Martes 28 de enero

En un despliegue que parece sacado de un manual de la socialdemocracia más tibia, la izquierda peruana se encuentra una vez más atrapada en las dulces redes del reformismo y la conciliación de clases. Con cada frente "antineoliberal", "patriótico" o "antifascista" que surge, no puedo evitar imaginar un coro de políticos progresistas entonando himnos que suenan más a lamentos de derrota que a proclamas revolucionarias. Pero vayamos por partes, porque incluso las farsas necesitan un análisis meticuloso.
La "contradicción principal" como cortina de humo
¡Qué ingeniosa jugada del reformismo! Mientras el capitalismo devora el mundo con la voracidad de un Leviatán hambriento, estos estrategas iluminados deciden que lo prioritario es luchar por la "recuperación de la democracia". Es un poco como intentar salvar un edificio en llamas reparando las cortinas. El problema no es sólo el neoliberalismo, esa versión más agresiva del capitalismo, sino el propio sistema que lo engendra. Marx y Engels deben de estar revolviéndose en sus tumbas al ver cómo se desdibujan las líneas de clase en favor de una retórica que evita incomodar demasiado a los verdaderos dueños del poder.
La conciliación de clases: el corazón de la debilidad reformista
La estrategia favorita de estos frentes es la de la conciliación: "Hablemos con los capitalistas, quizás si les pedimos con amabilidad, dejen de explotarnos tanto". El problema con esta postura no es sólo que sea ingenua, sino que refuerza las estructuras que perpetúan la explotación. La historia ha demostrado que la burguesía no concede nada que no le sea arrebatado por la fuerza de la lucha de clases. Pero, claro, ¿qué son los hechos históricos comparados con la cómoda ilusión de que podemos "humanizar" el capitalismo?
La ilusión de la "burguesía nacional"
¡Ah, la mítica "burguesía nacional"! Ese unicornio que las izquierdas reformistas persiguen con devoción. La idea de que ciertos sectores de la burguesía puedan aliarse con los trabajadores para combatir el neoliberalismo es, como mínimo, entrañable. Pero, seamos sinceros: la burguesía, nacional o internacional, tiene un solo objetivo, y es mantener sus privilegios a toda costa. La historia del Perú y de cualquier otra nación está llena de traiciones de esta "burguesía patriótica" que, llegada la hora de la verdad, siempre escoge el lado del capital.
Administrar el Estado burgués como eje
Aquellos que creen que es posible transformar el mundo desde la administración del Estado burgués son como niños jugando con fuego. Marx ya explicó hace más de un siglo que el Estado es un aparato de dominación al servicio de la clase capitalista. Sin embargo, estos reformistas insisten en que con suficientes mayorías parlamentarias podrán implementar cambios significativos. ¿Acaso han olvidado la interminable lista de gobiernos que, al intentar "humanizar" el capitalismo, no hicieron más que apuntalarlo? Quizás prefieren olvidar, porque recordar implica cuestionar su estrategia.
Política y frentes electorales
La participación electoral es importante, pero convertirla en el único horizonte político es un error monumental. Los programas revolucionarios se diluyen en alianzas de "unidad nacional" que terminan traicionando las aspiraciones de las masas trabajadoras. La izquierda peruana necesita más que una estrategia electoral: necesita una visión revolucionaria que no tema confrontar al capitalismo en todas sus formas.
¿Qué tipo de frente construir?
El futuro no pertenece a los conciliadores ni a los oportunistas, sino a quienes se atrevan a construir un frente revolucionario basado en la clase trabajadora. No necesitamos alianzas con sectores de la burguesía ni estrategias que busquen administrar el sistema desde sus instituciones. Necesitamos una organización desde abajo, arraigada en las luchas cotidianas y con un programa político que apunte directamente al corazón del capitalismo. Este frente debe ser independiente, anticapitalista y orientado hacia la movilización popular. Hablamos de una huelga general que paralice el país y culmine en una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, capaz de trazar el camino hacia una sociedad verdaderamente libre de explotación y opresión.
En resumen, la izquierda peruana debe dejar de bailar al ritmo de la música reformista y comenzar a componer su propia sinfonía revolucionaria. El camino no será fácil, pero es el único que puede conducirnos a una verdadera emancipación.