El Procurador General de la Nación, cargo estratégico en la estructura judicial, también se puede rosquear. En esa negociación, según señala Claudio Jacquelin, el kirchnerismo avalaría discutir nombres que supo anatemizar, como los de Mariano Borinsky y Juan Bautista Mahiques. El primero, compañero tenístico de Macri en la Quinta de Olivos, debe revisar la condena que pesa sobre Cristina Kirchner en la direccionada causa Vialidad. El segundo supo hallar cierta fama mediática cuando compartió un viaje clandestino hacia Lago Escondido con el juez Ercolini y directivos del Grupo Clarín.
De conjunto, la realpolitik peronista tiende a derecha. No se trata solo de las barrabasadas que destilan Guillermo Moreno, César Milani o Sergio Berni. Juan Grabois -antaño pretendida figura “plebeya” en el movimiento- acaba de pronunciarse contra el derecho a huelga de maestras y maestros. El repudio a sus palabras salió de muchas aulas; trepó a las redes y le recordó al ex dirigente social que, desde hace ya mucho tiempo, a la escuela pública la sostienen familias y trabajadoras/es de la educación.
Demasiado ansioso, mirando el calendario electoral de 2025, Grabois asume su propio desprendimiento de la agenda progresista que otras fracciones del peronismo condenan. Repite, con sus modos, la operación de Guillermo Moreno. Esta semana, a tono con ese objetivo, alentó a no ocuparse de las discursos reaccionarios que lanzaron el ministro Cúneo Libarona y la misma Villarruel. Debatir y polemizar contra la ofensiva cultural reaccionaria parece resultarle una pérdida de tiempo.
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El conservadurismo también arbitra la acción de las conducciones sindicales burocráticas. Este miércoles, la CGT se apenó por la represión a jubilados y jubiladas ocurrida frente al Congreso. La aflicción no pasó de las palabras. La burocracia que encabezan Héctor Daer y cía. está demasiado ocupada en negociar la reforma laboral con el Gobierno. Pareciera carecer del tiempo necesario para llamar a un -también necesario- paro nacional contra la avanzada ajustadora.
Si se mira entre los cristales rotos, al peronismo lo unifica una estrategia política. Apuesta a dejar correr el tiempo; a permitir la agenda reaccionaria y ajustadora de Milei para que éste pavimente su propio fracaso. Mientras espera, intenta un diálogo reaccionario con los desencantados y las desencantadas de la política. Propone un discurso que embarre banderas progresistas en aras de hablarle electoralmente a les enojades. Al mismo tiempo, multiplica exponencialmente el discurso malmenorista. Prepara así las condiciones para devenir en nueva frustración. Bajo esta orientación, el próximo Massa bien podría llamarse Miguel Ángel Pichetto.
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Resistencias
Si se mira más allá de la agotadora agenda que imponen redes sociales y grandes medios, el país no se inclina ineluctablemente a derecha. La resistencia, aun minoritaria, ofrece su propia agenda.
Tierra de tradiciones combativas, Neuquén vuelve a mostrar su ejemplo al país. Esta vez le toca a la docencia, que finalizó este viernes la séptima semana de huelga. El miércoles, mostrando notoria disposición a la lucha, miles y miles marcharon las calles de la capital provincial. Enfrentan a un aliado de Milei: Rolando Figueroa.
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Esa resistencia ocurre, también, en tierras bonaerenses. Los trabajadores del Sutna batallan contra poderosas patronales. Enfrentan a multinacionales como Bridgestone o al gran empresariado local. Javier Madanes Quintanilla, uno de los popes del poder económico criollo, despide y alienta la precarización laboral en Fate. Este dura pelea volverá a pisar las calles platenses la semana entrante. Los obreros marcharán a la Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires. Contarán, como viene ocurriendo, el apoyo de organizaciones solidarias.
El miércoles venidero, el Congreso será nuevamente escenario para jubilados y jubiladas. Allí retornarán los adultos mayores. Desafiantes. Dispuestos a combatir. Volverán a marchar por sus demandas y contra el veto total de Milei al módico aumento salarial votado en el Congreso. Exigen, desde ahora, la presencia de la dirigencia sindical. Reclaman, desde hace semanas, el llamado a un urgente paro nacional.
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Estas luchas de resistencia sufren, precisamente, el abandono de la dirigencia sindical burocrática. La CGT, las CTA y organizaciones nacionales como Ctera eligen las palabras a los actos. Boicotean la necesaria solidaridad que debería rodear estas difíciles peleas.
Una batalla permanente contra la resignación
NO hacerle el juego a la derecha implica, en primer lugar, no asumir su agenda o porciones de ella. Significa, necesariamente, hablar un lenguaje de tajante oposición a esa discursividad reaccionaria, que pretende hacer retroceder la historia. Supone unir políticamente la lucha contra el ajuste económico y la pelea contra el conservadurismo ideológico.
Este jueves, en el anexo de la Cámara de Diputados, abogados y referentes obreros del PTS-FITU desplegaron un fuerte combate político-ideológico a los intentos capitalistas de regimentar las organizaciones sindicales. Hablaron desde una posición política independiente: denunciando la avanzada patronal; criticando, también, la complicidad de la CGT con el ajuste.
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Un día antes, en el mismo edificio, Myriam Bregman recordó la barbarie del terror genocida. Como también reclamaron Taty Almeida, Adolfo Pérez Esquivel y Guadalupe Godoy, entre otros, la referente del PTS-Frente de Izquierda exigió investigar el accionar de los diputados y diputadas oficialistas que visitaron genocidas en el penal de Ezeiza.
Las batallas no acaban allí. Bajan al llano. Esa labor militante de la izquierda trotskista se hace visible en la solidaridad decidida con cada lucha y cada reclamo. En cada pelea contra los despidos o los recortes salariales. En cada combate a la violencia de género y los femicidios. En cada enfrentamiento a los intentos extractivistas, que alientan y avalan todas las fuerzas políticas capitalistas. NO hacerle el juego a la derecha implica rechazar la agenda de la resignación y el conformismo ante lo arbitrario y brutal.
Esta labor política es parte de la construcción de una nueva fuerza socialista y anticapitalista. Que, emergiendo desde abajo, transforme en potencia política el poder social de la clase trabajadora. Que se proponga un horizonte de superación de la decadencia infinita que impone la dominación capitalista.
La paciencia social no es infinita. Una sociedad no puede ser sometida al hostigamiento económico y cultural permanente sin acumular un océano de tensiones. El porvenir anuncia rebeliones. El constante combate contra la resignación -en las ideas y en las calles- siembra futuro. Se presenta como germen de un nuevo tiempo. Como punto de partida de una nueva organización de los explotados y oprimidos que pueda batallar y vencer en la lucha por un mañana verdaderamente libre.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.