Apagón en el hospital San Martin de La Plata. El crudo relato de una residente en la guardia de Neonatología. La solidaridad de clase y la organización como salida para enfrentar el ajuste.
Lunes 28 de enero de 2019 21:18
Hay guardias y guardias. La del miércoles pasado era una de esas en la que no parás. No parar es eso, no frenar ni para comer. Sin darnos cuenta nos acostumbramos a que a veces sucede y la rueda sigue.
En ese trajín, recibimos a un bebé prematuro de 29 semanas, tras las medidas básicas lo llevamos a la terapia. Estábamos por ponerle una vía (indispensable) y todo se apagó. Oscuridad total. Las alarmas de las bombas y respiradores que dejaban de andar, sonaban sin parar.
Nos paralizamos, por un milisegundo, para después reproducirnos en labores como pulpos. Todos prendimos las luces de los teléfonos porque no había ni la más mínima luz de emergencia.
En esa oscuridad encontrar los ambus (esa bolsita de goma con máscara que sirve para dar aire a los pulmones) e ir en busca de los bebés que estaban con los respiradores más viejos.
Así es. En el siglo XXI todo lo que hay en una terapia existe con baterías por si ocurre esto. Pero en nuestros hospitales no tenemos muchos, entonces no alcanzan.
Ahí empezamos a bolsear, sino los pibes se morían.
Certificábamos que lo estábamos haciendo bien mirando el monitor, constatando los signos vitales. Pero no fue eterno, el monitor también se quedó sin batería. No había más que la luz de un celular (que sostenían compañerxs que se acercaron a ayudar) para verificar a través del color rosado de la piel que estaba siendo bien ventilado. Desesperante. Los padres miraban a través del vidrio.
Las alarmas seguían chillando. Siempre.
Entraba gente, ofrecía ayuda. La solidaridad de los de abajo. Lxs enfermeros y médicxs con más experiencia ordenaban el batallón. Repartían tareas, hacían y nos ayudaban a hacer.
Iba una hora y media. De repente vemos llegar a varios de nuestros compañeros residentes, un alivio en ese caos. Se habían enterado y sin dudarlo vinieron a ayudar. Nos reemplazaron, ya los brazos no daban más.
No podías quedarte quieto. Nuestra nueva tarea fue hacer resúmenes para empezar a derivar chicos. Ahí nadie la estaba pasando bien.
En un respiro preguntamos por el prematuro; le habían puesto una vía a luz de linterna. Todo era de locos.
En algún momento, no sé cuál, se empezó a sentir mucho olor a nafta. Pensamos que iba a explotar todo. Era insoportable. Un supuesto generador.
A los lejos se ven unos señores de camisas, el vice ministro y el director del hospital: “en media hora vuelve, aguanten, no deriven a nadie”. Inteligentes, ya estaban pensando en los diarios del día siguiente.
Cuando parecía que iba a ser eterno, habiendo pasado más de dos horas, se hizo la luz. Aplausos, e inmediato silencio (a los neonatos les hace mal el sonido fuerte, ni que hablar esas alarmas que sonaron a un volumen insoportable por más de dos horas).
Sobrevivieron todos, eso no quiere decir que no hubo daños. Pero sí, para esos neonatos gratis no fue.
¿Por qué?
Porque hay una salud para pobres y una salud para ricos.
Porque veintiséis personas en el mundo tiene la misma riqueza que la mitad de la población mundial.
Nosotras tuvimos la suerte (y los medios) de poder elegir, y elegimos esto: trabajar en el hospital público, pero sabemos que con eso no alcanza.
Porque aquellos que obligan a una nena de doce años a dar a luz son los que le importa un bledo que los hijes de los que nada tienen, vivan y mueran en estas condiciones.
Al director del hospital, doctor Alberto Urban, que dijo “estamos preparados para una catástrofe cómo esta... el poli se la banca con el apoyo y amor de sus trabajadores”, le decimos que sus palabras son perversas. El amor de los trabajadores es la lucha contra sus propios intereses, y el de todos los funcionarios ajustadores.
Si pasa lo que pasa es por el estado del hospital público, eso que en la provincia construyeron tanto Scioli como Vidal.
Sabemos que sucesos como éstos son habituales en los hospitales públicos de la provincia y del país. La crisis en el sistema de salud no es nueva. Se han producido innumerables cantidad de muertes evitables. En los años de bonanza económica kirchnerista, mientras los empresarios se la llevaban en pala, eran migajas las que se invertían en salud, sin cambios estructurales que produzcan un cambio cualitativo a favor de las mayorías.
Esta crisis se ha profundizado en los últimos años de gobierno macrista con la nueva entrada del FMI y por la complicidad de partidos como el PJ y el Frente Renovador, así como de las burocracias sindicales que se han dedicado a tranzar la "paz social" mientras cientos de miles la seguimos luchando en las calles.
Si estás harto de ver esta realidad a diario, desmitifiquemos el verso de que hay que dejar nuestras vidas “para formarnos” cuando la realidad es que este sistema de salud vaciado sobrevive a costa de la precarización laboral de sus trabajadores.
Organicémonos contra este desfinanciamiento. Elegimos no ser meros espectadores de un sistema que se desmorona. Elegimos no acostumbrarnos a esto como nos proponen las conducciones sindicales.
Por eso peleamos por sindicatos independientes, democráticos y de lucha, que enfrenten cada pelea en conjunto con el resto de los trabajadores, que se plante una salida de fondo y estructural para este sistema.
Basta de plata para la deuda externa, que vaya a salud y educación.
Por eso luchamos, queremos salud para les pibes, y que cuando crezcan tengan una vida que merezca ser vivida. Eso que este sistema les quita de entrada, con apenas minutos de vida.