El ataque en la iglesia de Charleston es una postal tenebrosa de la vigencia del racismo en Estados Unidos. La impunidad institucional legitima el odio racista, más allá de los discursos.
Celeste Murillo @rompe_teclas
Viernes 19 de junio de 2015
Fotografía : EFE
El miércoles 17 por la noche, un hombre blanco ingresó en una histórica iglesia del centro de la ciudad Charleston, en Carolina del Sur, durante un grupo de estudio de la Biblia. La iglesia Emanuel es popular entre la comunidad negra de la ciudad, y su pastor Clementa Pinckney (también senador estatal), se encuentra en las personas asesinadas. Como resultado del tiroteo murieron además seis mujeres y dos hombres.
El alcalde de Charleston, Joseph P. Riley, dijo que el “único motivo por el que alguien podría entrar en una iglesia y disparar a gente que reza es por odio”. Todos los funcionarios y los medios de comunicación están de acuerdo en que se trata de un crimen de odio.
La ciudad amaneció el jueves 18 en medio de una verdadera cacería humana para atrapar al sospechoso, que fue finalmente detenido en un control de tránsito a 300 kilómetros de la ciudad. Los efectivos de la policía estatal y el FBI habían movilizado todos sus recursos en un verdadero despliegue, y habían prometido no dejar lugar sin inspeccionar en busca del asesino.
La Iglesia Africana Metodista Episcopal Emanuel es tradicional en la comunidad afroamericana de la ciudad, y es un símbolo de la lucha y la resistencia de los esclavos en Estados Unidos. La elección del blanco tiene connotaciones profundamente racistas.
Los principales precandidatos han aprovechado la oportunidad para ser protagonistas. La precandidata demócrata, Hillary Clinton, dedicó sus plegarias a los muertos de Charleston; el precandidato republicano Jeb Bush hizo lo propio. Es que esta es una gran oportunidad para políticos y funcionarios, los mismos que han guardado silencio ante la impunidad de la aplastante mayoría de policías acusados por brutalidad policial racista.
¿Cuál sería la actitud Bush y Clinton si se tratara de un nuevo Michael Brown? ¿Se movilizaría el FBI para perseguir a los asesinos de Eric Garner? ¿Hubieran apoyado estos políticos la rebelión de Baltimore que consiguió con su movilización que se juzgue a los responsables de la muerte de Freddie Gray? La respuesta es muy sencilla: no.
El crimen de Charleston se inscribe en el escenario abierto por el asesinato de Michael Brown en agosto de 2014 en la ciudad de Ferguson. La muerte de Brown desató protestas masivas, noche tras noche, el gobernador impuso el estado de emergencia e intervino la Guardia Nacional con tanques y armamento militar.
Desde entonces, el movimiento Black Lives Matter (las vidas de las personas negras importan) ha protagonizado protestas en todo el país exigiendo justicia por los asesinatos de jóvenes afroamericanos a manos de la Policía. Han dejado al desnudo la vigencia del racismo en una sociedad profundamente dividida y desigual, donde la comunidad afroamericana está sobrerrepresentada entre quienes cobran el salario mínimo, en la pobreza y la población carcelaria.
El movimiento de protesta contra el racismo y la evidente desigualdad han chocado de frente con la ilusión de una sociedad posracial, alentada con la llegada del primer presidente negro. El gobierno de Barack Obama ha intentado calmar los ánimos, pero los gestos han sido insuficientes ante el incontestado racismo institucional del Estado.
Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.