Los impresionistas no son ni buenos ni malos, son simplemente incorregibles. ¿Quiénes son los impresionistas? Lo que tienen una fuerte inclinación a dejarse impactar por cada fenómeno nuevo que irrumpe en la escena política y tienden a pensar que ya es la expresión de un cambio de época. O quienes toman un elemento de la realidad y le dan un valor sin límites como si explicaran con esa parte, el todo. Por ejemplo, en el caso de Gobierno de Javier Milei, ese lugar lo ocupan las encuestas. Como en general, según las diferentes mediciones, los resultados muestran que mantiene un respaldo de alrededor del 50 %, más o menos la mitad de las personas, de ahí se infiere que es un proyecto político muy fuerte y que no hay con qué darle. Esto sin ponerse a analizar mucho en qué se basa ese respaldo, qué intensidad tiene, si es una adhesión positiva al programa y a las ideas del Gobierno o si es un "consenso negativo" por el rechazo a todo lo anterior, etc. Esta forma de percibir la realidad a veces se torna medio "trágica" o directamente una profecía autocumplida porque el razonamiento es más o menos el siguiente: "El gobierno está muy fuerte, entonces no hay que enfrentarlo porque hay que tener timing y saber cuál es el momento oportuno". O peor aún, sobre la base de un pensamiento similar, se cree que no queda otra opción que colaborar con el Gobierno para "mejorar" o limitar lo más posible sus proyectos. A esta fórmula la podríamos denominar "el teorema De Loredo" porque es la forma en la que siempre actúa el diputado radical: siempre y bajo cualquier circunstancia hay que "ir en auxilio del vencedor". ¿Por qué digo "trágico" o "profecía autocumplida"? Bueno, porque muchas veces bajo ese razonamiento se ayuda a un Gobierno débil, no necesariamente a hacerse muy fuerte, pero sí menos débil. Y cuando eso finalmente sucede gracias a su colaboración o inacción te dicen: "Viste que no era el momento, mirá el Gobierno, al final no está tan débil". No sé si pudieron escuchar el podcast "Generación 94" que es básicamente sobre la historia de la reforma constitucional de 1994 impulsada por Menem. Ahí todos cuentan que Alfonsín creía que Menem estaba tan fuerte que iba a hacer la reforma igual, entonces hizo el Pacto de Olivos que permitió que la reforma (y, sobre todo, el corazón de la reforma que era la reelección de Menem) naciera con más legitimidad, a cambio de algunas que otras concesiones menores pedidas por los radicales (como el tercer senador por provincia, etc.). Es la eterna discusión sobre las "correlaciones de fuerza". Porque, incluso en situaciones adversas, ¿uno tiene que dar la pelea o, sin dar ninguna batalla, fortalecer la victoria del adversario? Creo que la opción es bastante clara. Algo de todo eso vivimos en estos siete u ocho meses de Milei en el poder. En estos días conversé con el historiador Pablo Gerchunoff (parte de ese intercambio se publicó en La Diaria de Uruguay) y me decía algo con lo que coincido: a los siete u ocho meses no se puede decir nada definitivo sobre el Gobierno de Milei. Él recordaba que a los siete u ocho meses de Menem en la Casa Rosada, se rumoreaba que estaba negociando con Eduardo Angeloz (el radical a quien le había ganado las elecciones) porque no podía gobernar solo. Y miren cómo terminó: una década que transformó regresivamente a la Argentina como pocos lo hicieron antes. Lo ayudaba el contexto internacional y la relación de fuerzas interna, digamos todo. Del mismo modo, yo digo que a los ochos meses, las encuestas no dicen nada definitivo del Gobierno de Milei. Después de tres fracasos consecutivos, toda una década perdida (la última etapa de Cristina Kirchner, el gobierno Mauricio Macri y el de Alberto Fernández), esas encuestas hablan más de lo viejo que de lo nuevo. Esto no quiere decir que no haya gente que coincida con las ideas de Milei. Hay y mucha, pero digo que todo ese volumen que se presenta como respaldo de un Gobierno fuerte es mucho más contradictorio. ¿Qué otros elementos demuestran esto? Bueno, las internas del Gobierno, en primer lugar. Lleva cerca de 60 funcionarios echados o expulsados de la administración en este corto periodo de tiempo. Ahora se suma la interna con la vicepresidenta Victoria Villarruel y el fortalecimiento millonario del aparato de los servicios de inteligencia (la SIDE). Es sabido que Villarruel es un —vamos a decirlo así— "sensibilidad" distinta en el proyecto de LLA: hija predilecta de la familia militar (defensora de genocidas y de la dictadura), hace años que viene bregando por, de mínima, volver a sentar al "partido militar" en la mesa de los factores reales de poder de la Argentina; tiene también un perfil más nacionalista y tuvo gestos de relativa autonomía, el último con el affaire de la selección y sus cantitos discriminatorios, y el cruce con Francia justo antes del viaje del presidente a los Juegos Olímpicos. Podría decirse que Villarruel tiene un proyecto más "bolsonarista" que Milei. Sin embargo, la pregunta es: ¿Por qué ahora estalla la interna? Bueno, además de sus ambiciones de poder, Villarruel percibe más debilidad estratégica en el Gobierno que muchos opositores, por eso se diferencia. Si fuera el Gobierno "que dicen las encuestas", no tendría ni un sí ni un no con Milei. Además, muchos ven la mano de Macri detrás de Villarruel, otro aliado que toma distancia permanentemente. Lo de la SIDE es más simple y evidente: si tuvieran tanto respaldo o fueran tan "hegemónico", ¿para qué fortalecer con tremenda cifra —100 mil millones de pesos— un aparato que se dedique a espiar a propios y extraños porque desconfía de medio mundo? Dime cuánta guita le pone a la SIDE y te diré cuán débil se autopercible un Gobierno. Gerchunoff me decía otra cosa interesante: no le preocupaba tanto la gente que apoya a Milei (mucha de esa gente sigue apostando a su propia esperanza más que nada o rechaza asumir una nueva desilusión), le preocupa más la eventual resignación de los que se oponen. Ahí creo que hay un punto en el que pueden jugar un rol decisivo peleas como las del sindicato del neumático donde se juega una pulseada fuerte o conflictos emblemáticos como el del Hospital Posadas. Son peleas que pueden dar un ejemplo contra la desmoralización de aquellos que especulan y usan a las encuestas para esquivar —parafraseando a Gramsci— a lo único que se puede prever científicamente: la lucha.