Un 31 de agosto salía campeón de la copa Libertadores por primera vez en su historia. Dirigido por Bianchi, cayó ante San Pablo (empataron 1-1 el global de la final) y en los penales se impuso 5-3.
Augusto Dorado @AugustoDorado
Martes 31 de agosto de 2021 16:30
Chilavert con la Copa Libertadores. Al lado festeja Almandoz.
Un equipo luchador, duro, de espíritu ganador, que fue cimentando una mística y que no pudo frenar ni el poderoso San Pablo de Telé Santana (que era el campeón vigente): el Vélez Sarsfield de 1994 quedaría en la historia de la competencia más importante de América gracias a los goles del Turco Assad, la sociedad con el Turu Flores, la fiereza de Trotta, Zandoná y el Pacha Cardozo, la resistencia inagotable del Pepe Basualdo, la calidad de Bassedas. Y la personalidad de su gran emblema, el paraguayo José Félix Chilavert desde el arco. Todo producto de esa factoría de títulos y gloria comandada por un pelado con pinta de “profesor loco”: el cuerpo técnico de Carlos Bianchi.
El boleto de entrada de Vélez a la edición ´94 de la Copa Libertadores había sido el torneo Clausura ´93, del que fue prácticamente dueño exclusivo: quedó primero en la 4ª fecha y nunca lo pudieron alcanzar ni River ni Independiente. El plantel fue prácticamente el mismo que más de un año después dio la vuelta olímpica en el Estadio Morumbí un 31 de agosto como el de hoy. Pero antes de eso hubo una historia de batallas futboleras.
En una copa en la que peleaban 5 grupos de 4 clubes cada uno (clasificaban solamente equipos campeones y subcampeones de cada país, con la excepción de algunos que accedían por liguillas especiales) y pese a que pasaban a octavos de final 3 de cada grupo, Vélez estaba en el grupo más difícil: junto al Boca de César Luis Menotti y los dos equipos brasileños, Cruzeiro y Palmeiras. Pero los de Villa Luro clasificaron en el primer lugar, perdiendo solamente el partido en el Parque Antártica frente al Palmeiras. Pero le alcanzaron y sobraron los puntos cosechados en La Bombonera con la victoria 2-1 (goles de Assad y Basualdo sobre la hora; el de Boca fue de Julio Larry Saldaña) y los triunfos en el Fortín ante los clubes brasileños. Pero esa clasificación en primer lugar lo llevaría a enfrentarse a un durísimo Defensor Sporting de Montevideo, que tenía en sus filas al Gurí Alvez. Con un empate 1-1 de visitante (tenía la ventaja el equipo de Bianchi con gol del Coyo Almandoz) y luego sin goles en el José Amalfitani, hubo que definir la serie por penales. Y es ahí donde la figura de Chilavert se agiganta: con dos penales atajados y uno convertido (ni falta hace aclarar que el Chila ya era uno de los principales ejecutores de pelota parada), Vélez pasó a cuartos de final con un dramático 4-3, porque el Gallego González había desviado su penal y el suspenso se mantuvo hasta el final, cuando aseguró el resultado la atajada del paraguayo a Dos Santos.
El equipo venezolano Minervén era un misterio y el empate 0 a 0 en El Callao profundizaba las dudas ¿Cómo hizo para superar al Emelec de Ecuador (un club con más historia copera) y llegar a cuartos? ¿Podría llegar a dar el batacazo en Liniers? El Turco Assad y el Turu Flores despejaron las dudas con goles y limpiaron al equipo sorpresa con ese 2-0.
Para las semifinales, la parada era dificilísima: el Junior de Barranquilla comandado por un Pibe Valderrama que ya se había consagrado como crack por su brillante paso por el Mundial Estados Unidos ´94. Pero además estaba Iván Valenciano (que finalizó su carrera como el segundo máximo goleador del fútbol colombiano), autor de los 2 goles con los que el equipo cafetero se quedó con el primer “chico”. El descuento del Turu iba a ser fundamental porque a Vélez le iba a costar mucho llegar a empatar la serie: parecía que lo resolvía rápido cuando abrió el marcador Bassedas a los 4 minutos y estiró el Turu a los 12. Pero la alegría no duró ni 6 minutos: Valenciano obligó a ir a los penales con su gol que determinó otro 2-1 en este partido de vuelta. Y 20 años antes de la legendaria frase de Mascherano en el Mundial 2014, el que se “convirtió en héroe” esa noche velezana fue –cuándo no- José Félix Chilavert. Pateó y convirtió el suyo pero como el Turu desvió su penal y el Junior también desperdició uno, las cosas estaban empardadas. Pero el paragua le atajó el último a un Valderrama, al otro Valderrama (Ronald, el hermano menor que creció bajo la sombra del Pibe y que se quejaba de que Carlos siempre lo “regañaba”). Así, con ese 5-4 llegaría a la gran final.
El 24 de agosto en el Fortín ante más de 51 mil hinchas, mayoritariamente locales, Vélez venía asediando el arco de Zetti hasta que el Turco aprovechó una marca flojísima de los paulistas: quedó solo de cara al arco y no perdonó. Estampó el 1-0, aunque en ese primer tiempo mereció mucho más el equipo de Bianchi, Pero en el segundo se despertó el San Pablo con el temible Cafú (uno de los mejores laterales de la historia brasileña) como carta ofensiva. Sin embargo, sobre el final Zetti le tapó al Pepe Basualdo lo que pudo ser el segundo para ir con más tranquilidad al Morumbí.
El 31 de agosto de 1994 era a todo o nada. Golpe a golpe, empezó mejor el local, que le dio trabajo a Chilavert. Pero para sorpresa de todo el mundo, un remate de media distancia de Bassedas hizo lucir a Zetti con una atajada fenomenal. Pero una falta de dudosa validez se transformó en penal para el San Pablo: Müller no perdonó y puso el 1-0 con el que la serie quedaba empatada. La injustica de ese penal quedaría compensada con otra que el árbitro (el uruguayo Filippi) no vio: una bola bajada con el brazo por Almandoz. Después de eso, el local tenía a Vélez para el nocaut, pero Chila salvó todo. Para colmo se iba expulsado el Pacha Cardozo cuando quedaban más de 20 minutos de partido. Pero Vélez aguantó y llegó la definición desde los 12 pasos.
Con un bombazo de Trotta se asegura el primero y Chilavert impone rápido la ventaja: le ataja a Palinha y le rompe el arco a Zetti en el segundo de Vélez. A San Pablo ya no le iba a alcanzar para nada cuando el Tito Pompei remató el quinto: era un 5-3 inapelable para que el grito de campeón llegara tan fuerte como para que se escuche de Liniers y Villa Luro a San Pablo. Era la hora más gloriosa de Vélez, al menos hasta ese momento. Quedaría otro capítulo para Japón, ante el Milan de Franco Varesi, Maldini y Costacurta. Pero esa ya es otra historia. Vélez, de la mano de Carlitos Bianchi (el máximo goleador de su historia), llegaba a lo más alto de América.