El día seis de mayo Diego acudió como todos los días laborales a su puesto de trabajo en la unidad de reparto de Aravaca. Después de clasificar el correo y prepararlo para el reparto fue reclamado por el jefe de su unidad porque quería revisar el contenido de su carro.
Miércoles 21 de diciembre de 2016
Entre este contenido se encontraban dos envíos IPC (un tipo de correo que tiene prioridad únicamente porque su procedencia es la Unión Europea o alguno de la países asociados, es correo no certificado) de zonas de reparto que eran ajenas a la suya.
Al ser inquirido por el jefe, Diego respondió que sus compañeros habían salido antes de que él se hubiese percatado de que le habían metido esos envíos en su casillero con los que él tenía que llevar. El jefe le permitió salir a repartir la correspondencia no sin antes tomarle declaración ante lo que él consideraba una falta grave (esto ocurre todos los días en todos los distritos de reparto, entre cincuenta o sesenta envíos es fácil que se cuele alguno que no te corresponde llevar).
Sin embargo al volver del reparto Diego tuvo una desagradable sorpresa. El jefe de sector y un inspector de auditoría habían acudido a tomar cartas en el asunto.
En este momento todo toma un sentido rocambolesco, a Diego le introducen en el despacho del jefe, acosado se le insta a firmar un informe que difiere de lo relatado antes del reparto. No se le informa previamente de que debe leerlo y comprenderlo antes de firmar. En este nuevo informe la declaración de Diego ha sido tergiversada y pone que su intención desde un principio es quedarse con los dos envíos.
Al poco tiempo llega una primera sanción Diego es suspendido de empleo y sueldo durante mayo y hasta septiembre mes en que se hizo efectivo su despido.
Esta es solo la última vez que han llegado a nuestros oídos cosas semejantes, en Alcorcón y también antes del verano una mujer fue despedida por una situación calcada a la que acabo de relatar, lo cual nos hace pensar que este tipo de despidos disciplinarios pueden estar pautados. Parece ser que a quien consideran molesto, solo es necesario atribuirle un robo para poder expulsarle y ahorrarse de paso la indemnización.
Antes de estos hechos ya habíamos constatado despidos por resistencia hacia el despotismo de empresa. Hasta ahora tomaban estas medidas contra los compañeros más desvalidos, los eventuales, que si alguna vez osaban exigir ser tratados como personas y no como mulas de carga, tenían muchas posibilidades de encontrarse una vez finalizado el contrato con un burofax en el que se les anunciaba que habían sido borrados de la bolsa por un motivo tan subjetivo (no hay tablas específicas) como pueda ser la baja productividad.
Si andamos un poco más atrás en el tiempo, todavía veremos cómo compañeros fueron despedidos tras iniciar una protesta siguiendo las vías legales de la empresa. Explicar que si pudieron identificarlos, fue por seguir esos cauces reglamentarios y empezar una serie de escritos firmados que eran pasados por registro. Fueron unas luchas contra la destrucción del turno de tarde que se desarrollaron de manera aislada, en los pocos distritos en los que aún quedaba reparto de tarde, ya que los sindicatos jamás las extendieron.
La baja contratación es motivo de muchos de los problemas a los que se enfrentan los trabajadores de correos. En un mercado laboral marcado por la competitividad, R.R.H.H. decidió que había que empezar a prescindir de personal, así y solo en el período de la crisis que comenzó en 2007 correos ha disminuido el número de trabajadores a razón de dos mil anuales, un total de cerca de 20.000 trabajadores menos. Sin embargo y a pesar de esta disminución de personal las exigencias productivas han ido en aumento.
Esta sobrecarga de trabajo es la causa por la que muchos compañeros tienen lesiones, en muchos casos muy graves, roturas de ligamentos, tendinitis, atropellos, bajas por depresión, etc... Tristemente para los compañeros de correos estas afecciones no son extrañas a un trabajo en el que son obligados a acarrear hasta sesenta kilos de forma continuada.
Este año correos firmó un contrato con Amazon por el que se comprometía a llevar sus envíos en menos de 24 horas fijándose así un servicio de reparto urgente. La patronal de la empresa lleva muchos años disminuyendo el número de trabajadores en los servicios de urgencia, con lo que el peso de estos repartos ha recaído en los carteros del servicio regular que se han visto desbordados por la cantidad de envíos, esto ha generado el caos. Las jefaturas cada vez presionan más buscando conseguir el cobro de la productividad, que se les escapa de las manos porque los obreros no pueden dar más de sí. En las últimas semanas cada cartero ha podido llevar como extra entre cuarenta o cincuenta de estos envíos urgentes, a lo que hay que sumar el aumento de la correspondencia que se da por estas fechas.
En Navidad como en elecciones los carteros reciben un extra que se acuerda con los sindicatos antes de que comience la campaña. Este soborno (no debe tener otro nombre) solo se recibe en el caso de que como máximo se disfrute de dos días de asuntos propios en el mes de diciembre, pero incluso estos dos días son denegados de forma sistemática por las jefaturas aduciendo necesidades del servicio, con lo que, lo que en un principio parece ser algo voluntario se convierte en algo obligatorio.
Las amenazas también son algo común. Se dan de varias formas, se amenaza con seguimientos, se amenaza con hacer informes por baja productividad, se amenaza incluso con hacer un escrito sin más motivos que resultar incómodo a las jefaturas.
Estas se han convertido en latigueros, el más deprisa, más deprisa es normal oírlo tanto en reparto como en los almacenes de clasificación donde como agravante habría que recordar que las prisas causan accidentes y que estos en algún momento pueden llegar a ser mortales.
Gritos y mala educación son la tónica, parece ser que él perfil que buscan a la hora de ascender en el escalafón no tiene tanto que ver con las capacidades de liderazgo como con ser un abusón al más puro estilo de patio de recreo, he presenciado a jefes cachondeándose de compañeros a sus espaldas, también he visto a alguno reírse en la cara de alguien a quien saben más indefenso porque depende de este trabajo para poder subsistir.
Si hablamos de seguridad también aquí salimos perjudicados los trabajadores. En los almacenes se improvisan grupos de trabajo según las necesidades de la empresa en cualquier zona, incluso en las destinadas al paso de carretillas, los envíos en ciertas épocas del año no caben en ningún lugar, así que se empiezan a acumular hasta que invaden zonas que no están destinadas al almacenaje.
Tampoco se reparte el equipo para trabajar, no hablemos de uniformes, estoy hablando del equipo básico, los EPI, en el caso de los almacenes es difícil que te den ni siquiera unos guantes en condiciones, las fajas es imposible, lo único que si te dan y porque han tenido problemas en el pasado son las botas de seguridad, unas botas que por cierto causan alergias y en las que el forro empieza a deshilacharse a las dos semanas, teniendo en cuenta que esas botas se entregan bajo firma y que solo se dan una vez cada dos años parece un poco excesivo que el interior de la bota tenga tan poca duración.
En reparto hay situaciones realmente siniestras, para llegar a reparto muchas veces se depende de los autobuses de la EMT que solo pueden llevar dos carros dentro, muchas veces los carteros han de esperar media hora o incluso tres cuartos de hora, en algunos casos además han de realizar algún tipo de transbordo.
En muchas zonas esto se solventa llevándolos en furgonetas, este año en una de estas furgonetas el claxon no funcionaba (y había sido informado), uno de los pilotos tampoco y no tenía rueda de repuesto, en la otra que utilizábamos, el compañero que la conducía tuvo la mala suerte de pinchar, cuando echo mano de la rueda de repuesto se encontró con que no pertenecía a su modelo, si no a otro.
Con las motos ocurre otro tanto, fallos en la dirección, frenos rotos, desperfectos en el fuselage, etc…
Mientras los obreros sigamos jugando a lo que la empresa nos dicta, mientras nos preocupe más el servicio que nuestras condiciones laborales, mientras justifiquemos la baja contratación con los números que presenta la empresa no podremos revertir esta situación.
En estos momentos necesitamos exigir mejoras laborales, necesitamos organizarnos con nuestros compañeros, no solo de correos si no del resto del sector para que nuestras huelgas no queden anuladas pasando la correspondencia a otras empresas.
Hace falta organización para que llegado el momento podamos movilizarnos con unas mínimas garantías de éxito, de otra manera estaremos abocados al desastre antes de empezar a reclamar nuestros derechos.