Fracasa la recomposición del extremo centro, mientras la ultraderecha irrumpe con fuerza obteniendo 52 escaños ¿Qué izquierda necesitamos para enfrentarla?
Lunes 11 de noviembre de 2019
Los resultados de las elecciones del 10N arrojan un panorama que aleja la posibilidad de cerrar la crisis del Régimen monárquico por la vía de la recomposición del extremo centro.
A Pedro Sánchez le ha salido mal su apuesta de repetir las elecciones para lograr un gobierno fuerte en solitario o mediante una gran coalición de los “constitucionalistas” sin tener que depender de las formaciones nacionalistas. Por tanto, la inestabilidad parlamentaria no solo no desaparece, sino que se profundiza respecto a los comicios de abril.
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Lo que sí que es una novedad respecto al 28A es el ascenso de la ultraderecha de VOX.
Si en la anterior cita electoral los de Abascal obtuvieron un resultado por debajo de sus expectativas –hecho que fue presentado como una gran victoria de la tolerancia y la democracia– esta vez han más que duplicado sus resultados, obteniendo 3,57 millones de votos y 52 escaños, superando al PP en varias provincias y quedando como primera fuerza en Murcia.
Desaparece definitivamente la ilusión de la “excepcionalidad española” en el contexto europeo y VOX se consolida como la tercera fuerza política nacional y como una de las extremas derechas más fuertes de Europa. Un hecho que no debería resultar sorprendente en un país en el que el franquismo sigue más vivo que nunca.
Entre vivas a España Santiago Abascal se mostró ante los suyos como el verdadero ganador de la noche, haciendo constantes referencias a los votantes desencantados con las otras formaciones políticas en las que no se sienten representados. Un triunfo que han tenido que reconocer sus competidores de derecha. A Casado se le ha hecho amarga su recuperación electoral y Rivera, condenado a la irrelevancia y la dimisión, lamentaba cínicamente que “los españoles han querido más VOX y menos centro político”.
Otro tanto de cinismo ha mostrado José Luís Ábalos al afirmar que “el PSOE es el único dique contra la extrema derecha”. Por su parte los dirigentes de la “izquierda” parlamentaria, Iglesias y Errejón, se han apresurado a ofrecer nuevamente sus escaños a la formación de un “gobierno progresista” contra VOX.
Pero, ¿cómo pactar con el partido del 155, de la reforma laboral, que ha hecho bandera de la expulsión a los migrantes y principal apoyo del Régimen monárquico, agente del IBEX 35, puede ser la vía para frenar el auge de la extrema derecha? ¿Es esta la izquierda que necesitamos para hacer frente a la resolución de la crisis del régimen por la vía más autoritaria y liberticida?
El resultado de VOX no puede explicarse sin atender a, por un lado la consolidación de una subjetividad reaccionaria producto de la ofensiva recentralizadora y represiva contra el movimiento democrático catalán. Por el otro, es el resultado del descrédito de las formaciones políticas tradicionales y la crisis de representatividad.
Tampoco puede entenderse el fenómeno VOX por fuera de la existencia de un régimen monárquico nacido del pacto de la Transición con las élites franquistas en el que la ultraderecha como tal no es una novedad en el Estado español, sino que siempre había estado asimilada al PP.
El hecho de que la ultraderecha pueda plantear sin problemas su agenda autoritaria, machista, racista y homófoba en las instituciones mientras se niega a millones la posibilidad de decidir sobre la monarquía o la relación entre los pueblos del Estado da una idea del verdadero alcance de esta democracia para ricos.
Esto no debería ser ninguna novedad, sin embargo la izquierda parlamentaria –con la Constitución en la mano– lejos de practicar esta crítica descarnada ha contribuido a extender la idea de que podían lograrse transformaciones dentro de los márgenes de este régimen y de la mano de sus agentes.
A la propagación del espíritu más derechista ha contribuido el conjunto del arco parlamentario. Las derechas situando a VOX como su principal socio de gobierno, el PSOE adoptando parte de su agenda en Cataluña o en otras cuestiones como la inmigración.
En cuanto a Unidas Podemos, presa de su estrategia de pactar con Sánchez, de sus intentos de “resignificar” un nacionalismo imperialista si los hay como el español y del electoralismo más abyecto, han dado alas al desarrollo del españolismo chovinista rampante, a la aceptación del mayor giro represivo del Régimen monárquico en su historia reciente y a la criminalización de las protestas.
En cuanto a la crisis de representatividad, el partido de Abascal ha sido el que mejor ha sabido capitalizar por derecha el descontento con la política tradicional. En ese sentido, los llamamientos a un “cordón sanitario” a VOX solo pueden contribuir a reforzar el aura “anti-establishment” de uno de los partidos políticos más defensores del status quo y de los privilegios de las clases dominantes.
El 10N ha vuelto a mostrar los límites de una recomposición del extremo centro y una mayor polarización que, lamentablemente, solo ha encontrado una expresión electoral por derecha, mientras que la “izquierda” aparece cada vez más integrada a la “democracia” borbónica. Sin embargo, las hipótesis para la emergencia de un proyecto de izquierda, anticapitalista y contra el régimen siguen vivas.
Una izquierda que, lejos de concebir la lucha de clases como una enfermedad de juventud, apueste por hacer frente a la extrema derecha y a la ofensiva recentralizadora y autoritaria desde la movilización social de la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares.
Una izquierda valiente que plantee que la crisis del sistema la paguen los capitalistas. Una izquierda que entienda que todo proyecto de transformación social solo puede hacerse desde las ruinas de este régimen y entienda la participación en sus instituciones no como un fin en sí mismo, sino como una tribuna puesta al servicio del desarrollo de las luchas sociales y la autoorganización de la clase trabajadora, las personas migrantes, las mujeres y la juventud.
Después de las elecciones, el ascenso de VOX hace que un proyecto de este tipo más necesario que nunca. La izquierda no puede quedar supeditada a un pacto con un PSOE que se prepara para aplicar los ajustes necesarios ante los nuevos embates de la crisis económica.
Las nuevas posiciones parlamentarias conquistadas por la CUP tienen la posibilidad de ponerse en disposición de la construcción de un nuevo agrupamiento de la izquierda anti régimen y organizaciones como Anticapitalistas deberían dar por agotado un proyecto como el de Unidos Podemos cuya deriva ya podía anticiparse desde sus inicios, pero es hace ya un tiempo una realidad incontestable.