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Red Internacional
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ESCENARIO POST 20D. Crisis política y dificultades para la configuración de un "gobierno estable"

A pocas semanas de la primera sesión de investidura, las formaciones políticas marcan sus hojas de ruta para las negociaciones. Pero a pesar de las diferencias, todas conducen al mismo punto muerto: crisis política y cada vez mayores dificultades para conseguir un gobierno estable que siga con las políticas capitalista.

Ivan Vela @Ivan_Borvba

Lunes 28 de diciembre de 2015

Ha pasado más de un mes desde la celebración de las elecciones generales que certificaron la crisis del bipartidismo reinante en el Estado español desde 1978 y que configuraron un nuevo tablero político “a cuatro”.

La nueva aritmética parlamentaria en el Congreso de los Diputados que ha surgido de las urnas no sólo ha generado una crisis política, sino que presagia una difícil situación para los proyectos de regeneración democrática del régimen capitalista español, dificultad que con el paso de los días y ya en el ecuador entre las elecciones y la primera sesión de investidura, se confirma cada vez más.

El primer encargado de mover ficha en este complejo puzzle es Mariano Rajoy. Como líder de la lista más votada, el candidato del Partido Popular inició ayer lunes la segunda ronda de encuentros con los diferentes líderes políticos. El primer encuentro fue con el líder de Podemos, Pablo Iglesias, un encuentro que se presumía, y se constató, vacío por el nulo acuerdo político entre ambas formaciones.

Más esperada por Mariano Rajoy fue la cita que mantuvo con Albert Rivera. No por el limitado peso político de Ciudadanos (C’s) tras los resultados electorales, sino por el rol que juega la formación naranja como mecanismo de presión a Pedro Sánchez y a los sectores más conservadores del Partido Socialista para un “acuerdo a tres”.

El tercer encuentro de Rivera con Rajoy distó mucho de ser, en términos de relaciones de fuerzas, similar a los dos anteriores. Si antes de las elecciones el joven líder de la formación de centro derecha se presentaba como avanzadilla en la lucha anti soberanista en Cataluña tras el 27S y ostentaba todos los sondeos para las elecciones generales a favor, esta tercera cita tuvo lugar en el marco del frenazo que el 20D supuso para (C’s) desde la más humilde posición de cuarta fuerza.

En la cita Rivera ha reiterado este lunes la decisión de Ciudadanos de no apoyar con un voto afirmativo su investidura como presidente, pero dejando clara su disposición a abstenerse en pos de un acuerdo por la “Estabilidad y certidumbre, claves para garantizar la unidad de España y la recuperación”, como resumió Rajoy en un tuit.

Pero esta política, como es obvio, sólo puede resultar exitosa con la participación del PSOE. De allí que el discurso del tándem PP-Ciudadanos se resuma en azuzar el fantasma de la inestabilidad y el desgobierno, o peor aún, la posibilidad de que en unas elecciones anticipadas la formación de Pablo Iglesias pueda erigirse como mayoría, para que el PSOE se abstenga en la votación de investidura y deje de coquetear con un posible acuerdo con Podemos.

Pero los ecos que llegan desde Ferraz no terminan de ser favorables para el candidato “popular”, a pesar de las luchas intestinas que recorren al viejo PSOE. El domingo Pedro Sánchez se reunió con los barones socialistas (entre quienes están sus principales detractores internos: García-Page, de Castilla la-Mancha; Fernández-Vara, de Extremadura, y la baronesa andaluza, Susana Díaz) para entregarles el documento que ayer se presentaba frente al comité federal.

En el encuentro, Sánchez logró apagar –al menos momentáneamente- algunos fuegos internos. El principal, la postergación del Congreso del partido, en el que los barones, encabezados por Díaz, pretenden que se elija un nuevo Secretario General y el candidato a unas hipotéticas elecciones anticipadas.

Pero aunque los barones no han cejado en su objetivo de “cortarle la cabeza” a Sánchez, las diferencias internas no pasan ni de lejos por cuestiones de programa o estrategia: todos los sectores del Comité Federal suscribieron la resolución política en la que se impone una condición “innegociable” para que Pedro Sánchez inicie algún tipo de negociación con Podemos: que Pablo Iglesias renuncie a defender un referéndum independentista para Catalunya.

El documento del comité señala que el PSOE antepondrá “el interés de España a cualquier otro objetivo”, por lo cual rechaza “de manera tajante, cualquier planteamiento que conduzca a romper con nuestro ordenamiento constitucional y que amenace así la convivencia lograda por los españoles durante estos últimos 37 años”.

El documento añade, además, que “La autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento solo traerán mayor fractura a una sociedad ya de por sí divida. Son innegociables para el Partido Socialista y la renuncia a esos planteamientos es una condición indispensable para que el PSOE inicie un diálogo con el resto de formaciones políticas”. Definiciones por demás lógicas viniendo de uno de los partidos arquitecto del Estado de las Autonomías, gran defensor de la “unidad de España” y pilar del bipartidismo español.

El “derecho a decidir” que enarbola Podemos -junto con una batería de medidas sociales y el fin de las llamadas puertas giratorias en política-, es la baza simbólica que la formación morada agita para distanciarse de la “vieja política” inmovilista del PP, PSOE y C’s.

Sin embargo, el giro “plurinacional” de Podemos en el último período de la campaña electoral –muy distinto al discurso y programa filo españolista que lo llevó al borde del fracaso en las pasadas elecciones catalanas-, sigue planteando la resolución de una de las principales demandas democráticas insatisfechas en el Estado español como una cuestión a resolverse dentro de los márgenes constitucionales, lo que en términos políticos, convierte el discurso de Iglesias en papel mojado.

El futuro político inmediato de la gobernabilidad en el Estado español es aún indeterminado. Un escenario en el que Podemos parece ser el mejor ubicado para aprovecharlo. De allí que la actitud política de Iglesias es como si la campaña electoral nunca hubiese terminado.

La formación reformista viene utilizando inteligentemente las “negociaciones” para seguir fortaleciéndose a costa de debilitar al Partido Socialista, lanzando propuestas, mostrando su apertura a “cualquier alternativa que permita que el PP no gobierne”, al mismo tiempo que establece “líneas rojas” inaceptables para el PSOE, su principal interlocutor.

Una ubicación que lejos de lo que muchos consideran una genialidad para seguir horadando los cimientos del Régimen del ‘78, responde a la voluntad de Pablo Iglesias, Iñigo Errejón y la cúpula de Podemos de convertirse en el protagonista de una nueva “regeneración” en clave reformista del régimen político y la democracia capitalista española.

El puzzle sigue sin resolverse y aunque las cuatro formaciones juegan con piezas muy similares, parecen no encontrar el encaje adecuado. Pero incluso de resolverse el entuerto y que se logre formar un nuevo gobierno sin nuevas elecciones, el esquema de fuerzas actuales en el Parlamento promete ser una crisis permanente de bloqueos políticos entre las distintas fuerzas tanto en el Parlamento como en el Senado (donde, recordemos, el PP tiene mayoría absoluta). En definitiva, un caos parlamentario que, en el marco de las profundas ilusiones reformistas de amplios sectores, puede ser el caldo de cultivo para que vuelva a emerger la lucha de clases.

Con la vista puesta en esta perspectiva, la construcción de una alternativa de clase, anticapitalista e internacionalista que rompa las reglas del juego se presenta como una tarea absolutamente necesaria, pero sobretodo posible, para avanzar en una salida obrera y popular a la crisis capitalista y del régimen político español.